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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
Víctor
Guerra García 6
de Mayo de 205
Se sabe que la
Iglesia católica apostólica y romana quiere rebajar la carga conceptual y
textual del término laicismo, y hasta se comprende, desde su óptica, que
intente detener el avance de los movimientos laicistas a base de la
reinterpretación y asimilación, un tanto retorcida, del término «laicidad»,
tan en boga en otras esferas culturales, y que viene, para nosotros, los
defensores de la separación de poderes, a significar lo mismo que el castizo
término de «laicismo».
En este punto, hasta ciertos masones atrincherados en la corriente de la
ortodoxia dogmática que representa el universo de la Gran Logia de
Inglaterra, hablan de la existencia de un laicismo negativo y positivo, para
así poder acomodar la contradicción en que se hallan como masones y como
supuestos defensores de la libertad absoluta de conciencia. Contradicción que
se agrava aún más ante la exigencia que hacen determinadas obediencias masónicas
de que sus miembros crean en una trascendencia representada en algunas logias
como el Gran Arquitecto del Universo (GADU).
Pero esa contradicción no solo se observa en el singular mundo de la masonería
sino que también lo encontramos en el ámbito político, que se debate entre
el quiero y no puedo, dejándose llevar por los miedos y las presiones, que se
han suscitado con algunos comunicados y posicionamientos tendentes a cargar
contra la moral laicista que parece predicarse desde algunas asociaciones y
que parece también que alcanzan a un Estado soberano como el nuestro.
Aunque llegados a este punto hay que recordar que en España estamos atados de
pies y manos por un concordato firmado por Franco, al igual que aquellos que
firmaron Hitler y Mussolini en su momento, lo cual ya es motivo para que se
nos caiga la cara de vergüenza, pues queremos quitar las estatuas del Generalísimo
y dejamos aquello que nos ata de pies y manos como son los acuerdos firmados
por el dictador y que la transición no se atrevió a quitar.
Y esa contradicción la vemos en el quehacer socialista, que nos vende un ZP y
su Gobierno como que son de espíritu laico, y hasta hay quien les acusa de
masones, o al menos de tener espíritu masónico, aunque luego los hechos
demuestran lo contrario, y nos vienen a decir que estamos ante una actitud
laicista de medio pelo como nos lo demuestran las actuaciones de ministros,
que declaran públicamente en actos oficiales del Gobierno sus adhesiones y
preferencias como lo hizo Bono en su jura, o como más recientemente lo
manifestó Moratinos confesándose católico y proclive al desarrollo de
buenas relaciones con la curia, o el propio «barón» del PSOE Paco Vázquez.
En el tema de la enseñanza vamos de igual manera, de una posición
progresista volvemos de nuevo a la regresión de antaño: la religión
catequizante sigue en la escuela, y es más: puede parecer que es solamente el
Gobierno el que se pliega; pero no, también el propio PSOE da una de cal y
otra de arena, pues ha nombrado como secretario federal a un hombre puente
entre el partido y los católicos, lo que choca con la posición de no
autorizar las corrientes de opinión en el partido y, sin embargo, se plantea
una opción de este calado desde el ámbito federal del Partido Socialista. ¿Es
éste el modo como entienden el PSOE y el propio Gobierno socialista el
caminar hacia posiciones laicistas?
Para que luego la Iglesia diga que es combatida por el Gobierno y manifieste
que se siente perseguida, cuando está preñando de presiones al Estado
soberano que le otorga concesiones, a cada cual menos entendible a ojos de
aquellos que optamos a separación de poderes del Estado,vemos que la
Iglesia sigue sin perder un ápice su influencia privilegiada, es más, ésta
habla de un laicismo que permita la coexistencia de otras iglesias -supongo
que para buscar aliados, porque está claro que no quieren que se rescinda el
concordato, incompatible con la Constitución, y porque temen que se suprima
la ayuda económica que reciben del Estado-. Y así estamos un pasito «palante»
y dos para atrás.
Vemos mucha ley progre para el casorio de gays, cojonudo, pero luego, en otras
cosas más básicas, se usa un laicismo de medio pelo.
He dicho.
Víctor Guerra García