El engaño permanente
Alberto Piris
Estrella Digital
Las
mentiras, engaños y falsedades en que se basó el gobierno de EEUU - y, con él,
los fieles aliados que en las Azores apoyaron la señal de ataque - para invadir
y ocupar Iraq, van saliendo progresivamente a la luz, como era inevitable.
Sorprende la rapidez con que esto ocurre y también la insensibilidad de las
opiniones públicas, incluida la española, al ir descubriendo la manipulación
a la que sistemáticamente fueron sometidas, sin sentirse por ello indignadas y
escarmentadas. El enorme poder de los grandes monopolios mediáticos ha
contribuido a la aceptación pasiva de tan permanente engaño, aunque son
algunos grandes diarios de EEUU y el Reino Unido los que han iniciado la campaña
de desenmascaramiento.
Que los tapujos se vayan descubriendo es debido, sobre todo, a la incontinencia
verbal de algunos altos cargos de la Administración Bush, cuya arrogancia les
permite exponer con toda crudeza la realidad de los hechos. El Vicesecretario de
Defensa, Paul Wolfowitz, ha ayudado mucho a que se sepa algo de la verdad.
Declaró, imperturbable, que la acusación de que Iraq poseía armas de
destrucción masiva había sido una simple "excusa burocrática" para
reforzar el apoyo popular a la guerra. No solo popular: el presidente del
Gobierno de España lo creyó a pie juntillas y así lo manifestó en tono
persuasivo en el Congreso de los Diputados. Wolfowitz dejó también claro que
"la principal diferencia entre Corea del Norte e Irak es que económicamente
EEUU no tenía otra opción en Irak, porque este país nada sobre un mar de petróleo."
No podía decirse con menos rodeos.
Pese a las afirmaciones de que el pueblo iraquí estaba esperando con ilusión
la llegada de los libertadores estadounidenses, la realidad de los hechos fue
muy distinta. Incluso hoy, transcurridos más de dos meses desde la toma de
Bagdad, el Administrador norteamericano de Iraq, Paul Bremer, ha declarado que
las dificultades para apresar a Sadam Husein o descubrir su cadáver están
fomentando la resistencia armada a la ocupación. ¿Tan amado por su pueblo era
el dictador? O más bien ¿no será que los acumulados errores de los ocupantes
y su falta de previsión están haciendo que los iraquíes empiecen a echar de
menos al sanguinario sátrapa? Porque es inconsistente la idea de que, liberados
de un régimen dictatorial que no vaciló en asesinar a muchos ciudadanos, la
sola esperanza del regreso de Sadam pueda inflamar a un pueblo y alzarlo en
armas. A no ser que el desintegrado partido Baaz le produzca ahora la nostalgia
de unas pasadas condiciones de vida mejores que las que tiene bajo la ocupación
militar de EEUU y las inciertas perspectivas que ésta ofrece. Lo que sería una
sangrante paradoja, difícil de explicar en Washington.
El Pentágono había planeado bastante bien su guerra, a pesar de algunos
contratiempos iniciales. El éxito militar final lo ha confirmado, como era de
esperar, dada su aplastante superioridad. Pero olvidó prever lo que habría que
hacer después, aparte de asegurar los suministros petrolíferos. Uno de sus
altos funcionarios ha declarado: "Estos tipos [los combatientes irregulares
iraquíes] están aumentado su resistencia, se están haciendo molestos y hay
que preguntarse qué es lo que les impulsa". ¿Por qué no se lo
preguntaron antes de iniciar la invasión? La arrogancia del poder
incuestionable puede llegar a cegar a quienes todo lo confían a la fuerza
abrumadora de sus armas.
Aun cuestionados por una polémica en tono menor, surgida en el Congreso de EEUU,
los beneficios empresariales que producirá la ocupación de Iraq también van
saliendo a la luz. La reconstrucción de lo destruido va a suponer enormes
ingresos, de cuantía suficientemente imprecisa, de los que se aprovecharán
sobre todo dos empresas estadounidenses, vinculadas con el Gobierno. La extracción
de petróleo ha comenzado esta semana, y con tal motivo se pone fin al programa
de la ONU "petróleo por alimentos", del que se venían lucrando
bastantes empresas rusas, chinas y francesas. Los vencedores militares lo
quieren todo y exigen también el monopolio de las ganancias empresariales: todo
para EEUU. Y algunas migajas para ciertos aliados que a ellas se han hecho
merecedores.
Ciertos indicios empiezan a apuntar peligrosamente a Irán, país contra el que
se están dando ya algunos de los primeros pasos que condujeron a la invasión
de Iraq. ¿Se repetirán los mismos engaños y las mismas mentiras? Para que
resulten de nuevo creíbles habrá que seguir insistiendo en la vigencia de esa
guerra contra el terrorismo que proclamó Bush, sin fin previsible, a cuyo
conjuro cesa toda crítica y se exalta la unidad ciega de todos tras el gobierno
que se arropa en la bandera y convoca a la defensa de la patria. El resultado
parece evidente: la guerra permanente requerirá el engaño permanente.
* General de Artillería en la Reserva. Analista del Centro de Investigación
para la Paz (FUHEM). albepir@mundofree.com