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Laicismo Versus Confesionalismo
(Algo más que un problema de lindes)

Aixaferra 

Loquesomos 10 de Fbrero de 2005

Empecemos con algo de ficción ¿Qué creen que pasaría, si un día yo, como maestra de sus hijos planificara una actividad escolar y llevara a mis alumnos y alumnas a un mitin político?
En primer lugar, el Consejo Escolar nunca aprobaría un plan de Centro con semejante actividad en sus páginas por mucho que yo justificara el carácter didáctico de la misma. Si consiguiera colarlo, porque a veces la parafernalia de aprobar el Plan de Centro a principio de curso se queda en eso y pocos son los que lo leen, ningún padre autorizaría una salida semejante, los que lo autorizaran seguramente comulgarían con el partido que diera el mitin, los que no, acudirían prestos al director del centro o mucho peor a la inspección educativa y el inspector se apresuraría a abortar semejante actividad antes de que llegara la noticia a la prensa. Probablemente me amenazarían con apertura de expediente y algún que otro castigo por violar algún artículo de la Constitución.

Yo, que me he ganado en mi Centro de trabajo el apelativo de ácrata, me negué a realizar distintos actos que la Consejería de Educación y Ciencia de mi Comunidad Autónoma promovía con respecto a la guerra de Irak, no me parecía correcto, a pesar de mi total y absoluta convicción de que no debíamos participar en esa guerra, involucrar a niños y niñas en temas que podrían considerarse políticos y de manera unilateral, sin información de contraste, y aunque me considero educadora más que enseñante y aunque trato de educar para la libertad y el respeto, el armazón de las ideas de estos y todos los niños tiene que construirse en la familia, la escuela debe poner medios para el conocimiento y después fomentar su capacidad de decisión, no obligarles a protestar por una guerra que la mayoría no sabía por qué y cómo nos estaba afectando. Después de dar estas explicaciones al equipo directivo, mi colegio no participó en ningún acto contra la guerra de Irak en horas lectivas.

Extrapolemos situaciones, dejemos a un lado la política o las ideas y centrémonos en la religión. Ya no nos resultaran tan evidentes las obviedades.

La primera vez que entré en mi aula vi en la pared detrás de mi mesa un cuadro de Sus Majestades Los Reyes de España, un poco descolorido por los años de sol, y un Crucifijo, pedí aprobación para retirar ambos, sólo se me permitió retirar el Crucifijo (cierto que porque se le cayó la alcayata). Pocos días después, a la hora de la entrada oía en el pasillo como la maestra de cuarto curso rezaba con sus alumnos el padre nuestro y hablaba de darle gracias a Dios por las flores y los pajaritos, estoy hablando de una escuela pública en Andalucía en el año 2001.

Durante las Navidades del año 2003 la Asociación de Padres organizó bajo sus propios criterios una actividad que consistía en montar un Belén viviente en el altar mayor de la Iglesia del barrio y los alumnos del colegio con sus respectivas maestras y maestros irían a cantar un villancico en horario lectivo. Como siempre le saqué punta al tema aunque acabé yendo por puro chantaje emocional de mis alumnos. Tuve que pasar por el trago de hablar del tema con los padres de los que no son católicos y de los que "dan alternativa" (con semejante término taurino nos referimos a los alumnos cuyos padres han dejado constancia "manifiesta" de que no quieren que su hijo acuda a clase de religión católica), no tuve problemas con ellos porque curiosamente suelen ser más tolerantes que los demás y fuimos todos a la iglesia, algunos con mejor cara que otros.

Durante las pasadas Navidades, no sé si para evitar mi charla, no se programó ninguna actividad relacionada con la Iglesia y tuve que recibir a un padre airado, traté de explicarle que aunque su hija recibe clases de religión católica, la enseñanza en general es aconfesional y debe permitir la misma libertad a todos los alumnos sin excepción, entonces él apeló a las mayorías y me di cuenta de que no se podía hacer gran cosa.

Ni que decir tiene que por todos estos acontecimientos (mi compañera rezando y dando gracias a Dios por los pajaritos, los belenes vivientes en la iglesia, los crucifijos en las aulas...) no ha venido la prensa, no se ha quejado nadie, el inspector no dice nada, a nadie han abierto expediente.

A mí por descolgar un crucifijo me llaman ácrata, extremista, anticlerical, atea y hasta que tengo un trauma con la educación religiosa... no quiero ni pensar qué me llamarían si además de descolgar el crucifijo digo que me parecería lógico cambiar el nombre del Colegio, que hace alusión a un icono de la religión católica, quitar la fiesta del 15 de agosto, la del 8 de diciembre (que fue concebida sin mácula...), el puente de Semana Santa y hasta la Navidad si me apuras...
Creo que nos quedan años para que cada cual se dé cuenta que es libre para rezar a quien, con quien y por quien quiera y lo que es más importante, también para no rezar, que ninguna idea tiene prioridad sobre las demás, y que sí, que en España, como decía aquel padre, la mayoría somos católicos, ¿pero de dónde hemos sacado las estadísticas? ¿Debo considerarme católica porque me bautizaron? Y estos padres airados ¿van a misa todos los domingos? ¿hacen el amor con el único fin de procrear? ¿no tienen malos pensamientos? ¿se confiesan? ¿A Cuántas personas vamos a considerarnos católicas? Dicen las estadísticas que el 80% de los españoles se consideran católicos, claro, si nos han dicho hasta la saciedad que el bautismo imprime un carácter indeleble.

