Trasversales
Anders Ramsay

¿Marx? ¿Qué Marx?

Revista Trasversales número 19 verano 2010

Versión original en sueco (Fronesis)

Versión en inglés (Eurozine)

Traducido al castellano por Trasversales, con autorización del autor

(c) Anders Ramsay, profesor de Sociología en la Universidad de Örebro, Suecia.

Ahora que el marxismo está muerto y enterrado, podemos leer a Marx de nuevo. Anders Ramsay nos dice que para ello hay que corregir anteriores interpretaciones de Marx. En particular, hay que corregir aquella que considera al dinero y al crédito como fenómenos superficiales, basándose en una visión naturalista, presente en Marx, por la que el valor es entendido como algo inherente a una mercancía. Esta rama del marxismo pasa por alto el papel jugado actualmente por el crédito en la reproducción del capital.



Como cada vez está más claro que el capitalismo globalizado no puede generar bienestar público para todas las personas, la izquierda está poniendo de nuevo sobre la mesa la crítica del capitalismo. De forma bastante inevitable, ha vuelto a mentar las obras de Marx, o al menos su nombre, tras décadas en las que ha estado centrada en una agenda liberal de derechos civiles, caracterizada sobre todo por casos específicos y políticas identitarias. No ha disminuido el valor retórico de la invocación a la crítica del capitalismo hecha por Marx, pese a que durante la mayor parte del siglo XX se le asoció con un sistema de pensamiento estéril y dogmático al servicio de dictaduras de partido y del Estado. Hoy día, es frecuente oír que, ahora que aquel marxismo está muerto y enterrado, estamos en condiciones adecuadas para leer lo que Marx realmente dijo con nuevos ojos, no afectados por las distorsiones sufridas por muchas de sus tesis. Se dice que ahora Marx puede ser liberado de la camisa de fuerza del marxismo (es decir, del marxismo-leninismo) y de los marxistas, lo que nos permite leer a Marx como a cualquier otro científico social o filósofo.

La pregunta a plantearse entonces es cómo leemos a Marx. Hoy, en el ámbito de las ciencias sociales, se habla de diversas obras en la que se utilizan o critican conceptos de Marx, entre ellas Espectros de Marx, de Jacques Derrida (este libro, como mínimo, tiene el mérito de haber legitimado de nuevo escribir sobre Marx), los dos libros de Antonio Negri y Michael Hardt Imperio y Multitud, la trilogía de Manuel Castells sobre la emergencia de una sociedad de red y, en Suecia, el libro När kapitalet tar till vapen (Cuando el capital se alzó en armas) del periodista Andreas Malm (1).

Sin embargo, una revisión rápida de estos trabajos, que han alcanzado distintos grados de influencia, revela que hay mucho que decir sobre las diferentes formas de entender a Marx reflejadas en ellos. Para decirlo de una forma sencilla, no están actualizados. Las investigaciones en torno a Marx que se están realizando proporcionan perspectivas que van mucho más allá de las interpretaciones dominantes de la obra de Marx y también de las que se expresan en esos libros. Esto afecta especialmente a los textos que de forma explícita se refieren a la crítica de la economía política hecha por Marx (esto es, a El Capital y otros textos relacionados con él). Los autores citados pueden criticar a Marx (Castells), deconstruirle (Derrida), elogiarle (Hardt y Negri, aunque esto parezca no tener ninguna influencia sobre su propio análisis) o afirmar que se proponen desarrollar e impulsar la teoría marxista (Malm), pero todos ellos, sin excepción, adhieren básicamente a una interpretación tradicional de Marx. Asimismo, muchas corrientes de la izquierda parecen contentarse con hacer un simple guiño al "marxismo" tal y como es entendido convencionalmente, sin ir más allá de la idea de una conspiración neoliberal del capitalismo financiero contra el Estado de bienestar (ideas que difícilmente pueden ser consideradas marxistas). Resulta chocante que la comprensión de las obras de Marx por la corriente dominante en el ámbito de las ciencias sociales críticas y el propio debate en el seno de la izquierda esté muy por debajo de la que había hace dos o tres décadas, cuando la recepción de Marx en el mundo académico era más intensa que nunca. Es evidente que necesitamos recuperar algo que hemos perdido.

La obra de Marx y la historia de su acogida

La historia de la recepción y la interpretación de los trabajos de Marx es verdaderamente compleja y ha pasado por muy diferentes momentos, pudiéndose distinguir claramente cuatro fases.

En la primera fase, debida en gran parte a las popularizaciones de Friedrich Engels y Karl Kautsky, se creó creado el marxismo -o una imagen de la obra de Marx- en el seno del movimiento obrero internacional (II Internacional). En aquel tiempo se consideraba que los escritos de Marx y Engels representaban un sistema totalmente coherente. Se decía que los elementos principales de ese sistema fueron creados durante la segunda mitad de los años 1840, cuando Marx y Engels desarrollaron en común la noción de "materialismo histórico". Sin embargo, en los escritos económicos de Marx de aquel periodo, como por ejemplo La miseria de la filosofía, la economía política aún no había alcanzado la elaboración crítica que tendría lugar a partir de 1850. Así, la posición de Marx en ese momento coincidía en muchos aspectos con la de Smith y, más aún, con la de Ricardo.

Este cuerpo teórico fue calificado de marxismo ortodoxo. También podría hablarse de esa posición como engelsianismo, dada la fuerte influencia que el propio proyecto filosófico de Engels tuvo sobre ella y la influencia de Engels en la edición de los escritos de Marx (2). El marxismo de la II Internacional se caracterizó como una visión del mundo comprensiva, a la que Michael Heinrich denomina Weltanschauungsmarxismus (3). La teoría de Marx fue considerada sinónima del materialismo histórico, una teoría general de los diferentes modos de producción y del proceso por el cual se suceden unos a otros a lo largo de la historia siguiendo una evidente necesidad. El Capital fue interpretado como la aplicación de esa teoría de la historia a una era particular, la del modo capitalista de producción. Una opinión entonces muy extendida y sostenida dentro del movimiento obrero por Kautsky y otros teóricos, consistía en que Marx solamente había analizado una fase del modo capitalista de producción, caracterizada por la libre competencia para obtener la tasa de ganancia media. Según esta interpretación, esa fase particular del capitalismo fue precedida por un modo de producción basado en la denominada producción simple de mercancías, en la que los productores de éstas intercambiaban los productos de su trabajo de forma acorde a su valor real, correspondiente al trabajo gastado en su producción. Se supone que Marx analizó esto en los primeros capítulos de El Capital (4).

Es cierto que dentro de la II Internacional hubo opositores a esa concepción, como Rosa Luxemburg, Antonio Gramsci y Anton Pannekoek, que mantuvieron decididas objeciones al determinismo de la teoría de la historia. Poco a poco fueron surgiendo dos influyentes e importantes prolongaciones del marxismo ortodoxo: la socialdemocracia y la interpretación marxista-leninista del marxismo. Esta última, como ideología de Estado y de partido, generaría una imagen dominante del marxismo (en singular) representada en una visión del mundo omnicomprensiva y guiada por el determinismo económico. En reacción a este marxismo monolítico surgieron varias corrientes y escuelas. A estos marxismos (en plural) se les denominó "marxismo occidental".

