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El convoy de los 927 | |||||||||
TODOS LOS PASAJEROS eran republicanos españoles, no judíos. Fue el primer tren de civiles enviado a los campos nazis. Montse Armengou, autora del documental «El convoy de los 927», desvela la desconocida historia | |||||||||
MONTSE
ARMENGOU
El largo camino que llevó a Jesús Tello a derribar la estatua del águila que presidía amenazadora la entrada del campo de concentración de Mauthausen empieza en la ciudad francesa de Angoulême. De allí partió un convoy con 927 españoles. Eran familias enteras, civiles refugiados en Francia que habían huido de Franco. Ellos inauguraron, el 20 de agosto de 1940, los trenes de la muerte con destino a un campo de concentración nazi. Casi automáticamente asociamos esos trenes al holocausto judío. Pero en Europa occidental, los republicanos españoles tienen el triste honor de haber sido los primeros viajeros. Ni un solo monumento honra su memoria en España, ni la más mínima conciencia de haber tenido ese macabro privilegio histórico.Ésta es su historia cuando se cumple el 60 aniversario del final de la II Guerra Mundial y de la liberación de los campos de exterminio. Jesús Tello y su familia, como muchos otros que huían de la caída de la República, pasó la frontera francesa y llegó a Angoulême.A la decepción por el mal recibimiento que encontraron en Francia -los españoles eran rojos indeseables-, se unió el temor por la invasión nazi. Angoulême quedó en zona ocupada, bajo la autoridad del gobierno colaboracionista de Vichy. «Un buen día, los alemanes cercaron el campo de Les Alliers, donde estábamos refugiados, y nos metieron en un tren», recuerda Tello. 927 españoles, familias enteras, mujeres, niños, ancianos, población civil refugiada en estado puro, son metidos en ese tren. Ninguna explicación, solo rumores. Unos dicen que van a la zona libre de Francia, otros que a Rusia. Pero todos tienen miedo: ¿les llevan a España, donde les espera la justicia de Franco en forma de cárcel o fusilamiento? Por las estrechas rendijas del tren donde han sido tirados como animales, casi sin agua ni comida, se dan cuenta por el paisaje que se dirigen hacia el norte. «Desde el mismo momento en que te encerraban en el vagón del tren, ya pedías tu personalidad, ya no eras libre. Ya hacían de ti lo que les daba la gana, ya no tenías nombre, ya eras un número». Y el 24 de agosto, después de cuatro días de penoso viaje, el tren se detiene en la estación de un pueblo llamado Mauthausen. El nombre no les dice nada a nadie. Estamos en 1940 y la fama del que sería uno de los campos más crueles del sistema de concentración y aniquilación del nazismo todavía no se conocía. Tello, aún hoy, recuerda el ruido de los cerrojos y las puertas de los trenes que se abrían. Y gritos, los de las SS, los ladridos de sus perros. «Iban vagón por vagón preguntando: wie alt, wie alt, que quiere decir qué edad tienes. A la que pasabas de los 10 años ya te decían, raus, raus, y nos sacaban fuera del tren.No podías ni despedirte de la familia». Las escenas que se producen en esa estación son terribles. Mujeres agarradas a sus maridos, a sus hijos, brutalmente separados.Ninguna súplica es atendida. 470 personas, hombres y casi niños, enfilan el camino de su propia tragedia. En pocas horas los desnudan, los duchan, les pelan la cabeza, les dan un traje de rayas, un número -el de Tello el 384142- con un triángulo azul con una gran S de spaniers (con el triángulo azul se identificaba a los apátridas), los que han sido vendidos por el régimen de Franco y su inefable ministro de Exteriores, Ramón Serrano Súñer, al decirle a Hitler que puede hacer con esos rojos lo que quiera porque la nueva Patria no los considera españoles. Su suerte estaba echada: la cantera de Mauthausen necesita esclavos para la construcción de ése y de otros muchos campos. PIEDRA A PIEDRA «El muro principal de la entrada lo han hecho piedra a piedra los republicanos españoles». Tello recuerda esos 182 empinados escalones de la cantera, miles de prisioneros haciendo ese viaje una y otra vez cargados con piedras inhumanas de soportar para cuerpos mal vestidos, mal calzados, sin alimento. «Si uno no podía más y soltaba el pedrusco, caía sobre el que estaba atrás, y éste sobre el otro. Moría mucha gente. Los SS empujaban a los más