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Jabalí que te vi

Miércoles 29 de octubre de 2008

El País - Moncho Alpuente


Dos jabalíes huyen por el carril central de la A-6 cometiendo severas infracciones de tráfico y poniendo en peligro sus vidas y las de los automovilistas, fugitivos también de la metrópoli. El carril central es el bus VAO, vía de alta ocupación para vehículos con más de un ocupante, una norma que infringen a diario conductores solitarios y apresurados, infractores con más seso y menos escrúpulos que estos arriesgados puercos salvajes expulsados de su hábitat natural por manadas de bípedos colonos asilvestrados. Desde hace años oigo hablar a algunos de estos pobladores serranos del peligro que representan los montaraces jabalíes que merodean con nocturnidad y hambre atrasada por las calles de sus urbanizaciones y husmean en sus basuras. Los jabalíes se acercan a los asentamientos humanos, dicen los afectados, sin darse cuenta de que son ellos, los humanos, los que se aproximan cada vez más a los asentamientos de los jabalíes. La Comunidad de Madrid sigue acotando y restringiendo las fronteras del parque del Guadarrama, crecen las murallas de ladrillo y se va estrechando el cerco sobre la vida salvaje que subsiste malamente en las fragosidades de la Sierra de Madrid, pateadas por paseantes y excursionistas, holladas y contaminadas por sus residuos. Quizás los cochinos jabalíes probaron por primera vez los desperdicios que los paseantes y los excursionistas diseminan indiscriminadamente en la proximidad de sus guaridas y se aficionaron a la comida basura.

La situación, para los jabalíes, es dramática, los ejemplares adultos de las piaras madrileñas han discutido hasta la saciedad sobre cómo atajar el problema. De nada les sirve adoptar una pose fiera sobre los riscos para ahuyentar a sus depredadores implumes, los bípedos cada vez se toman más confianzas y ponen en peligro a sus crías. Algunos viejos cochinos de colmillo retorcido propusieron recientemente en una asamblea aceptar al hombre como animal de compañía y de vez en cuando mandan avanzadillas a parlamentar con los humanos. El año pasado un jabalí fue abatido en una calle del centro de Madrid, tal vez era un emisario enviado a parlamentar sobre los límites y las condiciones de su cautiverio. A otro que se resistía lo abatieron hombres armados en una pradera de césped cercana a la M-30 y los medios de comunicación alertaron sobre los peligros para la seguridad vial que representan estos animales en libertad que desconocen las más mínimas normas de tráfico. Eran jabalíes de El Pardo, antigua reserva cinegética, cazadero real y excelentísimo en permanente estado de sitio.

En la última fuga, la del bus VAO, la hembra adulta fue atropellada, poniendo en grave riesgo la vida del atropellador, y su cría atrapada con una manta y conducida a una reserva dotada con toda clase de comodidades para preservar especies exóticas y en vías de extinción, donde será atendida por ecologistas compasivos y amables funcionarios. Todo un porvenir para el animalito, el sacrificio de su madre le habrá proporcionado una existencia mejor, una atención esmerada y un corralito vallado para que no vuelva a las andadas. Si algún día le devuelven la libertad, el cochino jabalí no encontrará piara que le acomode y se verá obligado a buscar el sustento por los cubos de basura de las urbanizaciones humanas como un paria, sin patria y sin familia Pero es que ni las basuras son ya como las de antes, la crisis empieza a afectar a la calidad y a cantidad de los desperdicios domésticos.

Por Madrid capital que ni se les ocurra acercarse, la basura ciudadana está privatizada y reciclada. Hocicar en sus cubos es delito contra la propiedad privada, es robarle a Esther Koplowitz una parte de su patrimonio. Basurilla a basurilla, sin ascos ni remilgos, la hermana Koplowitz y sus socios fomentan sus beneficios y contratan nuestros ínfimos desechos. Cada monda de patata que uno de estos cochinos birlase de sus contenedores sería un robo, probablemente efectuado con premeditación, nocturnidad, alevosía y desprecio de sexo. El alcalde Gallardón también tendría que decir algo al respecto, husmear en sus cubos es a partir de ahora un privilegio que sólo detentarán sus inspectores con capacidad para sancionar a los cochinos humanos y abatir o capturar a los de cuatro patas que osen acercarse a sus dominios. Inspector de residuos urbanos, he aquí una profesión con futuro que necesitará profesionales de alta capacitación y laboratorios de ADN para averiguar quién bebió de la botella de cristal fraudulentamente depositada entre las basuras orgánicas.

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