Durante una segunda fase, surgió un Marx menos "economicista". La publicación de los escritos del joven Marx, especialmente los Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844, mostró un Marx diferente, menos preocupado por la tecnología y menos determinista (5). Se hizo posible criticar "a Marx a través de Marx", una crítica que tuvo particular importancia en los sistemas de socialismo de Estado en Europa del Este. Sin embargo, este marxismo humanista (en sus diversas formas) pronto decayó y se diluyó. La teoría de la alienación se convirtió en una propiedad pública (utilizada hasta por teólogos) y la crítica de la economía política pronto fue ensombrecida por el Marx existencialista y humanista.

Se puede hablar de una tercera fase surgida en los años 1960, cuando nuevos lectores del Marx tardío empezaron a sacar a la luz aquellas partes de los trabajos de Marx, en particular la crítica de la economía política, que no habían sido bien entendidas en interpretaciones anteriores. Algunos importantes impulsos surgieron del trabajo del filósofo francés Louis Althusser, que acentuó la ruptura entre el joven Marx y el Marx posterior, descubrimiento que Althusser no fue el primero en hacer, pues la existencia de tal ruptura ya era constitutiva de algún marxismo humanista (6). Más importante a la larga fue el acceso a obras adicionales de Marx, antes no disponibles o no tenidas en cuenta (muy ignoradas por la escuela althusseriana), como los Grundrisse, los "Resultados del proceso inmediato de producción", las Teorías del plusvalor y el análisis de la mercancía hecho en la primera edición de El Capital. La teoría de Marx tal y como se presenta en El Capital apareció entonces como algo bastante diferente a lo que hasta el momento se había pensado (7). Además, su relación con el resto de los escritos de Marx, incluyendo sus opiniones sobre la teoría de la historia o la perspectiva antropológica en los escritos del joven Marx, se manifestó como bastante más compleja que lo que había pensado el marxismo tradicional (8).

En los años 1990, tras el derrumbamiento de la Unión Soviética, la investigación sobre Marx entró en otra fase, a la que considero la cuarta. De nuevo, esto estuvo relacionado con el acceso a textos adicionales antes no disponibles. Tuvieron particular importancia los manuscritos de investigaciones similares a los Grundrisse escritos por Marx durante los años 1860, los manuscritos originales para el segundo o el tercer volumen de El Capital y las notas ligadas a nuevas ediciones. Además, la edición y salida a la luz de obras de Marx para la nueva edición de MEGA ya no quedó exclusivamente en manos de instituciones controladas por los partidos comunistas. Por consiguiente, se hizo posible resaltar y discutir principios de edición y asuntos filológicos de una manera completamente nueva.

Para caracterizar esta fase más reciente, se podría decir que es menos distante de la fase inmediatamente precedente, mientras que las anteriores transiciones fueron más radicales y abruptas. Un defecto de las interpretaciones de los años 1960 y 1970 fue, sin embargo, que estuvieron orientadas por la ilusión de que para descubrir al auténtico Marx bastaría simplemente con echar a la basura las inmundicias dejadas por el marxismo de Estado y de partido. De todos modos, en esta cuarta fase se encuentra una mayor sensibilidad hermenéutica y filológica frente a las contradicciones e insuficiencias de los textos de Marx (sensibilidad iniciada, en gran parte, por los trabajos de Backhaus). Quizá a eso se deba que ahora, y sólo ahora, pueda acogerse a Marx de una manera realmente científica, no "más allá de Marx" (Negri), sino más allá del marxismo (9).

Un trabajo de importancia central en la fase actual es el del politólogo y matemático Michael Heinrich, cuya tesis doctoral, Die Wissenschaft vom Wert (La ciencia del valor) fue escrito en los años 1980, cuando el interés por Marx estaba bajo mínimos. Publicada en 1991, hubo una nueva y corregida edición en 1999. Desde entonces, Heinrich ha desarrollado los argumentos adelantados en su tesis a lo largo de una serie de artículos, textos introductorios y conferencias. En 2004, Heinrich publicó Kritik der politischen Ökonomie. Eine Einführung (Crítica de la economía política. Una introducción, 2008, ed. Escolar y Mayo), introducción a los tres volúmenes de El Capital. Este libro, muy elogiado y leído, del que ya hay siete ediciones, ha sido seguido recientemente por otro, Wie das Marxsche Kapital Lesen? Hinweise zur Lektüre ind Kommentar zum Anfang von "Das Kapital" (Cómo leer El Capital de Marx. Sugerencias de lectura y comentarios sobre el inicio de El Capital), que sólo aborda los difíciles capítulos iniciales de El Capital (10).

La obra de Heinrich se caracteriza por un conocimiento sumamente cuidadoso y textual tanto de las partes mejor conocidas de las obras de Marx como de las que resultan de más difícil comprensión, y también de las investigaciones de terceros y de los debates que han tenido lugar en torno a la crítica de la economía política hecha por Marx. Heinrich interpreta la teoría del valor de Marx como una teoría monetaria del valor y presta atención a la frecuentemente ignorada teoría del dinero de Marx. Sostiene también que la crítica de la economía política hecha por Marx puede leerse como un intento incompleto de realizar una revolución científica contra la economía política clásica, dando así nacimiento a algunas ambivalencias en los textos de Marx.

La interpretación de Heinrich ha sido discutida y criticada desde muchos puntos de vista; él se ha implicado activamente en muchos debates con representantes de diferentes corrientes del marxismo alemán. El debate de mayor alcance ha tenido lugar en el periódico Das Argument, siendo su contraparte el renombrado "pontífice marxista" de Berlín, Wolfgang Fritz Haug, que hace una interpretación más tradicional de Marx. Heinrich también ha debatido con los miembros de la denominada escuela crítica del valor (Wertkritik), específicamente alemana y que tiene una orientación postmarxista ejemplificada en los periodistas asociados a las revistas Krisis y Streifzüge, así como en los miembros del grupo que gira en torno al periódico Grundrisse en Viena, orientado hacia tendencias operarias (11).

