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Francisco Ferrer i Guàrdia, en el recuerdo

Sábado.20 de junio de 2009 2274 visitas - 2 comentario(s)
En octubre del presente año se cumple el centenario del fusilamiento del pedagogo, el cual, antes de morir, dejó escrito el deseo de que sus amigos no hablasen de él. #TITRE

Víctor Moreno, escritor y profesor.

El 13 de octubre de 2009 se cumplirán cien años del asesinato de Ferrer en los fosos del castillo de Monjtuich. El fusilamiento de Ferrer colmó de satisfacción tanto a la derecha, representada por Maura -que caería precisamente por el «caso Ferrer»- como a los seguidores de Alejandro Lerroux y, también, a los socialistas. Y, por supuesto, a la Iglesia, aunque venga ahora con el cuento de que el Vaticano intentó pedir el indulto de Ferrer, pero que «llegó tarde al Gobierno de Maura». Bagatelas. No en vano, uno de los primeros en atribuir lo sucedido en Barcelona como producto de la educación laica recibida en los colegios de Ferrer fue el arzobispo de Zaragoza.

Dirigiéndose al presidente del Gobierno, le dirá el 14 de agosto de 1909: «A poco que se quiera discurrir, llégase a comprender que tan atroces y execrables perturbaciones tienen su principal origen en las demasías de la prensa sectaria y en la escuela moderna o laica, como hoy se dice».

Como ya es sabido, el «asesinato legal» de Ferrer se inscribe en el contexto histórico de la denominada Semana Trágica, un significante inventado con premeditación y alevosía por la burguesía para así dramatizar una situación y dar argumentos al Gobierno para reprimir a gusto a los supuestos revolucionarios, los cuales protestaban por el embarco de tropas reservistas con destino a la defensa de las minas del Rif en Marruecos. La revuelta terminó en huelga general de 24 horas el lunes 26 de julio de 1909.

Antes de morir, Ferrer dejó escrito: «Deseo también que mis amigos hablen poco o nada de mí, porque se crean ídolos cuando se ensalza a los hombres, lo que es un gran mal para el porvenir humano. Solamente los hechos, sean de quien sean, se han de estudiar, ensalzar o vituperar, alabándolos, para que se imiten cuando parecen redundar al bien común, o criticándolos para que no se repitan si se consideran nocivos al bienestar general» (12/10/1909).

Contraviniendo su voluntad, digamos que lo que nunca sospecharía Ferrer es que las mayores y mejor fundadas alabanzas a su persona y obra procederían de las personas que más lo odiaron mientras vivió y, sobre todo, después de muerto, que eso sí que es más meritorio.

Pues puede comprobarse que muchas argumentaciones usadas en su contra se han convertido con el tiempo en irónico pretexto para elevar a Ferrer a la categoría de un aventajado en materia pedagógica y otras cuestiones sociales. Tanto es así que, cuando algunos franquistas relacionan su pensamiento para denostarlo con, por ejemplo, el pedagogo Robin -luego vendrían Freinet y Freire, entre otros-, lo que consiguieron fue el efecto contrario del que buscaban. Una justa venganza de la historia.

Del mismo modo, cuando en el libro «Garra marxista en la infancia» (1939), el inspector de educación Alfonso Inhiesta se esfuerza, consiguiéndolo, en asociar los planteamientos pedagógicos de Ferrer con la «malvada» escuela de Ginebra de Piaget, lo que ofrece es el mayor panegírico dedicado a Ferrer en toda su historia.

Como pedagogo, los planteamientos de Ferrer abarcaron ámbitos tan significativos en su tiempo como la coeducación entre niños y niñas, la coeducación entre clases sociales, la relación con el medio natural y social y el laicismo, emparentado con el racionalismo y el antiautoritarismo.

