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No consiento que se hable mal de Franco en mi presencia. Juan Carlos «El Rey»
El
Periódico 3 de
Marzo de 2005
El Papa Juan Pablo II ha escrito que el
Parlamento europeo representa o apoya "una nueva ideología del mal".
No he leído su último libro, pero la información procede de Roma. Es evidente
que el mal del que habla el Papa es el Mal con mayúscula, lo contrario del
Bien.
Si no me equivoco, fue precisamente san Agustín quien tipificó el Mal
como una consecuencia de la libertad humana. Pero lejos de mí la temeridad de
entrar en cualquier discusión filosófica o teológica.
Lo que más me preocupa no es cómo actúa el Mal, sino cómo actúa el Bien.
"Ali Agca es, como todo el mundo sabe, un asesino profesional",
dice el Papa de su agresor. "Por lo tanto, el atentado no fue una
iniciativa suya, alguien le dió el encargo que otro había ideado". Y añade
que Agca sabía disparar y lo hizo para matarlo, pero fue como si
"alguien desviara el proyectil". El secretario del Papa dice que en la
rápida llegada al hospital y en una serie de coincidencias favorables, en todo
ello "es visible la mano de Dios".
Si es así, si la mano de Dios se hizo visible para salvar a Juan Pablo II,
yo no soy capaz de confeccionar la lista de lugares en donde la mano de Dios no
ha aparecido. Dejo al lector la ardua labor de repasar todas las catástrofes,
todas las víctimas de las varias guerras y las diversas torturas, todos los
atentados que --al contrario del que sufrió el Papa-- provocan la muerte de
hombres, mujeres y niños inocentes.
Escribo estas líneas después de ver en la televisión cómo vive la gente en
un rincón de Afganistán. Y cómo muere. Una madre de cada 15 que dan a luz. El
hospital más próximo está a cinco días de camino, y no dispone del mínimo
instrumental, ni de las condiciones higiénicas, ni de los anestésicos. Ni de
la mano de Dios.
Me es imposible no hacerme una reflexión. Si no está bien que un político con
cargo beneficie a alguien de su partido, en perjuicio de otros, no creo que esté
bien que la mano de Dios se haga visible para privilegiar excepcionalmente a
quien preside su familia de fieles.