El trabajo de Heinrich, sin embargo, no se ha limitado a la filología o a la crítica interna de diferentes teorías. Por el contrario, se centró en la investigación de la utilidad que la incompleta teoría de Marx pueda tener para el análisis del capitalismo globalizado contemporáneo. La mayor parte de las actuales críticas hechas al capitalismo desde la izquierda y, en no menor medida, por las distintas fracciones del movimiento antiglobalización, resaltan el significado de los nuevos mercados financieros globales a disposición del capital dinerario y financiero. Esa crítica se limita a oponerse al "capitalismo de casino" (12) y con frecuencia, de forma implícita o explícita, llega a posicionarse favorablemente ante un capital productivo supuestamente "bueno", como si éste fuese algo opuesto a un capitalismo parasitario y especulativo. En la política concreta, esta tendencia se refleja en propuestas neoproudhonistas como las "tasas Robin Hood" sobre el capital financiero (13). Se tiende a referirse de forma casi ritual al hecho de que el plusvalor surge de la producción y, así, considerar al dinero y al crédito como fenómenos superficiales carentes de interés. Heinrich rechaza este reduccionismo y el simplista concepto de "capitalismo de casino" que a menudo le acompaña, aunque acentúa el radical cambio del significado asignado al dinero, al crédito y a los mercados financieros. Heinrich entiende el capital como una unidad de producción y circulación, por lo que no se trata de sustituir una teoría de la producción por una teoría de circulación (14). La teoría monetaria del valor, tal y como la concibe a lo largo de su obra, se apoya en gran parte sobre una elaboración de la teoría monetaria de Marx, con frecuencia mal entendida, y sobre su noción, no totalmente desarrollada, del crédito como lubricante constitutivo de la reproducción total de capital.

¿Naturaleza o sociedad?

Me gustaría acentuar aquí un aspecto más del trabajo de Heinrich, de central importancia y que, en mi opinión, representa su más original contribución a una nueva lectura de Marx (15). Un factor básico en la interpretación de la teoría del valor de Marx ha girado en torno a la pregunta de si el valor debe entenderse de modo naturalista, esto es, como si representase una sustancia inherente a la mercancía en sí misma, o si, por el contrario, debe entenderse como entidad social. El propio Marx es ambivalente en este aspecto, lo que sirve para subrayar uno de los argumentos centrales de Heinrich, según el cual Marx no habría saldado todas las cuentas con el paradigma de la economía política clásica. Intentaré demostrar que esta discusión también puede vincular a Marx con la ciencia social contemporánea.

Al leer obras de los fundadores de las ciencias sociales en el siglo XIX, con frecuencia sorprende descubrir en ellas un rasgo que los científicos sociales más contemporáneos probablemente considerarán raro y obsoleto, y que los modernos lectores bien pueden ignorar o considerarle como un detalle sin importancia. En grados diversos, en los textos clásicos típicos de aquel siglo se expresa un punto de vista según el cual las florecientes ciencias naturales aportaban un modelo para el trabajo científico en general, un punto de vista del que las ciencias sociales y humanistas sólo fueron capaces de liberarse mucho más tarde. En cualquier caso, se encuentra una tendencia a comparar las condiciones sociales con las condiciones de la naturaleza, a menudo reduciendo aquellas a éstas o, al menos, trazando paralelismos que han tenido implicaciones epistemológicas y metodológicas de gran alcance. Por ejemplo, Émile Durkheim, al hablar de la metodología sociológica, no tiene ninguna reserva a la hora de hacer referencias directas a la biología (16). Durkheim está claramente más preocupado por la delimitación entre hechos sociales y hechos psicológicos (y entre sociología y psicología) que con la demarcación entre las nuevas ciencias sociales que estaban desarrollándose y la biología, en la que veía un ideal (17). Su sucesor funcionalista, Talcott Parsons, dejó que esa tendencia se impusiese totalmente cuando hizo de las condiciones de supervivencia de un organismo biológico un modelo para la propia sociedad. Max Weber no se abstuvo de hacer una cortés reverencia a la "herencia biológica", ni de considerar que "la neurología y la psicología comparativas" eran "prometedoras" (18). Estos escritores son considerados hoy, con justicia, como descubridores de la sociedad como objeto de estudio por sí mismo; también se les considera como los fundadores del específico carácter teórico y metodológico de las ciencias sociales. Dicho esto, también es cierto que pasajes como los citados crean una extraña ambivalencia y una tensión en sus textos, lo que nos indica que aún no se habían liberado completamente de una orientación derivada de un prototipo propio de las ciencias naturales ni de pensar la sociedad siguiendo líneas "naturalistas".

Similares tendencias naturalistas se encuentran también en las obras del tercer fundador de las ciencias sociales, Karl Marx, y de Friedrich Engels, que colaboró con él durante toda su vida. Como ha advertido Sven-Eric Liedman, que ha llevado a cabo un estudio exhaustivo de la presencia de la perspectiva científico-natural dentro de sus obras, los intelectuales contemporáneos de Marx y Engels no son tanto Adam Smith o G.W.F. Hegel (a quienes V.I. Lenin señaló como dos de las tres fuentes principales del marxismo), sino Herbert Spencer, John Stuart Mill, Hermann von Helmholz y Charles Darwin, que mantuvieron una posición típica de su tiempo de carácter científico-natural o, al menos, así orientada (19). Aunque la influencia de las ciencias naturales sea más evidente en los posteriores intentos de Engels de desarrollar un sistema filosófico, tal influencia no es ajena a Marx, que colocó su sello sobre el marxismo como una Weltanschauung y sobre su determinismo histórico orientado por una supuesta ley natural (20). Esta tendencia que trata de comprender los procesos sociales basándose en la naturaleza tampoco está ausente en aquellas partes de las obras de Marx que nos resultan aquí de especial interés, relacionadas con su crítica de la economía política; esto crea problemas de interpretación y de falta de unidad.

De hecho, el problema afecta, ni más ni menos, al corazón de la crítica de la economía política hecha por Marx: la teoría laboral del valor. En la forma clásica que tomó en las obras de Smith y Ricardo, en las que también recibe la denominación de teoría del valor objetivo, esa teoría afirma que el valor de una mercancía está determinado por el trabajo gastado en ella, a diferencia de la teoría subjetiva de valor, que afirma que el valor de una mercancía está determinado por la utilización que su comprador hace de ella y por la relación entre oferta y demanda. Marx, sin embargo, pone el acento sobre lo que denomina el carácter dual del trabajo productor de mercancías. El trabajo empleado en la producción de mercancías y que actúa como constituyente del valor de éstas queda determinado como trabajo abstracto. El trabajo abstracto se opone a las diversas formas concretas de trabajo (como el trabajo de panadería, el de carpintería y otros) que producen valores de uso, esto es, la cualidad de las mercancías en tanto que tienen alguna utilidad. El trabajo abstracto, productor de valor, se determina como la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir la mercancía de forma acorde al nivel tecnológico de las fuerzas productivas. Las mercancías pueden intercambiarse según su valor, que es algo distinto a su valor de uso (esto es, las mercancías, además de ser productos de un trabajo concreto, pueden ser reducidas a trabajo abstracto).

