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Dossier sobre Objeción de Conciencia en Eritrea

Miércoles.20 de diciembre de 2006 1892 visitas Sin comentarios
Internacional de Resistentes a las Guerras #TITRE

Artículo original

El país en su contexto

Eritrea, situado en el cuerno de África, consiguió su independencia de facto el 24 de Mayo de 1991, tras 30 años de un amargo, sangriento y costoso enfrentamiento armado contra el dominio de su vecino, Etiopía. Eritrea declaró su independencia formalmente el 24 de Mayo de 1993, tras un aplastante voto a favor en un referendum supervisado por la ONU.

Los dos grupos étnicos mayoritarios son los Tigrigna (50%) y Tigre (40%). Los Afar constituyen el 4% y el 6% restante incluye Kunama, Nara, Bielen, Rashaida, Hidarb y Saho. Las dos religiones dominantes son el Cristianismo, incluyendo Coptos, Catolícos y varias denominaciones Protestantes, y el Islam. Los idiomas oficiales son Tigrigna, Inglés y Árabe, aunque varios idiomas tribales perviven.

Los italianos colonizaron y pusieron nombre a Eritrea en 1890. Después de la derrota de Italia en la Segunda Guerra Mundial, sus colonias de Eritrea, Somalia y Libia quedaron bajo protectorado Británico durante 10 años. El futuro de estos tres países fue un tema candente en la ONU desde 1945 hasta 1950, que concluyó en una desacertada confederación de Eritrea y Etiopía durante un tiempo previsto para 10 años, desde 1952 hasta 1962. En 1961, Etiopía violó las condiciones de la confederación y declaró a Eritrea como su decimocuarta provincia. En ese mismo año, el Frente Eritreo de Liberación (ELF) comenzó la resistencia armada bajo el liderazgo de Hamid Idris Awate.

En 1970 se produjo la escisión de una facción del ELF, conocida como las Fuerzas Populares de Eritrea (PFE). Fue un movimiento revolucionario dirigido por la generación más joven. Después de su primer congreso en 1977, el PFE se reorganizó como Frente de Liberación Popular Eritreo (EPLF) y eclipsó al ELF. El EPLF triunfó en la consecución de la independencia de Etiopía tras una larga guerra.

El EPLF estableció inmediatamente un gobierno de transición al mando de Issayas Afewerki, líder de la lucha victoriosa por la independencia. Miembros del EPLF coparon todos los cargos de la administración y otros puestos clave. En 1994, el tercer congreso del EPLF cambió su nombre a Frente Popular por la Democracia y la Justicia (PFDJ).

A pesar de su nombre, el régimen fue antidemocrático e injusto. Aún más, era anticonstitucional. La propia Comisión Constitucional Eritrea, creada en 1994, había elaborado la constitución de 1997 con la ratificación del pueblo eritreo. El régimen lo ignoró y después de septiembre de 2001 encarceló a 11 destacados miembros del partido de la oposición que habían reclamado un cambio democrático y la aplicación de la constitución aprobada.

En la actualidad, el PFDJ es el único legislador en una terrible dictadura. A los eritreos se les niegan sus derechos humanos y civiles, cada protesta termina con arrestos arbitrarios, detención y torturas. Para los eritreos cuya visión de su nuevo país incluía paz, estabilidad y prosperidad, la escalada de guerras, corrupción y abuso de poder que siguió a la independencia fue algo increíble. 11 años después de la independencia y 13 de la libertad, Eritrea es un país donde la pobreza y la opresión son norma.

Durante los últimos tres años, el campo de entrenamiento militar de Sawa se ha convertido en la sede central del servicio nacional universal. Todos los estudiantes de secundaria, mujeres y hombres, son obligados a cursar su 12º año de estudios en una escuela dentro de Sawa. Ninguno de ellos ha continuado con la educación universitaria una vez que completan su servicio nacional. La Universidad de Asmara, la única universidad de Eritrea, sólo tiene estudiantes de tercer y cuarto curso, que comenzaron sus estudios antes de que el reclutamiento entrara en vigor.