débiles desde arriba del todo de la cantera, por el precipicio.Yo he visto morir a mucha gente así, con el salto del paracaidista que le decían. Mauthausen era un campo de exterminio. Primero tenías que dejar tus fuerzas y luego, a la basura». En el primer invierno, el de 1940 a 1941, mueren buena parte de los españoles que han viajado en el tren. Las condiciones de vida son durísimas, las diversiones de los SS aún más. «Nos hacían formar durante horas, de madrugada, tanto si llovía como si nevaba. Más que el frío era la humillación. Ellos con abrigos, botas de suela gruesa, y yo con una chanclas rotas y sin calcetines.No merecías ni el nombre de perro». Tello aún sabe contar hasta 25 en alemán. De esos detalles dependía la vida. «Te ponían en un caballete que ya habían hecho especial para ese castigo, te bajabas los pantalones y tenías que contar los golpes de vergajo que te daban: ein, zweit, ... Y, ay que te descontases, que volvían a empezar. A muchos se les gangrenaron las heridas». Inyecciones de benzina en el corazón, fusilamientos al son de la música de orquesta, prisioneros devorados por diversión por los perros, hornos crematorios echando humo todo el día, «un carro que a diario recogía con unas tenazas a los muertos y los metía como sardinas en lata», la alambrada electrificada de 5.000 voltios como única salida para los más desesperados. Y la soledad más absoluta. A los españoles se les aplicó el decreto Nacht und Nebel (noche y niebla), eufemismo inspirado en una ópera de Wagner para decir que nadie tenía que salir vivo. Y mientras agonizaban, estuvieron casi tres años sin poder escribir ni recibir noticias. La suerte que hubieran podido correr sus mujeres, sus hijos o hermanos más pequeños, los que quedaron en el tren, les consumía casi tanto como las penalidades del campo. No sabían entonces que, después de un peligroso acercamiento al campo de concentración femenino de Ravensbrück, el tren terminó regresando a España, donde todos tuvieron persecución y cárcel. Los españoles, expulsados de España por su ideal republicano, vendidos por Francia por ser indeseables y aprovechados por Alemania como carne de cañón, son los primeros en pagar las consecuencias de la ira de los nazis: a Mauthausen aún no habían llegado los judíos ni los comunistas para descargar su locura exterminadora.Pero los que sobrevivieron no callaron. Tello y algunos compañeros más forman parte del comando Poschacher. Por su juventud y por haber sobrevivido a la gran mortandad de los primeros años, algunos de los chicos más jóvenes que viajaron en el convoy de Angoulême, salen cada día de Mauthausen para ir a trabajar a una cantera exterior. Cada día aprovechan para secar los negativos que el fotógrafo catalán Francisco Boix sacaba del laboratorio del campo y que luego fueron pruebas definitivas de las atrocidades nazis en el juicio de Nuremberg. Probablemente, cuando en mayo se celebre el 60 aniversario de la liberación de Mauthausen, ante la magnitud de la tragedia judía, será difícil recordar que fueron los republicanos los que colgaron aquel cartel: «Las fuerzas antifascistas españolas saludan a los aliados». Y quién se acordará de queTello fue uno de los que derribó el águila nazi. Aquel día empezó también su auténtica derrota. Los aliados nunca liberaron su país. El convoy de los 927, de Montse Armengou y Ricard Belis, se emite hoy en «Documentos TV». El próximo otoño saldrá un libro, publicado por Plaza & Janés. |
Domingo,
6 de febrero a las 23 horas en Documentos TV, en La 2
El convoy de los 927
EL PRIMER TREN QUE PARTIÓ DE EUROPA OCCIDENTAL
HACIA UN CAMPO DE ETXERMINIO NAZI LEVABA A BORDO 927 ESPAÑOLES
Con
motivo del sexagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial y la
liberación de los prisioneros de los campos de concentración, el programa
“Documentos TV”, dirigido y presentado por Pedro Erquicia dedica el
reportaje “El convoy de los 927” a los españoles que vivieron y murieron en
Mauthausen
El 5 de mayo de 1945 las tropas aliadas liberaban a los prisioneros del campo de
concentración de Mauthausen, en Austria. En ese campo es donde los nazis dieron
muerte a casi 150.000 prisioneros, de los que 409 eran españoles. Este es el
punto de partida del documental “El convoy de los 927” con guión de Montse
Armengou y realización de Ricard Belis, que emite “Documentos TV.