Marx no se limita simplemente a reiterar la clásica teoría laboral del valor tal como fue concebida por Adam Smith, quien consideró el trabajo como una medida del valor de una mercancía en base "al esfuerzo y las molestias" precisas para producirla. Lo que se echa de menos en el concepto de valor utilizado por Smith reside en la consideración hecha por Marx sobre el específico doble carácter social del trabajo productor de mercancías. Las mercancías deben satisfacer las aspiraciones de sus productores y también deben satisfacer necesidades sociales específicas. Por lo tanto deben ser permutables e iguales a cualquier otra. Al oponerse a la opinión de Smith, Marx dice que no basta con indicar que las mercancías son productos de diferentes tipos de trabajo. Todo trabajo privado útil debe ser reducible a lo que las mercancías tienen en común, haciendo abstracción de sus diferencias individuales. Marx argumenta que lo que hay en común entre mercancías diferentes es su capacidad de representar trabajo abstracto, es decir, que son productos del trabajo humano (21).

Sin embargo, ¿qué es exactamente el trabajo abstracto?; ¿qué constituye la sustancia del valor? Esta pregunta es de importancia decisiva no sólo para estudiar detenidamente cómo hay que concebir el valor, sino también para entender otras categorías relacionadas, tales como el concepto de sustancia de valor, la magnitud del valor y la objetividad de valor o Wertgegenständlichkeit (22). La definición de la sustancia del valor también es importante para interpretar el significado del análisis de las diferentes formas del valor, el fetichismo, el análisis del intercambio y, por último pero no menos importante, el papel del dinero como expresión real del valor. Heinrich sugiere que en la determinación del trabajo abstracto Marx oscila entre una concepción naturalista o fisiológica del trabajo abstracto (un residuo de la economía política clásica, en el que se expresa lo inacabado de la revolución científica de Marx), y una concepción no naturalista, social.

Hay unos pocos pasajes de El Capital en los que Marx define el trabajo abstracto de un modo naturalista, considerando que dos diferentes formas concretas de trabajo tienen en común el hecho de que ambas "son gasto productivo (Verausgabung) del cerebro, músculo, nervio, mano, etc., humanos, y en este sentido uno y otro son trabajo humano" (23). Unas páginas más adelante dice que "todo trabajo es, por un lado, gasto de fuerza humana de trabajo en un sentido fisiológico, y es en esta condición de trabajo humano igual, o de trabajo abstractamente humano, como constituye el valor de las mercancías" (24). Fácilmente se podría sacar la impresión de que las mercancías poseen valor por ser productos del trabajo, en otras palabras, por ser productos de la energía humana. Tal interpretación conduciría a pensar que el trabajo individual gastado en una mercancía dada es lo que constituye su valor.

Marx, sin embargo, generalmente determina el valor de las mercancías como "cristalizaciones de esa sustancia social común a ellas" (25). Esta sustancia consiste en una particular relación social, que aparece en el intercambio de mercancías, cuando las mercancías producidas privadamente son reconocidas como igualmente válidas en tanto que poseedoras de valor. "Es sólo en su intercambio donde los productos del trabajo adquieren una objetividad de valor, socialmente uniforme, separada de su objetividad de uso, sensualmente diversa" (26). Al intercambiarse una cantidad dada de una mercancía por una cantidad de otra mercancía, se puede decir que las cantidades respectivas de las dos mercancías representan cantidades iguales de trabajo socialmente necesario, y, en tanto que tales, ser entendidas como partes del trabajo social común. Así, el valor concierne a una particular relación social de validez, de necesaria existencia para concebir la categoría de trabajo abstracto. "Al equiparar entre sí en el cambio como valores sus productos heterogéneos, equiparan recíprocamente sus diversos trabajos como trabajo humano" (27). Sólo cuando el intercambio tiene lugar se hace posible la abstracción que valida como iguales diferentes calidades particulares y diversas clases de trabajo. Esto significa que antes del intercambio las mercancías no tienen valor en sí mismas; en sentido estricto, no son mercancías antes del intercambio. El valor de una mercancía no es algo oculto en la propia mercancía, ni queda determinado por el trabajo individual utilizado en ella. Por estos motivos, la versión social de la teoría laboral del valor de Marx puede considerarse opuesta a su versión naturalista.

El susodicho argumento implica que uno no puede hablar de trabajo abstracto refiriéndose a una sola mercancía. Sólo cuando varias mercancías están presentes y se encuentran entre sí se hace posible que trabajos diferentes sean abstraídos e igualados. El valor de las mercancías no se expresa por sus valores individuales, sino más bien por el hecho de que el trabajo requerido para producirlas representa una parte de un trabajo social general. En todas las sociedades se produce una cierta cantidad de trabajo social común. En sociedades no productoras de mercancías la parte de cada trabajo individual en el trabajo social es bastante obvia. Sin embargo, lo característico de la producción de mercancías es que tiene lugar en privado; su carácter social no se da por supuesto, sólo se hace evidente de forma retrospectiva. Que el trabajo productor de mercancías es una parte del trabajo social sólo se hace evidente cuando los productos en cuestión son intercambiados como mercancías. Así, las mercancías no existen como mercancías antes del intercambio con otras mercancías, y, en consecuencia, no tienen valor si se las considera simplemente como productos individuales. Antes de entrar en el mercado para el intercambio no manifiestan su carácter como parte del trabajo social común. Antes del intercambio, sólo son productos con valor de uso, pero aún no son mercancías con valor. Así, una teoría no naturalista del trabajo abstracto no propone ninguna propiedad natural del trabajo como algo inherente a las mercancías, sino que se refiere a la particular determinación social de la forma propia del trabajo en tanto que resultado de la producción capitalista de mercancías. La forma social del trabajo en el capitalismo como trabajo abstracto se corresponde con la mercancía como forma social de los productos del trabajo.

En algunos pasajes, Marx da un apoyo inequívoco a una interpretación social del valor y acentúa que la identidad de los trabajos privados en el intercambio es una relación social no automática. Como Heinrich dice, "sólo a causa de esta equivalencia no-natural, sino específicamente social, se puede hablar de trabajo abstracto" (28). Heinrich cita un pasaje del antes desconocido manuscrito en el que Marx anotó comentarios de cara a la preparación de la segunda edición de El Capital, un pasaje que demuestra que, a lo largo de su trabajo, Marx se había hecho cada vez más consciente de la determinación social del trabajo abstracto y que cada vez la resaltaba más: "La reducción de los diferentes trabajos concretos privados a este abstractum de igual trabajo humano sólo procede a través del intercambio, en el que se igualan realmente los productos de trabajos diferentes entre sí" (29).

La mayor parte de las nuevas lecturas de Marx propuestas durante los años 1960 y 1970 no habrían objetado nada a la afirmación de que el valor y el trabajo abstracto debían ser vistos como relaciones sociales; sin embargo, la ambivalencia presente en los textos de Marx no siempre fue percibida. Wolfgang Fritz Haug mantuvo, por ejemplo, que había una "base natural" del trabajo productor de mercancías y de la sustancia del valor (30). Para la escuela de la crítica del valor alemana y austriaca, esta teoría naturalista ha dado lugar a una serie de conceptos y simplificaciones, como la idea de que el trabajador, por medio del trabajo abstracto, "produciría" valor de manera similar al panadero que cuece pan en el horno, esto es, trabajo concreto productor de valores de uso. Como si en el proceso laboral el trabajador añadiese valor a un producto de la misma manera que se extiende mantequilla sobre el pan o mermelada sobre la tostada (31).

