Correo
Alameda, 5. 2º Izda. Madrid 28014 Teléfono: 91 420 13 88 Fax: 91 420 20 04 |
|
Hace 105 años, hacia
el mes de agosto de 1901, abría Francisco Ferrer Guardia en el número 70
de la calle de Bailén de Barcelona, un centro educativo, el embrión de lo
que posteriormente sería conocido como Escuela Moderna, que se proponía
transformar radicalmente la experiencia pedagógica en sentido crítico,
laico y racionalista. Se pretendía afirmar un proyecto abiertamente
superador de la mediocridad intelectual, de las limitaciones existentes como
fruto de la superstición del autoritarismo y de las carencias higiénicas y
materiales que dominaban el marco educativo de la España de la restauración
tanto en el caso de los escasos centros públicos estatales como en el de
los centros privados fundamentalmente religiosos. Existía ya cierta tradición
en los ambientes del pensamiento humanista y progresista de la Cataluña de
entre siglos: la fundación de escuelas laicas, vinculadas al
librepensamiento y al republicanismo no era una iniciativa demasiado exótica.
La Escuela Moderna se planteaba como un ejemplo de pedagogía militantemente
racionalista que, fundamentándose en la educación integral y en la
coeducación -de sexos y de clases sociales- se pueda romper el muro del
dogmatismo intelectual y de la falsa moral impuesta a golpe de autoridad,
convirtiéndose así en un núcleo de permanente promoción de la emancipación
social.
El éxito de la Escuela Moderna de Ferrer Guardia y la fama de los métodos
que se proponían fueron corroborados por la multiplicación de centros
educativos racionalistas en todo el Estado. El momento era propicio para una
acción escolar que intentara neutralizar la tendencia de la Iglesia hacia
el control de la educación pública. Se apostaba por una educación basada
en la evolución real y psicológica del niño, individualizada. La Escuela
Moderna proponía una educación basada metodológicamente en la ayuda
mutua, en la solidaridad entre los hombres y la crítica de las injusticias
mediante el estudio de los mecanismos y las condiciones que las hacen
posibles. El proyecto de Ferrer tenía el decidido apoyo de personas como
Cristóbal Litrán, que sería secretario personal de Ferrer, Roger Columbié,
dirigente del Centro Republicano Histórico de Barcelona, Anselmo Lorenzo
pedagogo activo, director de publicaciones de la Editorial de la Escuela y
destacado representante del movimiento obrero, y Eudald Canibell, quien
entronca con el catalanismo federalista y figura eminente del mundo
asociativo barcelonés. Todos ellos, además, fraternalmente vinculados con
el promotor de la Escuela Moderna a causa de su pertenencia a la
francmasonería, en la cual Ferrer Guardia se había iniciado en 1883.
Francisco Ferrer Guardia, fue elegido presidente del Comité directivo de la
Liga Internacional para la Educación Racional de la Infancia, organismo de
promoción de las dinámicas educativas inspiradas en la Escuela Moderna.
Son remarcables sus órganos y prensa, las revistas L' Ecole Renovée,
publicada en Bruselas y Amsterdam y Scuola Laica, en Roma. La huella de la
Escuela Moderna y del proyecto Ferreriano arraigará, además en diversas
escuelas laicas y racionalistas que irán surgiendo por el resto de Cataluña,
el resto de España e incluso América Latina. La muerte injusta de Ferrer
Guardia como consecuencia de los hechos de la Semana Trágica de 1909, en
los cuales el fundador de la Escuela Moderna no tenía ningún tipo de
responsabilidad, no rompe la influencia que el proyecto tiene en el mundo de
la renovación pedagógica lo largo del primer tercio del siglo XX y que
llega hasta la II República.
¿Pero quién fue el catalán Francisco Ferrer Guardia?
Francisco Ferrer Guardia es uno de esos personajes malditos de la historia.
