Trasversales
Lois Valsa

Crisis económica y financiera: ¿cambio de paradigma?

Revista Trasversales número 15, verano 2009
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La dificultad no es tanto concebir nuevas ideas como saber librarse de las antiguas

Keynes


Como señalaba Enrique Gil Calvo, David Olson, continuador de McLuhan, propuso explicar el nacimiento de la ciencia moderna a partir de una metáfora inagural que identificaba la realidad con “el libro de la naturaleza” (Francis Bacon) “escrito en el lenguaje de las matemáticas” (Galileo). El programa científico se iba a dedicar, pues, a investigar el conocimiento a partir de dicha metáfora que encerraba un modelo científico, en el fondo literario, de continuidad lineal. Su paradigma era la teoría darvinista de la evolución de las especies que puede generalizarse para explicar las distintas esferas de la realidad social: la filosofía de la historia dominada por la idea del progreso, el poder político volcado en la busca del control social, la sociología glosando los procesos de racionalización y modernización, las vanguardias artísticas creadoras de diseños cada vez más innovadores y autónomos (E. Gil Calvo, Metáfora, metamorfosis, meteorología, El País, 28/8/08). Sin embargo, este programa científico-literario declina hoy porque ha cubierto con éxito todos sus objetivos y la metáfora del libro de la naturaleza ya se ha agotado. Por tanto tenemos que aprender a leer de nuevo el libro de la realidad sin los relatos lineales cuya forma canónica es el libro que tuvo su gran momento de expansión con la invención de la imprenta. Nuestro presente no se presta ya, pues, a ser leído con una lógica narrativa caracterizada por la continuidad lineal porque los relatos lineales ya no saben dar cuenta de la irrupción del caos y del absurdo que domina nuestro complejo mundo. Y entonces, vuelta al cuento narrado por un idiota lleno de ruido y de furia que carece de sentido del Rey Lear de Shakespeare, curiosamente de una generación anterior a Bacon y Galileo.

Para Ilya Prigogine (1917-2003), quien ha investigado los procesos dinámicos, complejos e irreversibles de la física y la química para tratar de establecer un nuevo diálogo entre el ser humano y la naturaleza...
...la ciencia actual nos hace descubrir un mundo infinitamente más rico, más inestable, pero también más peligroso que el de la ciencia clásica. Sus fundadores consideraron que las leyes de la naturaleza son tan globales como inmutables, que todo lo que existe, todo lo que se produce, puede explicarse con ayuda de esquemas homogéneos que responden al postulado de la racionalidad. Se creyó que los fenómenos de la naturaleza podrían ser comprendidos con ayuda de una reducción constante a unos elementos cada vez más pequeños, al menos como principio, y que los axiomas que se deducirían de ellos no sólo llenarían pronto el conjunto de las lagunas de la ciencia, sino que también -en condiciones iniciales dadas- tendrían una validez eterna. Con este planteamiento la ciencia clásica tuvo un éxito sin precedentes: existe una asombrosa convergencia entre sus hipótesis teóricas y sus respuestas experimentales. Pero ahora sabemos que la idea según la cual los problemas fundamentales de las ciencias de la naturaleza se podrían resolver con gran rapidez es una ilusión, y que suponer que el mundo se comporta como un autómata, respetando eternamente unas leyes matemáticas intrínsecas, más o menos simples, es una idealización. El determinismo y la reversibilidad no valen más que para los casos límites, cuando los sistemas físico-químicos se hallan en equilibrio; el resto del tiempo, la irreversibilidad y el indeterminismo parecen ser la norma (1).