Los conceptos de trabajo abstracto y valor derivados de una teoría naturalista no sólo dan lugar a malentendidos, sino que también engendran una serie de problemas que, a la larga, son incompatibles con otros aspectos de la crítica de la economía política. Tales simplificaciones, como aquellas a las que antes me he referido, dieron algunas ventajas para la agitación, pero no sin ciertas consecuencias científicas. La interpretación tradicional de Marx fracasó frecuentemente a la hora de comprender el significado de los capítulos que van del análisis de la mercancía (capítulo uno) al análisis del plusvalor, de las formas del valor, del fetichismo, del proceso de cambio y del dinero (en posteriores capítulos de El Capital). Las interpretaciones tradicionales no han sido capaces de incorporar todo esto a una teoría coherente y, por lo tanto, han ignorado estos análisis, yendo directamente a la teoría del plusvalor presente en el capítulo cinco, y eso cuando no recomendaban comenzar la lectura de El Capital por ahí, como hizo Althusser. En consecuencia, sostenían que todo el valor creado por los trabajadores residía en las mercancías producidas por ellos, y, más aún, que, dado el hecho de que los salarios recibidos por los trabajadores eran inferiores a ese valor, se podía decir que eran explotados y ya está. Las implicaciones políticas de esta opinión, sin embargo, llevan más bien hacia una redistribución del valor controlada por el Estado de forma democrática o dictatorial, y no hacia la abolición de la producción de mercancías, el plusvalor, el dinero y el trabajo asalariado en cuanto tal.

Además, la lectura tradicional de Marx, al no estar interesada en preguntarse por qué el valor debe aparecer como valor de cambio o por qué el valor de cambio debe tomar forma monetaria, no ha aportado gran cosa sobre los flujos de dinero, cada vez más extensos y rápidos en el capitalismo global. Relegando tales preguntas a la esfera de circulación, esto es, al reino de la pura apariencia, ese punto de vista sigue anclado en lo que considera esencial, la esfera de la producción. Por consiguiente, en la práctica la lectura tradicional de Marx puede tener tan poco que decir sobre ciertos asuntos económicos como la teoría neoclásica, en la medida en que ambas escinden la economía en una esfera de la realidad y una esfera monetaria, y consideran que la esfera de la realidad es ocultada y deformada por la esfera monetaria (32).

Las interpretaciones naturalistas de Marx dan lugar a otra grave deficiencia, ya que omiten completamente el aspecto más importante de la crítica de la economía política para la teoría social y la epistemología: la teoría del fetichismo tal como se presenta en el apartado cuatro del capítulo inicial del primer volumen (33) y que en el tercer libro de El Capital se convierte en indispensable para entender la mistificación producida por la denominada fórmula trinitaria tierra, trabajo y capital (34). De hecho, la propia teoría naturalista podría ser considerada como un ejemplo de fetichismo.

Como Heinrich resalta (35) la teoría del fetichismo de la mercancía no versa sobre la alienación, la falsa conciencia o la ideología, ni tampoco sobre el consumismo marquista. Marx adapta el concepto de fetichismo a partir de las investigaciones sobre la religión respecto a las personas que atribuyen a los objetos características que de hecho no poseen, o a las que, ante ciertos resultados positivos (una buena caza o una buena cosecha), no los atribuyen a su propio esfuerzo sino a fuerzas externas. Siguiendo una línea similar, Marx dice que en la producción de mercancías la gente tiende a relacionarse con ellas como los salvajes se relacionan con cosas a las que ellos mismos han dado vida. En sociedades productoras de mercancías, el fetichismo significa que la objetividad de valor de las mercancías (así como la capacidad del dinero para ser expresión del valor y la capacidad del capital para crear plusvalor) es erróneamente entendida como una propiedad inherente a la cosa en sí misma, cuando, de hecho, el valor es en gran medida resultado del trabajo social común de los productores. Bajo la influencia de la producción de mercancías, la sociedad, según la propia expresión de Marx, es deformada y mistificada, y las relaciones humanas y el trabajo social común están cada vez más mediados por las cosas (o, como suele decirse, son cosificados).

El problema de la teoría naturalista del valor es que considera el valor como una propiedad natural de la mercancía por basarse en un proceso fisiológico natural (trabajo). Podríamos considerar que esta teoría es ella misma un ejemplo de las mistificaciones y distorsiones del capital y de la producción de mercancías; limitándose a ser principalmente una teoría de la explotación, desaparece su componente de teoría social. En los términos de tal teoría, no queda nada claro por qué sólo el trabajo que produce mercancías sería el único capaz de constituir trabajo abstracto, o por qué el trabajo abstracto no existiría en sociedades en las que no hay producción de mercancías, o por qué no todo trabajo abstracto produce mercancías; en otras palabras, por qué, en último análisis, no todos los productos son mercancías. Cuando se basa en la perspectiva naturalista, todo el edificio teórico de la crítica de la economía política se derrumba. Lo único que queda es una teoría no completamente diferente a la de Adam Smith, según la cual el trabajo individual crea el valor y la capacidad para crear valor se convierte en una determinación ontológica del trabajo. Podría hablarse, con buenas razones, de un marxismo smithiano, un marxismo no más radical que las críticas dirigidas a la ociosa aristocracia por la laboriosa burguesía.

Desde luego, también se plantean diversas preguntas sobre la teoría del valor no naturalista. ¿El énfasis puesto en la determinación social implica que el valor surge en la circulación? ¿Marx no se opuso claramente a una teoría utilitarista del valor, resaltando que el valor surge en la producción? ¿La teoría laboral del valor propuesta por Marx puede sostenerse sin una definición naturalista del trabajo abstracto? (36) Como puede deducirse de lo dicho hasta aquí, ya he contestado afirmativamente a la última pregunta, y añadiré que la teoría no podrá sostenerse con una definición naturalista del trabajo abstracto. Las preguntas "¿dónde surge el valor de la mercancía?" o "¿de dónde saca la mercancía su objetividad de valor?" están mal planteadas. Esas preguntas son relevantes para la economía clásica y neoclásica, pero para Marx, o, más precisamente, para el Marx no naturalista, esas preguntas ya presuponen el fetichismo de la mercancía. Como dice Heinrich, "el valor no 'surge' en alguna parte y entonces está 'ahí''" (37). El valor no es una cosa, sino más bien una relación social. No surge en la producción ni en el intercambio, pero presupone ambos momentos. Es una propiedad asignada a una cosa pero que está en relación con otras cosas, lo que da la apariencia de que dicha cosa posee esa propiedad al margen de la citada relación. Como Marx repite insistentemente, el valor es una propiedad fantasmal o suprasensual, no sustancial. La concepción de una mercancía que posee su objetividad de valor de forma independiente de estas relaciones es una apariencia que hace que una propiedad social sea vista como una propiedad natural.

