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Reflexiones
críticas con la institución de la monarquía,
en defensa del restablecimiento de la legitimidad republicana
Jaume d'Urgell 2 de Mayo de 2006
Hace
unos días tuve el privilegio de conversar con un buen amigo, arquitecto,
honesto y capaz, y me planteó su inquietud ante la existencia de una parte de
la ciudadanía que adopta una actitud pasiva ante los desafíos que plantea la más
elemental reflexión crítica de la sociedad en que vivimos: los desequilibrios
socio-económicos, la desigualdad de derechos entre seres humanos, la
proliferación de conflictos bélicos, lo insostenible de nuestra relación con
el medio natural, el empobrecimiento cultural al que asistimos no solo en los
medios de comunicación de titularidad privada sino también en los entes públicos
de difusión e información, la censura previa contra personas e ideas, el
sometimiento a los dictados de oscuras corporaciones empresariales y aún
potencias extranjeras, la invención de barreras contra la libre circulación de
los seres humanos, la indiferencia ante el sufrimiento o la marginación ajena
que anida en la forma de vida de quienes el azar ha visto nacer en situación
privilegiada y, por encima de todo: la negación de
Pasividad
la hay de muchas formas, y una de ellas –acaso la más cruel–, es la que
opta por la autocomplacencia relativa para escudarse en el “yo ya he
cumplido”. Es una especie de desmovilización por vacuna: el sujeto que la
padece se inyecta una dosis disminuida de actividad reivindicativa, hasta que su
intelecto decide que “ya hay bastante… ahora que siga otro”.
El
resultado suele ser un elenco de personas cuya única participación en la política
activa se limita a ir a algunas manifestaciones (si no llueve) y ocasionalmente,
a apuntarse a alguna lista de distribución de correo, o algún foro de debate
(en el que rara vez llegan a intervenir). Y no está mal, peor sería no actuar
en absoluto, y permanecer agazapado entre el resto del rebaño… pero señores,
que nadie se llame a equivocación: eso no es participar, así jamás lograremos
nada.
No
pretendo regañar a nadie, ni hacer un llamamiento a la rebelión (me caerían
35 años). No. Solo quiero llamar vuestra atención sobre el hecho deque es
necesario hacer algo más. Debemos movernos, actuar: protestar, reivindicar,
reflexionar, votar, informar, difundir, dar ejemplo… crear, porque
resistir es crear, y crear es resistir.
Es
cierto que nos movemos contra corriente, pero ganaremos, estad convencidos de
ello, es solo cuestión de tiempo. Lo único que pretendemos los republicanos es
lograr una forma de organización de la sociedad en la que todos los cargos
públicos sean electos, que nadie mande por ser hijo de alguien, que el
voto de cualquier ciudadano tenga el mismo valor, que la Iglesia se mantenga
separada del Estado, que no existan relaciones de servidumbre entre los jueces,
el gobierno y quienes hacen las leyes, que los cargos públicos tengan una
duración determinada, que se proteja los derechos de toda persona, en especial
de los más humildes, que se renuncie al uso de la guerra como método para
resolver los conflictos políticos, que se apueste por la cultura, que las
elecciones sean libres, justas, directas, proporcionales y universales, que los
partidos políticos sean también democráticos, que no tengan listas cerradas,
que su financiación sea transparente y honesta, que no se juegue con el hogar,
que se trate a todo el mundo por igual… los republicanos solo pretendemos
democracia, sin límites ni mentiras.
Nos
movemos contra corriente, pero el tiempo está a nuestro favor. Cada segundo que
pasa nos encontramos un segundo más cerca de la abolición de
Estos
son tiempos difíciles, en los que el engaño campa a sus anchas por doquier.
Lamentablemente, abundan la personas dispuestas a prostituir su cerebro con tal
de satisfacer su estómago. Y la falsedad, frecuentemente se alía con el
silencio y la tergiversación, para arañar unos meses más de buena vida a
costa del erario público.
Es
cierto, no lo tenemos fácil. Si estuviéramos cerca de conseguirlo, esto estaría
plagado de “cuñados”, cada vez habría más tertulianos y columnistas de
opinión que se saldrían del guión establecido y apostarían por la República[2].
¿Por qué? porque de algo hay que vivir, y porque si los héroes abundaran, no
haría falta llamarles así, serían simplemente, ciudadanos.
