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Gotas de humor para un baño de sangre

Domingo.18 de diciembre de 2005 9883 visitas - 7 comentario(s)
EL PAÍS, #TITRE

Los británicos contrataron los servicios de un prestidigitador para ocultar a los alemanes el canal de Suez. Durante la invasión de Sicilia los Aliados crearon una unidad de mulas paracaidistas. Churchill auspició un proyecto para usar un iceberg como portaaviones. Otto Skorzeny, el célebre oficial nazi que liberó a Mussolini en el Gran Sasso, cazó en las calles de Burdeos un tigre que se había escapado de un circo. La Casa Blanca estuvo a punto de ser pintada de negro para protegerla de ataques aéreos... Son algunos de los hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial que Jesús Hernández (Barcelona, 1966) ha recogido en sus libros de anécdotas bélicas, unos libros que, publicados por Inédita, tienen una muy buena acogida y que ponen el contrapunto de una nota de humor en aquella espantosa contienda de cuyo final se ha cumplido este año el 50 aniversario.

"Al empezar a recopilar esos hechos extravagantes y divertidos era consciente de que optaba por un acercamiento cuestionable a una tragedia que provocó tanto dolor y tantas muertes", señala el autor de Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial (2004), Hechos insólitos de la Segunda Guerra Mundial (2005) y ¡Es la guerra! Las mejores anécdotas de la historia militar (2005). "Pero siempre he sido respetuoso con las víctimas y con la historia". Hernández, licenciado en Historia y Periodismo y apasionado de la historia militar, es un lector compulsivo de obras sobre la contienda y ha recorrido sus escenarios, desde el campo de batalla de El Alamein a las playas de Normadía. "No pretendo más que entretener, rastreo historias divertidas o curiosas, las cosas que los historiadores generalmente dejan porque consideran que no pertenecen a la gran historia. Yo quiero reflejar esa pequeña historia que a veces acerca más al lado humano del conflicto, insisto que siempre desde el respeto y la conciencia de que nada debe disfrazar que la guerra es un absoluto horror".

Entre las historias favoritas de Hernández están la del plan de soltar sobre Tokio murciélagos incendiarios; la de Saburu Sakai, autor del último derribo de un B-29 en la guerra, un piloto japonés que era... tuerto. Y la del ametrallador de cola de un bombardero Lancaster que cayó sin paracaídas desde seis mil metros de altura y sólo se rompió un tobillo. Está también la historia del hombre ciego que ayudó a descubrir las defensas nazis del Muro del Atlántico y la del envío de preservativos a las tropas alemanas cercadas en Stalingrado.

Curiosa (y digna de 1941, el divertido filme de Spielberg) es asimismo la historia del aviador japonés Nobuo Fujita, al que se le encargó en 1942 la singular misión de bombardear los bosques de Oregón para incendiarlos. Para ello, se desmontó y estibó en un submarino un pequeño hidroavión. Una vez ante las costas de EE UU, el aparato fue ensamblado y lanzado. Sobre el objetivo, Fujita dejó caer dos pequeñas bombas, una de las cuales no explotó y la otra provocó un pequeño incendio que afectó a... siete árboles. En 1962, el piloto regresó a EE UU invitado por los habitantes del pueblo de Brookings, que le había visto pasar volando aquel lejano día. Fujita les regaló su espada de samurái, que pende en el ayuntamiento de la localidad.

Hitler no daba cuerda al reloj

Jesús Hernández es un hombre perseverante hasta la obsesión. Le sorprendió que en una entrevista el historiador Antony Beevor dijera que uno de los secuaces de Hitler le birló el reloj al cadáver de éste cuando lo conducían para quemarlo en el patio del bunker de la Cancillería. "Pensé que era un error de Beevor porque es sabido que Hitler se pasaba el día preguntando la hora a sus generales". Ante la evidencia fotográfica -aportada por quien escribe estas líneas- de que Hitler sí llevaba reloj, de bolsillo, regalo de cumpleaños en 1929 de su hermana Angela y sus sobrinas Friedl y Geli Raubal, quedó algo estupefacto. Hasta que descubrió en el testimonio de la secretaria de Hitler Christa Schröeder (Doce años junto al Führer, Pagés Editors) que Hitler llevaba siempre ese preciado reloj en un bolsillo de la chaqueta "pero nunca le daba cuerda, por lo que se veía obligado a pedir la hora continuamente".

Hernández está siempre a la búsqueda de anécdotas. Sabe un montón, pero agradece que se le proporcionen más. Como la de que Hitler le prohibió tajantemente a Rommel que se fotografiara en camello, algo que le parecía propio de espíritus raros y extravagantes como Lawrence de Arabia e indigno de un mariscal suabo del Reich.