El gobierno ha militarizado el país completamente. Reclutamiento forzoso de jóvenes, menores y adultos de menos de 50 años es algo cotidiano. Los reclutas son tratados con brutalidad y hay pruebas de abusos sexuales a mujeres. Nadie tiene derecho a cuestionar a las autoridades militares. Nadie tiene derecho a la Objeción de Conciencia.
Desde los últimos tres años y medio, los eritreos han visto denegado su derecho constitucional de libre expresión. No hay periódicos independientes, ni canales de televisión ni emisoras de radio. Los únicos medios de comunicación activos son propiedad del gobierno. Sólo internet permite a aquellos que tienen acceso a él obtener información no impregnada de propaganda gubernamental.

La política exterior ha aislado al país de las organizaciones de derechos humanos, agencias de cooperación y de la comunidad internacional en general. El dictador ha utilizado el concepto de Unidad Nacional para intimidar y desacreditar a los opositores al régimen. Las minorías religiosas están siendo perseguidas por medio de prisión y torturas.

Según la agencia de información Compass Direct, 187 cristianos eritreos han sido detenidos hasta ahora este año, incluidos grupos que se encontraban en una celebración religiosa, los asistentes a bodas, y grupos de estudio bíblico domésticos, intelectuales y profesionales. A menudo hay niños y ancianos entre los detenidos.

Según el diario The Christian Post del 24 de febrero de 2005, el gobierno eritreo, desde mayo de 2002 ha clausurado las iglesias Protestantes del país, declarado ilegales sus lugares de culto y prohibido las reuniones en domicilios.
Sólo cuatro religiones son oficialmente aceptadas: la Cristiana Ortodoxa, la Católica, el Luteranismo y el Islam.
La Objeción de Conciencia es un tabú. Los OC son señalados por el régimen como cobardes y antipatrióticos. No hay posibilidad de recurso a la ley ni servicio civil sustitutorio para los OC. Las consecuencias de la Objeción de Conciencia y la deserción son graves torturas, largos períodos de encarcelamiento e incluso la muerte.

Después de los horrores de la guerra fronteriza con Etiopía de 1998 a 2000, el número de OC entre los soldados se incrementó. Actualmente hay miles que objetan al servicio militar y al ejército. Se ven forzados al exilio. Un número considerable de ellos se encuentra en Europa, Libia, Etiopía y Sudán buscando asilo político. En Alemania, refugiados eritreos fundaron la Iniciativa Antimilitarista Eritrea (EAI) que apoya a los refugiados que tienen que huír del ejército eritreo y lucha por la paz y el antimilitarismo en Eritrea.

Consecuencias de la guerra

El adverso impacto de la larga guerra por la independencia y los conflictos posteriores en la sociedad eritrea y su economía ha sido incalculable. Se ha agravado el ciclo de sequía, lo que ha afectado a toda la región y provocado que millones de personas se hayan hecho dependientes de la ayuda externa para sobrevivir. Los resultados de estos conflictos son horrendos: pérdida de vidas, empobrecimiento, desplazados, peligro de minas terrestres, saqueos, incautación de propiedades, exilio, traumas...
En la actualidad, más de un tercio de la población eritrea vive en el exilio. La guerra ha provocado la desintegración de las familias y la pérdida de la cultura y costumbres sociales tanto en el hogar como en el exilio.

ONGs internacionales y nacionales

Hay poca actividad por parte de ONGs tanto nacionales como internacionales. Lo que existe está bajo la supervisión del régimen. No hay ONGs internacionales que apoyen los derechos humanos o testifiquen sobre el reclutamiento forzado, su brutalidad y la persecución de los OC. El gobierno tampoco permite las ONGs nacionales independientes, grupos de derechos humanos, observadores internacionales o periodistas extranjeros. Las investigaciones demandadas por Amnistía Internacional y otros organismos son ignoradas. Todos los periodistas internacionales han sido oficialmente excluídos.
La Objeción de Conciencia como un camino a la Paz
El pueblo de Eritrea está en una crisis política, social y económica. Hay una necesidad urgente de crear una atmósfera democrática con un dirigente constitucionalmente elegido y un sistema político de multipartidos. Hay una necesidad urgente de liberar a todos los presos políticos y a los OC. De ahí que la AEI esté promoviendo el rechazo al servicio militar en este contexto.

