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  nº 41 diciembre 03

Comentarios y valoraciones a la pausa editorial de El Molo
Hasta luego Molotov




En sus casi cuatro años de recorrido, la 5ª etapa del proyecto Molotov ha suscitado todo tipo de opiniones y reacciones, críticas y quejas, muestras de apoyo, enfados, interrogantes y hasta alguna sonrisa. Por eso decidimos pedirle a una amplia gama de colectivos sociales una valoración de esta última trayectoria del “molo”. Aquí están las que hemos recibido.


Sobre las formas de supervivencia de la cultura alternativa

“La peor enfermedad es el diagnóstico” (K. Krauss)

IGOR, DE NODO50
(...) [Existen] dos grandes temas de fondo que quisiera señalar. Uno tiene que ver con el título de este texto: las formas de supervivencia de la cultura alternativa (prensa y comunicación incluidas) en el capitalismo actual. Otro con la prensa en la época digital, con el reto que Internet le plantea al papel. Vayamos por partes:

No dudo que un proyecto comunicativo que pretenda sobrevivir debe ensanchar su público y el volumen de sus receptores. (...) Ahora bien, que eso sea la solución milagrosa al tope que ha alcanzado el proyecto es un argumento débil. Primero porque se toca techo cuando se satura un mercado, cuando todos los participantes, activistas o militantes de los movimientos sociales leen el periódico. En ese sentido, el Molotov no ha tocado el techo del éxito, sino el techo de las limitaciones internas y estructurales del modelo de organización alternativa. No se ha tocado techo porque gran parte de los más cercanos al mismo Molotov (el entorno o el entorno del entorno o ...) no lo leen, no lo compran o no son subscriptores. El dedo hay que ponerlo en los modos de financiación alternativos (siempre frágiles y siempre contradictorios), en los sistemas de distribución no comerciales (siempre incapaces y poco seguros), en la asalarización precaria de militantes (los asalariados, que no liberados, son auto-explotados esclavistamente), en el compromiso fluctuante y esporádico (imposibilidad de mantener una plantilla constante), en la ausencia de informadores (no se vive el medio como propio), etc. (...) Ante el deprimente día a día, un órdago a la grande, un doble o nada. Dicho de otra forma, el problema no es tanto (o únicamente) crecer y extenderse como resolver la supervivencia de un medio alternativo en el capitalismo hostil. (...) Es previo otro requisito más fundamental y que origina la crisis: un apuntalamiento y fortalecimiento de las estructuras organizativas y el asegurar la supervivencia económica en un mundo hecho y diseñado para las empresas. (...). El Molotov se ha topado de bruces con la frontera crítica que han alcanzado muchos proyectos alternativos en nuestro país, una delgada e invisible línea que circunda todos los intentos de auto-empleo y autogestión de izquierdas: competir con/contra el mercado. Son las fórmulas de viablidad económica y no la guettización (que también es un problema) lo que asfixia al Molo.

El otro punto, algo más extenso realmente y que daría para estirar líneas de reflexión múltiples, tiene que ver con otra ausencia que encuentro en los ricos análisis autocríticos del Molo. Su “bajón” está vinculado con la extensión de los medios digitales, con el boom de Internet. Lo telemático está de moda y le está comiendo terreno con voraz apetito a todos los medios clásicos a pasos de gigante. (...) Dado que el consumo de medios está limitado por el tiempo de vida y la capacidad para digerir la información, el fast-food informativo de Internet está haciendo un dumping salvaje contra la gastronomía tradicional de los periódicos y las radios alternativas. Entre otras cosas porque las herramientas de edición electrónica y las propiedades del soporte digital han resuelto el gran problema de los costes de difusión que atenaza a otros medios. También porque la espectacularización de la política que proporciona Internet es incontestable, siendo las webs mucho más llamativas y atractivas que un periódico “gris”. Por no mencionar la sugerente participación colectiva que favorecen las nuevas. En ese sentido: ¿Cómo puede la prensa alternativa complementar al entorno cibernético sin entrar en competición con ella? ¿Qué valor añadido puede ofrecer (la materialidad del papel, la fiabilidad de sus fuentes, la periodicidad fija, la calidad de “periodistas” con cierta “profesionalidad”, etc.) hoy en día?