¿Cómo entender esto? Heinrich da un ejemplo pedagógico comparando nuestro modo de describir dos cosas rojas con la afirmación de que dos mercancías poseen la misma sustancia de valor. En el primer caso no tenemos que relacionar ambos objetos, una manzana roja y un coche de bomberos rojo lo son sin que tengamos que compararlos. Las dos mercancías, por otra parte, tienen la misma sustancia de valor sólo en su mutua relación (38). Heinrich dice, bastante correctamente, que éste último caso no responde a la manera habitual de hablar sobre propiedades. Normalmente, reconocemos que propiedades como mayor y menor sólo se aplican a una relación. Sin embargo, ¿no hay numerosos casos en los que hablamos de ciertas propiedades como si fuesen objetos o personas, pese a que son relaciones? Yo diría que tal razonamiento se aplica a varios conceptos sociológicos, sin los que no podríamos entender la sociedad. Tomemos, por ejemplo, lo que fácilmente podría describirse como el primordial concepto sociológico, el carisma, que tiene un papel central en la sociología de la religión de Max Weber. Sociológicamente hablando, este concepto concierne a la relación entre un líder y un grupo de seguidores que atribuyen ciertas cualidades al líder. Nadie diría que "él o ella tienen carisma, pero nadie lo ha descubierto"; en ese caso, la persona no tiene ningún carisma. Aún así, hablamos de "líderes carismáticos" y de "cualidades de mando carismáticas" como fueran características palpables de los individuos. De la misma manera, decimos que una mercancía "posee" valor, como si se tratase de una cualidad palpable, cuando de hecho una mercancía a la que no se asigna valor en su intercambio con otras mercancías o con dinero, no tiene ningún valor; es simplemente un objeto sin valor, no una mercancía.

Heinrich, sin embargo, no sugiere que la teoría del valor deba ser vista como una teoría puramente relacional, posición que, de hecho, critica (39). Tampoco aboga por considerarla una pura teoría de la circulación, a lo que también se opone (40). Puede ilustrarse este razonamiento retornando a la moderna formación de conceptos en el ámbito de las ciencias sociales, en la medida en que han abandonado el naturalismo. Usando el modelo dramatúrgico de Erving Goffman, puede decirse que se ha hecho mucho trabajo "entre bastidores" para crear la relación carismática entre el líder y sus seguidores o para obtener cualquier impresión sobre una imaginada audiencia (41). Pero si no hay una comparecencia pública, tampoco habrá carisma, y si la actuación no ha sido bien preparada y fracasa, no habrá ningún efecto carismático. La misma situación se aplica al concepto no-económico de capital en Pierre Bourdieu (42). Para convertirse en científico o artista se necesita tanto trabajar para hacerse con un capital propio, conseguir una educación y ejercer una práctica, como producir algo que sea reconocido en el ámbito de la ciencia o del arte, pues en caso contrario no se llegará a nada, independientemente de lo que se pueda haber producido y guardado en el cajón o el disco duro. Asimismo, la relación de valor no surge en el intercambio si no hay un proceso laboral, pero sin ese intercambio el trabajo concreto nunca podría reducirse a trabajo abstracto y no emergería valor alguno. Podríamos también sacar a colación la ya celebre afirmación de Ludwig Wittgenstein, tan significativa para las ciencias sociales modernas, de que no se puede tener una lengua privada (43). Eso también se aplica al valor, ninguna cosa decide su propio valor.

Leída de este modo, la crítica de la economía política hecha por Marx entra directamente en el centro de moderna ciencia social, y ya no puede ser desechada fácilmente como un anticuado paradigma de la producción, como una filosofía del conocimiento o del sujeto o cualquier otra cosa de ese tipo, como se ha hecho convencionalmente en el marco de la teoría neoplatónica de la comunicación (44). Al mismo tiempo, desde luego, la crítica de la economía política presente en Marx es considerablemente más complicada que la sociología de la filosofía del lenguaje o que la sociología intersubjetiva, dado que las circunstancias en las que los agentes sociales producen mercancías y las actividades que realizan no les son transparentes a ellos mismos. "No lo saben, pero lo hacen", se lee en el capítulo sobre el fetichismo, describiendo cómo los participantes igualan sus diferentes trabajos en el intercambio de mercancías. Aunque oscilaba entre una explicación naturalista y una explicación social, Marx, al seguir este camino, estaba haciendo un descubrimiento del que no era completamente consciente: nada menos que la cualidad distintiva de la sociedad frente a la naturaleza, junto al tipo específico de aparato conceptual requerido para entenderla.

Notas

(1) Jacques Derrida, Espectros de Marx. El Estado de la deuda, el trabajo del duelo y la nueva internacional, Trotta, 2003. Antonio Negri y Michael Hardt, Imperio, 2005, Paidos, y Multitud: guerra y democracia en la era del Imperio, 2004, Debate. Manuel Castells, La era de la información. Economía, sociedad y cultura, tres volúmenes, 1999, Siglo XXI. Andreas Malm, När kapitalet tar till vapen: Om imperialism i vår tid, 2004, Agora

(2) Sven-Eric Liedman, "Engelsismen", en el nº 28 de Fronesis (2008). Original en alemán: Sven-Eric Liedman, "Engelsismus", en Wolfgang Fritz Haug (editor), Historisch-Kritisches Wörterbuch des Marxismus, vol. 3, segunda edición, 1993, pp. 384-392. La discusión del papel de Engels en la edición de los volúmenes 2 y 3 de El Capital ha sido alentada de nuevo por la publicación de los manuscritos de Marx de ambos volúmenes. El problema ha sido planteado en varios artículos por Michael Heinrich, "Engels' edition of the third volume of Capital and Marx's original manuscript", Sceince and Society, vol 60, nº 4, 1996-1997 (www.oekonomiekritik.de), y en el anual Beiträge anual zur Marx-Engels-Forschung. Neue Folge, por ejemplo en el volumen de 1995, Druckfassung versus Marx's Manuskripte zum III. Buch des "Kapital" (www.marxforschung.de/marxnfl.htm).

(3) En Fronesis nº 28 (2008), www.fronesis.nu/nummer/73/marxekonomikritik.

(4) En cuanto al marxismo de la II Internacional, Jukka Gronow, On the formation of Marxism: Karl Kautsky's Theory of Capitalism, the Marxism of the Second International and Karl Marx's Critique of Political Economy, 1986, Coronet Books. En cuanto a la teoría de la producción simple de mercancías, pueden verse las contribuciones de Arthur y Hecker en Fronesis nº 28 (2008).

