Armas nazis para la República Española: los negocios de la guerra - Tortuga
Administración Enlaces Contacto Sobre Tortuga

Armas nazis para la República Española: los negocios de la guerra

Lunes.13 de junio de 2005 7004 visitas - 2 comentario(s)
Crates de Zentropa #TITRE

No es sencillo para nadie encontrar disculpas para el comercio de armas, no solo para cualquier persona, también para los propios (y poco visibles) comerciantes -aunque esto quizás sea así por pereza mental-. Lucrarse con la venta de herramientas mortíferas a cualquier -o todo- bando capaz de pagarlas -y usarlas-, es uno de los primeros ejemplos de actividad vil -y de la falta de entrañas del cálculo de beneficios capitalista- que a cualquiera se le ocurre. Sin embargo, esto es, como suele decirse, como pelar una cebolla: mientras más capas levantas y más transciendes las frases hechas, más lloras -y más cuenta te das de cuántas cosas se le pueden escapar a cualquier persona-.

Durante la guerra civil española (1936-1939) también hubo hechos que confirman lo anterior. Todos ellos, responsabilidad de un prospero comerciante griego de fusiles y munición, Bodosákis Athanasiádis, sobre el que un periodista coetáneo escribía cosas como éstas -llamandole, con razón, "el diablo en persona"-:

"... se murmura que los franquistas (le) compraban los fusiles y balas que ya había pagado al contado el gobierno español republicano, por lo que, tal vez con demasiada frecuencia, los hombres que sitiaban Madrid y los que la defendían hacían frente al enemigo con municiones de la misma fábrica, y los leales a la República caían abatidos por armas que ellos mismos habían pagado".

La causa de semejante esperpento era el modus operandi de Bodosákis:

- vendía las armas al ejército republicano previo pago al contado -que podía exigir gracias a la situación precaria de ese ejército, asi como la inexistencia de otros proveedores-;

- las revendía (cuando así le convenía) al ejército franquista, avisandole de la ruta de los barcos que las transportaban y permitiendo que los abordase, también previo pago;

- cobraba el seguro por la perdida del barco abordado.

El periodista recordaba otro hecho, para más inri:

"En 1936, 1937 y 1938 Athanasiádis obtenía de Alemania la mayor parte del material que empleaba, cuando no todo. Esto convierte en muy probable -en poco menos que cierto, diriase más bien- la muerte por proyectiles alemanes de un buen número de soldados nazis que luchaban por la causa franquista".

Y es que Bodosákis había levantado su negocio fundamentalmente con dos apoyos: el del dictador griego Metaxás, al que había patrocinado, y que le proporcionaba encargos y cobertura oficial, y el de sus contactos con las empresas alemanas del acero, entablados a raíz del tendido de la línea ferroviaria entre Berlín... y Bagdad.

En su reciente libro "Los negocios de la guerra: armas nazis para la República española" (Crítica, 2005), los investigadores daneses Monten Heiberg y Mogens Pelt prestan un abundante apoyo documental a lo que se decía en el reportaje del que proceden las citas anteriores. Pero van más allá: los negocios de Bodosákis no solo le beneficiaron a él como aislado comerciante, "diablo en persona", que tienta a la sociedad con una mercancía mortífera nacida de sus retorcidas intenciones, sino que fueron un apoyo vital para la Alemania nazi, basado en esquilmar el patriminio de la República.

"El artífice de tan turbio negocio fue Hermann Göring, responsable de la economía alemana. Su incansable búsqueda del oro español le llevó a permitir que su complejo industrial paraestatal proporcionase armas y municiones al enemigo... consideró a la República una fuente económica a corto plazo, que debía explotarse por entero antes de que fuese derribada por las tropas nacionales".