Pero
no os creáis las mentiras de quienes desean que nada cambie: quienes reclamamos
legitimidad democrática no somos un puñado de utópicos marginales, no somos
personas estrafalarias ni consumidores miméticos de pensamientos precocinados,
tampoco somos necesariamente de izquierdas ni de derechas –ya les gustaría–.
¡No! somos ciudadanos, conscientes de nuestra ciudadanía, y exigimos respeto
para nuestra voluntad expresada a través de las urnas.
Analicemos
la realidad que nos envuelve: los grandes partidos políticos rehúsan tratar
abiertamente de la cuestión de la república… muchos de los políticos de
primer orden piensan que: “cuando todo esto cambie, si alguien saca a relucir
una grabación en la que aparezcan mis declaraciones en contra de la República,
mis posibilidades de seguir chupando del bote se verán muy mermadas”. Otros
muchos incluso acarician veladamente la idea de la República, como cuando se le
atribuye la cualidad de republicano precisamente al monarca. Si los dictados
rezan que hay que tratar bien al rey, y se le tilda de republicano, eso es un
modo subliminal de decir que la República es buena.
La
realidad es que los grandes partidos le siguen haciendo el juego aparente a los
intereses familiares del ciudadano Juan Carlos Borbón, pero nadie se arriesga a
decir claramente que la República sería mala o que la monarquía debe ser para
siempre.
La
tergiversación (y el revisionismo) lleva a muchos intelectuales a sueldo a
relacionar tendenciosamente República y Guerra Civil[3],
lo cual es tanto como vincular la bondad con la muerte de la bondad;
culpabilizar a la República del desencadenamiento de un conflicto armado es tan
injusto como establecer una relación de causa efecto entre resultar elegido
concejal y ser objeto de un atentado. Pero ¡basta! Pongamos las cosas en claro:
tergiversar es mentir, y quien miente, algo tiene que ocultar.
Nosotros
no tenemos nada que ocultar, porque tenemos la extraordinaria suerte de defender
lo justo, estamos en el lado bueno, sin duda. Defendemos
A
mi me enseñaron de pequeño, que cuando un mandatario público transfiere
poderes a su hijo –porque sí–, que cuando un mandatario utiliza dinero público
para pagar la casa de su hijo, que cuando un dirigente presiona medios de
comunicación para ocultar informaciones que le resultarían incómodas, eso,
tiene un nombre, y ese nombre es: corrupción. Sí amigos, hablemos en plata: la
monarquía es una forma de corrupción institucional. ¿Por qué? porque todo el
mundo sabe que si cualquier otro cargo público se comportara como lo hace un
monarca, sin serlo, sería reo de corrupción (cohecho, malversación de
caudales públicos, usurpación, prevaricación continuada, etc.). ¿Quieren una
prueba más? al escribir estas líneas estoy cometiendo un delito, ¿por qué?
porque en un Estado no-libre como España, ciertas opiniones políticas no son
legales.
Y
bien, ¿dónde queda la cosa? ¿en qué estado se encuentran las cosas? Todo
parece indicar que el cuestionamiento final de la monarquía es algo no muy
lejano en el tiempo. Es incluso posible que el ciudadano Felipe Borbón[5]
acceda a la Jefatura del Estado de España sin contar con el apoyo de la
ciudadanía –es posible, quien sabe–, pero es impensable que esta farsa
post-franquista se prolongue por más de tres o cuatro legislaturas, o lo que es
lo mismo: antes de 2020 habrá República en España.
Yo
lo sé, y ahora vosotros también lo sabéis, y lo que es más importante:
seguramente la Casa Real[6]
también lo sabe. ¿Por qué digo eso? Lo digo, porque el más elemental
planteamiento lógico hace pensar que seguramente, existe un plan. Nadie se
enfrenta a algo tan serio como perder semejante chollo sin tener una estrategia
con la que intentar perpetuarse en tan privilegiada posición. Y eso me trae a
la memoria el circo del 23-F[7],
sí amigos, nuestro JFK[8]
autóctono, el autogolpe rebajado –volvemos a la técnica de vacunación
consistente en una dosis atenuada de aquello que se trata de evitar–. En otras
palabras: es muy probable que la familia real española haya previsto alguna
forma de crear una nueva pantalla de humo legitimador, un nuevo montaje fantástico
y dramático, que proporcione una cortinilla de gloria, algo que aleje el
fantasma del referéndum o la abdicación a favor del Pueblo (destronamiento).