(5) Los Manuscritos fueron publicados en 1932 en la inicial e inacabada edición Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA). György Lukács, Herbert Marcuse y Henri Lefebvre hicieron temprana mención de ellos. Sin embargo, la verdadera primera brecha se abrió en la era de la posguerra. Los Manuscritos fueron considerados polémicos durante mucho tiempo en el reino de poder soviético. No fueron incluidos en la edición escogida Marx-Engels Werke (MEW) publicada en la RDA después de la Guerra. Fueron publicados por primera vez, en dos partes, en un volumen suplementario en 1967-1968.

(6) La lectura de Althusser de la obra de Marx contiene muchas paradojas. Surgió como una nueva interpretación, pero también fue tomada como un retorno a una tradición auténtica. Mérito de Althusser es haber situado las obras de Marx en periodos diferentes, logrando que ya no volviesen a ser leídas como un único sistema coherente (una estructuración similar en periodos fue emprendida casi al mismo tiempo por Rosdolsky y desarrollada más tarde por Schanz). Los errores de Althusser eran básicamente dos. Uno fue que, aunque acertaba al establecer que Marx había roto en 1845, en Tesis sobre Feuerbach y La Ideología alemana, con las concepciones antropológicas inspiradas por Feuerbach presentes en los Manuscritos, se equivocaba al pensar que esta ruptura también afectaba a la influencia de Hegel. Este error condujo a la subestimación por Althusser del fuerte efecto que las concepciones de Hegel tenían sobre el método y la estructura de El Capital. En cambio, los propios conceptos de Althusser de sobredeterminación y de causalidad metonímica, superfluos en este contexto, empezaron a destacar. El segundo error de Althusser consistió en que, aunque identificó correctamente otra ruptura que Marx, aproximadamente diez años más tarde (coincidiendo con la escritura de los Grundrisse en 1857-1858), hizo con la economía política clásica, subordinó esta ruptura a la "ruptura epistemológica" de 1845, una época en la que Marx estaba preocupado por problemas completamente diferentes. Este segundo error tuvo el efecto de mostrar a Marx como una especie de genio universal que recorría un misterioso camino en el que iba anticipándose a las propias ideas a las que iba a llegar más tarde a través de un arduo esfuerzo.

(7) En particular sobre la base del trabajo de Roman Rosdolsky, Hans-Georg Backhaus, Helmut Reichelt y, en Escandinavia, Hans-Jørgen Schanz y Anders Lundkvist.

(8) Los artículos más importantes de Hans-Georg Backhaus desde los años 1960 están recogidos en Zur Dialektik der Wertform. Untersuchungen zur Marxschen Ökonomiekritik, nueva edición 2008; Helmut Reichelt, Zur logischen Struktur des Kapitalbegriffs bei Karl Marx, 1970; Roman Rosdolsky, The Making of Marx's Capital, dos volúmenes 1977-1979; Hans-Jørgen Schanz, Til rekonstruktionen af kritikken af den politiske økonomis omfangslogske status, 1973; Anders Lundkvist, Introduktion till metoden i Kapitalet, 1975; y también Lars-Henrik Schmidt, Filosofikritisk rekonstruktion -om Althusser og kapitallogiken, 1977; así como el trabajo mencionado de Gronow (nota 4). Mats Dahlkvist, Att studera Kapitalet, 1978, difiere de las contribuciones escandinavas a las que me he referido, todas ellas críticas del marxismo tradicional, por su intento de incorporar las nuevas lecturas de Reichelt y Rosdolsky en un marco materialista histórico tradicional. Revisando ahora esas obras, choca comprobar que en muchos aspectos siguen atadas a una lectura tradicional de Marx, contrariando sus propias intenciones. Por ejemplo, la teoría de la producción simple de mercancías es aceptada no sólo por Dahlkvist (explícitamente orientado hacia las interpretaciones de Engels), sino también por Lundkvist y por Schanz. Tanto Schmidt como Gronow, por otra parte, toman nota de este problema.

(9) Retrospectivamente, se advierte lo desafortunado que fue que los trabajos del líder estudiantil Hans-Jürgen Krahl tuviesen tanta influencia, mayor que los más elaborados de Backhaus, sobre las nuevas interpretaciones de Marx en Escandinavia durante los años 1970, en particular las relacionadas con los trabajos de Schanz y de Schmidt (nota 7). Krahl llegó a ser el principal exponente de lo que en Escandinavia se denominó "kapitallogik", una escuela basada en estas nuevas interpretaciones de Marx. Cf. Krahl, "Varuanalys och väsen: Om det samhälleliga livets logik", en Tekla (Teori och klasskamp), nº 1, 1977, que tiene una introducción muy típica de aquellos tiempos. Krahl, brillante en muchos aspectos, podría ser vinculado por su estilo excursivo y esotérico con un Hegel que se hubiese tomado un ácido. Su influencia, a pesar de su relativa inaccesibilidad, se debió indudablemente a su insistencia en establecer una conexión con asuntos de organización y de praxis. Hoy, los trabajos de Krahl sólo juegan un papel marginal en los nuevos debates sobre Marx que tienen lugar en Alemania.

(10) Web de Heinrich: www.oekonmiekritik.de. En ella también se encuentran artículos o referencias a artículos de otros autores importantes en el marco de las nuevas interpretaciones alemanas de Marx. Heinrich también ha estado implicado en la edición de la nueva MEGA y es uno de los editores del periódico PROKLA.

(11) Referencias adicionales a estos debates: www.oekonomiekritik.de. Los comentarios de Haug en sus discusiones con Heinrich se encuentran en www.wolfgangfritzhaug.inkrit.de. Debates de Heinrich con la corriente crítica del valor: www.balzix.de/index.html. La discusión entre Heinrich y el filósofo austriaco Karl Reitter presentada en Grundrisse le condujo a añadir un capítulo sobre la lucha de clases en la segunda edición de Kritik der politischen Ökonomie.

(12) En Suecia, un ejemplo entre muchos es Kenneth Hermele, Det globala kasinot och dess kritiker från Keynes till Tobin ("El casino global y sus críticos desde Keynes hasta Tobin "), 2001.

(13) La utopía de Proudhon deriva de la noción de producción simple de mercancías, como demuestra Nadja Rakowitz en Einfache Warenproduktion. Ideal und Ideologie, 2000. Por esta razón, las objeciones de Marx a sus opiniones también afectan a este concepto. Contrariamente a Marx, Proudhon quiso mantener intacta la producción capitalista de mercancías, pero sin la influencia de bancos y otros "intermediarios". Marx, por su parte, rechazó la idea de bancos que no cobrasen interés. Este tipo de crítica del capitalismo, que defiende el uso productivo del capital, pero se opone a su uso especulativo, ha formado parte tradicionalmente del arsenal de la derecha, como ocurre con la idea antisemita de los judíos como parásitos del sano capitalismo productivo. En cuanto a Proudhon como origen de la noción de "comercio justo", puede verse Mark Fischer, "The Poverty of Fair Trade", en Weekly Worker nº 583, (www.cpgb.org.uk/worker/583/proudhon.htm).

