El decálogo de la propaganda de guerra: el caso de Iraq - Tortuga
Administración Enlaces Contacto Sobre Tortuga

El decálogo de la propaganda de guerra: el caso de Iraq

Miércoles.29 de diciembre de 2004 8899 visitas - 5 comentario(s)
Mariano Chóliz, Univ. de València #TITRE

La propaganda de guerra en la invasión de Iraq: análisis psicológico del discurso

Mariano Chóliz Montañés, Universidad de Valencia

Resumen

La propaganda de guerra ha sido una de las principales “armas” con las que se ha contado desde la antigüedad, tanto para enardecimiento de las propias tropas, como para el desaliento del enemigo. Pero es a raíz de la I Guerra Mundial cuando ésta se desarrolla y adquiere una dimensión socialmente inmensa, con la finalidad de generar una actitud proclive al belicismo en la sociedad que favoreciera, o al menos justificara socialmente la implicación en conflictos bélicos.

En 1928, Arthur Ponsoby describe lo que podíamos denominar como el “Decálogo de la propaganda de guerra”. Dichos preceptos se han ido cumpliendo con exactitud en cada una de las contiendas aparecidas desde entonces, tanto en la II Guerra Civil Española, como en la II Guerra Mundial, guerras de Vietnam y Corea y I Guerra del Golfo.

En la actualidad estamos sometidos a un escenario de violencia, desde el cual diferentes gobiernos occidentales están emitiendo una serie de soflamas belicistas, cuya finalidad es la de favorecer una actitud social que favorezca la intervención armada contra Iraq.

En este trabajo analizamos el discurso de los paladines de la invasión de Iraq, con el objetivo de demostrar que los argumentos utilizados son los mismos que se han estado defendiendo durante siglos por parte de los agentes implicados en los conflictos bélicos.

Introducción

La propaganda de guerra se ha utilizado en la mayoría de las conflagraciones. Hasta principios del siglo XX, los principales objetivos fueron mantener el ardor guerrero en las propias tropas y desmoralizar del enemigo. Pero a partir de la Primera Guerra Mundial y debido a la “necesidad” de intervenir en el conflicto por parte de la ya primera potencia militar mundial (Estados Unidos de América), el objetivo primordial pasó a ser convencer a la ciudadanía para que apoyase la intervención bélica. Para cumplir dicho objetivo, que se presuponía difícil, ya que el presidente Johnson llegó al poder principalmente por su discurso antibelicista, se creó la Comisión Creel. Los resultados fueron francamente notables, generando en la sociedad norteamericana un grado de alarma y sensación de amenaza tales, que hicieron pedazos las inhibiciones sociales contra la participación de su país en los conflictos bélicos y animó a apoyar los designios guerreros de su gobierno.

Arthur Ponsoby, lord inglés de familia acomodada, pero sin embargo progresista y preocupado por cuestiones sociales, estableció lo que se ha dado en llamar el “Decálogo de la propaganda de guerra” (Morelli, 2001). En su libro Falsehood in Wartime detalló los diez preceptos que hasta esa fecha se habían cumplido en los principales conflictos, sentencias que no eran sino falsedades emitidas sin excepción por todos los gobiernos de los bandos implicados en cualquier guerra, con la finalidad de justificar su implicación en el conflicto. Lo verdaderamente destacable es que, pese a que la propaganda ha evolucionado de forma paralela y semejante a los desarrollos tecnológicos que han hecho de las sucesivas guerras cada vez más destructivas y perversas, estos diez preceptos se mantienen incólumes desde entonces. Se emitieron desde las filas franquistas; se cumplieron categóricamente, tanto por el ministerio de propaganda del Tercer Reich, como por parte de los aliados en la Segunda Guerra Mundial; los utilizaron los gobiernos estadounidense y soviético en la Guerra de Vietnam y son de flagrante actualidad en el conflicto palestino-israelita. Actualmente podemos identificar dichas falacias en los discursos de los gobiernos de EEUU, Gran Bretaña, o España, en un desesperado intento de convencer a la ciudadanía sobre la legitimidad de la invasión de Iraq.

Creo que puede ser de un enorme interés crítico y, desde luego clarificador de la situación de sometimiento intelectual a la que estamos sujetos los ciudadanos, el leer con atención estos preceptos, reflexionar sobre el alcance de los mismos e identificarlos en la perversa utilización del lenguaje en los discursos de los principales gobernantes belicistas.