Conclusión, ¿Cómo puede sobrevivir el Molo frente al mercado y a Internet?


Cuatro apuntes precipitados sobre el MOLO


PATRIC, DE VIRUS EDITORIAL

Cuando uno se pone a analizar el panorama de la izquierda antiautoritaria, es decir, de la izquierda sin vocación de poder, pero con ganas de crear herramientas analíticas y prácticas críticas que nos permitan hacer tambalear el sistema capitalista, se observan una serie de constantes que no permiten, precisamente, despertar gran optimismo: dispersión, discursos y prácticas paralelas, incomunicación, sectarismo en mayor o menor grado, desconocimiento de otras realidades, falta de concreción de quién es el/la otro/a a quien nos dirigimos con nuestro hacer y decir... Para quienes no hemos perdido la esperanza en la transformación social, para quienes pensamos que el cambio no sólo es posible, sino necesario por solidaridad con nosotros mismos —claro está— y con el resto de la humanidad, independientemente de cómo llevemos el día a día; es decir, para quienes todo esto va más allá de la retórica revolucionaria y pensamos que hay que aunar esfuerzos, sin renunciar a nada, porque somos más de lo que parece, un proyecto como el Molotov es más que imprescindible.

Seguro que de la trayectoria del Molotov como diario se podrán criticar muchas cosas, puesto que resulta muy difícil mantener un equilibrio entre calidad, actualidad y análisis con una periodicidad mensual, y con un personal poco dado a la escritura y a compartir sus ideas y prácticas con “otros/as” que no son “nosotros/as”. Pero a mí lo que me interesa destacar es lo que yo he creído entender que era y es el propósito del diario: poner en común, trazar líneas de contacto y de comunicación, entre aquellas personas que desde diferentes ámbitos y movimientos están poniendo su granito de arena, más grande o más pequeño, para parar la maquinaria del sistema. Que se pueden haber equivocado en éste o en aquel artículo, en éste o en aquel entrevistado/a... pues sí y qué... a nadie se le ha impedido hacer su propio análisis o réplica. El problema es vencer la reticencia a responder, a debatir, a criticar... a pensar que hay alguien con el que vale la pena comunicarse.

Respecto a la cuestión de la periodicidad, pues evidentemente, dada la escasez de medios propios, la existencia de un diario con presencia más continuada y con mayor difusión sólo puede ser positiva; otra cuestión es si un proyecto así va a ser costeable económica y humanamente. Yo lo veo un poco precipitado y peligroso, pues creo que todavía no se habían agotado las posibilidades de difusión del diario con formato mensual (¿por qué no hacer el paso a la distribución en circuitos comerciales y con otro nombre para ver su acogida, antes de dar el siguiente paso?), pero supongo que todo esto se habrá valorado convenientemente.
Para una izquierda tan dispersa es un lujo contar con un diario que puede servir para construir puentes y nos puede permitir contrastar nuestras prácticas y discursos con los de otros/as. Sólo de nosotros/as depende que un proyecto de estas características continúe siendo abierto, sin renunciar a la radicalidad.


“El parón del Molo responde a la necesidad de reelaborar la propia apuesta comunicativa”

UNIVERSIDAD NÓMADA
Considerando sobre todo la última etapa del periódico, podemos reconocer una serie de funciones interesantes en El Molo como publicación política dirigida (y que interpelaba) a un área de lectores difusa pero que en cualquier caso presenta un conjunto de rasgos distintivos tanto políticos como culturales. En buena medida, El Molo no sólo ha acompañado sino que ha suscitado y animado, en no pocas ocasiones, los procesos –que podemos juzgar lentos y/o confusos o bien firmes y seguros, pero no es éste aquí el problema– de recomposición y experimentación política dentro de lo que al menos en Madrid se llama –no sin cierto deje irónico– el movimiento: tan difusa y no obstante en ocasiones tan precisa es la definición de la «esfera pública» para la que, con mayor o menor atención y actividad, El Molo ha venido siendo una publicación de referencia, consulta o, como debe suceder en toda publicación libre, un motivo de enconadas (y, por suerte, en su mayor parte efímeras) «indignaciones». Estas funciones aludidas más arriba no se distinguen grosso modo de las que cabe reconocer en la publicística radical de movimiento y que conocemos como contrainformación.

