Juan Francisco González Barón (Asociación “Europa Laica”) / 23 dic 03
La
posición aconsejada por el informe Stasi y adoptada por Chirac,
presidente de la República Francesa, provoca entre quienes defendemos
el laicismo una espontánea reacción de alegría. Decir no a la
segregación por motivos religiosos, decir no a la segregación que se
solapa con la que se produce en función de la étnia y del género, es
abrir una brecha decidida para la recuperación de los valores democráticos.
Sólo cuando nos detenemos a pensar un instante el alto precio que paga
la República por el informe Stasi y las consecuencias de una
extrapolación del dictamen en el caso de España se manifiesta la
necesidad de una pausada reflexión…
Stasi no sólo aconseja la prohibición de signos religiosos en la
escuela pública y el refuerzo del laicismo en el conjunto de los
servicios públicos. Hay una fuerte contrapartida: la inclusión del
“hecho religioso” en el sistema educativo francés y en sus
itinerarios oficiales. Tomar estos planteamientos de manera automática
para intentar aplicarlos en el caso español podría conducirnos en el
sentido diametralmente opuesto al desarrollo de las nociones de libertad
y de igualdad propugnado por el laicismo:
La República Francesa parte, para prohibir el pañuelo islámico, de
una escuela laica de la que está excluido el adoctrinamiento religioso
cristiano y donde se prohiben, de igual manera, los signos ostentosos de
pertenencia a esta tradición religiosa. Francia tendrá además que
explicar a sus ciudadanos y residentes musulmanes la pervivencia del
Concordato de 1801 y el estatuto en materia educativa vigentes en los
tres departamentos de Alsacia y de Mosela. De no hacerlo, los miembros
de cualquier comunidad religiosa diferente de la católica estarán en
posesión de argumentos irrefutables para denunciar un trato
discriminatorio.
La inclusión del “hecho religioso” brinda el más cómodo pretexto,
en España, a los defensores de una asignatura de religión obligatoria
para todo el alumnado.
La asociación “Europa Laica” no se sumará a ninguna campaña en
demanda de la prohibición del velo islámico en la escuela mientras
persista la situación actual:
-Una escuela pública (y privada sostenida con fondos públicos) que
alberga a un parafuncionariado de aproximadamente 27.000 catequistas
nombrados por los obispos.
-Un sistema educativo que degrada la enseñanza pública y apuesta por
los centros privados concertados, en su inmensa mayoría católicos, con
un ideario católico, que seleccionan al profesorado en función de su
sumisión a la Iglesia y donde, por lo tanto, los niños son
adoctrinados en esa religión incluso en clase de matemáticas.
En semejantes condiciones, reclamar a nuestros ciudadanos y residentes
musulmanes la renuncia, en el ámbito de las instituciones públicas, a
signos de identidad religiosos y étnicos sería, más que una avance
hacia el laicismo, un rotundo atentado contra los principios elementales
que fundamentan la democracia.
Una vez más, la escuela pública y laica es el elemento de partida
indispensable para la puesta en marcha de medidas que acaben con la
segregación religiosa, étnica y de género.