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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
La
Iglesia y el PP, entre exorcistas y franquiciados
Rafael
Cid 14 de Marzo de
2005
El
Partido Popular está en construcción y el PSOE en levitación. El doble
lenguaje de “Tratado europeo, de entrada no”, practicado por las bases
aznaristas y su Brunete mediática, frente al tímido “vayamos todos juntos y
yo el primero por la senda de la constitución”, musitado por su dirección;
el fuego cruzado de la vendetta catalana con el florentino Piqué, escenificando
la escena del sofá junto al demonizado Carod Rovira; el corte de mangas a las
conclusiones de la Comisión de Investigación del 11-M, que ha obligado a su
secretario general Marino Rajoy a secundar la posición de abstencionismo activo
de los halcones de Génova 13; todos estos asuntos, juntos y revueltos, marcan
un proceso de desgaste, confusión, dualización e inoperancia que sumerge al PP
en una catarsis y deja momentáneamente a la derecha consuetudinaria sin
referente fiable en el panorama político nacional.
Sin
embargo, demostrando una vez que las fuerzas conservadoras en España nunca
caminan solas, el galimatías popular se ha visto de improviso clarificado por
la toma de posición de la Iglesia al poner a un moderado al frente de la
Conferencia Episcopal. La victoria del obispo de Bilbao, Ricardo Blázquez,
significa un pírrico espaldarazo para
las acobardadas posiciones
centristas que representa en el Partido Popular Mariano Rajoy,
y un rechazo temporal a los
cruzadistas que lideran los exorcistas Aznar y Acebes y la plana mayor del
“vasquismo constitucional”.
Claro
que, como la curia no da punzada sin hilo, la ajustadísima victoria de Blázquez
frente al ultramontano Rouco se ha visto compensada y compulsada con el
nombramiento del ortodoxo arzobispo de Toledo, Antonio Cañizares, como
lugarteniente, lo que visualiza también la profunda división ideológica de la
teocracia ibérica, calco de su correlato político-institucional.
Así que más que apertura de sotanas se trata de un cambio rigurosamente
vigilado, íncubos y súcubos bajo palio, la divina proporción, hasta ver el
cariz de la fumata blanca que salga del Quirinal cuando al consumido Papa le
llamen desde el precipicio. Proceso que, en su conjunto, no deja de ser un
episodio más de la histórica franquicia entre la derecha y la iglesia, que de
tarde en tarde suele intercalar en reñida alquimia un Tarancón entre diez Gomás.
En
cualquier caso, este escenario favorece una prolongación del estado de gracia
en que parece haberse instalado la ejecutiva socialista salida del 14-M, a pesar
de su clamorosa pifia en el referéndum europeo del 20-F. Las primeras
actuaciones de Rodríguez Zapatero, por afectar a eso que hoy suelen llamarse
derechos individuales de tercera generación han puesto de los nervios a la
derecha y su caverna. Sin tocar los fundamentos económicos en que asienta su
dominio (lo que los marxistas llaman estructura), el goteo de iniciativas de
sesgo ideológico, social y cultural (cierta superestructura, en idéntico
registro) emanado del gobierno de los idus de marzo está haciendo derrapar a la
oposición, cada vez más lejos de ser alternativa de tanto comprometer a las
acomodaticias clases medias que fueron su principal baluarte electoral en el
inmediato pasado.
Mientras
Mariano Rajoy no acierta a pasar la
ITV tras el batacazo en las urnas, las inquietas castas del poder judicial, mediático
y eclesial están tomando el pulso a sus tonsurados por si llegado el caso deben
suplir el desfallecimiento político del Partido Popular, hasta ahora marca de
postín de la escudería inmovilista. Con el PP de nuevo en el alero político,
en púlpitos, estrados, garitos, audiencias, sacristías y reboticas,
su Ku Klux Klan conspira para cocinar otro Motín de Esquilache al
siempre actual grito de ¡vivan las caenas!, como demostró la flagrante
contradicción del referéndum del 20-F, a medio camino entre el conformista
“sí “oficial y el bronco “no” de los sectores confesionales.
Junto
a los tímidos avances-maquillajes del zapaterismo, en su lado oscuro cabe reseñar
el intuido abandono de la solidaridad con el pueblo saharaui; el
inmovilismo economicista que practica el ministro Solbes; la persistencia
de apaños de justicia preventiva contra los islamistas, convertidos en nuevos
chivos expiatorios del “Estado panóptico”; la larvada amenaza de los
cobradores de favores emboscados en el sector financiero y empresarial adictos
al poder vigente; el coitus interruptus que ha supuesto la rectificación de la
opción de listas abiertas prevista en el programa socialista; la preocupante
falta de transparencia en el turbio asunto del 11-M y las sospechas de
aguamiento del cacareado “informe de los sabios” a favor de potenciar una
esfera pública informativa en RTVE.
Esto
también esta ahí. Son igualmente atributos de este gobierno, su pasivo. Pero,
de momento, no anulan ni desmienten lo que se está pergeñando en el campo de
las costumbres. Allí se perciben las primeras luces de un débil rearme moral,
un campo de apoyo a la sociedad civil que, si prospera y se profundiza en la
eticidad, yendo más allá de la sospecha de una simple operación de captación
masiva de votos, podría suponer un
atril para verdaderas reformas y no una nueva “movida”exclusivamente..
Hablamos de transformar la realidad y no sólo los mecanismos de habitar
virtualmente esa realidad. Supondría, en fin,
tener la capacidad de superar la “moral visigótica” de la que se ha
servido la derecha más cerril para dominar históricamente vidas, haciendas y
conciencias. El sagrado principio de autoridad autorizada. Eso si el cuento de
marras llegara a ser y no descarrila en la dirección de lo infumablemente correcto que ha supuesto el trágala de ese fraudulento referéndum
europeo sin quorum.