El deporte durante la II Guerra Mundial, señala Hernández, es una rica fuente de anécdotas. En 1942, en el Kiev ocupado, los alemanes hicieron jugar al Dynamo contra una selección de su Ejército reforzada tramposamente con jugadores del Flakelf de Primera División. Ganaron los ucranianos 4-1, pero los nazis represaliaron a los jugadores.

  • > Gotas de humor para un baño de sangre

    18 de diciembre de 2005 01:44, por partisano

    Los jugadores del Dinamo de Kiev fueron fusilados por los nazis, eso de "represaliados" suena un poco raro...

    Así relata esos hechos Eduardo Galeano:

    Hace años, en Kiev, me contaron por qué los jugadores del Dinamo habían merecido una estatua. Me contaron una historia de los años de la guerra , Ucrania ocupada por los nazis.
    Los alemanes organizan un partido de fútbol, la selección nacional de sus fuerzas armadas contra el Dinamo de Kiev, formado por obreros de la fábrica de paños, los superhombres contra los muertos de hambre.

    El estadio está repleto, las tribunas se encogen silenciosas cuando el ejército vencedor mete el primer gol de la tarde. Se encienden cuando el Dinamo empata, estallan cuando el primer tiempo termina con los alemanes perdiendo 2 a 1.

    El comandante de las fuerzas de ocupación envía a su asistente a los vestuarios, los jugadores del Dinamo escuchan la advertencia:
    “Nuestro equipo nunca fue vencido en territorios ocupados”
    y la amenaza: “si ganan , los fusilaremos!!!”

    Los jugadores vuelven al campo, a los pocos minutos, ¡¡¡¡tercer gol del Dinamo!!!!, el público sigue el juego en pie y en un solo y largo grito¡¡¡¡¡cuarto gol!!!!! El estadio se viene abajo!!!!!

    Súbitamente antes de la hora, el juez da por terminado el partido , los fusilaron con los equipos puestos en lo alto de un barranco!

  • > Gotas de humor para un baño de sangre

    5 de febrero de 2006 15:05

    me parece muy divertido. esta muy bien documentado

    • > Gotas de humor para un baño de sangre

      21 de junio de 2006 18:47

      Corre 1942, las tropas nazis han invadido la URSS y ocupan Kiev, capital ucraniana. Josif Kordik, dueño de la Panadería Nº 3, almuerza en un restaurante cuando divisa en la vereda del frente a Nikolai Trusevich, arquero del popular Dínamo. La guerra ha obligado a disolver el equipo y sus jugadores se han dispersado. El gigante Trusevich -hambriento y muerto de frío- recién ha salido de un campo de prisioneros y deambula sin saber dónde dormir.

      La reacción natural del hincha habría sido pedirle un autógrafo al ídolo. Kordik no sólo hace eso: le ofrece trabajo como barrendero. Colaboracionista alemán, ve pronto una oportunidad única. Gracias a Trusevich recluta en su fábrica a una docena de las mayores estrellas del balompié local. “Me escondía en la casa de mi suegra. Nikolai me contó la idea y lo ayudé a encontrar al resto de los muchachos”, relata el wing Makar Goncharenko. Los desesperados cracks reciben comida y techo cuando el país está en ruinas.

      Camino al matadero
      Hasta aquí podría ser una historia ejemplar. Pero Kordik no es un tipo misericordioso y aprovecha su poder para crear un equipo personal que entrena en el patio de la panadería. Simpatizantes comunistas, los jugadores deciden que su camiseta sea de un color rojo furioso. Así nace el FC Start, una verdadera selección de Kiev que sin saberlo camina al matadero. “No tenemos armas, pero venceremos en la cancha a los fascistas bajo los colores de nuestra bandera”, proclama el arquero Trusevich antes del primer partido oficial, que juegan con botas de trabajo y overoles recortados.

      Los nazis usaron al fútbol como instrumento de propaganda. Quisieron organizar el abortado Mundial de 1942 y dos semanas antes de la caída de Berlín aún se jugaban partidos de copa. Un equipo de la anexada Austria, el Rapid de Viena, figura como campeón de la temporada 1941 del balompié alemán. En cada país ocupado se organizaron torneos para brindar a la población una falsa sensación de normalidad. Eso sucedió en Ucrania. En la extraña liga creada en 1942 participaron seis cuadros. Cuatro representaban a ejércitos del Eje. El quinto era el Rukh, formado por colaboracionistas locales; el sexto, el FC Start, que en el primer partido aplastó por 7 a 2 a sus compatriotas.

      Kordik los había obligado a participar pese al evidente riesgo. La caridad de sus compatriotas les permitió comprar calcetines y pantalones cortos para los siguientes encuentros. Sin querer, el Start se había convertido en símbolo de la resistencia y en un buen negocio. Jugando en un pequeño y atiborrado estadio siguió goleando sin piedad a sus rivales. El 6 de agosto se coronó campeón invicto humillando por 5 a 1 al Flakelf, el invencible seleccionado de la Luftwaffe. “Pese al marcador, ambos equipos fueron parejos”, informó una escueta nota de prensa nazi.