Sin duda Ferrer, mito y realidad, es una figura singular y atractiva y forma
parte, se quiera o no, del patrimonio histórico colectivo. Ferrer nació en
el Maresme catalán el 10 de enero de 1859. Pertenecía a una familia de
pequeños propietarios rurales, católicos y monárquicos, fue a vivir a
Barcelona y durante la I. República participó con entusiasmo en
experiencias de educación popular. Durante los años siguientes el joven
autodidacta estudió a fondo el ideario de Pi y Margall y conoció las
doctrinas de los internacionalistas. A partir de 1883, trabajó en la compañía
de ferrocarriles como revisor del trayecto Barcelona-Cervère, donde como
activista republicano hacía de enlace entre los partidarios de Ruiz
Zorrilla del interior y del exterior. El fracaso del intento del General
Villacampa, partidario de Ruiz Zorrilla, en el cual estaba complicado
Ferrer, hizo que se exiliara a París, donde residió desde 1886 hasta 1901.
Allí fue secretario de Ruiz Zorrilla y profesor de español. En julio de
1892, participó en el Congreso Librepensador de Madrid.
Pero es imposible entender la evolución ideológica de Ferrer y, por
extensión, su proyecto escolar, sin tener presentes los movimientos
sociales y de opinión en Cataluña, España y, en especial, en Francia. La
ideología Ferreriana de los años ochenta y de principios de los noventa es
republicana. Concretamente Ferrer es adepto al Partido Republicano
Progresista de Ruiz zorrilla, participa a fondo en la campaña para la
liberación de los presos de Alcalá del Valle y en la creación del núcleo
sindicalista barcelonés de Solidaridad Obrera, partidario resuelto de la
huelga general subvencionó un periódico con este mismo nombre. El día 31
de Mayo de 1906, día de la boda del rey Alfonso XIII, un hecho llenó de
estupor al país: cuando la comitiva real pasaba por la calle Mayor madrileña,
el sabadellense Mateo Morral lanzó una bomba que provocó la muerte de
veintitrés personas. Francisco Ferrer fue acusado de complicidad pero los
tribunales no pudieron probar ningún cargo y, después de un año en prisión,
fue liberado el 12 de junio. La crisis social y política que arrastra desde
hace años el Estado español de la Restauración encuentra su más alta
expresión en los hechos de la Revolución de julio (Semana Trágica) de
Barcelona en el año 1909, verdadero principio del fin del régimen monárquico.
El nombre de Ferrer va ligado a estos acontecimientos populares y a su
represión. Fue, de hecho, la víctima más significativa y el principal
cabeza de turco. Los argumentos que no habían triunfado en el año 1906, lo
hacían esta vez: Francisco Ferrer fue, después de un turbio consejo de
guerra, condenado a muerte y el 13 de octubre de 1909 fusilado en Montjuic.
La muerte de Francisco Ferrer fue un crimen cometido por el Estado contra un
inocente, un acto de intolerancia contra aquellos sectores de la sociedad
que, a inicios de siglo, pugnaban por la emancipación y por el acceso de
todos a la cultura y por la libertad de pensamiento como primera manifestación
de pluralismo.
Hoy en día la Fundación Francisco Ferrer promueve la recuperación de la
figura de Francisco Ferrer y Guardia fundador de la Escuela Moderna. Así en
septiembre de 1989, la Fundación solicitó al ayuntamiento de Barcelona,
que actualizara el acuerdo de 1931 por el cual se solicitaba a Bruselas una
copia del monumento dedicado a Ferrer que existe desde 1911. El monumento a
Ferrer fue inaugurado en Barcelona el 13 de octubre de 1990. Con motivo de
la inauguración, la Fundación difundió un manifiesto con el deseo de
contribuir a la implicación de la sociedad en un diálogo constructivo
sobre los valores que Ferrer representaba y actualmente sigue representando
de tolerancia, laicidad y progreso. Sirvan estas líneas de recuerdo y
homenaje a su vida, su prematura e injusta muerte y sobre todo a su obra. Y
a sus ilusiones, hoy en pleno vigor.