Sobre el valor y la necesidad de la contrainformación hemos tenido ocasión de discutir y reflexionar con las y los compañeros del Molo en numerosas ocasiones, que han servido también para descubrir que sobre todo en el terreno de las perspectivas inmediatas la capacidad de entenderse era notable. Al menos en una serie de cuestiones, tales como la crisis del modelo contrainformativo desde el preciso momento en que la sobreproducción de imaginario que generan los media (en su sentido más lato) ha invalidado no pocos presupuestos de la concepción –cuyo valor sustantivo no está en tela de juicio– de la contrainformación como des-ocultamiento o denuncia de la realidad contra su mistificación, su manipulación o su ocultación. Por decirlo con un ejemplo, una vez en el terreno no ya de los –acaso ya anticuados– reality shows sino del espectáculo productivo total de la vida «espontánea» del estilo de Gran Hermano. En esta cuestión, pues, podemos decir que las reflexiones del colectivo del periódico estaban muy por delante de lo que ha podido llevarse a cabo en esta última época.

Otro tanto podemos decir en lo que atañe al papel de los «nuevos» media o más bien hipermedia como Internet, así como al surgimiento de las prácticas del mediactivismo: tal vez haya sido ésta una de las cuestiones que más haya pesado en la definición política y comunicativa del Molo, en la medida en que su acepción o su interpretación por parte del colectivo había de imponer necesariamente una reformulación no sólo técnica sino también de la inscripción política del propio activismo comunicativo. A nadie se le escapa que la forma de interacción comunicativa y de intercambio político que se desenvuelve en la red de redes supone un cambio de la posición de enunciación de un colectivo político que trabaja en la comunicación. Hay bastantes razones para pensar que, con independencia de los problemas financieros, el parón del Molo responde también a la necesidad de reelaborar la propia apuesta comunicativa a partir de estos desafíos.


La última etapa del “molo” ha servido en el tránsito hacia nuevas formas de intervención

TOMÁS HERREROS, DEL COLECTIVO CRITS DE TERRASSA
De forma lenta, gradual pero a la vez a ritmo trepidante, no son pocas las iniciativas políticas y sociales que en los últimos años de la década de los 90 empezaron una suerte de tránsito desde un tipo de política fuertemente identitaria y autorreferencial hacia otro tipo de política que bascula entre el movimiento global y un anclaje en el territorio de las grandes metrópolis con intervenciones de nuevo tipo. (...)

Aún existiendo un mar de singularidades, procesos como los iniciados, por ejemplo, en el área metropolitana de Barcelona (Santa Coloma de Gramanet, Terrassa, Gracia...) o en la de Madrid (Vallecas, Lavapiés...) presentan desarrollos similares, pudiendo ser formas embrionarias, después del agotamiento en los últimos años 90 de lo identitario y frente a lo que hoy, después de París, pudiera ser un reflujo de la capacidad de creación e innovación del movimiento de movimientos, o al menos de algunas de sus componentes más inmovilistas.
Esas formas embrionarias deben ser cuidadas y alimentadas con todo el cariño de este mundo. (...) el reto: vincularse unas a otras, conocerse y reconocerse en un espacio común generador de nuevas energías para el movimiento global, para enriquecerse y refinarse y darse voz unas a otras.

La última etapa del “molo” ha servido, y mucho, en ese tránsito hacía las nuevas formas de intervención política y social, como también la de otras publicaciones y revistas del campo de los movimientos sociales. Y ahora, el reto y la esencia del nuevo proyecto que l@s compas del “molo” quieren iniciar no puede ser otro que ayudar a vincular, reconocer y enriquecer a esas iniciativas ya consolidadas y a expandirlas en vistas a la dinamización de los movimientos sociales para batallar en el mundo de hoy e iniciar procesos constituyentes no capitalistas.


“El agotamiento del Molo deja un vacío en la contrainformación a nivel estatal”


TOFOL, DEL PERIÓDICO L'AVANÇ Y DISTRIBUIDORA COMÚ
Valorando desde fuera el Molo, pienso que se deben reconocer una serie de cosas.

