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La policía militar de Brasil: decapitaciones y escuadrones de la muerte

Martes.5 de abril de 2005 6561 visitas Sin comentarios
Tortuga Internacional. ¿Quién vigila a los vigilantes? #TITRE

¡Cuidado, la policía! La matanza de Río de Janeiro da argumentos a una ciudad que teme más a los agentes que a los ’narcos’ JUAN ARIAS - Río de Janeiro

El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha encargado a la policía federal la investigación del asesinato de 30 personas (28 de ellas sin antecedentes penales) en la noche del jueves (madrugada del viernes en España) en Río de Janeiro. Esta decisión se debe a que crecen las sospechas de que lo ocurrido fue obra de un grupo de la Policía Militar descontento con la política de firmeza del teniente coronel Paulo César Ferreira. Este policía de 51 años encarceló recientemente a 11 agentes acusados de decapitar a dos personas y arrojar sus cabezas al patio del edificio de la policía. La hipótesis que manejan los investigadores es que la matanza de Río pudo ser una represalia o una advertencia al teniente coronel Ferreira en el mejor estilo mafioso. Los asesinatos del jueves por la noche -todos eran trabajadores- se produjeron en 11 lugares diferentes del municipiode la Baixada Fluminense, una zona de Río en la que viven cerca de cuatro millones de personas, todas en la pobreza. Por la precisión de los disparos y la organización, la policía piensa que no puede ser obra de simples delincuentes.

Esta matanza ha conmocionado al país. Los principales periódicos llenaron sus páginas con profusión de detalles de lo ocurrido, como la historia del joven que resultó tiroteado cuando a la salida del trabajo se dirigía a un bar para saldar una deuda del día anterior de dos reales (unos cincuenta céntimos de euro).El diario O’Globo, el más importante de la capital, definió la matanza en su editorial como "una afrenta al Estado y a todos los poderes constituidos".

Impunidad policial

La acusación del editorialista del periódico refleja una realidad cotidiana: la población de Río, en general, y de las favelas y barrios pobres como los de la Baixada, teme más la actuación de los agentes que a los mismos narcotraficantes. La policía parece protegida desde tiempo por una impunidad total en su trabajo. A veces son sus connivencias con los narcos las que generan criminalidad; otras, sus estrechas relaciones con una parte del poder político y judicial corrupto. Con sueldos muy bajos (300 euros al mes), la policía actúa a sus anchas.

Este problema es mucho más grave en Río de Janeiro que en otras ciudades brasileñas de historial violento, como São Paulo o Recife. Siempre ha existido una lucha sorda entre ese Estado y el poder central de Brasilia desde que los cariocas perdieron la capitalidad y con ella parte de su influencia nacional. A eso hay que añadir que el Estado de Río lleva gobernado desde hace años por la familia Garotinho, cuyo matrimonio se ha sucedido a sí mismo en el Gobierno. Ambos, marido y mujer, son evangélicos conservadores, populistas y en guerra declarada contra la Brasilia de Lula.

La prensa pedía ayer a la actual gobernadora, Rosinha Garotinho, que no ponga trabas para que la investigación de la matanza pueda llevarse a cabo con la intervención de la policía federal, considerada más imparcial.Quizá por todo ello acaba de surgir un movimiento de la misma sociedad de Río para convertir a la ciudad de ocho millones de habitantes, de los cuales el 80% en la pobreza, en un nuevo Estado separado de la región.