Las sentencias a los que nos estamos refiriendo, descritas hace más de siete décadas por Arthur Ponsoby y que repiten hasta la saciedad los beligerantes, son las siguientes:

1.“Nosotros no queremos la guerra”.

2.“El enemigo es el único responsable de la guerra”

3.“El enemigo es un ser execrable”

4.“Pretendemos nobles fines” (ocúltense los verdaderos motivos de la guerra)

5.“El enemigo comete atrocidades voluntariamente. Lo nuestro son errores involuntarios”

6.“El enemigo utiliza armas no autorizadas”

7.“Nosotros sufrimos pocas pérdidas. Las del enemigo son enormes”

8.“Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa”

9.“Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime”

10.“Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores”.

Estas máximas se han reiterado hasta la saciedad en todos los conflictos en los que ha habido propaganda de guerra. Se han emitido por cualquiera de los bandos involucrados en los conflictos, con la pretensión de implicar a la población en una guerra, con independencia de los principales motivos de la misma y de su propia justificación. El problema es que el control autoritario que ejerce actualmente el poder sobre los principales medios de comunicación (Qualter, 1991), tiene como consecuencia que estos mensajes se repitan hasta la saciedad, ocultando la verdad y convirtiendo a Goebbels, (ministro de propaganda nazi), en un enano en temas de comunicación de masas. Y ya se sabe: “una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad”.

En todas las guerras los principales actores de las mismas, desde Bismarck a Bush, pasando por Churchill o Hitler, han pretendido nobles razones para intervenir en el conflicto. Todos pretendían conseguir la paz. La guerra no era sino un indeseable, pero necesario, método para conseguirla. Todos, incluso Hitler, decían anhelar un mundo en paz y en concordia con otros pueblos, pero tan magno objetivo era imposible de cumplir por culpa de la actitud de los gobernantes enemigos, que no atendían a estas nobles razones, al tiempo que resultaban un peligro para la seguridad, o la prosperidad de sus pueblos (Durandin, 1982). En todos los casos los enemigos son calificados como personajes con intereses malvados, que no dudaban en utilizar los más perversos de los métodos para conseguir sus execrables fines, sin importarles la vida de sus enemigos, ni de la de su propio pueblo, lo cual da una idea de su naturaleza malvada. Al enemigo se le acusa de utilizar métodos e incluso armamento “no autorizado”, demostrando con ello una actitud poco noble y nada caballeresca. En este punto, y en honor a la verdad, la historia nos demuestra que las armas, o estrategias militares que merecen tal consideración no han sido sino aquéllas que pueden hacerles más daño, o simplemente las que el enemigo exhibe con flagrante superioridad. Así fueron consideradas “armas no autorizadas” en algún momento histórico el fusil automático, la ametralladora, el submarino, o la bomba atómica (Morelli, 2001). Y por supuesto, las armas químicas.

Análisis del discurso de la propaganda de guerra.

Objetivos:

Nuestro trabajo pretende poner de manifiesto que en el reciente conflicto de Iraq, el discurso de los gobiernos de España y de Estados Unidos cumplen y utilizan los preceptos de la propaganda de guerra que describiera Ponsoby a principios del siglo pasado. Para ello nos hemos basado en diferentes manifestaciones públicas que han realizado sobre el tema. En concreto, analizaremos tres tipos diferentes: propaganda política, declaraciones institucionales y entrevistas a los medios de comunicación.

Materiales y método:

El procedimiento consiste en analizar el contenido de diferentes manifestaciones y discursos, con la finalidad de identificar los principios de la propaganda de guerra a los que nos acabamos de referir. El primer análisis realizado es el de la propaganda política escrita emitida y difundida ampliamente por los medios de comunicación de masas. Se trata de propaganda política tanto del gobierno de España, como del principal partido que lo sustenta, el Partido Popular. El segundo análisis es el de la “Declaración de la Cumbre Atlántica”, también conocida como “de las Azores”, emitida por los tres principales promotores del conflicto de Iraq (los gobiernos de Estados Unidos, Gran Bretaña y España) sólo unos días antes de la invasión. Transcribimos la declaración completa y señalamos los párrafos en los que, a nuestro juicio, se refleja alguno de los preceptos de la propaganda de guerra. El último texto corresponde a extractos de las respuestas del Presidente de Gobierno de España en una entrevista concedida a la cadena de televisión Telecinco, destacando aquéllas en las que, de igual manera, se apele a alguno de los principios de la propaganda de guerra.