La idea de integrar la educación en el medio se la debió Ferrer a su amigo Odón de Buén, catedrático de Historia Natural de la Universidad de Barcelona e introductor del darwinismo en España. Por este hecho, la Iglesia católica intentó echarlo de la Universidad. Según él, «la geología contrariaba algún tanto el texto bíblico». En el libro de Garmendia y Otaola «Lecturas buenas y malas a la luz del dogma y de la moral» (1953), se lee: «Tiene en el Índice de libros prohibidos: Tratado elemental de Geología y Tratado elemental de Zoologia», pero no señala el porqué de tal prohibición. Del término Ferrer dirá lacónicamente: «Ferrer o la huelga sangrienta. Espíritu impío y revolucionario, apoteosis de Ferrer y de su incredulidad e impenitencia final».

La Iglesia asoció la coeducación entre niños y niñas, que defendía la escuela moderna (EM), con la promiscuidad y con la pederastia. Algunos contarían auténticas barbaridades de lo que se hacía y no se hacía en «los antros de Ferrer».

Una de las propuestas más desconocidas de la EM es la coeducación de las clases sociales. La idea consistía en que si los hijos de padres burgueses y proletarios se educaban juntos, se conseguiría una sociedad armónica, sin clases sociales. Ferrer creía en la escuela como factor de cambio social; también, en un modelo de red educativa que rompiera los límites excluyentes entre lo privado y lo público. Comprobaba que la formación de las clases burguesas españolas estaba controlada por el monopolio de la Iglesia, y que el Estado no hacía nada por evitarlo. Este sistema consagraba un modelo social y político siempre conflictivo y contrario a los intereses de la clase obrera.

El laicismo es el rasgo por el que más se conoce la EM y con él que se asocia perversamente a Ferrer, «masón, impío, ateo y laico». Lo más asombroso es que tanto la figura de Ferrer como sus escuelas laicas de Barcelona sirvieron para conocer lo que la Iglesia pensaba acerca de dicho término. Tiene gracia la cosa. El pensamiento contra el laicismo de la jerarquía eclesiástica tomará cuerpo doctrinal gracias a su mayor enemigo.

Yasí, ante la iniciativa del ayuntamiento de Barcelona, en 1908, de crear unas escuelas, siguiendo el modelo de Ferrer, la reacción del cardenal Casañas, de Barcelona, no se haría esperar: «Nuestro municipio implícitamente niega la Divina misión de la Iglesia y la pone al nivel de las sectas infernales inventadas por los enemigos de Cristo». Por supuesto, las escuelas no se construyeron. Dios providente no lo quería.

Y es que, como dijo Sardá i Salvany, «la escuela laica es el demonio convertido en preceptor. Hay pecado grave en enviar a ella a los niños. Pecan más que si precipitasen desde un derrumbadero a sus hijos, más que si vendiesen a sus hijas a la prostitución». En la misma línea de clarividencia, el P. Manjón sostendrá que «el maestro laico es la antidemocracia; el maestro laico es no educador; el maestro laico está enfrente de la humanidad; el maestro laico es antihumano». Parece que estuviéramos escuchando a Rouco Varela.

Al revisarse el caso Ferrer, en 1910, la prensa navarra aprovecharía el evento para desfigurarlo política y humanamente, incluyendo la ridiculización de su parcela amatoria -recuérdese que su compañera sentimental era la navarra Soledad Villafranca- y, sobre todo, para condenar el laicismo. De la escuela laica diría el periódico centenario: «Es la negación del abecé en pedagogía. Lo que salga de las escuelas laicas serán piaras de cerdos (...). Escuela laica significa escuela de ateos, plantel de apóstatas de la religión, criadero de malos hijos, de malos padres y de malos ciudadanos». (23/2/1910).

En fin, les digo que, si gozan del suficiente aplomo intelectual para echarse a la dentada un gallo de Ollarra, comprobarán que la línea de continuidad que guardan sus kikirikis actuales con los dicterios de sus antepasados de 1910 es tan fiel como directa. Todo un síntoma.

Gara

  • Sobre Ferrer i Guàrdia

    18 de octubre de 2015 09:57

    Salmerón, Companys, Ferrer y el futuro. - Ricardo Royo Villanova.

