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Miquel Amorós: la nueva Barcelona del capital

Lunes.21 de junio de 2004 4158 visitas - 2 comentario(s)
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Miquel Amorós

Intervención en la presentación del libro “Barcelona Marca Registrada”, el 2 de
junio de 2004 en L’Espai Obert, Barcelona.

Barcelona, su área metropolitana y toda Cataluña, desde los años ochenta se
hallan inmersas en un apabullante proceso de transformación fruto del paso
acelerado de una economía industrial a una economía de servicios. La fabrica
dejó de ser hace ya tiempo la fuente primordial de producción de plusvalías en
provecho de la urbanización, y a la política de “bienestar” pactada con los
sindicatos sucedió la ordenación territorial pactada con los ejecutivos de las
inmobiliarias y los bancos.

El papel de la administración es ahora más
determinante; de antiguo intermediario entre el capital y el trabajo se
convierte, gracias a un enjambre de empresas mixtas, en principal agente de la
remodelación de la ciudad como sede de las transacciones económicas
internacionales. La administración ya no trata como antes de armonizar los
intereses sociales en provecho de la clase dominante: ella misma forma parte de
la clase dominante. En principio la desindustrialización llevó las fábricas a la
segunda corona metropolitana, pero una vez acabada ésta de lo que se trata es de
expulsar a la población que se quedó, ligada a formas de vida sin interés para
la economía, y sustituirla por nuevas gentes acordes con los nuevos valores
traídos por el desarrollo tecnológico, gentes de hábitos ultraconsumistas. Esa
es la función que está cumpliendo el urbanismo administrativo.

De las 51 operaciones en que se materializa la reconversión urbana barcelonesa,
financiadas en parte con dinero público y en parte con la especulación
inmobiliaria, unas corresponden a grandes infraestructuras, otras a logística
empresarial, otras a proyectos de investigación y, finalmente, otras a reciclaje
de barrios y programas ambientalistas. Infraestructuras son el Tren de Alta
Velocidad y sus estaciones “intermodales”, las ampliaciones del puerto y del
aeropuerto (y demás intervenciones contenidas en el Plan Delta), el túnel de
Horta y el Cuarto Cinturón, la B-40. Las zonas donde emerge el nuevo estilo de
los negocios hay que buscarlas en el Districte Econòmic GranVia (donde se ubican
La Ciutat Judicial y la Fira-2), el 22@, el Centre Direccional Cerdanyola-Sant
Cugat, en el nudo de Les Glòries o en Diagonal Mar-Fòrum. Los principales
proyectos de investigación son el Parc de Recerca Biomèdica, el Parc Científic
de Barcelona y la asociación Barcelona Aeronàutica i de l’Espai. Para acabar, el
reciclaje consiste fundamentalmente en un conjunto de derribos, expropiaciones y
desalojos que reciben el nombre de “rehabilitación”, pero que significan
exclusión.

Barcelona ha dejado de ser un mercado nacional de trabajo y aspira a convertirse
en un mercado internacional de capitales. Barcelona no es una ciudad fabril, es
toda ella una empresa. La vivienda misma es una inversión. Por eso en el
lenguaje del poder los acentos pasan de la producción a la gestión: los
dirigentes no hablan como fabricantes, hablan como vendedores. El discurso de
los dirigentes pierde los tonos desarrollistas y obreristas propios del pasado
puesto que su fuerza ya no sale de la industria ni de la proletarización; su
poder proviene ahora de la reconstrucción del territorio y de una forma
espectacular de sociabilidad, por lo tanto, su idioma es ecologista y
cogestionario, es decir, ciudadanista. Los mismos que trajeron paternalmente la
aluminosis nos anuncian coleguilmente la “limpieza” del tranvía, las depuradoras
reciclables y las promociones de ecopisos; ya no es cuestión de alojar a los
pobres recién llegados como sea, sino de atraer a los pudientes inversones como
sea. La ecología no es un derecho; donde reina el capital es un lujo, y como
tal, una mercancía solamente asequible a los nuevos privilegiados que puedan
pagarla. Por eso combina perfectamente con el control social. La ecología urbana
es pues el césped de la videovigilancia.

