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  No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan  Carlos «El Rey»   

El Nudo Gordiano de España
Rebeldes de conveniencia

Maximiliano Bernabé

El Inconformista digital 1 de Junio de 2005

Desde hace cierto tiempo, bastante, se viene observando una actitud beligerante de la Iglesia Católica, en materias que, se supondría, le atañen bastante poco, o nada. Puede decirse que esta actitud se da de modo general en todo el mundo, aunque muy especialmente en las jerarquías eclesiásticas españolas, y en la relación de las del Vaticano hacia España. De este modo hemos visto, en un año, reprimendas públicas del anterior papa al Presidente del Gobierno español por meras cuestiones de reformas legislativas en materia de Derecho Civil: Agilización de los trámites del divorcio, ley introductora del matrimonio entre personas del mismo sexo. Alusiones del todo directas por parte de obispos, unas veces españoles, otras no, al modo como entienden ellos que tiene que estar representada la enseñanza de la religión católica en los planes de estudio marcados por una futura ley que aún no tiene forma definitiva. Y así hasta llegar a las recientes manifestaciones, naturalmente en contrario, de dignatarios de la Iglesia Católica al respecto de la aprobación parlamentaria de la citada ley que autoriza el matrimonio entre personas del mismo sexo. Enmarcadas, hay que decirlo, en el sorprendente clima de beatería provocado en muchos medios de comunicación por la muerte del anterior papa y la entronización del actual. A estas manifestaciones les siguió un torrente de declaraciones, quiero pensar que precipitadas, de ediles del Partido Popular, y algún otro de otro partido, confirmatorias de aquéllas, hasta el extremo de llegar a acogerse a una objeción de conciencia “sui generis” si se vieran en el paso de tener que oficiar alguna boda “no canónica”.

A pesar de que todo esto ya se califica por sí solo, me gustaría que lo viéramos de esta forma: ¿Qué pasaría si, digamos, un subsecretario de un ministerio alemán, por decir de algún sitio, criticara en público disposiciones legislativas internas españolas? ¿Y si tales censuras fueran confirmadas, en el sentido de ser seguidas aunque fueran contrarias al propio ordenamiento, por parte de funcionarios y cargos electos españoles? Imaginemos que, por lo pronto, el rasgado de vestiduras de ciertos columnistas de la prensa escrita y radiofónica española, unos “patriotas”, lo oirían hasta en el hipotético ministerio alemán. Algo así ha sucedido y, sin embargo, aquí no ha pasado nada. El Vaticano es un estado extranjero, no democrático, por cierto. La Iglesia Católica es una corporación privada multinacional que se ha permitido hacer una llamada a la rebelión institucional dentro de una democracia. Lo llaman objeción de conciencia quienes a lo largo de la Historia han demostrado más bien pocos escrúpulos en acomodarse con las tiranías más horrendas. Hablan de objeción de conciencia quienes han construido su edificio sobre palabras de paz y mantienen una estructura de capellanes que bendicen a casi todos los ejércitos del mundo ¿Tendrá que elegir Dios cuando éstos contienden? Naturalmente el propósito de todo ello es, por un lado, desestabilizador. Y por el otro, el lograr una posición lo más fuerte posible de cara a un futuro e hipotético replanteamiento de la posición de favoritismo financiero y social que anacrónicamente goza la Iglesia Católica en España. ¿Por qué si no esta fijación con este país cuando las medidas legislativas que critica llevan vigentes varios años en otros? Además del carácter de provocación de todo este montaje. Sin duda buscan que alguien diga “Si hay funcionarios y cargos electos que no cumplen la ley, su primera obligación, porque hacen “objeción de conciencia”, yo voy a hacer “objeción fiscal” y detraer una parte proporcional de lo que pago como impuestos para no financiar a estos “rebeldes”. Por fortuna, somos más moderados y tenemos menos desvergüenza que estos “modernos rebeldes románticos”.

Si partimos de la premisa que la Iglesia Católica es una corporación privada y que, por tanto, tiene derecho a decir lo que es pecado para sus seguidores, pero nunca lo que es delito o no para todos, nada de lo que han dicho últimamente se sostiene en buena lógica. Además hay que tener en cuenta su proverbial inmovilismo. Se pueden consultar hemerotecas y se verá que cuando comenzaron los trasplantes de órganos, en los años sesenta del pasado siglo la Iglesia Católica manifestó una oposición feroz, como no podía ser menos. Ahora, esto ya lo han aceptado. Tendremos que esperar cuarenta años a que estos señores den el visto bueno a las recientes investigaciones con células madre. Si se siguiesen sus prescripciones ¿Cuántos enfermos morirían mientras tanto?

Creo que ya va siendo hora de que se ponga, moralmente, a esta gente tan prepotente en su sitio. Llevan unos diecisiete siglos de favoritismo por parte de diferentes estados, y esta empresa puede parecer ardua, aunque seguro que como el Nudo Gordiano que cortó Alejandro, si nos ponemos a ello, todo resultará mucho más fácil. El primer paso habríamos de darlo nosotros, dentro de nosotros mismos. Frecuentemente oímos de personas que la critican “- La Iglesia…” No es “La Iglesia”, sino la Iglesia Católica, una más de las que hay, y que en modo alguno ha de tener el monopolio de la relación con lo trascendente, según las creencias de cada uno. Dado este primer paso de liberación de esta absurda tutela moral llena de telarañas, quizá resultase mucho más sencillo que nuestros gobernantes se replantearan la relación de preferencia que mantiene el Estado español con la Iglesia Católica. Tenemos un concordato (en boga en diversos estados europeos durante el s. XIX) a la altura de 2005. Financiamos a una organización que a la primera ocasión que se le presenta no vacila en atacar a muy diversos colectivos, al Estado el primero. ¿Por qué seguir alimentando y acariciando al perro que te va a morder? Esta organización dispone de dinero público y de espacio físico y temporal en nuestros sobrecargados centros públicos de enseñanza para difundir sus ideas. El hecho de que nos replanteemos todas estas situaciones quizá sólo sea el primer paso, pero hemos de darlo.


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