Leí con detenimiento un artículo de opinión publicado en el país el día 31 de enero de 2005 por José María Martín Patino titulado "la religión en la escuela pública", a sabiendas que contendría una visión contraria a la mía, intenté buscar razones no para discrepar sino para encontrar alguna justificación a la insistencia que tienen algunos en que la religión (la católica claro) siga teniendo un tratamiento especial en este país y por tanto en sus escuelas, salí muy reforzada en mis ideas y saqué una clara conclusión: hay una gran distancia entre la teoría de la educación y la práctica de la educación, tanta como la hay entre el estratega que monta batallas en una maqueta y el soldado de carne y hueso que está en una trinchera.

Sin entrar en consideraciones teóricas sobre laicismo, catequesis, dogmas, confesionalidad, alternativas, historias de las religiones y otros términos, no puedo por menos que discrepar del planteamiento del mencionado artículo porque parte de bases que no están asentadas en el panorama educativo, al menos en el que yo vivo, el de la trinchera.

"Expulsar el hecho religioso fuera del recinto escolar ahondará nuestras patologías sociales en lugar de curarlas".

Conviene que todos sepamos que la escuela es un ensayo para la vida en sociedad y que por lo tanto la ética, la libertad, la justicia, la pluralidad, la cultura, son valores que han de estar presentes en nuestras aulas independientemente de la interpretación o motivación que cada cual quiera darle en el seno de su familia.

Me parece un exceso del señor Martín Patino decir que el mercado de la credulidad, del esoterismo y de la irracionalidad contaminarán como la peste, el aire que respiramos (esto si expulsamos el hecho religioso de la escuela claro) ¿y todo esto por perseguir una escuela laica? Alguien debería decirle que en el laicismo tiene cabida cualquier pensamiento, cualquier idea, del tipo que sea, religiosa o no, esa es la esencia y desde luego laicismo no es igual a carencia de moral o de ética sino todo lo contrario. Si ponemos a nuestros alumnos y alumnas en el camino de contrastar informaciones, decidir por sí mismos, no por sus familias ni por sus profesores, ni siquiera por la televisión o por su afán consumista, sino por lo que ellos mismos crean y piensen, entonces estaremos educando y lo demás será una pantomima, la escuela se convertirá en un aparcamiento para niños y niñas: "¡bueno pues ya que dejo aquí a mi hijo déle usted una pasadita de cera y abrillantador!"...

Durante muchos años estuve convencida de que mi tarea en la escuela era inútil si en la familia existía una concepción diferente de la vida y de la educación, después llegó la LOGSE y su cambio paradigmático (que todavía no ha visto nadie y claro, la LOGSE fracasa) y me dicen que la escuela es compensadora de carencias, y se empieza a fraguar un cambio en mi percepción, los niños y niñas tendrán donde elegir, se pueden sentar bases de un pensamiento propio. Así, no puedo por más que seguir discrepando con el señor Martín Patino, cuando dice que la coherencia axiológica de los centros docentes con los padres de los alumnos es consubstancial con la eficacia pedagógica, ya tengo superada esta parte, si no lo hubiera hecho hace tiempo, hoy estaría frustrada con mi profesión y con mi propia existencia porque es imposible dar cabida en una escuela a tanta coherencia axiológica, tantas como familias, tantas como miembros de cada una de las familias y tantas como profesores y tal como leí en un texto de la Asociación Europa Laica, "los conocimientos son universales pero las creencias son individuales". Intento educar a mis alumnos en la libertad y el pluralismo, tratando de que opten entre distintos puntos de vista.

Muchos españoles de mi generación hemos recibido una educación religiosa, en la familia y en la escuela, a veces nos ha costado zafarnos de algunos lastres, más de costumbres y preceptos que de vocación, la religión no ha dado respuesta a mis preguntas, metafísicas o no, y desde luego no fundamento mis valores personales en la fe. Convertir la enseñanza, por fin, en laica, no va a hacer que nuestros alumnos y alumnas crezcan sin valores, crecerán decidiendo por sí mismos, libres ¿será que esto asusta?.

Actualmente, en la trinchera, la mayoría de los alumnos y alumnas asisten a clase de religión católica porque la "alternativa" no convence a los padres y no me extraña, se separa a estos alumnos (musulmanes, evangelistas, testigos de Jehová, ateos o simplemente desencantados) de su grupo, a veces con la perplejidad del resto de la clase que no entiende porqué Mohamed tiene que irse cuando ellos pegan algodón a un corderito del portal de Belén y es que no olvidemos que la escolaridad obligatoria empieza con niños y niñas de cinco años ¿Creen que me equivoco si hablo de discriminación?

El próximo mes de marzo comienza el plazo de matrícula y una vez más tendré que preguntar a los padres si desean que sus hijos reciban clases de religión católica o alternativa (no hay más opciones), violando así el artículo 16.2 de la Constitución Española de 1978, a la que tanto acuden los confesionalistas, y que dice: Nadie podrá ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencia. Pocos meses más tarde, cuando comience un nuevo curso escolar, volveré a incurrir en esta falta cuando desde las altas esferas de poder educativo me pidan una memoria informativa, uno de los puntos que incluye este documento es el número de alumnos/as que reciben clases de religión católica, eso sin contar que el dato se facilita a las editoriales de libros de texto, al episcopado, a la Asociación de Padres...

Es lo de siempre, el que está en la trinchera normalmente se lleva el tiro, así, cada vez que venga un padre a hacer la matrícula de su hijo yo le diré: "por imperativo legal: ¿quiere usted que su hijo/a reciba clases de religión católica?"

 

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