Creemos que el rechazo al servicio militar, al militarismo y a la guerra es vital por éstos motivos:

1. Las ideas y enseñanzas de la objeción de conciencia se basan en la paz, el humanismo y la ética. Creemos que son la respuesta para resistir la propaganda sobre unidad nacional y soberanía nacional, que son engañosas y provocativas.

2. Cuanta más gente diga NO a la guerra en Eritrea y cuanta más gente diga NO a la guerra en nuestros países vecinos, la región y el mundo, más gobernantes podrán empezar a pensar en soluciones pacíficas, comenzarán a respetar la vida humana y planificarán la construcción de una sociedad justa y segura para las generaciones venideras.

3. La Objeción de Conciencia contraresta y protege de la guerra y el militarismo. Un OC es lo opuesto a un señor de la guerra. Creemos que los OC pueden hacer frente y rechazar los objetivos del ejército.

Pasos hacia una paz duradera

La AEI cree que los siguientes pasos pueden ayudar a conseguir una paz duradera basándose en los derechos humanos, civiles y políticos.

1. Introducir y cultivar el respeto por el derecho de objeción de conciencia y ofrecer a los OC un servicio civil alternativo.

2. Crear una cultura de pluralismo, buenas maneras, respeto y tolerancia.

3. Elaborar el liderazgo político según los principios democráticos.

4. Adoptar formas de lucha noviolenta.

5. Solución de los conflictos pacíficamente a través del diálogo, la mediación y la negociación.

6. Respeto a la legalidad internacional.

Yohannes Kidane

Yohannes Kidane es un refugiado de Eritrea y vive en Alemania, donde participa activamente en la Iniciativa Antimilitarista Eritrea.

Fuentes:
Manifiesto de los Partidos Democráticos Eritreos (EDP) y páginas de internet de Asmarion y Awate.

Traducción: Pedro J Ballesteros


Editorial de "El Fusil Roto"

Muchos entre nosotros podemos recordar las esperanzas relacionadas con la independencia de Eritrea en los comienzos de los años noventas.

Yo, personalmente, recuerdo leer sobre el desarrollo de la auto-confianza, la formación de cooperativas y, en general, a Eritrea tomando un camino, el cual no dependería de instituciones internacionales como el Banco Mundial, el cual ha llevado a muchos otros países a gigantescas deudas externas.

No obstante, 14 años más tarde, la situación se ve completamente distinta y en está edición de ?El Fusil Roto? solo podemos dar una muestra de lo que realmente esta sucediendo en este país.

Cuando por primera vez la "Internacional de Resistentes a la Guerra" recibió información de la Iniciativa Antimilitarista de Eritrea, quedamos impactados; Reclutamiento forzoso, encarcelamiento y ejecuciones de jóvenes eritreos (mujeres y hombres) que rehúsan el servicio militar, parece ser un componente cotidiano para los jóvenes Eritreos, siendo el exilio la única "alternativa"

Los contactos de la "Internacional de Resistentes a la Guerra" en África todavía son pocos.
Cuatro años atrás en el 2001, remarcamos el 15 de mayo la situación en Angola (Día Internacional de la Objeción de Conciencia). Ahora, prisioneros por la Paz del 2005, con un enfoque en Eritrea, es una buena oportunidad para contactar grupos antimilitaristas en África donde aún no existan. Los artículos en esta edición y las entrevistas con objetores y objetoras- muestra cuan urgente es la ayuda a los y las resistentes a la guerra en Eritrea.

Más información en la situación en Eritrea está disponible en una documentación publicada en la página Web de la IRG. Eres libre para bajarlo y distribuirlo.

Andreas Speck, Oficina de la IRG

Documentación: OC y desersión en Eritrea
Si quieres saber más sobre Eritrea, baja nuestra documentación en inglés en objeción de conciencia y desersión sobre Eritrea.


Por el derecho a la objeción de conciencia.
Presentación para la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en su 61° sesión, Ginebra, 14 de marzo - 22 de abril 2005

Abraham Gebreyesus Mehreteab, se dirigió en la 61° sesión de la Comisión de Derechos Humanos de parte de la Internacional de Resistentes a la Guerra.

A continuación documentamos su declaración.

