LA LAICIDAD, LEY SUPREMA

 Taslima Nasreen*

 

“Un hombre a quien se le muere su esposa tiene suerte. Pero no tiene suerte un hombre al que se le muere una vaca”.. Proverbio bengalí

“Mientras una sociedad se base en la religión y la ley no reconozca la igualdad de los sexos, no creo que la política pueda favorecer la causa de las mujeres”.

 En los países musulmanes este movimiento surge tímidamente: algunas feministas procuran luchar por la abolición de las leyes religiosas y la elaboración de un código civil. Su margen de maniobra es estrecho. Deben contemporizar con diplomacia con los integristas, hombres y mujeres, y tratar de avanzar paso a paso. La gente aún no está preparada para abandonar las leyes religiosas que rigen toda la vida social, de la educación a la salud, en el trabajo como en el hogar.

Para que la condición de las mujeres cambie, se necesitará que dirigentes esclarecidos adhieran al principio de la igualdad. En mi país, las mujeres que alzan la voz no son respaldadas por los líderes políticos, hombres o mujeres. En países en que las mujeres realizan una actividad política, e incluso son jefas de Estado, ¿se han emancipado por eso las ciudadanas? Debido al peso del pasado, esas responsables siguen apoyando las medidas que oprimen a las mujeres. Y no se comprometen ideológicamente para que la situación cambie. En Asia Meridional la mayoría de las mujeres que llegan a ser jefas de Estado son creyentes y adhieren, como los hombres, a los valores religiosos del orden establecido. Soy víctima de un Estado cuyo Primer Ministro es una mujer. Y porque fui demasiado lejos en la denuncia de la religión y de la opresión de las mujeres tuve que dejar mi país.

Hubo mujeres que se alzaron en mi contra cuando hablé de derechos humanos. Según ellas, Dios no reconoce tantos derechos a la mujer. Pero conocí en mi país hombres que rechazan lo que dicen los textos religiosos y creen en la igualdad entre hombres y mujeres. La actitud frente a este problema no depende del sexo, sino de la conciencia de cada cual. Está claro que para mejorar el destino de las oprimidas no se podrá contar con las musulmanas que están contentas de llevar el velo y que glorifican su sumisión.

Mientras una sociedad se base en la religión y la ley no reconozca la igualdad de los sexos, no creo que la política pueda favorecer la causa de las mujeres. En los países occidentales, las mujeres reciben educación, son tratadas en pie de igualdad y pueden trabajar. En ese contexto, su representación política tiene sentido.

Educación, un movimiento feminista laico, dirigentes políticos de ambos sexos comprometidos en favor de la igualdad y la justicia, he ahí lo que necesitaremos para cambiar las terribles condiciones que soportan demasiadas mujeres. Ello tomará mucho tiempo, pero trabajamos en ese sentido. Todos los días hay mujeres víctimas de violaciones, de tráficos, de ataques con vitriolo, de asesinatos por insuficiencia de la dote y de otras formas de tortura. Al iniciarse este nuevo siglo, en numerosas regiones del mundo las mujeres aún no son consideradas como seres humanos a carta cabal. La religión y el patriarcado siguen ejerciendo un control absoluto sobre sus vidas, justificando una opresión ancestral. En algunos países del sur de Asia, esa dominación incluso se ha acentuado.

No creo que pueda haber igualdad en una sociedad dominada por la religión. Los países occidentales preconizan el desarrollo económico para disminuir las desigualdades ¿Arabia Saudí no es acaso un país desarrollado? Sin embargo, allí las mujeres están privadas de todo tipo de derechos. Es imposible que coexistan la religión y la libertad de expresión, la religión y los derechos de la mujer, la religión y la democracia. Por eso, para mí la religión es el peor enemigo de la emancipación femenina.

Para lograrla debemos actuar en varios frentes y, como primera prioridad, mejorar el acceso a la educación. En Bangladesh 80% de las mujeres son analfabetas. Durante siglos . se les dijo que eran esclavas de los hombres. Es muy difícil cambiar su mentalidad, lograr que cobren conciencia de su opresión, darles sentido de independencia. Todo esfuerzo educativo ha de ir unido a la constitución de un movimiento femenino laico dentro de la sociedad: no estoy segura de que se pueda hacer gran cosa desde el exterior, salvo denunciar en los medios de comunicación las atrocidades que constituyen el pan de cada día de demasiadas mujeres.

Taslima Nasreen. Nacida en Bangladesh, Taslima Nasreen realizó a
la vez una carrera de médica y de escritora. Sus numerosas obras (novela, poesía y ensayo) han sido traducidas a unos diez idiomas (se han publicado en español: Hermana de Nupur, Seix Barral, 1999, y Vergüenza, Ediciones B, 1996). Dos de sus obras fueron prohibidas en su país, donde los tribunales islámicos lanzaron una fatwa en su contra, que la obligó a exiliarse en 1994. Ha recibido numerosas recompensas, entre las que cabe citar el Premio Sajarov del Parlamento Europeo.

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