La
Constitución monárquica, intocable. Zapatero
tiene miedo
Amadeo
Martínez Inglés
UCR 12 de
Diciembre de 2008
Y con razón. Porque
la cosa tiene su intríngulis, que diría
aquél. Si tocas a la enferma, con la
osteoporosis que padece la pobre después
de treinta años de una alimentación muy
rica en proteínas (las comilonas del
Borbón son muy ricas en ellas) y muy
pobre en calcio (su majestad no bebe
leche, sólo Vega Sicilia en cantidades
respetables), puedes romperle las
caderas o desencuadernar su esqueleto. Y
si no la tocas, como parece haber
decidido él solito en representación de
los cuarenta y cinco millones de
españoles el ya un poco cansino ZP, el
sistema, es decir, el post franquismo
juancarlista gestionado en estos
momentos por el antes feliz y ahora
triste hombre de las cejas cincunflejas,
corre el riesgo de que, acartonada,
vieja y desfasada como está, acabe por
estallarle en las manos cual asesina
bomba de racimo lanzada sobre La Moncloa
por alguno de los últimos y vetustos
bombarderos estratégicos B-52 del
“patocojo” Bush. Es decir, como una
traca de múltiples explosiones
socio-políticas desconocidas en este
país desde los tiempos en que Franco,
lelo ya por los años y con su Parkinson
a cuestas, intentaba sobrevivir a la
marea social a golpe de “grises”.
Zapatero, desde luego, ha hablado alto y
claro. No quiere tocar la Constitución
borbónica (es mala y está desfasada pero
puede servir todavía, ha venido a decir)
porque está cagado de miedo ante lo que
le viene encima por vía económica. Y
como no es tonto y conoce aquello tan
socorrido de “en tiempos de tribulación
no hacer mudanza”, no está dispuesto a
meterse en el corto plazo en un
berenjenal constitucional de resultado
incierto, con Rajoy echándole el aliento
en el cogote y con millones de
ciudadanos españoles pegándose todas las
madrugadas ante las oficinas del paro
para intentar sobrevivir en los meses
venideros.
Prometió reformarla, es cierto, pero las
circunstancias han cambiado y mandan
mucho. Normal, dirán algunos, sobre todo
sus adláteres socialistas capitaneados
por el lugarteniente Blanco y la sonrisa
blanca del Régimen, la gentil y madurita
top model de Vogue, señora o señorita De
la Vega. Pero cuidado ZP que esta
legislatura tiene mucho peligro. Está
maldita y aún puede traerle muchos
dolores de cabeza como presidente del
Ejecutivo, después del abrazo del oso
que le dio el pueblo español en marzo de
este año. Y no sólo por la crisis
económica, que usted minimizó en aras de
conseguir nuevamente la poltrona del
poder, sino también por las sorpresas
políticas y sociales con las que se
puede usted topar a lo largo de los tres
años que aún tenemos por delante.
Estamos en época de cambios, la vida
humana no es eterna y si la naturaleza,
por una de esas piruetas del destino,
obedece con prontitud al diputado de la
Ezquerra, señor Tardá, y envía al Borbón
al pudridero de El Escorial (los
republicanos españoles también podríamos
hacerlo, pero no cabe duda de que habría
mucha gente que no vería con buenos ojos
lo de montar una guillotina en la plaza
de Oriente) esta Constitución inmaculada
del 78, que nadie se atreve ni a
pellizcar no sea que se caiga, le va a
servir de muy poco para controlar el
tsunami social que la desaparición
física del heredero del dictador a
título de rey puede desatar en todo el
territorio nacional. Porque el gran
problema que este país viene arrastrando
desde hace tres o cuatro siglos no se
solucionó para nada en noviembre de 1975
con el relevo de Franco por su acólito,
el antiguo cadete Juanito, vestido de
capitán general de película yanqui. Para
nada. En aquellos dramáticos momentos el
pueblo español era otro, estaba presa
del pánico, los militares mandaban mucho
y los políticos eran o unos vejestorios
con ganas de labrarse una pensioncilla
decente o unos niñatos con ansias de
tocar poder. Entre todos se las
ingeniaron para parir “la modélica” que
ahora acaba de cumplir treinta años y
conseguir que la votara una mayoría de
ciudadanos, sin rechistar y, por
supuesto, sin habérsela leído. Pero
ahora los tiempos son otros, el pueblo
no tiene miedo, está harto de políticos
tragones y financieros especuladores y
sólo espera el momento oportuno para
echarse a la calle a preguntar “por lo
suyo”.