Sr. Presidente.

Represento la voz de la Internacional de Resistentes a la Guerra.

La cual, realiza investigaciones sobre la objeción de conciencia al servicio militar en muchos países. El año pasado, realizamos un informe preliminar en torno a los/as objetores/as y desertores/as en Eritrea.

En Eritrea, el derecho a la objeción de conciencia no es reconocida por ley en el presente gobierno. Algunos miembros de grupos religiosos, tal como los Testigos de Jehová, llevan detenidos más de 10 años debido a sus convicciones de rehusar el hecho de servir en el ejército. Y nunca han tenido una audiencia ante la corte de justicia.
Detenciones arbitrarias, tortura, despliegue en primera fila, trabajo forzado -todos sin ninguna audiencia- han sido formas comunes de castigar a desertores/as y objetores/as.

Una forma común de castigo militar, es la de amarrar a víctimas y acostarlos en el sol por días a veces hasta por semanas. Más aún, familiares de desertores/as son amenazados/as para presionar a sus hijos/as a ir a sus unidades militares.

A pesar de que es difícil saber el número exacto, en el ejército son miles los que evaden el servicio militar y declaran su objeción de conciencia por varios mecanismos.
Objetan concientemente, desertan o huyen de la dictadura militar -Muchos desertores/as están pidiendo asilo político en otros países-.

Pedimos a la Comisión de Derecho Humanos, tomar nota de las continuas violaciones en contra de objetores/as de conciencia y que se tomen medidas que sean necesarias para asegurar que los/as objetores/as de conciencia y desertores/as obtengan protección y asilo de acuerdo a la Convención de Ginebra en el estatus de refugiados.

También pedimos al Relator Especial de la Comisión de Derechos Humanos sobre la Libertad de Religión o de Creencias, investigar la situación de objetores/as de conciencia y otros/as miembros/as del ejército, particularmente en Eritrea.

Y, pedimos que el gobierno de Eritrea se conforme con la Resolución de la Comisión 1998/77: y en particular que:

1. Libere inmediatamente a todo/a objetor/ar de conciencia;

2. Reconozca el derecho a negarse al servicio militar por motivos de conciencia, incluyendo profundas convicciones, tales como, motivos religiosos, éticos, humanitarios o motivos similares;

3. Introducir un servicio alternativo compatible con el razonamiento de la objeción de conciencia.

Muchas gracias

Abraham Gebreyesus Mehreteab

Abraham Gebreyesus Mehreteab, es un activista en la Iniciativa Antimilitarista de Eritrea, con base en Alemania, y representa a la Internacional de Resistentes a la Guerra en la Comisión de Derechos Humanos.


Acabé harta de la guerra

Nací el 10 de enero de 1981 en Asmara. Cuando tenía 15 años nos dijeron que no conoceríamos los resultados de los exámenes de bachillerato hasta después de haber cumplido el período de instrucción militar básica. Por eso me alisté en el ejército a los 15 años. Esperaba que después del servicio militar me darían el diploma y me licenciarían del ejército. Así pues, en 1996 me reclutaron y enviaron a Sawa para el período de instrucción.

Algunas de las chicas se habían escapado de sus casas y alistado en el ejército a pesar de ser aún menores de edad. A veces venían los padres a buscarlas para llevarlas de vuelta a casa, pero los oficiales no se lo permitían.
Muchas chicas eran violadas. Debido a ello, algunas se adaptaban a la situación y se liaban con los oficiales para evitar ser violadas. Todos los oficiales eran varones. Las chicas que no accedían a sus exigencias eran asignadas a trabajos infames o enviadas a la guerra. Incluso las que habían sido violadas pero que se negaban a someterse eran enviadas al frente. Las únicas que eran bien tratadas eran las dóciles y bonitas. A menudo se quedaban embarazadas contra su voluntad.

Estábamos apostados en Baka, en la región de Girmaik. Las chicas que se negaban a hacer de amas de casa eran castigadas con guardias nocturnas de 3 y 4 horas. También los chicos que intentaban ayudarlas eran castigados. Los obligaban a pasar todo el día firmes al sol. Las chicas que seguían el juego a los oficiales eran bien tratadas.