Un mundo, pues, en el que el futuro ya no está contenido en el tiempo presente y en el que obligatoriamente tendremos que llegar a una concepción de la naturaleza ajena a la ciencia clásica, aplicable a disciplinas como la astrofísica, la física de las partículas elementales, la biología y la química con conceptos claves como evolución, diversificación e inestabilidad que nos hacen prestar atención a la complejidad creciente de lo vivo. Por ello Prigogine trata de revisar nuestra concepción de las leyes de la naturaleza  e integrar, en la ciencia tradicional, estos procesos evolutivos en las leyes fundamentales de la física con la ayuda de sus colaboradores y con procesos matemáticos perfeccionados. Así plantea, sin duda, un complejo y polémico cambio de paradigma de las ciencias de la naturaleza basado en la reversibilidad, y la flecha del tiempo como pilar de su edificio intelectual (el tiempo tiene un papel decisivo porque funciona como fuerza motriz tanto en el ámbito del microcosmos como del macrocosmos), en el que la riqueza del universo adquiera sentido. Todas las estructuras se dirigen hacia el futuro para alcanzar grados de una mayor complejidad que son el resultado de unas transformaciones y ramificaciones anteriores. En su teoría le da por ejemplo a Newton un papel ya limitado o reconoce que Einstein fundador de la cosmología moderna fracasó sin embargo en su intento de reunir todas las leyes de la física en una teoría del campo unificado, única y homogénea y se aferró a la idea de un cosmos esencialmente intemporal, un error a la luz de la teoría unánimemente reconocida del Big Bang que bosqueja un universo en expansión dependiente del tiempo. Pero el intento de Einstein se refleja hoy en las concepciones de científicos como Feynman o Hawking para quienes la naturaleza es muy simple y puede describirse mediante unas pocas leyes de la mecánica clásica y de la mecánica cuántica casi con una fórmula universal. Desde su punto de vista estas teorías serían restos de una ciencia del Ser que ya no funciona frente a la monstruosa diversidad de la naturaleza. De esta manera nos adentramos en un cambio de paradigma de la filosofía y la antropología, ya que si la metafísica occidental estaba centrada en el Ser hoy se ha pasado de la ontología del Ser, sustancia estática, a una ontología del Devenir que se abre a gran número de posibilidades porque el espíritu creativo que crea novedad se asemeja en eso a la naturaleza que crea novedad sin cesar. En lugar de dirigirnos a un destino fijado de antemano, como quería la ciencia clásica, la naturaleza muestra ser extremadamente innovadora: la energía original no puede realizarse totalmente más que en un número infinito de universos (recupera a tal fin la filosofía de su admirado Giordano Bruno). Vuelta, pues, según Ilya Prigogine, al “Libro de la mil y una noches” en el que la ciencia del Devenir es más bien una ciencia del relato, una historia cosmológica dentro de la cual se desarrolla la historia de la materia, que a su vez contiene la historia de la vida, de donde se deriva finalmente la historia del ser humano. Una ciencia del Devenir que pasa de una perspectiva antropocéntrica a un cosmocentrismo que trata de integrar ciencia y religión, logos y mito. El mundo es una estructura compleja en la que coexisten la belleza y el terror, como condición humana más trágica que nunca, que nos exigirá nuevas soluciones.

Sin embargo, no sólo la física y la química como hemos visto, y la antropología y la filosofía, se sienten impotentes para explicar la complejidad de un mundo que ya no sigue las reglas de los modelos clásicos de Bacon, Descartes, Galileo, Newton y sucesores, sino también las ciencias sociales, incluida la historia, ya que su lógica narrativa de continuidad lineal se encuentra frente al acontecimiento imprevisible que destruye precisamente la continuidad narrativa arruinando para siempre su sentido último. Las ciencias sociales se sienten, pues, muy limitadas ante el cambio catastrófico y no pueden llegar a predecir el futuro. La historia se debate, como señalaba Gil Calvo, entre hacer meras crónicas y la falaz invención de leyes históricas. La ciencia política a su vez no sabe cómo responder ante acontecimientos como el 11S o sobre el significado de Guantánamo y las cárceles de la CIA que refuerzan la tesis de Agamben del estado de excepción, el sinsentido del campo de concentración, como “nomos” de la política moderna: “la matriz oculta y el nomos del espacio político en el que aún vivimos”. La sociología, por su parte, ha desarrollado metáforas como la de “sociedad-riesgo” de U. Beck fundada en la paradoja de las crisis crónicas. Z. Bauman ha propuesto la metáfora de la “sociedad líquida” como modernidad líquida que parte del punto de vista marxiano de que “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Manuel Castells, como oposición a la narrativa de la continuidad lineal de la “sociedad libro”, ha propuesto la metáfora de la “sociedad-red”, que se basa en la interconexión multilateral de Internet. Además, el cambio climático, debido en gran parte al desprecio de la sociedad por el medio, nos plantea hoy muchas incertidumbres ya que enmarca y acentúa los problemas de la “sociedad-riesgo”. Continuamente se muestran ejemplos de prósperas civilizaciones antiguas que se hundieron (sumeria, vikinga, maya, isla de Pascua, Argar), y, al respecto, no está de más leer Colapso ¿Por qué unas sociedades perduran y otras no? del geógrafo Jared Diamond en el que se acaba señalando que la última palabra la tiene la organización social y su flexibilidad.

