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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
Eduardo Haro Tecglen
El País 24/11/04
La moral se rechaza: y se abraza la ética, la deontología, la solidaridad, la fraternidad. Sus equivalentes laicos. Cuando la Conferencia Episcopal, a base de Rouco, ofrece "diálogo" al Gobierno a cambio de respeto al "orden moral", hay que negarse. La moral fue confiada a la Iglesia para reformar el poder temporal: a más de hogueras y torturas, la Iglesia tiene, y aún le queda algo, el poder de castigar en "la otra vida", después de haber creado su ilusión, para hacer obediente al aterrorizado; y para prometerle incluso milagros en esta vida. La moral es teológica: cuenta con el pecado y con la gracia, la castidad y las virtudes y los sacramentos, con los mandamientos.
No veo en qué sentido
puede un estado laico, y su gobierno, discutir un "orden moral" que no
corresponde a la realidad. La Iglesia formaba parte del entramado político
desde que ayudó a derribar la República. En ella no estudiábamos moral, sino
"psicología, lógica y ética", una asignatura tridente con la que
empezábamos a ser ciudadanos en el bachillerato. Mi instituto era el enorme
edificio de Areneros, del que se había expulsado -como de España- a los
jesuitas, porque juraban obediencia a leyes que contradecían las del Estado.
Luego volvieron, por las armas, y algo habían aprendido, y algo muestran hoy de
seriedad y de razón, quizá por la concurrencia dura del Opus Dei.
La vida, la aceleración de la ciencia, la historia, la prolongación de la
vida, el sentido de la muerte, la desaparición total de milagros y aparecidos,
la complicidad de otras religiones con el mal que ahora conocemos, su funesto
rasgo histórico -con Franco, con Pinochet o con la Inquisición- se han
conjuntado para el descreimiento: muchos lo arrastran por tradiciones de
costumbres y fiestas de la patrona, con toros y todo. Algo típico: el torero,
el cura, el guardia civil. Un cierto respeto por los tipos del clero que hacen
una verdadera labor social. De eso a discutir de moral con los curas, a acordar
con ellos los derechos de los no creyentes, hay un abismo. Una ética social
para el comportamiento de unos con otros: más para permitir que para obligar.