Vamos
a ver, analicemos: algo ocurrirá –eso es seguro–, dónde o cuándo es todavía
una incógnita, pero seguro que existe un plan. Hoy en día recurrir al ejército
no está bien visto, y cualquier nuevo embuste masivo deberá contar con el
consenso de los grandes partidos… siempre que estos se avengan a participar en
una nueva escenificación que –como en 1981–, convierta a todo el país en
un gran Teatro Real.
La
última vez, depositaron su confianza en un puñado de pistoleros ignorantes y
un par de fascistas con mando sobre fuerza… pero hoy en día, la información
es más incontrolable, la opinión pública es más crítica… sea lo que sea
lo que piensen hacer, deberá estar bien pensado.
Contra
esto solo nos cabe confiar en el civismo de
Una
de las formas más suaves y pacíficas de que los monárquicos se salieran con
la suya sería provocar un referéndum prematuro, es decir, aprovechar ahora que
gran parte de la ciudadanía todavía se encuentra bajo los efectos de 36 más
30 años de constante campaña electoral (una calculada propaganda militar
destinada a intentar que el Pueblo asuma la injusticia, e incluso llegue a
desarrollar sentimientos de complicidad hacia lo arbitrario). En efecto, si se
nos “sorprende” con una consulta electoral sin tiempo para exponer
alternativas, cabe la posibilidad de que los orates sean mayoría. Asistiríamos
a una epidemia de síndrome de Estocolmo[9]
(reacción de afecto que establecen algunas víctimas de secuestro hacia sus
captores). Y no es que la gente no sepa pensar… es que nos encontramos ante un
oponente formidable: nada menos que el rey.
Pero
¡ah! hay buenas noticias: los apoyos del monarca podrían no ser tantos ni tan
capaces como se pudiera pensar. Cualquier jugador de ajedrez sabe bien que el
rey es omnipotente a corto alcance, pero precisa de la fuerza de elementos
mayores para seguir coleando. Entonces ¿cuáles son los apoyos del rey? Dicho
sea de otro modo: ¿Quién o qué permite que el rey siga siéndolo?
El
rey lo es porque así
Ahora
bien, revisemos la fortaleza de cada uno de esos tres pilares: el primero, el ejército,
tenía una enorme capacidad de influencia en el momento en el que el régimen
franquista evolucionó a lo que ahora es. El ejército de hoy no goza del mismo
poder que cuando el ciudadano Juan Carlos era la mano derecha del dictador,
cuando trabajaban juntos, y llegaba a presidir su consejo de ministros. Sí, era
el becario de Franco… el suplente, el que le cubría las bajas.
Volviendo
a la cuestión, por fortuna, en nuestros días el ejército tiene la misma
influencia que el servicio postal o el gremio de carpinteros.
Sigamos.
Otro de los tres apoyos de la monarquía es el Partido Socialista Obrero Español[11],
sí, el partido de Pablo Iglesias[12]
y Juan Negrín[13].
El mismo partido que en 1978 consintió a regañadientes (bajo amenaza del ejército)
que la única forma de existir era manteniendo al delfín de Franco[14]
en la Jefatura del Estado. Algo que algunos han llegado a definir como: una
“República coronada”. Pero, de la misma forma que cualquier cuerpo
suspendido en el aire cae cuando sus apoyos desaparecen, cabe pensar que en su
fuero interno, el Partido Socialista Obrero Español es republicano, y que, al
desaparecer la amenaza del ejército –que condicionó su discurso confeso en
1978–, volverá a erigirse en defensor de la legitimidad institucional.
Luego
queda el partido cuyo Presidente Fundador
El
Partido Popular es un partido conservador, y conservador viene de conservar, o
lo que es lo mismo: mantener. Es decir, que su apoyo está condicionado a lo que
en cada momento satisfaga mejor las necesidades de aquellos a quienes representa
–que por descontado, no son sus diez millones de electores–. Por una parte,
no hay duda de su espíritu inmovilista, las clases bien estantes no contemplan
ningún escenario distinto de este que tan favorable les está resultando. Por
otro lado, está la ilimitada ambición de poder de algunos de sus más
destacados líderes… líderes que ven con desesperación como la familia les
priva de toda posibilidad de convertirse en los comandantes en jefe de las
fuerzas armadas, o les aleja de toda posibilidad de alzarse con la Jefatura del
Estado. Cómo molestaba al bigotes el tener que cargar a todos lados con el
sujeto no-electo, cómo le importunaba esa incontrolable e indeseada
multilateralidad y cómo le debe molestar ahora pensar que el otro sigue ahí,
mientras a él, en cambio, ni siquiera le han mandado al osario (el Senado),
sino que se encuentra en el osario del osario (el Consejo de Estado). Y gracias.