La biología, ciencia paradigmática por excelencia, también ha entrado en una crisis de paradigma ya que, al mismo tiempo que se celebran las efemérides (dos siglos de su nacimiento y ciento cincuenta años de la publicación de su obra cumbre, “El Origen de las especies”) de Darwin, quien supuso para la biología lo que Newton para la física, ya no se sostiene su paradigma de continuidad lineal refutado, entre otros, por el “modelo de especiación discontinua, aleatorio y catastrófico” de Stephen J. Gould (1941-2002) quien defiende que “la historia natural no conoce el progreso”. Gould, a la pregunta de si “la evolución produce, en total, más complejidad, pero no continuidad lineal”, responde, “exacto” (1). Y con respecto a la teoría darvinista de la selección y a la pregunta de si “¿tampoco contiene ningún elemento del tipo que sea que permita por lo menos suponer que existe un progreso permanente?”, responde:
No; se basa exclusivamente en el mecanismo de adaptación al medio natural…Darwin lo expresó con claridad.. No hables jamás de organismos superiores o inferiores, no hay más que adaptación a los lugares. Yo creo que el concepto de Darwin, el de una evolución a través de la diversificación, sin progreso, nunca ha sido verdaderamente tenido en cuenta por la cultura en general, porque la gente quiere a toda costa ver un progreso en la evolución…. Pero entre los biólogos, hasta hoy, la opinión doctrinal es que la evolución no es más que la adaptación al lugar.

Por último, Gould prefiere hablar de “transformación cultural” más que de “evolución cultural”. Aclara que no le gusta la expresión ‘evolución cultural’ porque...
... las analogías entre la transformación cultural y la evolución biológica son mucho menos importantes que las diferencias que las separan. Estaríamos equivocados si quisiéramos asociar el proceso cultural al proceso natural, en el sentido en que lo entendía Darwin. Así pues, cuando se busca un equivalente biológico de la transformación cultural habría que hablar más de contagio que de evolución… El proceso de la evolución avanza con demasiada lentitud para poder influir de nuevo en una mutación cultural rápida de este tipo: al fin y al cabo, el cerebro y el cuerpo del ser humano han permanecido totalmente idénticos durante los últimos cincuenta mil años.

Todo lo anterior nos lleva a la Economía en la que se plantean parecidos problemas a los de otras ciencias, especialmente en estos momentos de crisis económica y financiera del mundo globalizado, o, como la denomina Stiglitz, “recesión mundial sincrónica”. En la crisis actual se pone de manifiesto una y otra vez la volatibilidad de los mercados con imprevisible oscilación circular en espirales alcistas o bajistas, que impide predecir el curso futuro de la economía real. Multitud de “expertos” (“los brujos de la tribu”) están debatiendo sobre el tema (¿reformar el modelo o cambiar el modelo?), y algunos recurren a los ciclos económicos para intentar predecir lo que va a pasar. Pero lo único que está cada vez más claro es que nadie sabe realmente lo que va a suceder. Ni siquiera el presidente del Banco Mundial: Nadie lo sabe con seguridad. Hay un elevado grado de incertidumbre, de riesgo…Nadie sabe con certeza lo que va a suceder y lo mejor es estar preparado para cualquier imprevisto (Robert Zoellick, El País, 24/5/09). ¡Ni los gestores del capitalismo se fían de él! Ni siquiera los que se han forrado como los todopoderosos millonarios Warren Buffet o Soros, y mucho menos los que nos han hundido en la crisis y que ahora la intentan pilotar para seguir con sus sueldos millonarios como antes. Los economistas, como sacerdotes del ritual del caos, sigen discutiendo sobre el origen de una crisis, y de sus posibles salidas, en la que los políticos van a remolque de los poderes financieros, sin llegar más que a aproximaciones titubeantes y cortoplacistas muy limitadas. Algunos empiezan a ver “brotes verdes” y “la salida al final del túnel”. Muchos venden ilusiones, esperanzas, como hasta hace poco se vendían productos financieros de alto riesgo. En la “sociedad líquida” todo ha pasado a ser volátil y todo se disuelve en el aire como humo. El humo que ha generado el capitalismo de ficción de tanto darle vueltas a la ruleta del casino global. Pocos, por el contrario, son los que se muestran más cautos, concretamente Paul Krugman, quien señalaba que EEUU se metió en esta crisis con una deuda hipotecaria que, expresada como porcentaje de los ingresos, era la más alta desde los años treinta. Al tiempo, piensa que estabilizar la economía no es suficiente, menos privatizando beneficios y socializando pérdidas, necesitamos una recuperación real ya que es casi seguro que la tasa de paro va a seguir aumentando. Concluye señalando, aunque ya lleva hace tiempo advirtiendo de la posibilidad de que si no se lleva a cabo una reforma seria del sistema financiero, la crisis actual no será algo puntual, sino el patrón que seguirán los acontecimientos venideros con el peligro de que Estados Unidos se convierta en Japón (y tengamos que enfrentarnos a años de deflación y estancamiento) parece, como mínimo que está aumentando. (El País Negocios, 19/4/09 y 10/5/09).

