Félix Población
diariodelaire.blogspot.com
21 de Abril de
2005
Como no pocos de sus fieles, soy de los que piensa que Juan Pablo II debió
retirarse del solio pontificio mucho antes de inmolar su decadencia física a
la aldea global. En ese sentido sigo creyendo que el nunc dimittis de su
testamento espiritual, mediado el año 2000, expresaba esa humana y
comprensible intención, propia de una persona ya seriamente enferma.
Su continuidad al frente de la iglesia de Roma a lo largo de todo un lustro,
pregonada como un holocausto de entrega a la institución, contó con una
ferviente feligresía proclive a la muy católica estimación y admiración
del sacrificio. Esos cinco años de obstinada prórroga, sabiamente gobernados
desde la curia vaticana mediante un intensivo despliegue mediático, le han
valido a Wojtyla un meritorio pasaporte hacia la santidad y a la institución
una decisiva credencial para la línea continuista y conservadora, refrendada
ahora con la elección de Joseph Ratzinger.
Es de temer, aunque no se descarten del todo las sorpresas, que el papado del
Benedicto XVI se inscriba en los derroteros del miedo que lo han gestado y
sobre cuya mentalidad se expresaba no hace mucho el teólogo Leonardo Boff,
silenciado precisamente por el cardenal alemán, según recordaba ayer
Lazarillo: Lo que se da en Roma, sobre todo en la curia -dijo-, es miedo.
Miedo a los laicos, mucho miedo a las mujeres, miedo a los pobres, miedo al
pensamiento crítico y libre, miedo a que otras religiones puedan crecer más
que el cristianismo. La misión de la iglesia sería, según Boff y la
adscripción teológica que defiende, hacer del capital ético y espiritual de
la fe, bíblicamente opuesta al miedo, una fuerza movilizadora contra la
opresión y un motivo de liberación.
La pronta fumata blanca del pasado martes en el Vaticano no augura esos propósitos.
Un nuevo Papa europeo podría hacer creer, por otra parte, que a la católica
iglesia le preocupa la desmovilización vocacional que sufre la institución
en el continente. No conseguirá paliarla, sin embargo, si se empecina en
proseguir su misión contra natura y a la zaga de la vida.