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El clero nunca se sintió satisfecho con los planes educativos del régimen franquista.

La Iglesia del búnker

Lorenzo Cordero

La Voz de Asturias 9 de Agosto de 2006

El inquieto lobby eclesial español, que mantiene vivo el fuego del integrismo radical del apostólico, se dedica a cumplir, con fidelidad preconciliar, con lo que desde siempre ha sido su más destacada virtud orgánica: controlar con férrea firmeza feudal las vidas de los ciudadanos: las de sus feligreses y las de los demás. Sabiendo que la iglesia católica se ha comportando siempre --excepto en los momentos de lucidez intelectual-- con tenaz intolerancia en los asuntos espirituales, porque le conciernen a Dios, e incluso en los temas que únicamente le importan al César, a qué viene ahora sorprenderse --o enfadarse-- porque a ese lobby , enclaustrado en su búnker, no le gusta ni lo consiente que el Gobierno socialdemócrata de Rodríguez Zapatero pretenda imponer una ley de educación cívica prescindiendo del consabido nihil obstat de la autoridad eclesiástica...? Que torpeza.

Es como si de repente también nos hubiéramos olvidado --exactamente igual que pasó con la Guerra Civil... --de que la iglesia católica (constantiniana) siempre se mostró beligerante frente a los planes laicos para la enseñanza y la formación civil de los españoles. Esa beligerancia apostólica no sólo protagonizó las épicas luchas religiosas contra la escuela laica en los siglos XIX y XX, sino que también se mantuvo expectante ante los proyectos pedagógicos de los primeros gobiernos franquistas. Aunque parezca mentira. La iglesia nunca se sintió plenamente satisfecha con los planes educativos de aquel régimen a pesar de que era también suyo por méritos doctrinales. Siempre quiso más. No le bastaba con el monopolio absoluto que ejercía sobre las almas; quería también el dominio total --y totalitariamente-- sobre las aulas.

Merecería la pena volver (ahora) la vista hacia atrás, y contemplar los primeros años de la posguerra civil, para intentar, por lo menos, relativizar --así...-- este nuevo frente que los radicales de la Conferencia Episcopal han abierto para que sus disciplinadas organizaciones apostólicas hostiguen sin tregua al rojerío que invadió este país tras los trágicos sucesos del 11-M. Que peste.

NO ES VERDADque quien mira hacia atrás se convierta en una estatua de sal. Eso les pasa a quienes no quieren volver la vista al pasado. Ahí está la Transición para escarmiento de tantos como se negaron a mirar al pasado en el momento preciso: millones de españoles pululan a nuestro alrededor convertidos en estatuas de salmuera...

Podríamos recordar, por ejemplo, que la primera Ley de Reforma de la Enseñanza Media, "que con grandísimo acierto patrocinó el Caudillo", necesitaba --como le advertía en el años 1941 un relevante personaje eclesial de la época, llamado Enrique Herrera Horia, en vísperas de trasladarse al frente a Rusia como capellán de la División Azul --"unas normas de complementación y perfeccionamiento, de acuerdo no sólo con la letra sino con el espíritu mismo de la Ley".

Esta ley de reforma --aunque el ministro de Educación que la había planeado fuera el entonces influyente señor Pemartín-- no les había gustado del todo a los Padres de Familia (agremiados) ni a las órdenes religiosas dedicadas a la enseñanza, porque les parecía que el ministro, que era catedrático de Instituto y se rodeaba de una cohorte de catedráticos de Instituto también, trataban de "imprimir un caracter contrario al espíritu de la mayoría" de los colegios religiosos de enseñanza se consideraban marginados en favor de los institutos.

El citado Herrera Horia escribió una carta dirigida al "Jefe del Estado Español y Generalísimo de los Ejércitos" manifestándose, en primer lugar, "la buena impresión que ha causado, particularmente a los religiosos, el Decreto sobre subvenciones a las escuelas primarias privadas", para, a continuación, advertirle de que urgía muchísimo una ley complementaria de segunda enseñanza: "No podemos continuar de ninguna manera llevando a esas masas de estudiantes de la Universidad. Muchos de ellos no terminan sus carreras, o las terminan mal, siendo el día de mañana parados intelectuales, y quizás candidatos a la revolución; pues la experiencia, ha demostrado que esta clase de revolucionarios son los más peligrosos". Le proponía que se dejara el bachillerato (plan de 1938) sólo para los que pensaran en seguir estudiando en la universidad; pero, a partir del cuarto curso, habría que promocionar otras carreras profesionales de tipo medio, incluso creando escuelas media dedicadas a la formación de capataces de explotaciones agrícolas que enseñan a los labradores a perfeccionar el cultio del campo. "Todo esto aumentaría notablemente nuestra riqueza agrícola y acarrearía el bien inmenso, como lo ha hecho Mussolini en Italia...". (Documentos inéditos para la historia del Generalísimo Franco . Tomo II --2.pgs. 294 a 300. Azor . Colección de estudios contemporáneos. Fundación Nacional Francisco Franco. Madrid. 1992).

 

YA SE QUEno es este precisamente el problema que plantea ahora el lobby eclesial y su coro de derivados, sino otro: la legitimidad de quienes deben sumir la responsabilidad de educar cívicamente a los aprendices de ciudadano, para que el día de mañana su conducta en la sociedad sea razonablemente moral, éticamente cívica. Piensa el núcleo duro de la Iglesia que esa educación no servirá para nada si no se basa en contenidos específicamente religiosos, clásicos y españolistas.

Al parecer, la arquitectura cívica de esta sociedad, sin la tutela de la iglesia católica preconciliar --que es la dueña de todas las "primeras piedras de este país llamado España-- podría acabar siendo una escuelas de revolucionarios peligrosos". Ojo al peligro. Sin embargo, sería mucho pedir (pedir, no exigir) que el lobby radical de la iglesia abandonara, por fin, sus búnker y se integrara, sin resabios preconciliares, en la realidad actual de la sociedad española?. Por ejemplo, como hizo el 1976 la iglesia que lideraba el cardenal Enrique y Tarancón. De feliz memoria.

*Cronista oficial de Ribadesella.

 

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