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Mar de Plomo. "La Batalla de Matxitxako"

Juan Pardo San Gil

 14 de Abril de 2007

 

Coincidiendo con el 70º aniversario de la Batalla de Matxitxako, Mikel Begoña y Ricardo Sendra han publicado «Mar de plomo", un cómic que rememora un episodio de nuestra historia poco conocido por la mayoría. Se han publicado las versiones en euskara y castellano.

Dicen que la Guerra Civil de 1936-39, después de la Segunda Guerra Mundial, es el conflicto de la historia sobre el que se ha publicado un mayor número de obras en el mundo, y probablemente es cierto. A pesar del tiempo transcurrido, la Guerra del 36 sigue suscitando un vivo interés entre la gente, como lo demuestran los debates que aun provoca en el mundo de la política y, por ende, en la sociedad entera. 

El trabajo que ahora se presenta es una aproximación sencilla e ingeniosa a un curioso episodio de la guerra en el mar: el combate de Cabo Matxitxako. No se trata aquí de recrear lo sucedido con absoluta fidelidad sino de acercar al lector a los acontecimientos y, si su curiosidad se lo reclama, ofrecerle vías para ampliar detalles a través de otras publicaciones. Para ello, resume en breves imágenes cómo se vivía la guerra entre la gente común en la Bizkaia de 1937. Es, por otro lado, una obra sumamente original, porque con todo lo que se lleva escrito y publicado, nunca se había utilizado el formato “cómic” para narra estos hechos. 

Como digo, el combate de Cabo Matxitxako es uno de los episodios más curiosos y atípicos de la Guerra Civil. El combate se produjo el 5 de marzo de 1937 y enfrentó de un lado al crucero franquista Canarias y de otro a los bous armados vascos Gipuzkoa, Nabaŕa, Bizkaya y Donostia que escoltaban al mercante Galdames desde Bayona a Bilbao. La singularidad de estos hechos reside, sobre todo, en dos circunstancias: los mismos protagonistas que tomaron parte en la batalla y su actuación después del combate. 

En primer lugar los protagonistas. El Canarias era el principal buque de la Marina franquista, un moderno crucero pesado de 10.000 toneladas, con blindaje en sus partes sensibles, que alcanzaba los 33 nudos de velocidad y estaba armado con 22 cañones de diversos calibres. Su tripulación rondaba los 1.000 hombres, mandados por oficiales profesionales con gran experiencia naval. Su comandante, Salvador Moreno, fue condecorado y ascendido por su actuación en la guerra, y después ocupó el cargo de Ministro de Marina durante muchos años.  

En el bando republicano, los cuatro bous pertenecían a la Marina Auxiliar de Guerra de Euzkadi. Esta fuerza naval había sido creada por el Gobierno Vasco en octubre de 1936 para ayudar a la Marina republicana en la protección a los buques mercantes y pesqueros que operaban o transitaban por aguas vascas. Estaba formada por buques pesqueros a los que se había dotado de un par de pequeños cañones (bous armados) o de aparejos para el rastreo de minas submarinas (dragaminas). Las tripulaciones se componían de marinos civiles, sin formación militar. Los cuatro bous que participaron en el combate apenas sumaban entre todos 8 cañones de menor calibre y alcance y 180 tripulantes y ninguno era capaz de superar los 11 nudos de velocidad. La superioridad del Canarias sobre los bous vascos era abrumadora. 

La segunda circunstancia que da a estos hechos un carácter excepcional es precisamente el comportamiento de sus protagonistas. Los navíos vascos mantuvieron el desigual combate durante varias horas. Al final el bou Nabaŕa resultó hundido, el Gipuzkoa seriamente averiado y el mercante Galdames capturado, con un balance de 40 muertos (29 tripulantes del Nabaŕa, 5 del Gipuzkoa, 1 del Canarias y 5 pasajeros del Galdames). Además 20 supervivientes del Nabaŕa fueron capturados, junto con toda la tripulación y pasajeros del Galdames. Los marinos del Nabaŕa fueron condenados a muerte por los tribunales franquistas, pero la intervención directa ante Franco "en un gesto que les honra" del comandante y otros oficiales del Canarias hizo que se les indultara y liberara unos meses después, actuando en adelante como protectores de los marinos vascos en los difíciles años de la posguerra. 