Por su parte, el prudente Stiglitz, frente a los optimistas “brotes verdes” de la recuperación de la crisis financiera y de la recesión, señala que esta recesión es compleja:una crisis económica combinada con una crisis financiera. Antes de que se iniciara los endeudados consumidores estadounidenses eran el motor de crecimiento mundial. Ese modelo se ha roto y tardará en ser sustituido porque aunque se pudiese sanear los bancos estadounidenses, la riqueza de las familias está por los suelos porque los estadounidenses se endeudaban y consumían dando por hecho que el precio de sus viviendas subiría eternamente.. En lugar de recapitalizarse, quizá con ayuda estatal, los bancos prefieren responder a la japonesa: capear el temporal. Por ello Stiglitz habla de bancos zombis, muertos pero que todavía caminan entre los vivos que usan una contabilidad peligrosa con trucos contables (esto lo ha señalado también Krugman). En esta situación también el Gobierno está por capear el temporal. Concluye: la economía se mantendrá débil y una economía débil significa también, con toda probabilidad, más pérdidas bancarias. El arreglo estadounidense es caro e injusto porque recompensa a los mismos que favorecieron la crisis. Toda recesión llega a su fin pero la cuestión es cuánto durará y qué profundidades tendrá ésta (La primavera de los zombis, El País Negocios, 7/5/09). El presidente del Banco Mundial ve también el riesgo de una crisis social: Lo que empezó como una gran crisis financiera y se convirtió en una profunda crisis económica, ahora está derivando en una gran crisis del desempleo y, si no tomamos medidas, hay riesgo de que llegue a ser una grave crisis humana y social, con implicaciones políticas muy importantes. La recesión se agudiza pues: El colapso del consumo y la industria agrava la crisis (Público, 21/05/2009), Joaquín Estefanía, piensa que más allá de analizar las causas profundas de esta intranquilizante cartografía, los representantes de los ciudadanos deben empeñarse en evitar las dos manifestaciones más urgentes de la crisis: que la actual Gran Recesión devenga en una depresión más profunda y duradera, y que las dificultades económicas no muten hacia una crisis social y luego hacia una crisis política como la que, con todas las diferencias, se extendió en el continente entre los años 1931 y 1939 (Te puede pasar a ti, El País, 18/05/2009). ¡Y después vino la Segunda Guerra Mundial! Vicente Verdú defiende en su último libro (El capitalismo funeral) que ya estamos en la Gran Guerra de este siglo cuyas víctimas serán civiles.