Tanto en la verborrea de la participación y la tolerancia, como en la demagogia
de la sostenibilidad, se esconde el proyecto más depredador dado en la historia;
al tiempo que borran la memoria histórica contenida en el territorio urbano, las
elites del capital lo reconstruyen a su imagen y semejanza, expulsando a la
población que hasta ahora lo ha habitado. Los medios empleados pueden ser
indirectos —como los altos precios, la ausencia de vivienda protegida, los
alquileres caros, la precarización y la mala calidad del trabajo— o directos
— como el mobbing inmobiliario, la carga policial y la expropiación forzosa. Los
desplazamientos obligados por los mecanismos de exclusión puestos en marcha
inducen la formación de ghettos periféricos. La táctica es conocida: la pobreza
primero se crea, después se exporta (un 18 % de la población de la capital vive
pobremente y por tanto, es exportable). El resultado es la “liberación” de un
montón de metros cuadrados de suelo urbanizable.

Desde el levantamiento del barrio del Besós, poco antes de los Juegos Olímpicos,
no ha vuelto a haber luchas urbanas de envergadura. Los dirigentes de la ciudad
de los negocios no tienen delante más que una población atomizada, envejecida,
temerosa y residual, pero aún así el conflicto logra salir a la superficie y los
afectados plantan cara a la reurbanización capitalista, a pesar de las presiones
y de la corrupción de algunas asociaciones vecinales. Así lo demuestra la
resistencia de los vecinos a la rehabilitación del Raval, las luchas en torno al
Forat de la Vergonya, las “okupaciones” o las propuestas de organización contra
la especulación inmobiliaria, por no hablar de todas las luchas en defensa del
territorio planteadas por toda Cataluña. Sin todavía ser conscientes de ello,
los humildes y dignos combates del vecindario plantean la olvidada cuestión
social, ese conjunto de problemas cuya solución afecta no sólo a los
directamente implicados, sino a toda la población que sufre parecidas
agresiones, es decir, a toda la población no dirigente. A través de ellas vemos
hasta qué punto la dominación interviene en nuestra vida y nos impone un estilo
ajeno. La solución, por lo tanto, tampoco puede reducirse a un hecho concreto,
una obra detenida, un desvío de carretera, un soterramiento de vías... No hay
solución parcial que valga. Ha de ser total y basarse en LA AUTOGESTIÓN
TERRITORIAL GENERALIZADA, que no es otra cosa que LA GESTIÓN DEL TERRITORIO POR
SUS PROPIOS HABITANTES MEDIANTE LAS ASAMBLEAS COMUNITARIAS. Cada conflicto
particular, quiera o no quiera, forma parte de la guerra que la dominación
capitalista libra contra todo el planeta y, se gane o se pierda, lleva inscrita
esa nueva consigna de liberación.

  • > Miquel Amorós: la nueva Barcelona del capital

    2 de agosto de 2004 17:42, por Miguel Sánchez Lindo

    Parece que Amorós ha vuelto a dar en el clavo. Con su prosa incisiva y su lucidez deslumbrante, conocida para quienes él ya no nos resulta tan ajeno, ha vuelto a poner el acento de las nuevas luchas sociales en su contenido anticapitalista y contra el sistema industrial que le va parejo. Sin olvidar nunca a la pseudocontestación ciudadanista -negristas, miembros de Attac o "plataformas"; lectores todos de "Le Monde Diplomatique"- que no es sino un brazo más del nuevo sistema de dominación que, ay, sigue siendo el mismo de siempre, más totalitario aún. Para los que se sientan interesados, recomiendo la lectura de sus libros, desgraciadamente escasos: La revolución traicionada en Virus editorial -acerca de la actuación de los Amigos de Durruti durante la revolución española- o Las armas de la crítica en Muturreko. Así como la recopilación de artículos del grupo en que participó en los años 80: Encyclopédie des Nuisances, también en Muturreko. En estos días aciagos de intelectuales simplones con verborragia crónica, resultan extravagantes pensadores como él: claros y lúcidos como una luciérnaga en una noche que dura ya demasiado tiempo. Amorós es decididamente irrecuperable; imposible su asimilación en el estado presente de las cosas.

    • mira, que Amoros tenga o no razon, parece irrelevante, cuando las mayores criticas de sus amorosos seguidores, es venir a decir que ya nadie hay tan radical como el (y nosotros), pero solo con respecto a una supuesta mediocridad de "intelectuales", ( y es que al menos, estos se arriesgan mas que los radicales de boquilla, y formulan nuevas propuestas).

      Practicamente , lo unico que leo del Amoros son criticas y criticas, a cada cual mas triste y destructiva, empeñandose en desacreditar cualquier movilización, como haria cualquier simple fanatico de una revolucion irrecuperable, ¿o es que es irrealizable?.
      Claro, hay que esperar mejores tiempos para la practica, y mientras tanto, ir mejorando la critica. Que pensamiento mas derrotista.
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