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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
El Obispo y su chulo
Rafa Esteve-Casanova
www.diariosigloxxi.com 1 de Septiembre de 2005
Cuando
todavía no se han acallado los murmullos de aquella magna manifestación
auspiciada por la Iglesia y la derecha más rancia de este país que recorrió
las calles de Madrid encabezada por el Episcopado, tocado con gorra beisbolera
en lugar de mitra episcopal, con la excusa de defender a la familia aunque lo
que en realidad querían y quieren es negar sus derechos a los homosexuales y
cuando está a punto de comenzar ese “otoño caliente” con el que este
verano nos amenazó monseñor Rouco Varela- martillo de herejes, rojos y otros
desviados del recto camino - hete aquí que a la Iglesia le explota en plena
cara, una vez más, la mina del escándalo. Esta vez el promotor ha sido monseñor
Maccarone- pocas bromas con el nombre- obispo de la provincia argentina de
Santiago del Estero. Desde hace tiempo sabemos de los escándalos sexuales de
los monseñores yanquis que han conseguido con sus apetencias sexuales
arruinar ya a más de una diócesis, pero ahora la lujuria y el pecado, como
les gusta decir a los hombres del báculo episcopal, ya está acercándose a
nosotros. Los escándalos por la homosexualidad de algunos clérigos ya hablan
español. Alguien tendrá que poner sus barbas a remojar.
En una
noche en la que la familia se encuentra reunida ante el altar televisivo y en
hora de máxima audiencia aparecen en la pequeña pantalla las imágenes de
uno de los máximos representantes de la Iglesia en actitud poco ortodoxa. Los
ojos de los espectadores no dan crédito a lo que ven y en muchos casos creen
que se trata de un nuevo reality show intentado ganar audiencia. El señor
obispo, de 64 años, se encuentra retozando en su despacho con un joven,
Alfredo Serrano, de 23 años. Toqueteos, rozamientos, quizás algún que otro
beso y en el momento en que el clímax ya es tórrido las imágenes
desaparecen de la pantalla. Pero claro no se trataba de cualquier “Casa de
tu vida”, “Gran hermano”, o “Granja de los famosos” como por aquí
acontece y en donde los edredones se mueven continuamente al compás del “metesaca”.
Los decorados eran reales y el plató era el mismísimo Palacio Episcopal.
No voy a criticar la opción sexual del monseñor. Cada cual puede hacer con
su cuerpo lo que quiera. Además al parecer estaba bien considerado entre su
feligrés rebaño ya que al parecer eran conocidas sus obras de caridad y su
dedicación a los más necesitados. Allá él y sus gustos. Pero la verdad es
que de un monseñor se espera un poco de inteligencia, aunque dicen que el
amor es ciego, y no que se líe con el primer chulo que se le cruce en el
camino. Lo que es criticable es la doble moral de la Iglesia Católica que
tiene una especial vara de medir y así mientras su colega argentino se
dedicaba a los escarceos amorosos con un jovencito sus pares españoles continúan
cargando las tintas contra el gobierno que la mayoría de los españoles
elegimos en su día. No están dispuestos a perder las prebendas con las que
aquel dictador omnipresente hasta en los sellos de correos les premió por su
apoyo a la rebelión contra la Republica, y desde la COPE, algún que otro
periódico y los púlpitos, donde, por cierto, se ha silenciado el hecho,
siguen y seguirán atacando cualquier disposición gubernamental. Se ve que no
han leído aquella parte de las Escrituras que habla de la paja-con perdón-
en el ojo ajeno y la viga en el propio.
Ahora monseñor Maccarone- que no ha actuado en esta ocasión de acuerdo con
su apellido- está desaparecido en cualquier lejano monasterio penando por sus
pecados sin conocer el viejo aforismo de mi paisano Joan Fuster que decía que
“dels pecats del piu nostre senyor se’n riu”, es decir que Dios se
regocija con los pecados de la carne. Eso sí, sus compañeros de episcopado a
quienes ha pedido perdón- no a sus feligreses- le han reconfortado con una
carta de “acompañamiento a nuestro hermano con afecto, comprensión y oración”.
En resumidas cuentas se lo han quitado de en medio para evitar que este
escabroso tema les salpique todavía más. La Iglesia lleva más de dos siglos
con este tipo de actuaciones. Cuando alguien molesta se le separa, se le aleja
o se le excomulga, por eso los armarios deben andar llenos de homosexuales
asotanados. Antes era peor, los quemaban en la hoguera. Y, mientras, siguen
viviendo en esa doble moral que les permite que su mano derecha no sepa lo que
hace la izquierda.