Resultados

Primer análisis: Propaganda política del Gobierno y del Partido Popular.

Durante las semanas anteriores al conflicto se difundió ampliamente por los medios de comunicación de masas propaganda escrita a favor de la intervención militar. En ella se exponían conjuntamente las razones del gobierno de España, así como del principal partido que lo sustenta, el Partido Popular, demostrando que hecho la separación de poderes legislativo y ejecutivo ha sido, cuando menos, discutible durante los años de mayoría absoluta del Partido Popular.

Las razones que a su juicio justificarían la invasión de Iraq se expusieron en el siguiente folleto:


Analizando la propaganda del partido Popular, podemos identificar los preceptos de la propaganda de guerra en los “cinco ejes” y las seis declaraciones, así como en el eslogan de la portada del folleto que se difundió por los medios de comunicación. Para facilitar la identificación los exponemos en la siguiente tabla:

Propaganda del Partido Popular / Preceptos de la propaganda de guerra

“Deseamos la paz y trabajamos por la paz”

1. “Nosotros no queremos la guerra”.

“Queremos que se respeten las resoluciones de la ONU”

4.“Pretendemos nobles fines” (ocúltense los verdaderos motivos de la guerra)

“Saddam Hussein debe dar pruebas de su voluntad de renunciar al uso de armas de destrucción masiva”

6.“El enemigo utiliza armas no autorizadas”

“La proliferación de armas de destrucción masiva provocará nuevos ataques terroristas, como el del 11 de septiembre”

5.“El enemigo comete atrocidades voluntariamente. Lo nuestro son errores involuntarios”

6.“El enemigo utiliza armas no autorizadas”

“En el Partido Popular trabajamos por la paz y la seguridad de todos”

1.“Nosotros no queremos la guerra”.

“El Partido Popular no oculta a los ciudadanos el peligro real de las armas de destrucción masiva y su utilización por terroristas o por estados fracasados”

6.“El enemigo utiliza armas no autorizadas”

3.“El enemigo es un ser execrable”

“Es Saddam Hussein quien puede provocar la guerra, o favorecer la paz”

2.“El enemigo es el único responsable de la guerra”

“El Partido Popular exige el cumplimiento de la legalidad internacional como garantía para la paz”

4.“Pretendemos nobles fines” (ocúltense los verdaderos motivos de la guerra)

“El Partido Popular defiende un compromiso internacional fuerte en la lucha contra el terrorismo”

4.“Pretendemos nobles fines” (ocúltense los verdaderos motivos de la guerra)

9.“Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime”

"El Partido Popular espera de la oposición una actitud coherente, responsable y con sentido de estado”

10.“Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores”.

“Por la paz. Por nuestra seguridad”

1.“Nosotros no queremos la guerra”.

4.“Pretendemos nobles fines” (ocúltense los verdaderos motivos de la guerra)

9.“Nuestra causa tiene un carácter sagrado, divino, o sublime”

Segundo análisis: “Declaración de la Cumbre Atlántica”.

El 16 de marzo de 2003, apenas cuatro días antes de la invasión de Iraq, los presidentes de Estados Unidos y España y el primer ministro de Gran Bretaña, difundieron la “Declaración de la Cumbre Atlántica”. Se trata de una comunicación institucional que pretendía explicar las razones de una eventual intervención contra el pueblo de Iraq por parte de los principales agresores. La historia y los acontecimientos posteriores han puesto de manifiesto que la decisión de intervenir militarmente ya estaba tomada y que en realidad se trataba de un mero ejercicio propagandístico destinado a convencer a la comunidad internacional sobre la idoneidad de apoyar la invasión..

A continuación describimos íntegramente la declaración, señalando entre paréntesis el precepto de propaganda de guerra (según la clasificación de Ponsoby) al que apelan.