(14) Si se comparte la interpretación de Chris Arthur hecha por Daniel Ankarloo, hay una diferencia importante entre la teoría monetaria del valor y la teoría anglosajona de las formas del valor. Ésta última sustituye una teoría del valor basada en la producción por una teoría basada en la circulación. Daniel Ankarloo, "Tom form och total negativitet", en Fronesis nº 28, 2008. También se puede consultar Michael Heinrich, "Monetäre Werttheorie: Geld und Krise bei Marx", in PROKLA nº 123, 2001, pp. 151-176.

(15) En cuanto a los argumentos que siguen, se puede consultar Michael Heinrich, Die Wissenschaft vom Wert, 1999, p. 206 y siguientes, y la discusión entre Heinrich y Haug (nota 10).

(16) Émile Durkheim, Las reglas del método sociológico, Fondo de Cultura Económica, 2001, p.e. p. 21 y nota p. 52.

(17) Ibíd 9 y 22. La razón de esto es que, obviamente, Durkheim considera a la sociedad como algo de tipo natural y justifica su método porque "considera los hechos sociales como cosas cuya naturaleza, por flexible y maleable que sea, no podemos, pese a todo, modificar a voluntad" (ibíd. 9), al igual que ocurre con los hechos naturales. Desde la perspectiva de la crítica de la economía política, se podría mantener que Durkheim naturaliza la sociedad y, al hacerlo, reproduce lo que Marx llama fetichismo (asunto tratado en la continuación de este artículo).

(18) Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Nota traducción: posiblemente el autor se refiera al párrafo "Por último, mencionemos también el aspecto antropológico de los problemas. Si en Occidente, y sólo allí, hallamos en forma constante determinadas clases de racionalizaciones, incluso en áreas de actividad (aparentemente) independientes, naturalmente es tentador presumir que esto ha sucedido sobre la base de cualidades hereditarias que han brindado el sustrato decisivo. El autor reconoce que, en forma personal y subjetiva, está inclinado a darle un alto valor a la importancia de las cualidades biológicas heredadas. Sin embargo, a pesar de los importantes logros del trabajo antropológico, todavía no veo en la actualidad ningún camino, ni para aprehender con exactitud y de algún modo la medida y -sobre todo- la clase y los puntos de incidencia del aporte antropológico a los desarrollos aquí investigados, ni tampoco para indicarlos a modo de hipótesis. Por de pronto tendrá que ser precisamente objetivo del trabajo sociológico e histórico el descubrir todas las influencias y cadenas causales que pueden ser explicadas satisfactoriamente mediante reacciones ante el destino y el medioambiente. Recién entonces -y cuando la genología, la neurología y la psicología comparativas hayan superado sus actuales e individualmente promisorios comienzos- se podrá quizás esperar a tener resultados satisfactorios para dicho problema. Por el momento me parece que no disponemos de las condiciones previas para ello y la referencia a “valores hereditarios” implicaría una renuncia al grado de conocimiento actualmente posible y un desplazamiento del problema hacia factores (todavía) desconocidos" (versión al castellano de Denes Martos, www.laeditorialvirtual.com.ar)

(19) Sven-Eric Liedman, "Marxismen och vetenskapernas hierarki" (Marxismo y la jerarquía de las ciencias), en Lars Herlitz y otros (editor), Marxismens filosofi, 1979, p. 113.

(20) Se ha desacreditado un tenaz mito sobre la proximidad de Marx a las ciencias naturales del siglo XIX, que incluía el rumor de que habría querido dedicar El Capital a Darwin. Puede consultarse Francis Wheen, Karl Marx, 1999, p. 363 y siguientes, para un resumen de cómo surgió esta historia y para otras referencias adicionales.

(21) Michael Heinrich, "Abstrakte Arbeit", en Wolfgang Fritz Haug (editor), Historisch-kritisches Wörterbuch des Marxismus, volumen 1, 1994, columnas 51-64 (www.oekonomiekritik.de).

(22) Este concepto algo burdo se refiere a una mercancía que tiene la característica de ser un objeto que posee valor.

(23) Karl Marx, El Capital, Siglo XXI, 1984, volumen 1, p. 54. La cita original puede encontrarse en Marx-Engels-Werke (MEW), volumen 23, Das Kapital. Erster Band, 1977, 58-59.

(24) Ibid. 57. (MEW, volumen 23, p. 61). La definición fisiológica de trabajo abstracto aparece ya en Zur Kritik der Politischen Ökonomie (MEW, volumen 13, 1971, p. 18), pero está ausente del análisis de las mercancías en la primera edición, apareciendo de nuevo en la segunda edición. Esto quizás podría ser interpretado como una ambivalencia presente en el propio Marx en cuanto a la utilización de esta definición de trabajo abstracto.

(25) Ibíd. 47; cursivas mías (MEW, vol. 23, p. 52).

(26) Ibíd. p. 89-90 (MEW, vol. 23, 87).

(27) Ibíd. p. 90 (MEW, vol. 23, 88).

(28) Heinrich , 1999, p. 209 (cursivas en el original)

(29) Karl Marx, "Ergänzungen und Veränderungen zum ersten Band des Kapitals", MEGA, parte 2, vol. 6, 1987, p. 41 (énfasis en el original).

(30) Wolfgang Fritz Haug, Vorlesungen zur Einführung ins Kapital, 1974.

(31) Michael Heinrich, "Untergang des Kapitalismus?", Streifzüge, nº 1, 1999 (www.balzix.de/index.html).

(32) Heinrich, 1999, p. 70.

(33) Karl Marx, El Capital, Siglo XXI, 1984, volumen 1, p. 87 y siguientes.

(34) Karl Marx, El Capital, Siglo XXI, 1981, volumen 8, p. 1037 y siguientes.

(35) Michael Heinrich, Crítica de la economía política, ed. Escolar y Mayo, 2008, p. 85 y siguientes.

(36) La objeción de que la teoría monetaria del valor relega el surgimiento del valor al reino de la circulación también es uno de los temas presentes en el debate de Heinrich con Norbert Trenkle, miembro del grupo Krisis, ligado a la escuela "crítica del valor". Contribuciones a esta discusión: www.balzix.de/index.html.

(37) Michael Heinrich, Crítica de la economía política, ed. Escolar y Mayo, 2008, pp. 70-72

(38) Ibid.

(39) Heinrich, 1999, p. 201.

(40) Ibid, p. 233.

(41) Erving Goffman, The Presentation of Self in Everyday Life, 1956.

(42) Pierre Bourdieu, Cuestiones de sociología, Akal, 2008.

(43) Ludwig Wittgenstein, Investigaciones Filosóficas, 1953.

(44) Jürgen Habermas, Der Philosophische Diskurs der Moderne, 1985, p. 95 y siguientes. En "Warum hat Marx seine dialektische methode versteckt?", Beiträge zur Marx-Engels-Forschung, Neue Folge, 1996, p. 77, Helmut Reichelt llega a pensar que Marx, en su disertación, emprende la primera aproximación a la filosofía de la mente.




Trasversales