Bodosákis proporcionó la ocasión para una transacción que sin él como tapadera no habría podido tener lugar -debido a la hipocresía de la diplomacia internacional, que conocía todo el tinglado pero necesitba pretextar que lo ignoraba-. Alemania llegó hasta la República gracias a que ésta tenia prohibida la adquisición de armas en el mercado oficial -pero no se le reconocía el derecho de denunciar contrabandos-, y a que Italia consiguió bloquear la llegada de ayuda soviética por la ruta corta -mediterránea-. Por ello acudió a contrabandistas como Athanasiádis, cuya razón de ser era dar salida a las patentes de armamento y materias primas alemanas.

"En una carta altamente confidencial dirigida a la agencia alemana encargada de la inspección de exportaciones de hierro y acero, con fecha del ocho de abril de 1937, la Rheinmetall-Borsig (empresa alemana asociada con Bodosákis), destacó su función con respecto a las Poudreries et Cartoucheries Helléniques (la empresa de Bodosákis). En efecto, por medio de asesoramiento técnico y suministro de maquinaria, dominaba la organización de la producción y el desarrollo de las instalaciones... (lo que) garantizaba una demanda continua a la industria técnica alemana... Entre 1935 y 1939 las compras por valor de entre 45 y 55 millones de marcos convirtieron a la empresa de Bodosákis en el cliente privado más importante de Alemania en Grecia", aparte de permitirle romper con el monopolio francés en el mercado de acero del sudeste de Europa. Para poder cubrir la demanda de armas de la República, Grecia entregó a Alemania una media mensual de millón y medio de marcos durante la guerra civil española.

Documentos confidenciales de la época muestran que la buena marcha de la empresa de Bodosákis dependía de la demanda republicana. Ante un diplomático británico, a finales de 1937...:

"Bodosákis no hizo nada por ocultar que se estaba trabajando a toda máquina para poder satisfacer los pedidos procedentes de España... ’La fábrica, que de un tiempo a esta parte ha estado en funcionamiento las veinticuatro horas del día con el objetivo principal de proporcionar el material solicitado desde España, ha sido objeto de una considerable ampliación... No hay espacio disponible en ninguno de los edificios en el que no esté instalada nueva maquinaria... Bodosákis hizo que reparase en lo ventajoso de la posición geográfica de Grecia... que le permitía proveer a cualquier nación mediterránea y aun a las naciones de Oriente... (aunque) la fábrica se estaba dedicando a tiempo completo a las necesidades de España".

Justo es decir que cerca del final de la guerra suscribiría contratos para abastecer a Turquía -otro rival de Alemania- y a China bajo su propia guerra civil.

Los beneficios derivados del comercio con España no sólo fueron importantes por la cantidad, sino por permitir a Alemania adquirir divisas, de las que había sido deficitaria -llegando a cubrir este comercio el 20% de las reservas de moneda extranjera-; algo tanto más importante cuando el apoyo a la España franquista solo estaba causandole deudas. Todo este comercio también saneó la economía griega -el contrato que en 1937 Bodosákis firmó en Barcelona con la República ascendía al 12% del valor de las exportaciones griegas de aquel año, 2,1 millones de libras esterlinas; en 1936, el valor de la exportación de municiones de Grecia se cuadriplicó, y en 1939, la fábrica de Bodosákis había absorbido el 25% de la inversión industrial de la banca nacional griega-, lo cual era valioso para Alemania, que tenía al país por uno de sus principales aliados en los Balcanes.

Tales hechos no escapaban ni a los republicanos españoles, ni a sus aliados y rivales de Alemania, como Francia y la URSS. Pero para la república, tomar estos hechos como motivo para rechazar las armas de Bodosákis, "era un lujo que no podía permitirse... necesitaban desesperadamente armas y municiones". De hecho, la URSS actuó como mediadora entre las autoridades republicanas y Bodosákis cuando no le fue viable abastecer directamente de armas a la República.

Aun así, las memorias del lado republicano no han contribuido a la difusión de estos hechos, que -como otros actos reseñados por Heiberg y Pelt-, no dejan a los responsables de las compras en una situación alejada de la impotencia patética. Todo esto no casa mucho con la épica: la imagen de la "heroica resistencia republicana" sacando de apuros financieros al nazismo, me inclina a volver a pensar que ’inteligencia’ y ’militar’ son términos contradictorios, sin necesidad de imaginar precisamente a militares tontos y malos para demostrarlo.