“El pueblo iraquí, con su capacidad, su rica cultura y su enorme potencial, ha sido secuestrado por Saddam Hussein. El régimen brutal de Saddam Hussein ha reducido a un país que cuenta con una historia larga y noble a una situación de aislamiento y de marginalidad internacional. Saddam Hussein oprime a sus ciudadanos, ha iniciado dos guerras de agresión contra sus vecinos y, todavía hoy, representa una grave amenaza para la seguridad de la región y del mundo. (Tercer Precepto)

La negativa de Saddam Hussein a cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que exigían el desarme de su capacidad nuclear, química y biológica y de sus misiles de largo alcance (Sexto Precepto), ha tenido como resultado la imposición de sanciones contra Iraq y ha socavado la autoridad de la ONU. Durante doce años, la
comunidad internacional ha intentado convencerle de que se desarmara y así evitar un conflicto militar, hasta llegar a la adopción por unanimidad de la Resolución 1441 (Sexto Precepto) La responsabilidad es suya (Segundo Precepto). Si, incluso ahora, Saddam se niega a colaborar de manera plena con las Naciones Unidas, se expone a las graves consecuencias previstas en la Resolución 1441 y en resoluciones anteriores. (Séptimo Precepto)

En tales circunstancias, asumimos la obligación solemne de ayudar al pueblo iraquí a construir un nuevo Iraq, en paz consigo mismo y con sus vecinos. El pueblo iraquí merece quedar libre de la inseguridad y la tiranía. Asimismo, merece disfrutar de libertad para decidir sobre el futuro de su país. Contemplamos un Iraq unificado, cuya integridad territorial sea respetada. Todo el pueblo iraquí -en su rica composición de árabes sunitas y chiítas, kurdos, turcomanos asirios, caldeos y todos los demás- debería disfrutar de libertad, prosperidad e igualdad en un país unido. Apoyaremos las aspiraciones del pueblo iraquí de tener un gobierno representativo que garantice el respeto de los derechos humanos y el estado de derecho, como piedras angulares de la democracia. (Preceptos Cuarto y Noveno)

Trabajaremos para evitar y reparar los daños producidos por el régimen de Saddam Hussein a los recursos naturales de Iraq y nos comprometemos a proteger estos recursos como un activo nacional de y para el pueblo iraquí. Todos los iraquíes deben compartir la riqueza generada por su economía nacional.

Promoveremos un final rápido a las sanciones internacionales y apoyaremos un programa internacional de reconstrucción para ayudar a Iraq a alcanzar una prosperidad real y para conseguir la reintegración del país en la comunidad internacional. (Preceptos Cuarto y Noveno)

Combatiremos el terrorismo en todas sus formas (Séptimo Precepto). Iraq no debe volver a convertirse en un refugio para ningún tipo de terrorista. (Sexto Precepto)

Para alcanzar este objetivo, tenemos el propósito de trabajar en estrecha colaboración con las instituciones internacionales, incluyendo las Naciones Unidas, nuestros aliados y socios y los donantes bilaterales. En caso de conflicto, tenemos la intención de buscar la adopción de forma urgente de nuevas resoluciones del Congreso de Seguridad de las Naciones Unidas que reafirmen la integridad territorial de Iraq, garanticen la distribución rápida de la ayuda humanitaria y respalde una administración apropiada post-conflicto parta Iraq. Asimismo, propondremos que el Secretario General sea autorizado, de manera provisional, a asegurar las necesidades humanitarias del pueblo iraquí se sigan satisfaciendo a través del programa Petróleo por Alimentos. (Preceptos Cuarto y Noveno)

Cualquier presencia militar, de resultar necesaria, será temporal y encaminada a promover la seguridad y las armas de destrucción masiva, la entrega de ayuda humanitaria y las condiciones para la reconstrucción de Iraq. Nuestro compromiso de apoyar al pueblo iraquí será a largo plazo. (Quinto Precepto)

Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional para que se unan a nosotros y nos ayuden a crear un futuro mejor para el pueblo iraquí.” (Décimo Precepto)

Tercer análisis: extracto de la entrevista del presidente Jose María Aznar a Telecinco.

Durante las semanas anteriores al conflicto, la ciudadanía española se movilizó en contra de una eventual intervención armada contra el pueblo de Iraq y especialmente, en contra de la participación de España en dicha confrontación. Se realizaron numerosas y multitudinarias manifestaciones, declaraciones, etc. y el presidente del gobierno fue entrevistado en televisión al menos en tres ocasiones.

