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  No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan  Carlos «El Rey»

Campaña para suprimir la asignatura de religión de la Ley Orgánica de Educación (LOE)

¿Por qué debe suprimirse la asignatura de religión?

Ateus de Catalunya

Ante la ofensiva de importantes sectores de la Iglesia católica y de otros agentes sociales, que pretenden imponer al conjunto de la sociedad sus posiciones intransigentes y dogmáticas con el objetivo de poder seguir propagando su doctrina en los centros educativos y disfrutando de los recursos económicos del Estado, nuestra asociación ha decidido potenciar la campaña que actualmente mantiene en marcha para suprimir la asignatura de religión de todas las escuelas e institutos.

Esta iniciativa pretende sensibilizar a la opinión pública en general, pero en especial a la comunidad educativa, de la necesidad de suprimir cualquier contenido de carácter confesional o doctrinario del sistema educativo oficial, incluyendo toda referencia a elementos religiosos o ideológicos en forma de fenómenos culturales dentro de las disciplinas correspondientes, y previniendo la posibilidad de que el ámbito educativo pueda transformarse en una plataforma de adoctrinamiento.

La función del sistema educativo debería ser formar a los niños y jóvenes en una educación laica, respetuosa con las diferentes opciones de conciencia, como corresponde al marco aconfesional definido por la Constitución, pero a su vez preservando el ámbito educativo de cualquier posible injerencia proselitista por parte de grupos religiosos o ideológicos con sus propios intereses particulares.

La realidad nos muestra en cambio que la asignatura de religión que figura en los planes de estudios es una asignatura “confesional” que tiene como único objetivo la transmisión de la “fe”. La religión es una creencia, no una forma de conocimiento. Es una ideología administrada por colectivos con intereses propios y, por tanto, su aprendizaje debería ser algo completamente voluntario y privado. El lugar natural de la religión no puede ser el ámbito educativo oficial, y menos aun ser financiada con fondos públicos. Su presencia en los planes de estudio es un atentado inaceptable a la libertad de conciencia que pone en cuestión la autonomía intelectual del individuo y la propia neutralidad ideológica del Estado.

En el marco de una sociedad cada vez más multicultural es imprescindible garantizar la laicidad del sistema educativo, preservando el legítimo derecho a la diferencia que debe poder ejercerse con plena libertad, pero sin invadir el espacio público patrimonio de todos los ciudadanos. Si queremos el día de mañana una sociedad democrática formada por hombres y mujeres libres entonces no podemos permitir que nuestras escuelas e institutos se sigan utilizando como plataformas de apostolado. Es preciso suprimir la asignatura de religión del sistema educativo.
 
 

1. En un Estado aconfesional no es aceptable la existencia de una asignatura de carácter confesional en los planes de estudios del sistema educativo oficial. La Constitución establece que “Ninguna confesión tendrá carácter estatal”. Eso significa que el Estado se define como neutral en materia de pensamiento, conciencia y religión, y que debe garantizar la libertad de los ciudadanos en ese ámbito, pero ello también supone que el Estado no debe promover activamente ninguna forma de creencia o ideología concreta.

2. La única asignatura de religión que existe y ha existido siempre en el sistema educativo de nuestro país es una asignatura de carácter confesional. Su finalidad es transmitir a los alumnos creencias y valores religiosos. Los contenidos de esta asignatura no son elaborados por el Ministerio sino por las confesiones religiosas, y las clases son impartidas por profesores designados por las propias confesiones, no por la Administración.

3. La asignatura de religión no transmite conocimientos, sino creencias especulativas y valores morales subjetivos. Suele darse por supuesto que cualquier contenido docente responde a un conocimiento cierto, lo que es completamente erróneo o falso. Los hechos aceptados por la fe no son conocimientos positivos, son creencias. El aprendizaje de dichas creencias puede ser perfectamente medible, pero eso no les confiere ningún certificado de veracidad.

4. La formación integral de la persona que corresponde garantizar a los poderes públicos en la escuela no precisa de los valores religiosos. La formación de los alumnos incluye tanto conocimientos positivos como valores y referentes morales. Ninguna educación puede ni debe mantenerse totalmente al margen de la transmisión de valores, pero en lo que respecta al ámbito escolar oficial sólo deberían contemplarse los que forman parte del patrimonio común de nuestra sociedad democrática, que no son específicos de ninguna religión ni ideología concreta.

5. La finalidad última de cualquier enseñanza confesional es hacer proselitismo de una confesión religiosa u organización ideológica determinada. La naturaleza de toda asignatura confesional es inculcar al alumno unas creencias, transmitir un sistema de valores y una forma de interpretar la realidad, es decir promover una doctrina. La Iglesia católica reconoce que para ella la educación es un importante camino de apostolado, y ese es el principal objetivo de su presencia en el ámbito educativo.

6. Suprimir la actual asignatura de religión confesional de los planes de estudio no supone expulsar la religión del ámbito escolar. El llamado “hecho religioso”, es decir los elementos históricos, filosóficos, artísticos o culturales relacionados con la religión deben figurar, como cualquier otro elemento de nuestra cultura, en las áreas temáticas y asignaturas correspondientes, pero sin connotaciones confesionales. No se trata de expulsar la religión de la escuela, sino de suprimir todo adoctrinamiento confesional.

7. Suprimir la asignatura de religión confesional de los planes de estudio no significa proscribir la enseñanza de la religión, sino situarla en el lugar que le corresponde. Nada impide a los alumnos que lo deseen recibir esta formación en aquellos centros escolares que opten voluntariamente por ofrecer esta posibilidad fuera del horario escolar, como sucede con otras actividades opcionales, o bien recibir esta formación en otras instalaciones al margen de los centros educativos.

8. Suprimir del ámbito escolar la asignatura confesional no es ir en contra de la religión, sinó defender la neutralidad ideológica del sistema educativo. El sistema de educación oficial no debería servir para promocionar ningún tipo de creencias ni opciones de conciencia particular, favorables ni contrarias a la religión, y menos aun para favorecer a unas en detrimento de las demás.

9. No es legítimo obligar a realizar una asignatura alternativa a aquellos alumnos que no deseen seguir una enseñanza confesional. La inclusión de una alternativa no es más que un pretexto para justificar la presencia de la religión confesional. Los alumnos que no desean cursar religión se ven obligados a seguir otra asignatura distinta sólo para favorecer la elección de la asignatura confesional.

10. Los profesores de la asignatura de religión son “designados” a voluntad por los dirigentes religiosos. Se argumenta que dichas personas cuentan con la preparación y los requisitos que marca la Administración, pero a estos profesores también se les exige que den ejemplo de su “fe” y pueden llegar a ser expulsados de su puesto por tener una determinada opción política o sexual, o bien reivindicar derechos laborales reconocidos al resto de los trabajadores.

11. Los profesores que imparten la asignatura de religión en la enseñanza pública no están obligados a superar el mismo proceso de selección que el resto de docentes. Estos profesores son “designados” por las autoridades religiosas sin que exista ningún control que garantice una verdadera igualdad de oportunidades, ya que son escogidos en base a razones de confianza personal y de adhesión ideológica.

12. Los profesores que imparten la asignatura de religión confesional son pagados por el Estado para difundir una doctrina y realizar funciones de apostolado. El proselitismo religioso dentro del sistema educativo oficial es financiado de este modo con el dinero de todos los contribuyentes. El Estado financia de forma encubierta el proselitismo religioso en lugar de promover una educación laica basada en el respeto y los valores democráticos.

 

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