      Al día siguiente los alemanes tapizaron Kiev con carteles que anunciaban una innecesaria revancha, que se jugaría dos días después. Ese caluroso domingo 9 de agosto, el Estadio Zenit estaba repleto. En la tribuna, oficiales nazis; en las galerías, el pueblo ucraniano custodiado por soldados y mastines. El árbitro advirtió al Start que debía saludar a sus rivales con un sonoro “Heil, Hitler”. En vez de ello, en la cancha los ucranianos se golpearon el pecho y gritaron a la usanza comunista.

      El primer tiempo fue un festival de patadas que el réferi no quiso ver. Trusevich permaneció varios minutos inconsciente luego de ser golpeado en la cabeza y, sin arquero, los germanos abrieron la cuenta. Pese al robo, los de rojo se fueron al descanso venciendo por tres a uno, con dos tantos del goleador Ivan Kuzmenko. Las graderías hervían y el comandante de ocupación Eberhardt era insultado por un verdadero coro popular.

      En el entretiempo, un oficial nazi entró al camarín del Start. “Deben comprender las consecuencias de sus actos”, les advirtió. Sin embargo el orgullo fue más fuerte y los rojos vencieron por 5 a 3. El árbitro suspendió el partido luego de que Aleksei Klimenko, defensa ucraniano, gambeteó a medio equipo rival, llegó hasta la línea de gol y en vez de anotar volvió caminando con el balón al círculo central. La multitud enloqueció e incluso soldados húngaros y rumanos, aliados alemanes, participaron de revueltas en las afueras del estadio.

      Extrañamente, el fin de semana siguiente el FC Start volvió a jugar y goleó por 8 a 0 al Rukh. Pero dos días después nueve de sus jugadores fueron detenidos por la Gestapo y acusados de sedición. El volante Nikolai Korotkykh fue ejecutado en el acto: su propia hermana lo había denunciado como espía ruso. Tras semanas de torturas el resto fue enviado al tenebroso campo de concentración de Siretz. Luego de un ataque de partisanos ucranianos se ordenaron fusilamientos selectivos como amedrentamiento. Kuzmenko, Klimenko y el arquero Trusevich fueron ejecutados. Este último murió con su camiseta puesta gritando “¡el deporte rojo nunca morirá!”. Sus cuerpos fueron lanzados a un barranco.

      Sólo cuatro miembros del FC Start sobrevivieron hasta la liberación rusa. Lo que vino fue absurdo. Autoridades estalinistas los acusaron de traición por confraternizar con el enemigo y sólo salvaron la vida jurando guardar silencio para siempre. Pero su leyenda crecía en Ucrania y en los años 60 salió a la luz. La adornada historia oficial establecía que luego de la victoria contra los nazis los once jugadores del equipo, aún uniformados, habían sido fusilados en un risco con los puños en alto. Esa versión fue recogida por el uruguayo Eduardo Galeano en su relato “La Pelota como Bandera”.

      Tras la caída de la URSS se conoció la verdad. Makar Goncharenko era el único miembro del FC Start que aún vivía y por fin pudo hablar. Poco antes de fallecer en 1996 conversó con el periodista inglés Andy Dougan, autor del libro “Dínamo: Defendiendo el honor de Kiev” (recientemente publicado en español). El viejo lateral tenía la película muy clara y no se creía un héroe: “Mis amigos no murieron porque fueran grandes jugadores, murieron como tantos otros porque dos regímenes totalitarios se enfrentaron. Estábamos condenados a ser víctimas de una masacre a gran escala”.

      En Ucrania, los jugadores del FC Start hoy son héroes patrios y su ejemplo de coraje se enseña en los colegios. En el estadio Zenit una placa reza “A los jugadores que murieron con la frente en alto ante el invasor nazi”. Y quienes conservan una entrada del partido más triste de la historia tienen asegurado de por vida el pase gratis para alentar al Dínamo de Kiev.

      • pelicula sobre este partido

        9 de noviembre de 2006 09:29

        he leido el artículo del partido de futbol de los ucranianos contra el equipo aleman, y se que existe una película sobre este hecho, ¿alguien puede decirme el título de la película y como conseguirla? gracias, zeus330@hotmail.com

        • pelicula sobre este partido

          23 de diciembre de 2006 13:01

          Creo que no existe tal película, pero los hechos inspiraron "Evasión o Victoria", con actores tan futboleros como Pelé, Ardiles, Bobby Moore o Van Himst

  • Gotas de humor para un baño de sangre

    16 de abril de 2007 22:35, por Tatiana

    No sé yo, pero lo del Dinamo no me parece para nada simpático ni anecdótico, once muertos en un barranco no es para tomárselo a broma ni recordarlo como un "dato curioso".