A continuación exponemos las respuestas del presidente Aznar a las preguntas realizadas por un periodista de la cadena de televisión Telecinco. Entresacamos las principales declaraciones del presidente en lo que es prácticamente una transcripción completa de la entrevista Al igual que en el caso anterior, indicamos entre paréntesis el precepto que entendemos que cumple en la afirmación correspondiente.

Entrevista del Presidente del Gobierno concedida a Telecinco

“Saddam, como Milosevic, como Hitler son todos de la misma naturaleza y en este caso Saddam es una grave amenaza para el mundo...” (Preceptos Tercero y Quinto)

“No podemos cimentar y asentar nuestra tranquilidad esperando más víctimas o aceptando más asesinatos, o tolerando más amenazas...” (Tercer Precepto)

“Saddam Hussein está convencido de que no pasa nada, de que no se va a hacer nada, de que ha desafiado la legalidad internacional y la puede seguir desafiando otros doce
años más. Él tomará buena nota, seguirá rearmándose, seguirá amenazando a sus vecinos con sus armas de destrucción masiva (Sexto Precepto).

"Seguirá amenazando nuestra seguridad en materia de terrorismo...” (Quinto Precepto)

“España en todo caso va a estar bajo el amparo de las Naciones Unidas... (Noveno Precepto) Todas las resoluciones de las Naciones Unidas están vigente y todas obligan al desarme y todas advierten a Saddam Hussein, la 1441, que se expone a graves consecuencias...” (Séptimo Precepto )

“Nosotros no tenemos intereses en Iraq, intereses materiales en Iraq...” (Cuarto Precepto)

“Es la opción de la legalidad internacional y de la seguridad del mundo... (Noveno Precepto) ¿Verdaderamente estamos dispuestos a que en el mundo haya cada vez más
dictadores con armas de destrucción masiva?... A mí los ciudadanos españoles me han elegido, entre otras cosas, para que pueda garantizar su seguridad frente a cualquier amenaza interna y ésa es mi responsabilidad...” (Cuarto Precepto)

“Lo que pienso realmente como presidente del gobierno es que esto se solucionase de una manera pacífica y eso consiste en obligarle a Saddam a cumplir.... Llevamos todo el día trabajando en nuevas formulaciones de una nueva resolución en la cual todo el mundo se pueda sentir identificado y comprometido... porque evidentemente estamos hablando de la presión sobre Saddam Hussein y de mantener esa presión para conseguir efectuar una solución pacífica de desarme...” (Primer Precepto)

“Saddam está a tiempo de evitar esa intervención en Iraq (Segundo Precepto). Pero ya le digo que si al final esa intervención es inevitable yo no derramaría una lágrima por ese régimen, porque ese régimen es una amenaza para todos (Quinto Precepto). Para España también, para los españoles también, en sus vinculaciones con el terrorismo, en la utilización de armas de destrucción masiva...” (Sexto Precepto)

“Yo cuando escucho la propuesta de la oposición, la oposición socialista, que dice que su política consiste en aislar a los Estados Unidos, me quedo absolutamente asombrado... La diferencia es que en el conflicto del Golfo yo era el jefe de la oposición y apoyé (la intervención). .. ¿Por qué ahora no? Estamos hablando de terrorismo; estamos hablando de destrucción masiva; estamos hablando de armamento verdaderamente terrible para el mundo. ¿Por qué ahora no?, ¿por motivos electorales?, ¿por motivos de conveniencia?. ¿por qué no hay coraje para hablar y decirle a los ciudadanos la verdad?. Nosotros tenemos que asumir nuestras responsabilidades y las vamos a asumir....” (Décimo
Precepto)

“Probablemente no estoy solo... me siento acompañado por muchísimos corazones generosos que saben que a veces hay que tomar decisiones difíciles y saben que la responsabilidad del gobernante a veces es dura...” (Octavo Precepto).

A lo largo de la entrevista el Presidente de Gobierno fue repitiendo cada una de las máximas de la propaganda de guerra. Tras un primer análisis parecería que solamente incumple la octava, la de que “los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa”. Ciertamente, el que en este caso ningún representante con suficiente autoridad en dichos colectivos defendiera la intervención bélica es una hecho históricamente excepcional, puesto que son grupos a los que se suele apelar para justificar los conflictos bélicos e incluso alentar a las tropas. No sólo no encontraron apoyo en intelectuales y artistas, sino que muy al contrario, hubo una verdadera revuelta en el ámbito cultural y científico en contra de la guerra, sin parangón alguno con otros países, o anteriores momentos históricos, en los que los gobiernos acudieron a colectivos con importante visibilidad y presencia social para justificar, alentar o simplemente divulgar las actitudes belicistas.