Los que ya no aguantaban más, los que querían volver con sus familias, terminaban por escaparse. Algunos volvían por su propio pie, otros eran arrestados por la policía militar y castigados con el "helicóptero" o "número ocho" [1]. En algunos casos los rociaban con leche y los dejaban de pie al sol. Les llamaban "koblelt", forajidos, desertores.

Tras realizar 18 meses de servicio militar, aún tuvimos que quedarnos otros dos meses en el ejército. Entonces empezó la guerra. Me cuesta describir eso. Fue espantoso. Había una regla, por ejemplo, de que si había soldados heridos, los "jikaalo" (veteranos) eran los primeros en ir al hospital de campaña. De este modo, ellos eran los primeros en abandonar el frente, y nunca los soldados rasos. Una vez murieron por este motivos 5 o 6 jóvenes. Simplemente les dejaron allí tumbados. Cuando una unidad volvía del frente para tomarse un descanso, algunos se iban a casa sin permiso. Cuando regresaban y sus unidades habían vuelto al frente, como castigo los situaban en primera línea y a algunos incluso los ejecutaban.

Yo estaba harta de la guerra. Me declaré enferma, aunque ello significara que tendría que quedarme allí y no podría ir a casa. Tras numerosas solicitudes y reclamaciones me dieron cinco días de permiso, pero me quedé diez. Entonces me entró el miedo. Volví. Como castigo tuve que subir y bajar una colina durante una semana cargando un gran recipiente de agua.

En mayo de 1999 uno de los jefes de unidad quiso violarme. Conseguí gritar y otros acudieron en mi ayuda y lo impidieron. Exigí que fuera castigado, pero él era el responsable de transmitir mi reclamación a sus superiores. No fue castigado.

Después de la segunda invasión nuestra unidad recibió una formación y realizamos un curso de auditoría de cuentas. Yo estaba en la administración del batallón y controlaba los ingresos y gastos. Mi superior me acosaba y contaba mentiras sobre mí porque yo me negaba a acceder a sus exigencias. Me acusó, por ejemplo, de haber robado dinero, aunque él no había dejado ningún dinero a mi alcance. Hacía llegar estas acusaciones a sus superiores para que me castigaran. La situación se volvió insoportable. Por eso me fui a casa en Asmara. Un mes más tarde fui arrestada en Asmara y me llevaron a la comisaría de policía de Gegjeret.

Después me mandaron a Adiabeto. Exigí muchas veces: "Quiero volver con mi unidad. Si tengo que ser castigada, quiero que sea allí". Unas semanas más tarde conseguí escaparme de la cárcel de Adiabeto y me dirigí a Adisegdo. Conseguí quedarme allí más de un año. Tenía que vivir siempre escondida, los huéspedes no debían verme y no podía salir de la casa. Los vecinos no debían verme, para evitar que alguien me traicionara. Pero entonces entré en contacto con amigos de mi padre que me traían periódicos críticos con el gobierno, como el del FLE (Frente de Liberación Eritreo).

Como pasé mucho tiempo evadida, las autoridades presionaban a mi padre y finalmente le detuvieron. Con ayuda de sus amigos por fin pude huir a Sudán.

Entrevista con Bisrat Habte Micael del 28 de mayo de 2004.

Nota:

[1] El helicóptero: la víctima es atada con una cuerda, con pies y manos detrás de la espalda, tumbada en el suelo boca abajo y con el torso desnudo, y abandonada en el exterior bajo el sol ardiente, la lluvia y las noches heladas.


“Me rociaron con leche azucarada”

Nací el 27 de diciembre de 1978 en Asmara. En 1996 me reclutaron para el servicio militar en Sawa. Durante el período de instrucción básica, tanto la comida como el entrenamiento eran malos. Los instructores no seguían ningún programa de instrucción, sino que nos hacían lavarles la ropa o ir a buscar agua. Nos obligaban a someternos a su voluntad. No nos daban suficiente de comer.

Utilizaban harina podrida. Tras los seis meses de instrucción nos obligaron a realizar una marcha de más de 120 km desde Ketan hasta Sahel. Después nos llevaron a Nakfa, donde nos tuvieron 15 días excavando trincheras. No estaba claro para qué iban a servir, las trincheras eran del todo inútiles. Además hacía frío, pero no nos dieron mantas, por lo que a veces incluso nos cubrimos de tierra para mantener el calor.