    "Don Nicolas Salmerón dejó la presidencia de la I República Española para no mancharse con la firma de una pena de muerte. La contrapropagada española ha puesto estos días en circulación un papelito fechado el 10 de diciembre de 1936 en el que Lluis Companys da el visto bueno a una serie de fusilamientos, entre los que se destacan, no sé por qué razón, algunas mujeres, como si fusilar mujeres fuera especialmente depravado o peor que fusilar hombres. No dudo de que dicho papel sea real. España estaba en aquellas fechas en guerra, y probablemente habría muchos documentos de este tipo con otras firmas.

    Pues bien, creo que no podemos decir de Companys lo que decíamos el otro día de Hernán Cortés. Companys, como don Nicolas Salmerón había hecho muchas décadas atrás, podía haberse amparado en sus principios éticos para no firmar estas penas de muerte. No lo hizo. Sin embargo, juzgar así, a secas, a Companys es también un juicio injusto, como el de Hernán Cortés, Colón o Ysabel I de Castilla, porque las circunstancias de Compayns no son las cómodas circunstancias en que vivimos nosotros juzgando la historia desde nuestros perfiles de Facebook o Twitter o matando, como mucho, a un personaje de algún videojuego y sin arriesgar nada.

    Compayns era gobernante de unas instituciones democráticas acosadas por un ejército peligrosísimo levantado en armas. Unas instituciones democráticas, probablemente imperfectas, pero legítimas, que estaban defendiéndose de unos criminales uniformados que no tenían dudas ni problemas morales: fusilaban a media población allá por donde pasaban, con el único requisito que les denunciara el jefe local de la Falange o cualquier otra persona de bien: el cura, el médico, el cacique… Y lo hacían sin quebradero de cabeza de ningún tipo. La República y sus instituciones estaban defendiéndose de un ataque desproporcionado y sin precedentes. Por eso, me resulta muy difícil juzgar a Companys, y no sólo a él, sino a muchas otras autoridades de la II República que unos años atrás ni hubieran imaginado que iban a acabar teniendo que decidir sobre la vida y la muerte de otras personas. Yo, desde luego, le hubiera dedicado mucho tiempo a darle vueltas antes de firmar una pena de muerte en las circunstanciase en que estaba España el 10 de diciembre de 1936. Y lo más probable es que me hubiera negado a firmarlas, creo, pecando con ello de cierta irresponsabilidad, y convirtiéndome en sospechoso ante los míos.

    Lo que me sorprende de todo esta polémica artificial y patética que han montado los nacionalistas catalanes y españoles con el aniversario del fusilamiento de Companys y la coincidencia con la declaración de Artur Mas ante los tribunales -no puedo evitar recordar ante esta coincidencia buscada por todos el 18 Brumario de Luis Napoleon Bonaparte, donde Marx dice aquello de que “la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa”- es el olvido de otra persona magnífica y ejemplar. Me refiero a un auténtico visionario y un verdadero luchador contra el principal problema de la España del sigo XIX, del XX…y del XXI, el oscurantismo: Francesc Ferrer i Guardia, que, además era catalán, aunque a este coinciden en reclamarle y reivindicarle poco ambos nacionalismos: el catalán y el español.

    Francesc Ferrer i Guardia fue fusilado el 13 de octubre de 1909 en el Castillo de Montjuic, como Companys, pero claro, murió gritando un “¡Viva a la Escuela Moderna!”, cuya creación y obra, y cuyo compromiso con la ilustración y la educación jamás le perdonaron ni la derecha española ni la derecha catalana, y entre ambas, con la ayuda del rey Alfonso XIII y el diario ABC, y la complicidad de los periódicos afines a la Lliga Regionalista, fabricaron unas acusaciones falsas contra él y le responsabilizaron de los sucesos de la semana trágica de Barcelona.