Y al hilo de lo que acabo de exponer, me
gustaría darle un consejo, señor
Zapatero. Creo que puedo dárselo pues ya
sabe usted eso de que la experiencia es
un grado y el que esto escribe, modestia
aparte, tiene bastante: por ejemplo, y
sin ser exhaustivo, a finales de los
años cincuenta del siglo pasado, cuando
usted todavía no había nacido, ya andaba
por Ifni pegando tiros y jugándose la
vida por este país; y más tarde, en
1990, tuvo que aguantar las iras (y la
represión) de su correligionario Narcís
Serra y de sus generales franquistas,
que lo metieron en prisión por querer
quitarle las uñas al Ejército del
dictador (la mili obligatoria)
transformándolo en uno profesional y
voluntario, más propio de un país
moderno y europeo. Del que ahora ¡qué
cosas! se siente muy orgullosa su
marimandona ministra de Defensa, la
señora o señorita Chacón.
Pues bien, señor ZP, ahí va el consejo
que, con toda seguridad, no le dará
jamás ninguno de sus numerosos asesores
monclovitas con derecho a Audi y a
sueldo millonario: Para un dirigente,
nunca ha sido buena la táctica del
avestruz, que los estrategas relegamos
para cuando todo está perdido y sólo se
espera la desgracia final. Los problemas
de mando, de dirección, de conducción
(como dicen los profesionales
latinoamericanos), los desafíos
políticos y sociales, las encrucijadas
de caminos (sobre todo si son
históricas)… se deben encarar pronto,
sin miedo, sin dilación y sin
nerviosismo, después de un análisis
exhaustivo de todas las hipótesis que
los expertos puedan prever, incluidas la
más probable y la más peligrosa, Y
buscando las mejores soluciones para
cada una de esas hipótesis. Pero lo que
nunca debe hacer un líder, un dirigente
político, un gestor empresarial o un
general en jefe, es… no hacer nada y
esperar a que el tiempo (que es cierto
que a veces soluciona los problemas pero
casi siempre mal) le indique el camino a
seguir o la decisión que debe adoptar.
Eso siempre, siempre, siempre… lleva al
fracaso más absoluto.
Pues usted, señor Zapatero, en contra de
lo que le acabo de aconsejar, parece
haber elegido, en el tema de la reforma
de la Constitución monárquica que estos
días ha vuelto a saltar a la opinión
pública, el peor de los caminos
posibles. Ha decidido no hacer nada,
esperar a un consenso político que nunca
llegará o a que el destino se alíe con
el señor Tardá y entre ambos precipiten
los acontecimientos. Pero la
Constitución del 78, que todos estos
años ha servido, es cierto, como
instrumento de un régimen ciertamente
imperfecto (el juancarlista), del mismo
modo que los Principios del Movimiento
Nacional dieron cobertura durante
cuarenta años a la feroz dictadura que
lo precedió (y del que es heredero),
está muerta, empieza ya a oler y no le
va a servir para resolver los graves
problemas que como presidente del
Gobierno se puede usted encontrar en el
corto plazo.
Pues si un día de estos, el actual jefe
del Estado, con la consiguiente alegría
del diputado Tardá y, seamos sinceros,
de algunos millones de españoles,
amanece frío en su regio dormitorio y
hay que llevarlo con presteza y sobre un
armón de artillería a El Escorial, no
piense usted ni por un momento que el
pueblo español vaya a admitir otra
payasada institucional como la del 22 de
noviembre de 1975 en el Congreso de los
Diputados, con el Borbón (éste, no el
pobre Felipe V que hace muchos años que
está en los huesos) jurando las
consignas franquistas ante el falangista
Rodríguez de Valcárcel y cambiando
perjurio por corona. No, no lo crea, en
absoluto, porque puede llevarse un gran
disgusto. El año 1975 ha quedado atrás,
perdido ya en la historia profunda de
este país y si usted, apoyado ¡como no!
por el otro partido mayoritario, el PP
de Rajoy, piensa un solo segundo que la
escenita del Congreso puede repetirse,
esta vez con el porno/trabajador Felipe
de Asturias desempeñando el papel de
nuevo rey, y por ello maldita la prisa
que tiene en meterle mano a la ley de
leyes que parieron unos cuantos
políticos acomodaticios que en estos
momentos se caen de viejos, ya se lo
decía antes, la bomba de racimo
sociopolítico le puede estallar en las
manos a usted y a su amigo Rajoy. Y la
marimorena consiguiente: la madrileña,
la catalana, la valenciana, la
sevillana… etc, etc, puede hasta dejar
en mantillas a la “revolución
anarquista” que estos días arrasa Grecia
entera. Y es que la juventud está harta
y quiere cambios. Que ustedes los
políticos, encastrados en las poltronas
del poder, no parecen dispuestos a
conceder.
Todo esto que le
digo, señor presidente del Gobierno, no
es ninguna amenaza, ni un mal fario,
sólo prospectiva histórica. Y de la
buena.
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Amadeo Martínez Inglés
es Coronel.
Escritor. Historiador
¡En lucha por la III República!
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