Trabajar cansa

Ahora a ver con qué nos ilusionamos

"Las olimpiadas valen para que todos nos llevemos bien. Aquí estoy junto a los sindicatos, la oposición, el gobierno..." -Arturo Fernández, presidente de la patronal madrileña- 

                    

¿Ya pasó todo? ¿Puedo salir de debajo de la cama? ¿De verdad no nos dan los Juegos? Uf, de buena nos hemos librado. ¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué pasa con todo el dinero gastado para la causa? ¿Y con toda la ilusión derrochada? 

Me dirán que hoy no es día de pedir cuentas, que es de carroñeros hurgar en la herida, que hoy toca luto y abrazos consoladores. Pues vale, esperaremos al lunes. Aunque no confío mucho en que nadie pida cuentas por el dineral fundido hasta llegar aquí. ¿Quién las pedirá? ¿La oposición, que ha ido de la mano del alcalde hasta el final, incluida, para pasmo de tantos votantes, Izquierda Unida? ¿Los sindicatos, que no se han quedado atrás en espíritu olímpico? 

En cuanto a las ilusiones, qué quieren que les diga. Llevamos semanas oyendo hablar de la ilusión colectiva, de la esperanza de todo un país capaz de unirse y superar sus diferencias en un proyecto común y patatín, patatán. Y ahora, ¿quién les devuelve la ilusión a esas criaturas? ¿Nos buscamos otra corazonada? Ya sé que mejorar la vida de los ciudadanos no es muy ilusionante, así que habrá que inventarse otra cosa para mirar al futuro. 

Pasado el calentón olímpico, debería ser una buena ocasión para abrir un debate necesario. O más bien varios debates. Uno, ineludible, sobre el modelo de ciudad, pues Madrid carece de tal, y funciona a golpe de macroproyecto. Otro, de carácter nacional, sobre la necesidad de ilusiones colectivas artificiales. Y un tercer debate, en el que ofrezco mi nuca para la primera colleja: qué pasa en Madrid para que no haya habido narices de que nos organicemos quienes estábamos contra los Juegos Olímpicos. Pero ya digo, lo dejamos para el lunes.

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