Después volví a la División 2001, 2ª brigada, 1r batallón, 3ª unidad, 2º grupo. Estábamos apostados en Ambori, en la región de Dembelas, una zona peligrosa en la que había Yihad y donde podían producirse conflictos.

En noviembre de 1997 me destinaron a un curso militar en Mensura, para aprender el sistema estadounidense de combate en unidades reducidas. Faltaban dos meses para el final previsto de mi servicio militar. Más tarde caí en la cuenta de que hacíamos ese curso porque ya habían empezado los preparativos para la guerra. A principios de abril llamaron a filas a los reservistas de las quintas 1 a 4 de los llamamientos al servicio militar. El pretexto fue que iban a participar en medidas de desarrollo. En realidad fueron llamados a combate y se unieron a nosotros.

El 12 de mayo atacamos Badime. Avanzamos hasta Dembegedamu, a unos 18-20 km en territorio etíope, ocupamos la zona y tomamos posiciones. Tras una semana la División 381 nos relevó. Nos trasladaron a Zorona.

Al principio no había mucho que hacer allí. Excavamos trincheras y los jefes de unidad nos hacían realizar tareas particulares, como cultivar verduras. Una vez recogidas las verduras, teníamos que comprárselas pagándolas con nuestro dinero. Las ganancias iban a parar a sus bolsillos. Un ingeniero que estaba cumpliendo el servicio militar tuvo que construir una casa para ellos.

Yo había aceptado cumplir el servicio militar. Era eritreo y estaba dispuesto a ser soldado y hacer la guerra por una buena causa, como defender Eritrea de un peligro real. Pero ahora tenía que morir mientras otros obligaban a la gente a trabajar para ellos y enriquecerse cada vez más. No me parecía que eso fuera motivo para sacrificar mi vida.

Un jefe de grupo tiene autoridad para imponer su voluntad incluso a las mujeres. Los demás tienen que trabajar para él. Un jefe de unidad es aún peor, y aún más un jefe de batallón. La situación se volvía cada vez más intolerable. Yo empecé a oponer resistencia. Decía: "Estoy haciendo el servicio militar. Aunque no estoy de acuerdo con lo que está ocurriendo aquí, soy soldado. ¿Por qué nos haces trabajar en tu propio beneficio? No veo qué sentido tiene."

Me arrestaron, me soltaron y me volvieron a arrestar. Una vez permanecí tres meses arrestado y, junto con otros 22 soldados, tenía que trabajar en el campo desde las 6 hasta el mediodía y de las 2 a las 4 de la tarde. Era una especie de lavado de cerebro. Recogíamos tomates y cebollas.
Más tarde me ofrecieron ascenderme a jefe de grupo. No porque pensaran que lo haría bien, sino porque así iban a pillarme tarde o temprano. Tuve que asumir el cargo y dirigir un grupo de 4 soldados.

En esa época, febrero de 1999, empezó la segunda invasión. Nos encontrábamos en Onoshahok cuando hubo tiroteos ininterrumpidos durante todo un día. Por fortuna yo salí ileso. Un chico y una chica de mi grupo resultaron heridos. La chica había sido enviada al frente por negarse a acceder a los deseos de sus superiores.

Permanecimos apostados allí hasta mayo. Entonces me mandaron a hacer un curso de jefe de unidad. Me negué. No quería tomar parte en negocios particulares, ni oprimir a mis compañeros. Entonces me detuvieron. Me rociaron con leche azucarada, me ataron y me dejaron al sol. Era finales de mayo o principios de junio de 1999. Me tuvieron atado al aire libre durante dos días y medio sin interrupción. De día hacía un calor infernal, y de noche un frío glacial. Se me quemó la piel, y al cabo de dos días tenía la cara llena de ampollas. La cabeza me estallaba de dolor. El sufrimiento era tal que casi perdí el conocimiento. Vino un médico y ordenó un tratamiento médico. Al principio el jefe de batallón se negó. El médico dijo: ?Yo no puedo asumir esa responsabilidad. Si le sucede algo, tú serás el responsable?. Entonces el jefe accedió al tratamiento. Me llevaron a un hospital de campaña cercano, extirparon la piel quemada, me limpiaron la carne con desinfectante y me dieron tetraciclina y antibióticos. Eso fue todo. Estuve dos semanas en el hospital. A pesar de los antibióticos contraje una infección. Se puso muy fea, pero como castigo no querían tratarme. Finalmente me llevaron al hospital militar de Alla. Durante tres o cuatro meses no podía ver con el ojo izquierdo. Intenté denunciar al jefe de batallón, pero no recibí ninguna respuesta.