Hay que decir que tampoco los diplomáticos franquistas aparecen bajo una luz de la que deban enorgullecerse, al menos según su escala de valores. Heiberg y Pelt dejan claro que estos diplomáticos no fueron capaces de protestar eficazmente ante el apoyo alemán al bando enemigo, y toda la reacción de los falangistas cuando los hechos se filtraron consistió en bravatas sobre cómo estaban dispuestos a colgar los pellejos de Metaxás y Bodosákis en la plaza mayor de Salamanca -siempre igual-.

La documentación de Heiberg y Pelt no deja mucho lugar a pensar que los nazis fueran en realidad engañados por Bodosákis a la hora de hacer la venta final, aunque pretextasen ignorancia. Bodosákis tenia cierta autonomía, pero su simbiosis con los alemanes quedó clara, al margen de lo que revelan los documentos sobre España, cuando, agotado el filón de la República, pretendió vender armas a Gran Bretaña.

Alemania no necesitó mayor investigación para conocer la operación, consideró que esto ya no era funcional y amenazó con un boicot de suministros a la empresa de Bodosákis, lo que comprometía su futuro; pero aun así, Heiberg y Pelt nos muestran a los nazis sometidos a reflexiones melancólicas que recuerdan a las que Rodríguez Zapatero dedicó al comercio de armas en el ultimo debate del ’Estado de la Nación’. Si la fábrica de Bodosákis dejase de funcionar se produciría en Grecia desempleo masivo, y entonces "... el desempleo masivo daría píe a una gran inestabilidad social... lo que, por su parte, iría en menoscabo de Metaxás", aliado al que Alemania no estaba dispuesto a renunciar. Así, Alemania apoyó la búsqueda de nuevas salidas, aunque la guerra mundial modificó la situación y barrió el problema bajó el manto de otros más acuciantes. Bodosákis se exilió, dejando un rastro de empresas fallidas en otros países, y acabando en Estados Unidos bajo la desconfianza de las autoridades.

El seguimiento de todos estos hechos permite a Heiberg y Pelt iluminar otros muchos aspectos de la política internacional en el Mediterráneo, tanto en lo tocante a la política errática de los presuntos aliados de la República, como en la rivalidad subterránea entre los aparentes aliados Alemania e Italia: edificante historia que queda sintetizada en cómo Mussolini compensó la frustración que le produjó la anexión de Austria por Alemania en 1838 centrando su ambición sobre Barcelona, con bombardeos que ocasionaron la muerte de mil civiles.

Esta reseña comenzó citando a un periodista para el cual "hombres como Bodosákis quizás hacen posibles las guerras"; visión cierta, pero que también tiene algo de convertir a los comerciantes en chivos expiatorios, cuyas acciones nacen de una ambición y falta de escrúpulos aisladas de la sociedad. Hombres como Bodosákis llevan a cabo producciones que no pueden mantenerse en secreto, que quizás no son posibles sin un momento de apoyo público, y sirven de válvula de escape a considerables tensiones económicas que crean beneficios a muchos niveles, aunque el vapor abrasa a muchos y muchas. Quizás habría que plantearse la ingenuidad del discurso de ciertas campañas por la ’transparencia’ del comercio de armas, como si éste fuese una actividad privada clandestina independiente del resto de la sociedad y de las orientaciones del Estado que debe velar por la ’transparencia’ (insisto: la ingenuidad del discurso, porque los efectos de la campaña siempre pueden dar lugar a avances).

Acabo con una pregunta que, sinceramente, no es retórica y me gustaría que tuviese una respuesta negativa: los lazos infernales entre la industria nazi y la república antifascista, ¿tienen alguna similitud con los lazos entre la demanda petrolera USA (que incluye a su ejército ’imperialista’) y su principal suministrador, la Venezuela bolivariana? Queda para la reflexión.