EL INICIO DEL HORROR
Acabada la Guerra Civil española, 24 de agosto de 1940 un tren con 927
refugiados españoles salía de la estación de Angulema, en la región francesa
de la Charente. Las tropas alemanas de Hitler habían conseguido dividir en dos
a Francia. Los refugiados creían que los llevaban a la zona no ocupada, pero
pronto se dieron cuenta de que iban hacia el Norte. Cuatro días más tarde
llegaron al pueblo de Mauthausen, en Austria.
Una vez que el convoy llegó a Mauthausen, los soldados alemanes obligaron a
bajarse a los varones mayores de 13 años. Del tren bajaron 470 que fueron
recluidas en el campo, de ellas murieron 409.
REVIVIENDO EL HORROR
“Documentos TV” revive esta dramática historia que ha quedado velada bajo
el olvido y el silencio generalizado que envuelven a las víctimas del
franquismo. Los pocos que se salvaron no pudieron volver a la España de Franco
o lo tuvieron que hacer en silencio.
“El convoy de los 927” recoge el testimonio de una treintena de
supervivientes, tanto de los que acabaron en Mauthausen como los que regresaron
a España, así como de refugiados que no llegaron a subir al tren en Angulema.
Félix Quesada, uno de los supervivientes declara compungido: “Al llegar a
Mauthausen, Frank Ziereis, el director del campo, nos dijo a todos los que estábamos
allí que no saldríamos por la puerta, que saldríamos por la chimenea del
crematorio”.
Los españoles deportados desde Angulema fueron los primeros en llegar al campo
de concentración. Fueron los primeros en sufrir las consecuencias de la ira de
los nazis, en un momento en que ni los judíos ni los rusos habían llegado
todavía para ser objeto de su locura exterminadora. Este convoy fue el primer
tren de deportados de toda Europa occidental, cargado con familias enteras con
destino a un campo de exterminio nazi, a los que se les consideró “apátridas”.
Esto se produce cuando Ramón Serrano Súñer, el ministro de Exteriores de
Franco, decide desentenderse de ellos. Los documentos encontrados prueban que
las autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles qué debían hacer
con los “dos mil rojos españoles de Angulema”. El Gobierno de Franco nunca
se molestó en ocuparse de este asunto y ni siquiera contestó.
Para la realización de este documental, rodado en Francia, Austria y España,
se ha consultado y utilizado fondos documentales de 21 archivos españoles,
europeos y norteamericanos.
EL CONOY DE LOS 927
El 24 de agosto de 1940 un tren con 927 refugiados españoles- muchos de ellos
catalanes- salía de la estación de Angouleme, en la región francesa de la
Charente. Las tropas alemanas de Hitler acababan de dividir Francia en dos, y
los refugiados creían que los llevaban a la zona no ocupada. Pero pronto se
dieron cuenta de que iban hacia el norte. Cuatro días más tarde, llegaron al
pueblo de Mauthausen. No les sonaba de nada el nombre de un campo de concentración
que, en unos años, sería uno de los símbolos del holocausto y el exterminio.
En aquel lugar se produjo una dramática separación: los soldados alemanes
obligaron a apearse a los hombres, a partir de los 13 años de edad, sin importa
que se tratara de ancianos o niños. Era el inicio de la tragedia.
470 personas quedaron prisioneras en el campo de Mauthausen. De éstas, el 87
por ciento murieron. Los 457 restantes, mujeres y niños pequeños, iniciaron un
largo recorrido de vuelta. A la desesperación de ver como los hombres habían
sido arrancados de sus brazos se añadía la incertidumbre de no conocer su
destino final. La parada en un campo de concentración femenino- que podría
haber sido Ravensbrück- hacía temer lo peor. Finalmente, y después de 18 días
de viaje en condiciones infames, las mujeres y los niños fueron devueltos a la
España de Franco, el lugar del que habían huido al acabar la Guerra Civil. Allí
les espera prisión, persecución y la angustia de no poder saber de sus
familiares dejados en Mauthausen.
Los españoles fueron los primeros en llegar al campo de concentración. De
hecho podría decirse que ellos lo construyeron. Y también fueron los primeros
de sufrir las consecuencias de la ira de los nazis: en un momento en que ni los
judíos ni los rusos habían llegado todavía para ser objeto de su locura
exterminadora. Pero los que sobrevivieron no callaron. Los más jóvenes de este
convoy formarían parte del comando de los "Poschacer"; piezas clave
para sacar al exterior los clichés y fotografías de Francesc Boix, que fueron
aportadas como pruebas fundamentales de las crueldades de los nazis en el juicio
de Nuremberg.
