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La guerra de Iraq: La gran estafa

Sábado.16 de febrero de 2013 247 visitas Sin comentarios
Hace ya diez años de aquello. #TITRE

NO CALLARÁN

La guerra de Irak dejó un país en ruinas, un Gobierno corrupto y 111.000 civiles muertos. Para EEUU, atacante en nombre de la democracia, fue un desastre económico. Pero un puñado de multinacionales sacaron tajada.

RICARDO MIR DE FRANCIA

Cuando las últimas tropas estadounidenses abandonaron Irak el 18 de diciembre del 2011, miles de iraquís salieron a la calle para festejar el final de la ocupación. Más que un estallido de felicidad, sin embargo, las crónicas de entonces hablan de una catarsis de rabia e impotencia durante mucho tiempo contenidas. Porque en realidad había muy poco que celebrar. La guerra dejó un país en ruinas, con millones de exiliados y desplazados, un conflicto sectario latente y un Gobierno débil, corrupto y autoritario. La ironía es que tampoco EEUU estaba para fiestas. Irak fue un desastre en términos económicos, militares y geoestratégicos. Aunque eso sí, un puñado de multinacionales hicieron el agosto.

Aquella guerra es la historia de una infamia. Cocinada en los despachos de unos cuantos think tanks neoconservadores de Washington mucho antes de que los primeros tanques de la coalición cruzaran las fronteras iraquís, utilizó como pretexto la falacia de las armas de destrucción masiva del sátrapa Sadam Husein. La contienda se lanzó ninguneando a la ONU, que nunca llegó a autorizar la invasión, y tuvo como lanzadera aquel ultimátum de la cumbre de las Azores en la que participaron Bush, Blair y Aznar, con Barroso como anfitrión. La primera opción para la cumbre fueron las Bermudas, pero el español lo rechazó por parecer poco serio.

Una continua improvisación

Lo que no fue serio fue aquella contienda. Se planeó la estrategia militar para la invasión, pero lo que vino después fue una continua improvisación para desgracia de un pueblo iraquí al que teóricamente se quería salvar del despotismo de Sadam y sus adláteres. No hubo reparos en dejar que se saqueara el patrimonio de los edificios oficiales o el Museo de Arqueología en Bagdad. Se disolvió el partido Baaz y se purgó a sus miembros de las instituciones iraquís, poniendo el germen de la insurgencia suní. Se quiso privatizar el país; se despilfarraron miles de millones en la reconstrucción; se fabuló con hacer de Irak un espejo de Occidente.

Todo por la democracia: bendito concepto con el que aquel eje del mal de las Azores se llenó la boca. En los ocho años de ocupación murieron al menos 111.000 civiles iraquís, según el Iraq Body Count, a los que habría que añadir cientos de miles más en los 12 años que duraron las draconianas sanciones impuestas tras la primera guerra del Golfo. EEUU perdió en el país árabe a 4.300 militares y civiles, y unos 30.000 resultaron heridos. Al final de la contienda, solo se atisban dos ganadores. Por un lado las petroleras occidentales que, tras la guerra, se hicieron con decenas de contratos en Irak, un mercado del que se les expulsó en 1973.

Quienes también se llenaron la barriga fueron las grandes multinacionales que se beneficiaron de la externalización de los servicios del Ejército impulsada por el entonces ministro de Defensa, Donald Rumsfeld. Empresas, en muchos casos, estrechamente vinculadas a la Administración Bush, como Halliburton, de la que Dick Cheney fue consejero delegado.

En definitiva, Irak fue una gran estafa. Otra más.

El Periódico