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MÁS DE uno dirá, me
imagino, que este comentario es producto del hecho de que ni un solo
representante del PP haya tenido el detalle de asistir a la concesión del
premio que me acaba de otorgar el Patronato de Turismo de la Diputación de
Granada, de mayoría socialista, por mis libros sobre Lorca y la difusión que
han supuesto para el nombre de la ciudad y sus atractivos. Tan llamativa
ausencia no me ha herido, pero sí me ha dolido. Me ha demostrado, una vez más,
que con el PP el diálogo es casi imposible.
Digo casi. La
reciente instrucción pastoral y el debate en torno a ella están teniendo
la virtud de demostrar que por fin, y pese al deprimente entorno eclesiástico
que estamos padeciendo, alguna mínima discrepancia hay, o va habiendo, en el
seno de la Conferencia Episcopal. Discrepancia por supuesto no admitida por el
inefable portavoz de la misma, Juan Antonio Martínez Camino, para quien los
obispos están “más en comunidad que nunca”. El hecho de que no todos
ellos estén convencidos de que España –la España de los Reyes Católicos,
la España de la sagrada unidad– sea necesariamente un “bien moral” es
una noticia de cierto calado. ¿Cómo iba a ser un “bien moral”, puestos a
pensarlo, la visión que tienen algunos iluminados de la historia de un país,
como si de una revelación celestial se tratara? Machado decía que el
marxismo ruso sería superado, en su momento, por algo más profundo: por el
sentido fraternal, radicalmente cristiano, de aquellas gentes de corazón tan
inmenso. ¿Por qué, pues, la gran España –y ellos son quienes dicen que la
quieren grande– no podría ser la que contuviera mil posibilidades de
convivencia, con el énfasis siempre puesto en el respeto al otro, ¡en la
calidad de los hospitales!, y sin que ningún credo se impusiera a nadie ni se
tuviera por el único correcto?
RESULTA extraño que el
cardenal Cañizares, tan preocupado por bienes morales, nos diga que no se
puede hablar con “terroristas”. ¿No es un hecho que el cristianismo, en
la versión impuesta a lo largo de los siglos por la Iglesia católica, ha
distado poco de ser una forma de terrorismo? Miles de años imponiéndonos el
miedo visceral al infierno para que luego el Papa, el penúltimo, nos diga que
no es un lugar físico, sino un espacio metafórico. Y que Dios tampoco es el
padre furibundo y castigador que hemos pensado, con cabeza gigantesca, barba
larga, sentado en las nubes, sino otro concepto o símbolo o no se sabe bien
qué.
Los creyentes en un más allá hipotético han matado a incontables millones
de sus semejantes. No me consta que hayan pedido nunca perdón. En concreto,
no me consta que ningún obispo o arzobispo haya pedido disculpas por la
lamentable actuación de su Iglesia en la España de la posguerra, cuando
fueron llevados a los paredones decenas de miles de inocentes. Ahora esta
misma Iglesia se atreve a acusar al Gobierno de promover el odio con la
proyectada ley de la memoria histórica. Lo hace, además, utilizando una
radio inmunda inconcebible en cualquier país civilizado de Europa. Han
perdido la vergüenza. Honradamente, no sé cómo se puede vivir así.