Por otra parte, Harold James, profesor de historia y relaciones internacionales, nos recordaba, contribuyendo así al debate sobre la comparación de esta crisis con la del 29 como espejo en el que se mira ésta, que
...en la Gran Depresión se manifestaron dos patologías totalmente distintas, cada una necesitada de un diagnóstico y una cura diferente. La primera patología fue el desplome de la Bolsa de Valores de EEUU en octubre de 1929 después de una enorme euforia en el alza del precio de las acciones. Pero hubo una segunda patología de la que se habla menos que fue decisiva para convertir una recesión grave en la Gran Depresión: los pánicos bancarios que se dieron en el verano de 1931 en Europa Central y que propagaron un contagio financiero a Inglaterra, después a EEUU y a Francia y, finalmente, a todo el mundo. (La analogía de la Gran Depresión, El País Negocios, 10/05/2009).

Por ejemplo, según James, la quiebra, en septiembre de 2008, de Lehman Brothers fue un acontecimiento del tipo de lo sucedido en 1931 y que recuerda mucho al mundo de la economía de la depresión cuyo colapso nadie ha podido explicar racionalmente. Algunos llegaron a la conclusión de que los mercados son irracionales al tiempo que otros intentaron elaborar modelos de predicción (keynesianos y monetaristas) pero no había y no hay soluciones macroeconómicas claras para las dificultades financieras. Algunos otros, como Larry Summers, el pensador de Obama en temas económicos, han tratado de restar importancia al papel de la inestabilidad del sector financiero como causa de las depresiones. Los bancos austriacos y alemanes no eran economías aisladas sino que habían construido sus economías con dinero prestado, principalmente por EEUU en la segunda mitad de la década de 1920. Esa dependencia es por tanto análoga a la forma en que el dinero de las economías emergentes, principalmente de Asia fluyó a EEUU en la década del 2000 en relación sobre todo con el aparente milagro económico de China y su disposición a hacer préstamos. Los colapsos de 1931 y de septiembre de 2008 han sacudido la confianza del prestamista internacional: EEUU, entonces, y ahora China. Concluye H. James: ambas lecciones -sobre la lentitud y el dolor de la reconstrucción bancaria y sobre la dependencia de un proveedor externo de capital- son difíciles de digerir. Durante largo tiempo fue mucho más fácil recitar el mantra tranquilizador de que la comunidad mundial había aprendido colectivamente a evitar un colapso como el de 1929 y que los bancos centrales lo habían demostrado claramente en 1987 y 2001. ¡Precisamente sobre la burbuja financiera de 2001 ocultada por el 11S hablaba J.M.Naredo! Yo lo citaba en el número anterior de Trasversales. Finalmente, según James, las propuestas de política simples pregonadas por los funcionarios no pueden evitar un largo periodo de ajustes económicos difíciles. Y, lo que es peor, terriblemente injusto para muchos millones de personas desfavorecidas con muertes y hambre sobre todo por la especulación financiera que se traslada a los alimentos (Un crimen contra la humanidad, Jean Ziegler)

Al tiempo, en relación con la respuesta a esta situación injusta y a la aguda crisis social, U. Beck señala una nueva situación: ¿Es ésta una situación (pre)revolucionaria? “Absolutamente”, afirma Beck, “aunque carece de sujeto revolucionario” (La revuelta de las desigualdades, El País, 04/05/2009). Esto sería debido a que a millones de pobres ya ni les alcanza para vivir y está produciendo revueltas en distintos lugares del mundo: “y probablemente esto sólo acaba de empezar”. En el contexto del desmoronamiento de las finanzas mundiales se ha producido en la esfera más alta del poder un acoplamiento perverso entre gestión ruinosa e indemnizaciones millonarias. Todo legal pero no legítimo. (Un ejemplo nuestro: La remuneración de los administradores y altos ejecutivos creció un 4,5% en 2008, El País Negocios, 24/05/2009). Beck, después de preguntarse sobre la causa de que este orden global de desigualdades mundiales se mostrara a pesar de todo como legítimo y estable durante ciento cincuenta años, señala que la revuelta contra las desigualdades realmente existentes se alimenta de tres fuentes: el desacoplamiento entre rendimiento y ganancia, de la contradicción entre legalidad y legitimidad y de las expectativas mundiales de igualdad. A esto falta añadir: el poder está en manos de los banqueros, de los grandes financieros y de los grandes propietarios que guardan su dinero a buen recaudo en los paraisos fiscales (¿Para cuándo al menos la Tasa Tobin?); y falta añadir también la complicidad de los Gobiernos y de los Bancos Centrales y de los grandes Organismos Internacionales. O como resume Juan Torres López: los primeros se lo quieren llevar todo, los segundos los dejan hacer y una inmensa mayoría de la gente guarda silencio mientras tanto. Esta es la crisis, la del robo, la de la complicidad y la de la sumisión y el silencio (La crisis financiera. Guía para entenderla y explicarla, ATTAC, 2009).

