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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
IzaroNews 25 de Febrero de 2005
Corría, es un decir, el año 1940 cuando, aprovechando que lo estaban
restaurando, algún meritorio del Régimen decidió colocar la inscripción
“Reinaré en España” al pie del gigantesco monumento -erigido para mayor
gloria del Sagrado Corazón de Jesús- que acojona a Bilbao desde su ubicación
en la plaza a la que dio nombre. Cuentan las crónicas que el tótem se edificó
por suscripción “popular”, lo que, teniendo en cuenta el pastón que costó
y en qué manos estaba el poder adquisitivo, nos da una idea de quiénes fueron
los promotores del escote. También ahora se dicen “populares”.
En la construcción de la mole, que pesa 2.350 toneladas y tiene 40 metros de
altura, se emplearon 425 metros cúbicos de piedra procedente de Mutriku... y de
las canteras cántabras de Escobedo. Conociendo al personal, no me extrañaría
que los distintos orígenes de la materia prima se eligieran maliciosamente, con
la patriótica intención de integrar simbólicamente al territorio comanche en
la España una. Cosas más raras se vieron, se ven y se verán en el libro de
estilo carpetovetónico.
El teófilo cardiomegalito fue inaugurado el 26 de junio de 1927, en plena
dictadura de Primo de Rivera, y bendecido por el mismísimo monseñor Federico
Tedeschini -Nuncio Apostólico del papa Pío XI e íntimo amigo de Benito
Mussolini- en un acto amenizado por la marcial Banda del Regimiento. Con tales
antecedentes, no es de extrañar que la polémica haya acompañado desde siempre
a la estatua de marras. No se entendía entonces (y muchos seguimos sin
comprenderlo ahora) la imposición a todos los habitantes de la villa de lo que,
mida más o mida menos, no deja de ser un objeto de culto particular. Con
evidentes implicaciones imperiales, además.
Cierto es que la Iglesia siempre se ha identificado con los valores de la clase
dominante, por la que –también siempre- velan tradicionalmente los gobiernos
conservadores y los militares. De hecho, aquellos fueron años de jesusazos a
discreción, representativos de la consagración de una España necesitada de
autoestima, con el imperio hecho unos zorros gracias a los esfuerzos de los (¿terroristas?)
cubanos y filipinos. Valga como ejemplo el monumento que en el Cerro de los Ángeles
inauguraron al alimón el borbón Alfonso XIII y el presidente Maura en mayo de
1918, también dedicado al Sagrado Corazón que, por cierto, digo yo que bombearía
sangre roja.
En estos días –a buenas horas, mangas verdes-, el Ayuntamiento de la villa ha
aprovechado otra restauración del santo tiesto para, tímidamente, despojarle
del jodedor “Reinaré en España”, que aún coleaba. Dice el alcalde Azkuna
(el excelentísimo se perdió definitivamente entre buenos talantes y rollitos)
que la decisión obedece a razones “técnicas, religiosas y políticas”. No
cita, sin embargo, el pundonor, que debería ser la principal.
Como antaño, los “populares”, representados aquí por Antonio Basagoiti, se
rasgan sus vestiduras de Burberry® y se mesan los cabellos entre jeremiadas,
reclamando la permanencia del lema áulico-naranjero-santurrón. Dice el vocero
del PP que el “Reinaré en España” da “sentido al monumento” y le añade
“belleza y simbolismo religioso y cultural”. Y, mientras el PSE-EE se abstenía
–en Cataluña no habrían tenido cullons-, los de Ezker Batua se entretenían
tocando la lira, que había que ver al Jon Sustatxa leyendo al Basagoiti una epístola
de Pablo a Timoteo. Si ya lo dijo Bergamín: “Mi mundo no es de este reino”.
Ene bada!