Este convoy fue el primer tren de deportados de toda Europa occidental, cargado
con familias enteras con destinación a un campo de exterminio nazi. Población
civil, refugiados en estado puro, que serían considerados "apátridas"
cuando el ministro de Franco, Ramon Serrano Suñer decidió desatenderse de
ellos. La documentación encontrada prueba que, en cuatro ocasiones, las
autoridades nazis preguntaron a sus homólogos españoles que debían hacer con
los "dos mil rojos españoles de Angouleme". No se molestaron nunca en
contestar, a pesar que sabían que la mitad de los pasajeros fueron a parar a
Mauthausen. Algunos documentos tienen una nota manuscrita al margen en la que se
pide que se archive el asunto, "puesto que no parece oportuno hacer nada al
respecto". La historia de este convoy ha quedado escondida bajo el olvido y
el silencio generalizado que envuelve a las víctimas del franquismo. Además,
la potencia del recuerdo de colectivos como el judío, ha acabado de arrinconar
la tragedia de estos españoles que murieron en los campos de concentración
alemanes.
Los pocos que se salvaron, no pudieron volver a la España de Franco o lo
tuvieron que hacer callando. Tal vez en este silencio y en este olvido podemos
encontrar una explicación en los brotes neonazi y fascistas cada día más
frecuentes. A lo mejor, el hecho que no haya ningún monumento en homenaje a
estos compatriotas nos tendría que hacer temer que se cumpla aquello que dice
que quien no conoce su historia, corre el riesgo de repetirla.
El reportaje ha recopilado los testimonios de una treintena de supervivientes
del convoy, tanto de los que terminaron en Mauthausen, como los que volvieron a
España, así como de refugiados en Angouleme que se salvaron de subir al tren.
El rodaje se ha hecho en Francia, Austria y España y se han consultado una
veintena de archivos españoles, europeos y norte-americanos.
Un reportaje de Montse Armengou.
Realización: Ricard Belis.
Imagen: Walter Ojeda.
ENG: Eduard Quesada
Documentación: Montse Bailac
Producción: Muntsa Tarrés y Meritxell Ribas.
Montaje: M. Josep Tubella.
Montaje musical: Albert Carlota.
Postproducción de audio: Carles García
TESTIMONIOS
Jesús Tello
Cuando te encerraban en el vagón del tren, ya perdías tu personalidad, ya no
eras libre. Ya hacían de ti lo que les daba la gana, ya no tenías nombre, ya
eras un número.
Luisa Ramos
Yo creo que los franceses sabían dónde nos llevaban. Ellos eran responsables
de nosotros desde el momento que nos acogieron en su país y dejaron que se nos
llevaran como animales. ¡Por Dios bendito, que había muchos niños!. En el
tren íbamos hacinados como bestias. Nos metieron en ese vagón y no podíamos
salir ni para hacer las necesidades.
Felix Quesada
Al llegar a Mauthausen, Frank Ziereis, el director del campo, nos dijo a todos
los que estábamos allí que no saldríamos por la puerta, que saldríamos por
la chimenea del crematorio.
Joaquim Valcells
Cuando el tren se pone en marcha otra vez, abandonando a los hombres en
Mauthausen, el clamor que hay de llantos y gritos es una cosa que no se puede
describir. Cada vez que lo pienso, tiemblo.
Ramiro Santiesteban
La cantera donde trabajábamos estaba en un agujero. Había un despeñadero que
debía hacer más de 50 metros de alto. Los SS despeñaban presos por ahí.
Cuando uno duerme en una barraca, como yo he dormido, enfrente del crematorio, y
durante toda la noche ves salir las llamas por la chimenea, la moral está muy
baja.
José Alcubierre
¿Sabe usted lo que es acostarse con uno, estar hablando con él: "¡Ay,
estoy cansado, tal y cual", y al día siguiente decirle: "¡Venga
despierta!" y encontrarle muerto?
Jesús Ramos
Al llegar a Asturias tuvimos un recibimiento en la estación de la gente de
derechas esperando que bajáramos del tren diciendo: "¡Aquí llegan los
rojos, ahí llegan los asesinos!" Éramos mujeres y niños. Si esto tiene
explicación yo no la entiendo.
Pablo Escribano
Es una página de la historia de España. España no ha hecho nada con sus
hijos. No necesitamos monumentos por todos los sitios, pero sí un
reconocimiento por nuestra lucha por la libertad. Y eso no se ha hecho todavía.
Enlace con la página de Documentos TV:
http://www.rtve.es/comunicacion/mantenimiento/entry.php?id=1981
Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica