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El culo y las témporas

Enric Sopena 21 de Noviembre de 2006

Se reúnen los obispos en Asamblea y dedican sus esfuerzos dialécticos a debatir el importantísimo tema de si la actual situación política española genera o no “preocupación moral”. Durante la controversia, los prelados más conservadores no perderán la oportunidad de introducir en la reflexión una de sus obsesiones favoritas, la de que la unidad de España debiera ser considerada por la Iglesia católica “una cuestión moral”.

No faltará en el orden del día poner reparos al proceso de paz en Euskadi, porque con los grupos terroristas –sostienen ilustres dirigentes de la clerecía- no ha de haber diálogo. En definitiva, los monseñores se adentrarán una vez más en el ámbito de la política. Serán, sin embargo, sus palabras menos escandalosas que las que se difunden a diario a través de la cadena radiofónica episcopal, feudo del integrismo galopante, donde la injuria y la calumnia sistemáticas han borrado cualquier vestigio del mensaje evangélico. Hipocresía o fariseísmo se llama esta figura.

El guión eclesiástico circula en paralelo –aunque a veces s través de meandros no coincidentes del todo- con el del PP. La derecha sigue fascinando a los jerarcas católicos que añoran probablemente los tiempos de la clericatura, o Estado clerical, cuya máxima expresión plástica era la del Caudillo de España por la gracia de Dios, entrando bajo palio en el templo cual si él fuera el Santísimo.

El domingo pasado fue Jaime Mayor Oreja el encargado de clausurar el VIII Congreso sobre Católicos y Vida Pública, organizada por la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, otro poderoso baluarte de la carcunda religiosa y política. Su presidente anterior, Coronel de Palma, preside ahora la COPE. Con este dato basta.

Pues bien, Mayor Oreja predicó sobre el riesgo de que se “trocee España”. Soltó los mastines -tan españolísimos, por otra parte- del catastrofismo. “España vive hoy una gran mentira. No hay un proceso de paz, sino una gran negociación entre ETA y el Gobierno. Todo forma parte de un mismo proyecto, que culminaría (…) en un troceamiento de España”, advirtió.

El ex ministro de Aznar señaló que “es obligación de los cristianos decir lo que consideran que es la verdad”. Y remató su discurso cual si también fuera él un obispo. O un cardenal. Declaró: “A menos España, menos libertad, más miedo, más crisis moral y más crisis religiosa. Cuanto más se trocea una comunidad (…) menos referencias morales y religiosas quedan”.

Los roucos, los varelas, los cañizares y los orejas confunden deliberadamente el culo con las témporas, las churras con las merinas y la velocidad con el tocino. No lo hacen a mayor honra y gloria de Dios, sino a mayor provecho de la derechona. La de toda la vida. Amén. 

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