    Compayns fue un hombre de su tiempo. Se vio envuelto en unas circunstancias que le costaron la vida, y probablemente él mismo se llevó antes alguna vidas por delante. No me cabe duda de que fue una persona honesta y una víctima del fascismo. Pero Ferrer i Guardia fue una persona ejemplar que sembró una semilla que aún hoy está dando frutos.

    Por eso, Companys murió gritando “¡Visca Catalunya!”, o sea, ¡Viva nada!, como José Antonio -que murió igual de injustamente que Companys- murió gritando “¡Arriba España!”, o sea, ¡Viva nada!, mientras que Ferrer murió gritando “¡Viva la Escuela Moderna!”, o sea: ¡Viva el futuro!"

    Fuente: http://www.asueldodemoscu.net/2015/...

  • Más sobre Ferrer i Guàrdia

    18 de octubre de 2015 10:00

    La sangre de Ferrer - Acratosaurio

    "He estado leyendo la nota de prensa que informa de que la alcaldesa de Barcelona, ha homenajeado a Francisco Ferrer i Guardia en el 106 aniversario de su fusilamiento por el Estado. Menciona la alcaldesa que la pedagogía es de una importancia muy importante, que Ferrer fue un gran pedagogo y bla bla bla. Y me he acordado de algunas cosillas de la vida de ese hombre que no se suelen recordar.

    Ferrer, aparte de un pedagogo avanzado y un masón, fue uno de los propagadores del sindicalismo revolucionario en la España del principio del Siglo XX. Él fundó un periódico, la Huelga General, tradujo a autores sindicalistas franceses y los publicó en la Editorial de la Escuela Moderna. Además, pagó de su bolsillo, y de los sablazos que daba por doquier, el primer número del periódico Solidaridad Obrera y dio su apoyo a la federación local de sindicatos del mismo nombre. Ferrer pensaba que la lucha obrera y la pedagogía debían de ir unidas, de cara a la emancipación del pueblo y todo eso. Y a su vez las sociedades obreras estaban muy encariñadas con Ferrer.

    Ferrer se solía relacionar con cualquiera que tuviese ideas progresistas. Con los masones, claro, con los republicanos federales y con los libertarios y anarquistas. Hablaban, hacían proyectos, invitaban a sus reuniones a científicos, filósofos, librepensadores… Pero he aquí que en 1909 se produce un levantamiento popular espontáneo contra la Guerra de Melilla. Solidaridad Obrera proclama la huelga el 21 de julio de 1909, y el 24 se forma el comité de huelga con participación de socialistas y radicales. En Barcelona se levantan barricadas y el ejército acaba con la resistencia el domingo uno de agosto de 1909.

    En el análisis de los hechos, Solidaridad Obrera reconoce que fracasó a la hora de extender las protestas fuera de Barcelona y de coordinar el movimiento de masas. También fue incapaz de impedir la ejecución de uno de sus más entusiastas simpatizantes: Francisco Ferrer i Guardia, será acusado sin pruebas, de haber dirigido el levantamiento, llevado a Consejo de Guerra y fusilado junto con otros compañeros.

    Esta amarga derrota, llevó a pensar a los militantes de Solidaridad Obrera y al mundo anarquista en general, que organizándose sólo en los márgenes de sus pueblos, comarcas, oficios o regiones, no serían nunca capaces de vencer en situaciones revolucionarias. Y este razonamiento, unido a la ejecución de Francisco Ferrer, hizo que respondiendo al llamamiento de otras sociedades obreras de Extremadura, Andalucía, Levante… Convocasen los militantes para enfrentarse al “trust del Estado y de la burguesía”, una Confederación Nacional de los Trabajadores.

    Por eso Josep Negre, primer secretario de la CNT, cuando le preguntaron cómo nació ese sindicato, respondió con contundencia, que “la Confederación Nacional del Trabajo, nació de la sangre de Ferrer”. Lo que es de uno es de todos, lo que es de todos es de nadie, lo que es de nadie es de uno".

    Fuente: http://www.alasbarricadas.org/notic...