Visto este panorama, ¿no ha llegado el momento de hablar de cambio de paradigma en Economía, en la ciencia económica? Estamos inmersos en una situación catastrófica que tiene mucho que ver con un modelo económico que ha provocado una crisis social sin precedentes y ha esquilmado el planeta: una crisis de un sistema social y económico, de una civilización, de una humanidad que se ha pervertido a sí misma. Crisis moral, pues, no sólo económica. Su modelo único y dominante, el Capitalismo, al menos desde el Mercado Autorregulador (Polanyi), y, sobre todo, en su última forma salvajemente financiera (hasta hace poco de “amiguetes” y, ahora, “carroñero”), nos ha conducido a un callejón sin salida con pobreza extrema en muchos lugares del planeta y un cambio climático de tal envergadura que pone en peligro la misma subsistencia humana. Por lo tanto lo que sí nos debería quedar claro es que el planeta necesita que cambiemos de modelo de vida (Serge Latouche, El País, 30/03/2009), y que quizá una posible salida al callejón sin salida del Progreso y del Crecimiento continuos sea una revolución mental sin precedentes, la del Decrecimiento que no tiene nada que ver con la Recesión. Porque la lógica narrativa de continuidad lineal, la que encierra el Progreso, ya no nos sirve tampoco frente a las oscilaciones continuas e imprevisibles del sistema financiero, y del cambio climático. Por ello una crítica radical del “cada vez más” que genera no crisis aisladas sino un problema estructural “sistémico” que se manifiesta en continuas y repetidas crisis económicas (cada vez más en cantidad, más duraderas y en más y diferentes países en una dinámica global). El decrecimiento supone que debemos “desacostumbrarnos” a nuestra adicción al crecimiento, descolonizar nuestro imaginario de la ideología productivista, que está desconectada del progreso humano y social. El proyecto de decrecimiento pasa por un cambio de paradigma, de criterios, por una profunda modificación de las instituciones, un mejor reparto de la riqueza. (Nicolas Ridoux, Por una vida más frugal, 21/03/2009). ¿Seremos capaces, pues, de resistirnos y luchar, y de dejar de ser cómplices y agentes patológicos? (Christian Marazzi, No capitalismo en sí sino capitalismo en mí, El sitio de los calcetines, Público 23/5/09, Akal, 2003) de un sistema económico injusto cuya alternativa es claramente Ecológica y social, humana en una palabra, en el que la Ecología englobe la Economía, y la Sociedad recupere el papel fundamental que nunca debió perder, y en la que el cuerpo, el lenguaje, y el otro sean restituidos al tiempo de vida frente al hiperproductivismo capitalista. En este sentido, el decrecimiento pasa necesariamente también por una restitución de la riqueza, a través de algo que ya se empieza a debatir abiertamente como la Renta Básica de Ciudadanía (RB). Es posible financiar la implantación de una renta básica de ciudadanía para toda la población con la que los sectores de la población con rentas más bajas saldrían ganando claramente respecto a la situación actual (Daniel Raventós, Un mínimo para sobrevivir en tiempos de crisis, El País, 7/5/09).

NOTAS
(1) Entrevista a Ilya Prigogine en El Libro de los saberes. Conversaciones con los grandes intelectuales de nuestro tiempo y entrevista a Stephen Jay Gould, Constantin von Barloewen. Gala Naoumova, traducción del francés de Carmen Condor, Editorial Siruela y Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2008, páginas 415-416. La idea de este libro magnífica y primorosamente editado, que, según cuenta su autor en el prólogo, nació en medio del silencio y la interioridad soñadora de Tánger. Su objetivo era reunir entrevistas a figuras intelectuales del mundo cuya enorme influencia ha marcado profundamente el siglo XX.
 

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