Pero hay que entender este precepto, que Ponsoby lo pone de manifiesto como una estrategia que se utiliza en propaganda de guerra al modo de la falacia de “argumentum ad verecundiam”, esto es, apelar al argumento de autoridad (que supuestamente tienen los intelectuales y artistas que le apoyan) para no analizar racionalmente los argumentos que conducen a las actitudes belicistas. Así pues, el sentido del octavo precepto no es otro que el de la justificación moral de la agresión y la apelación a la falacia de autoridad sirve para darle mayor credibilidad. Puesto que en este caso no es posible utilizar dicho argumento, apela entonces a que su decisión es entendida por “muchos corazones generosos” que comprenden (y supuestamente aceptan) las acciones del gobierno. Se trata de nuevo de la justificación moral de la agresión, pero esta vez mediante la falacia de “argumentum ad populum”, es decir, apoyar las acciones belicistas por el hecho de que muchas personas están de acuerdo con ello. Desde luego que el uso de falacias es algo muy frecuente en la propaganda política (Chóliz, 2001).

Discusión

La agresión colectiva que suponen las guerras no puede explicarse simplemente por los principios que gobiernan otras formas de agresión interpersonal. Para llevar a cabo los actos bélicos se requiere de una organización social compleja que maneje recursos materiales y humanos y planifique acciones grupales (Ross, 1995). Exige para ello la aquiescencia e implicación de colectivos sociales importantes, incluso de la sociedad entera, para poder ejecutar acciones de otra forma difíciles de perpetrar, por las gravísimas implicaciones que alcanzan.

Para ello, la propaganda apela a procesos psicológicos que faciliten y justifiquen la intervención armada. Los procesos sociocognitivos más relevantes implicados en la agresión social son los siguientes (Páez, Fernández y Ubillos, 2003):

a) Justificación moral de la agresión. En los conflictos sociales, la agresión contra un colectivo de personas se justifica moralmente. Además, la repetición de las pautas violentas y su exposición continuada por los medios de comunicación llegan a convertir la agresión en un guión social que conduce nuestras acciones (Huesmann y Eron, 1984). La guerra se convierte en “santa” al ejercerse contra los infieles, que pueden ser tanto creyentes de Alá, como de Dios. Pero también puede ser una forma de “liberar” al pueblo de tiranos, o la mejor forma de “salvar a la patria”. Los organizadores de la violencia justifican sus acciones y critican a quienes propugnan otros métodos, tachándoles de idealistas, ingenuos, o traidores. Es verdad que los métodos violentos, por tratarse de expeditivos, logran que quienes los ejecutan consigan sus objetivos rápida y eficazmente. Por eso mismo se refuerzan y se perpetúan las acciones agresivas.

Otra cosa es la catadura moral de los mismos, o las consecuencias perniciosas que puedan llegar a tener, incluso para los que ejercen la agresión, puesto que la justificación moral de la violencia permite que las víctimas se conviertan en potenciales agresores y justifiquen, o ejecuten agresiones en el futuro precisamente por el hecho de haber sido víctimas con anterioridad, implicándose en un círculo vicioso de difícil solución.

b) Distanciamiento de la víctima. A las víctimas se las deshumaniza, haciéndoles de alguna manera responsables de la agresión que sufren y justificando las acciones hostiles contra ellas (Glass, 1964; Gibbons y McCoy, 1991). Hay muchas formas de provocar distanciamiento psicológico de las víctimas, generalmente mediante prejuicios (racistas, religiosos, ideológicos, sociales, etc.). Este distanciamiento dificulta la aparición tanto de reacciones emocionales de culpa, como de atribuciones causales de responsabilidad personal ante el sufrimiento de la víctima, que son dos de los procesos que inhibirían las conductas agresivas (Tangney y Fischer, 1995).

c) Desindividuación. Las atrocidades cometidas en grupo son de una magnitud mayor que las perpetradas individualmente (Mullen, 1986). De alguna manera la pérdida de identidad y dilución de la responsabilidad que proporciona el realizar actos de agresión en grupo facilita la comisión de actos de mayor violencia. Los guerreros se disfrazan, o se pintan diluyéndose la identidad personal dentro del grupo. Hay países que se niegan a firmar tratados internacionales, como el caso del Tribunal Penal Internacional para delitos de genocidio y la ausencia de posteriores sanciones facilita el que se embarquen en guerras e invasiones, como las del ejército de Israel contra el pueblo palestino, o las de Estados Unidos en Afganistán e Iraq.