De vez en cuando mejoraban las heridas, después volvían a infectarse y me salían nuevas ampollas. Era un altibajo constante. Al final me dieron un permiso de un mes y pude ir a ver a mi familia. Solicité la baja del servicio por escrito, pero me fue denegada y me notificaron que una vez curado debía reincorporarme al frente.

Entrevista con Saeed Ibrahim del 18 de junio de 2004.



Familiares de OC arrestados

Amnistía Internacional reportó el 28 de julio del 2005 sobre el arresto de varios cientos de familiares de personas que han evadido o desertado de la milicia. Los arrestos tuvieron lugar desde el 15 de julio en la región del sur de Eritrea llamada Debug. Amnistia reportó: "Las personas detenidas eran padres, madres y otros familiares de hombres y mujeres mayores de 18 años que no se habían presentado cuando fueron llamados a alistarse para el servicio nacional desde 1994, o que no habían asistido al curso anua l final de la escuela de formación de Sawa, que es obligatorio, o que habían abandonado la unidad de las fuerzas armadas a la que estaban asignados, o habían abandonado el país ilegalmente. Los familiares han sido acusados de facilitar su evasión del reclutamiento o su huída al extranjero. Los informes indican que las autoridades les han ofrecido dejarlos en libertad bajo una fianza de entre 10.000 y 50.000 nakfa (aproximadamente 660 a 3,300 dólares estadounidenses) si garantizan que entregarán a sus familiares buscados"

Las personas arrestadas están incomunicadas en diferentes prisiones ?Muchas personas recluidas en la prisión de Adi Keih han iniciado una huelga de hambre para protestar por su detención y han sido trasladadas al cuartel militar de Mai Serwa, cerca de la capital, Asmara? reportó Amnistía Internacional.

Amnistía Internacional, 28/07/05


Miles de personas recluídas en la prisión militar

Se cree que millares de personas detenidas por sospecharse que habían eludido el alistamiento militar y recluidas en la prisión militar de Adi Abeto corren peligro de ser sometidas a tortura y malos tratos. Según los informes recibidos, al menos una docena de presos han sido asesinados a tiros y muchos más han resultado heridos tras unos disturbios ocurridos en este centro de detención.

El 4 de noviembre, las fuerzas de seguridad de la capital, Asmara, detuvieron de forma indiscriminada a miles de jóvenes y adultos de los que se sospechaba que habían eludido el reclutamiento. Las detenciones se practicaron en calles, comercios, oficinas, domicilios y puestos de control.

Los detenidos fueron conducidos a la prisión militar de Adi Abeto, en las afueras de Asmara. Las condiciones de reclusión en este centro militar son duras e incluyen grave hacinamiento y carencia de alimentos e instalaciones higiénicas. Los informes indican que se ha obligado a muchos detenidos a dormir al aire libre, sin mantas ni zapatos, en temperaturas muy bajas. Los detenidos no tienen acceso a sus familiares ni a sus abogados.

Al parecer, en torno a la medianoche del 4 de noviembre un muro de la prisión fue demolido por algunos presos, posiblemente durante un intento de fuga. Los soldados abrieron fuego y dieron muerte a varios detenidos y causaron heridas a muchos más. El 8 de noviembre, el ministro de Información declaró que dos detenidos habían perdido la vida. Según otras fuentes, murieron al menos una docena de personas cuyos cadáveres fueron sepultados en lugar de ser entregados a sus familiares. Las personas heridas fueron llevadas a un hospital, donde permanecieron sometidas a régimen de incomunicación bajo guardia militar.

Amnistía Internacional, 9 de noviembre de 2004