Pese
a su terror a los cambios, son muchos en Génova quienes ya están más que
hartos de
Y
hablando de estabilidad política, recordemos la existencia de un preocupante
nivel de endeudamiento privado, la existencia de ciclos macroeconómicos,
nuestra creciente dependencia del sistema económico global, la pérdida de
poder adquisitivo de la clase obrera, la disminución de la clase media, el alza
del precio del crudo y de los tipos de interés, la pésima gestión del fenómeno
de la inmigración, el coste de la vivienda absolutamente disparatado, el
envejecimiento de la población, la existencia de enormes bolsas de dinero
negro, el alcance de la economía sumergida, la corrupción urbanística en sus
niveles más altos, la pérdida de ingresos procedentes de los fondos de cohesión
estructural de
Nos
encontramos en el año 2006, lo que significa que es cada vez más difícil
tratar de jugársela con financiación irregular, listas cerradas (de amigos),
fiscales nombrados a dedo, magistrados de confianza, Ley d’Hondt[18],
noticias de las que no hablar, tribunales especiales (y sin presupuesto), café
para todos (o al menos 17), tertulianos a sueldo, 54 circunscripciones para un
único gobierno, y como guinda: el sucesor de Franco, vitalicio y hereditario...
demasiadas mentiras.
Hace
falta tener mucha memoria para ser un buen embustero. Dicho sea de otro modo:
papá Estado tiene que estar atento a demasiados detalles para permitirse enmarañar
de esta forma algo que podría ser mucho más honesto y sobretodo: sencillo.
Y
es que algunos se han creído que España es un Teatro Real: se nos obliga a
pagar entrada y presenciar la función sin derecho a intervenir. Estamos hartos
de la alternancia entre comediantes coronados. ¡No señor! ni Zapatero[19]
es Sagasta[20];
ni Rajoy[21],
Cánovas del Castillo[22].
Nos cambiaron por la fuerza el guión que tanto nos gustaba, y éste no es al
director que todos elegimos, hay demasiados extras y a los buenos actores no se
les da ningún papel, los coros están muy altos, el apuntador lleva pistola y
entre bastidores anda un sacerdote. ¡Esto no es serio!
La
gestión de un país moderno es algo demasiado serio como para entremezclarlo
con escenas sacadas de un cuento de cuna, con princesas y brujos. ¡Basta ya de
mentiras! Es urgente regresar a la democracia de verdad.
¿Rebelión?
Sí,
rebelión ilustrada, rebelión pacífica y electoral.
Revolución
de los claveles, de las ideas, de las letras y la memoria.
Mas,
¡ni un disparo! ¡ni una gota de sangre que manche nuestra razón!
Ideas
¡solo ideas! ideas… ¡y reflexión!
Palabras
y compromiso, argumentos… y honestidad.
Mas
no solo palabras, del verbo… ¡a la acción!
No
es utopía, son hechos: en el momento de escribir estas líneas, 1.262 personas
habían firmado el manifiesto contra la monarquía[23];
el pasado 10 de febrero presentamos una petición al Congreso de los Diputados[24]
exigiendo la restauración de la legitimidad republicana, que ya se ha admitido
a trámite; estamos ultimando los términos de una querella criminal contra el
rey, ante
No
faltará quien diga que somos pocos, que estamos divididos. Quien diga que nada
tenemos que hacer. No faltarán quienes más tarde digan que ellos ya eran
republicanos cuando a nuestros oídos arribaba solo el eco de las dunas. No
faltarán quienes retrocedan, quienes no vuelvan, ni quienes ni siquiera quieran
ir… pero el hecho es que aquí estamos… no somos pocos, somos la avanzadilla
de todos los demás, y no vamos a rendirnos. Por ti, por mi, por ellos, por
todos:
¡Viva
la República!
jaume@durgell.com, www.durgell.com
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