Una: la capacidad de arriesgar y apostar, al cerrar la “primera etapa”, por un modelo nuevo de publicación desde los movimientos sociales. La apuesta no era fácil y creo que se debe reconocer el esfuerzo que supone sacar puntualmente todos los meses un periódico al nivel que se ha hecho. En un momento en el que se ha apostado fuertemente por las webs contrainformativas, encuentro igual de importante continuar con los medios en papel, en tanto que supone otra forma de hacer visibles luchas y movimientos. A parte de implicar otra forma de lectura, es obvio que internet todavía no es accesible para tod@s.

Dos: cabe valorar como positivo el mantenimiento de un medio políticamente heterogéneo dentro del espectro de los movimientos sociales y la izquierda radical. A según quien, esto puede gustar más o menos, pero creo que es una forma de enriquecer y/o fortalecer discursos y recursos. (...) Destacaría en este punto casos que me vienen ahora a la mente, como los debates a cerca de la legitimidad del uso de la violencia o la pluralidad que se ha buscado para tratar la situación en Euskal Herria.

Tres: mantener un buen nivel de contenidos en una publicación siempre es un handicap y a veces se puede caer en regurgitar los mismos temas número tras número. Pienso que en el Molo no sólo se ha mantenido el nivel, sino que se ha ido a más, ampliándose páginas y temáticas, tratando de adaptar la actualidad al formato mensual.

Cuatro: respecto a la propuesta de valorar errores o fallos, pienso que a nivel interno estos se apreciaran más. Yo hablaría más bien de las limitaciones. De las limitaciones, por ejemplo económicas, que tiene un proyecto como este. (...) Otra de la limitaciones que algun@s pueden ver es el público lector, pero creo que más que limitación es una delimitación: el Molo tiene un público concreto, condicionado por unos contenidos basados en el debate y la actualidad de los movimientos sociales. Es un público “militante”, por decirlo de forma sencilla.

Y cinco: “el paso adelante”. El agotamiento del Molo va a suponer un hueco evidente en la contrainformación a nivel estatal. Habrá a quien le haya gustado más o menos la evolución del periódico en estos tres años y pico, pero a nivel de debate, análisis y actualidad de los movimientos sociales desaparece un espacio de referencia. Aunque sea todo un ejercicio de salud política, apostar por avanzar tiene riesgos, pero políticamente el hueco del Molo se tiene que cubrir de alguna forma, y si además se busca superar sus limitaciones (difusión, público lector), pues se deberá probar.

“El Molo ha unido a movimientos muy dispares entre sí”

RED LOCAL DE RETIRO
Para ser un proyecto casi puramente militante, el mensual Molotov ha cumplido con las exigencias que se le podían plantear desde los movimientos de base. En el caso de la Red Local de Retiro, siempre hemos entendido que las páginas del “Molo” estaban abiertas para nosotros, y las hemos utilizado cuando lo hemos visto pertinente –quizá algo menos de lo que hubiera sido necesario–. Molotov ha servido como instrumento de comunicación de algunas iniciativas locales o globales, ha reflejado la mayoría de los debates existentes en el llamado “movimiento de movimientos” –especialmente inmigración, precariedad y guerra, con el sempiterno debate sobre la represión y la legitimidad de la violencia– y posiblemente haya cohesionado las siempre frágiles redes militantes: el “Molo” es de las pocas iniciativas que ha unido a movimientos muy dispares entre sí.

Sin embargo, ha compartido con los demás medios de contrainformación la dificultad para trascender las filas activistas. En gran parte, proyectos como el Molotov descansan en la madurez y los ritmos de los movimientos de base, y en la capacidad o interés de estos como fuentes de información y distribuidores. En el caso de Retiro, la constante dinámica de trabajo –incluyendo la edición y distribución de nuestra gacetilla local– nos ha impedido cumplir con esas funciones adecuadamente. Pocas personas que participan en la Red Local procedentes de culturas asociativas distintas a la “alternativa” o “autónoma” han llegado a comprarlo o a leerlo con asiduidad, y eso ya dice mucho de los problemas existentes para convertirse, aunque sea a pequeña escala, en un referente comunicativo más amplio.

Larga vida al nuevo proyecto, que se antoja prometedor y complicado.

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