Febrero es algo más que el mes de
los enamorados y de los almendros.
Ángel Escarpa Sanz.
UCR 11 de Febrero
de 2009
Es una pena que ya no vivan aquellos viejos y justamente
coléricos poetas antifascistas: Pablo Neruda, Miguel Hernández,
Alberti, León Felipe, Garfias, Hikmet… que en el pasado
escribían hermosos y demoledores poemas pidiendo castigo para
los tiranos, para los déspotas, para los que traicionaban y
asesinaban a la patria.
Castigo para los que arrancaron la vida
al anciano y a la anciana que, aterrorizados y deslumbrados por
las explosiones, cuando se asomaron a la puerta de su humilde “jaíma”,
allí mismo se encontraron cara a cara con la mismísima muerte.
Castigo para la soldadesca marroquí que
violó reiteradamente a la joven embarazada.
Castigo para los que firmaron los
Acuerdos de Madrid y más tarde se lavaron las manos.
Para el monarca alauita de Rabat que dio
la orden de invasión, allí donde se encuentre, pido castigo.
Para los generales que obedecieron las
órdenes, pido castigo.
Para los Kissinger de Washington y los
Giscard dEstaing de París que bendijeron a los camiones y a las
multitudes de la Marcha Verde, pido castigo.
¡Malditos!, ¡malditos!, ¡todos malditos!
Que la maldición de todos los pueblos de la tierra os persiga
por los confines del Infierno, allí donde se pudren las almas de
los generales fascistas que un día también sacrificaron a mi
pueblo, junto a las de los generales y las de los jueces que
violaron las más elementales leyes en la Alemania de Hitler, en
el Paraguay de Strosner, en el Chile de Pinochet, en la
Argentina de Videla, en el Portugal de Salazar y Caetano, en la
Italia de Mussolini, en la Nicaragua de Somoza, en la Grecia de
los coroneles, allí donde los verdugos del pueblo palestino, del
pueblo iraquí y kurdo, del pueblo armenio se “sancochan”
eternamente.
Maldición eterna para vosotros también,
los Yomani, los Habib El Kentawi, los Brahim Hammad, los Hassan
uld Dirhan, los Ijalihenna uld Rachid de El Aaiún, que
amasasteis vuestras fortunas sobre la sangre sagrada y sobre la
sagrada tierra de vuestros antepasados, sobre ese mismo pueblo
que hoy se yergue investido de toda la dignidad que le otorga la
resistencia frente al imperialismo criminal.
Castigo para los que torturaron, para
los que incendiaron los pobres enseres y envenenaron las aguas
de los pozos.
Castigo también para el rey que juró
defender aquella tierra con hasta la última gota de sangre
española.
Y vosotros, los fabricantes de armas,
los que os nutrís como los buitres de la sangre de los pueblos
en guerra, vendiendo las artes de matar a los tiranos, llámense
estos Trujillo, Mohamed o Idi Amín Dadá; los que exportáis la
muerte desde los puertos de España, de EEUU y Francia a otros
lugares de la tierra: que la visión dantesca de las humildes
“jaimas” y de los pacientes dromedarios y las cabras, huyendo
aterrorizados y envueltos en llamas por el desierto, sea la
última visión que tengáis en la hora postrera de vuestra
miserable existencia. Que el olor a fósforo blanco y a NAPALM
que abrasara los cuerpos de los jóvenes amantes que en la hora
sagrada del descanso bebían de las fuentes del amor sea el
eterno sudario que cubra vuestra memoria.
Que nadie escape al castigo: ni el
soldado raso que conducía el carro blindado que en esa hora
quebró para siempre la paz del desierto ni el que llevó la
muerte en la caja de los camiones que transportaban la munición.
Castigo para los que calzaban las botas
que derramaron el “cuscús” y vertieron el té de la hospitalidad
sobre la arena y para aquellos que quemaron las “jaimas” de los
“frig y la carne de los adolescentes que acarreaban el agua de
los pozos y la de los “chiuf” que conversaban a la sombra de la
“talha”.
Salpicadas están desde entonces con la
sangre de los inocentes y la sangre de vuestros héroes
guerrilleros, las piedras de las ciudades santas de Güera,
arrasada por la tropa de Multar uld Dadá y las piedras y los
caminos que conducen a Tifaritis, a Smara, a Echedeiría, a
Farsia y a Mahbes, lugares que no olvidarán jamás ni la vesania
ni el nombre de Ahmed Dlimi y sus tropas.
Se calcinaron sus tierras, y ardieron ”
las “melfas”, se sacrificaron muchos de sus mejores hijos y se
esparcieron los rebaños, se quebraron los vasos, la loza y los
escasos muebles, pero los hijos de Sidahamed y de Erguibat, la
familia de los Lebser y los Muedem, harán con su pueblo, bajo
las banderas de sus héroes, los mártires del Frente POLISARIO,
el resto del camino que les señalaron BRAHIM GALI, EL WALI
MUSTAFÁ SAYED y BASIR MOHAMED BASIRI.
¡¡Hasta la victoria!!
¡¡ Salud, pueblo heroico!!
En el XXXIII aniversario de la
proclamación de independencia de la REPÚBLICA ÁRABE SAHARAUI
DEMOCRÁTICA
¡¡Viva la República!!
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Ángel Escarpa Sanz. Islas Canarias.
Febrero 2009.