La principal función de la propaganda de guerra es precisamente favorecer estos procesos sociocognitivos que facilitan la agresión social colectiva, tanto da si se trata de una democracia, como si parte de un régimen totalitario (Durandin, 1993). El decálogo de la propaganda de guerra, que es una descripción de los principios elementales a los que debe apelarse como estrategia de persuasión, está dirigido precisamente a conseguir facilitar la agresión social mediante estos procesos sociocognitivos. La fórmula expuesta por Ponsoby (1928) es uno de los mejores exponentes de la propaganda de guerra, que, como hemos intentado demostrar en este trabajo, se ha reproducido recientemente de una forma palmaria por los gobiernos de España y Estados Unidos en la II Guerra del Golfo.

Quisiera finalizar esta exposición con un texto de Emile Zola que aparece en “El proceso” y que resume literariamente los principales argumentos que hemos expuesto:

“Los motivos de las guerras son difíciles de inventar... Tras largas reflexiones me ha venido la inspiración sublime. Lucharemos siempre por los otros. Nunca por nosotros mismos. Dense cuenta del honor que extraeremos de tales expediciones. Nos haremos con el título de bienhechores de los pueblos, gritaremos muy alto nuestro desinterés, apoyaremos modestamente a las buenas causas, como devotos servidores de las grandes ideas... Nuestra pasión por prestar nuestras armas a quien las pida es un generoso deseo de pacificar el mundo, de pacificarlo, de hecho, a golpes. Nuestros soldados pasearán como civilizadores, cortando el cuello a quienes no se civilicen lo suficientemente rápido”.

Referencias bibliográficas

Chóliz, M. (2001): El lenguaje y las mentiras de la propaganda. Valencia: Promolibro.

Durandin, G. (1982). Les mensonges en propagande et en publicité. Paris: Presses Universitaires de France.

Durandin, G. (1993). L’information, la désinformation et la réalité. Paris: Presses Universitaires de France.

Gibbons, F.X. y McCoy, S.B. (1991). Self-steem, similarity, and reactions to active versus passive downward comparison. Journal of Personality and Social Psychology, 60, 414¬424.

Glass, D. (1964). Changes in linking as a means of reducing cognitive discrepancies btween self-steem and aggression. Journal of Personality, 32, 531-549.

Huesmann, L.R. y Eron, L.D. (1984). Cognitive processes and the persistence of aggressive
behavior. Aggressive Behavior, 10, 243-251.

Morelli (Principios elementales de la propaganda de guerra, Hondarribia: Hiru, 2001.

Morelli, A. (2001). Principios elementales de la propaganda de guerra. Hondarribia: Hiru.

Mullen, B. (1986). Atrocity as a function of lynch mob composition: A self-attention
perspective. Personality and Social Psychology Bulletin, 12, 187-197.

Páez, D.; Fernández, I. y Ubillos, S. (2003). Los motivos secundarios de la agresión, frustración y altruismo. En E. Fernández-Abascal, P. Jiménez y D. Martín (Dirs):
Emoción y Motivación. Madrid: Centro de Estudios Ramón Areces.

Ponsoby, A. (1928). Falsehood in war time. Londres: Allen & Unwin.

Qualter, T.H. (1991). Advertising and democracy in the mass age. Londres: Macmillan
Press.

Ross, M. (1995). La cultura del conflicto.Barcelona: Piados

Tangney, J.P. y Fischer, K.W. (1995). Self-conscious emotions: The psychology of shame, guilt, embarrassment, and pride. Nueva York: Guilford Press.

Comunicación presentada al III Simposio de la Asociación Española de Motivación y Emoción. Valencia, mayo de 2003
Este documento puede utilizarse y divulgarse libremente, siempre que se cite la fuente de donde se ha obtenido:
http://www.uv.es/ choliz