Pero el autor no se centra en describir estos detalles, narra las vivencias personales de unos ciudadanos anónimos, que entran en contacto con los auténticos protagonistas de los acontecimientos para acercarnos a lo que ocurrió. Pretende, en realidad, estimular la curiosidad del lector para que después pueda buscar en otras fuentes los datos que completan la historia. Por eso al final incluye una breve bibliografía donde realizar esa exploración en busca de esos detalles. Y yo les invito a hacerlo. Años atrás yo mismo recorrí ese camino y les puedo asegurar que se van a encontrar aún con muchas anécdotas curiosas, algunas verdaderamente sorprendentes. Prueben a buscar …


Matxitxako en la memoria

 Iñaki Egaña

Para quienes no hicimos la guerra y únicamente conocimos sus efectos posteriores, como el silencio de los vencidos y la arrogancia de los vencedores, la batalla de Matxitxako fue uno los episodios más destacados de la épica bélica de la que bebimos los descendientes de aquella generación derrotada. La desigual lidia del cabo de Matxitxako pertenecía a la saga de pasajes escritos con letras de oro, al igual que el bombardeo de Gernika y Durango, los combates de Artxanda o la defensa numantina de las posiciones republicanas en el Sabigain. En todas las ocasiones, se antojaba una pelea desigual, como la bíblica entre David y Goliat, cuando el gigante filisteo cayó herido de muerte por la única piedra de su contrincante. Con una única y gran salvedad. En nuestra modesta historia, Goliat salía triunfante y su victoria fue la de todo un sistema que nos acalló durante demasiados años.

         Con el tiempo que avanza, con la curiosidad innata de la juventud y con los deseos de colorear la historia gris que nos ofrecía el franquismo, los acontecimientos de 1936 y 1937 fueron rescatándose del olvido para convertirse en lo que jamás deberían haber dejado de ser: retazos, dramáticos eso sí, de nuestra historia reciente. Hubo que desentrañar las mentiras, recuperar los nombres de los verdugos y de las víctimas, y comenzar a escribir al derecho, de izquierda a derecha, como mandan los cánones de la lógica. Incluso, entonces, la historia de Matxitxako ya llevaba un trecho cubierto antes que el resto. Todos los años, coincidiendo con el aniversario de aquel 5 de marzo de 1937, protagonistas, familiares, amigos... se juntaban al pie del Cantábrico para lanzar unos pétalos al mar y recordar a quienes descansaban, junto a sus sueños, en el fondo de las aguas.

Más adelante y de la misma manera que la batalla del cabo Matxitxako entre los bous vascos y el Canarias se asentó como un evento heroico, que conectaba con todo el sentimiento de un pueblo que miraba desde tiempos inmemoriales hacia ese océano infinito, su ubicación histórica fue ya motivo de interpretación. Y ahí, en ese punto, es donde me siento más vacilante. Quienes hemos tenido la guerra civil como objeto de estudio siempre hemos puesto el bombardeo de Durango (finales de marzo de 1937), como comienzo de la ofensiva de Mola contra la Euskadi autónoma. Los combates entre unos y otros, con la excepción de la batalla de Legutio, habían concluido en octubre de 1936, en un frente estabilizado durante casi 6 meses. Mientras, el grueso de las fuerzas franquistas asediaba Madrid, a más de 400 kilómetros al sur de territorio vasco. ¿Por qué entonces el ataque del Canarias? Las tácticas militares se escapan a mi raciocinio. ¿Escarmiento? ¿Disuasión? ¿Venganza? ¿Distracción? Lo desconozco. Hoy, sin embargo, esas cuestiones apenas cuentan porque la batalla de Matxitxako solo tiene una interpretación: la de 28 marineros que dejaron su vida en defensa de su libertad y la nuestra.


Otras referencias:

Un cómic recuerda la Batalla de Matxitxako en su 70º aniversario

 

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