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UN AÑO CON QUEIPO

Antonio Bahamonde.


       Antonio Bahamonde fue Delegado de Propaganda de Queipo de Llano tras el golpe militar, permaneció en el cargo durante un año. No pudiendo soportar el horror que le causaban los asesinatos continuos, decidió escaparse, a través de Portugal, a Francia, y de ahí a Sudamérica: “El salir… se debe a mis constantes visitas a los pueblos. En ellos es tan grande la tragedia, son tantas y tan horribles las cosas que he presenciado, es tal la angustia que se apoderó de mi alma al ver continuamente tantísimos niños, solos, desamparados, hambrientos; he visto escenas de una crueldad tan infinita, que al contemplar tanto luto, tantos hogares deshechos, un solo pensamiento me dominaba hasta constituir mi continua obsesión: HUIR, huir lejos; que mi voz clamando justicia para tanto crimen, se alzara en los países libres; que el mundo civilizado se enterase de los procedimientos inauditos, nuevos en los anales del crimen, que se emplean en el territorio mal llamado “nacionalista”.


       El clero en España raras veces ha estado al lado del pueblo… Siguiendo esa trayectoria,…, desde el principio del movimiento, se puso al lado de los “nacionales”. Una de las primeras visitas que recibió Queipo fue la del cardenal Ilundain.”

       Sermón en Rota: “¿Qué os creíais, que siempre iba a ser lo mismo?... Ahora todos sois muy religiosos, todos sois muy humildes. Los más culpables e impíos, ya han dado cuenta a Dios. Pero aún quedan algunos que pretenden engañarnos. A todos los descubriremos; todos llevarán su merecido; no se escapará nadie; entendedlo bien, ¡NADIE!... El domingo, todos a misa; que no tenga que volverlo a repetir. El que no venga sufrirá las consecuencias,…”

       El que se resistía “sufría las consecuencias”, como el sacerdote de Carmona que ante los asesinatos llamó criminales a los de Falange. “Días después de esta escena, que me refirió el propio jefe de Falange, el sacerdote apareció muerto en la carretera”. Como el fruto de su experiencia concluye: “A los informes facilitados por los sacerdotes se deben muchos fusilamientos. Sobrecoge el ánimo pensar qué pasará el día en que, triunfante el poder legal, demuestre al mundo, con pruebas irrefutables, los cientos de miles de víctimas INOCENTES -¡INOCENTES, señores prelados!- que ha causado la rebelión. Los autores de estos asesinatos eran bendecidos y alentados por el clero nacionalista. ¿Cómo los justificarán?”.

       Los fusilados pasan de CIENTO CINCUENTA MIL. Sólo en Sevilla capital, la cifra sobrepasa VEINTE MIL. Éste número no lo hago sobre cálculos hipotéticos, sino basándome en mis conversaciones con los autores directos de la represión y en los datos por mí obtenidos en los Ayuntamientos y centros oficiales”.

       Franco y su cuadrilla serán maldecidos por los españoles de todos los colores y de todas las clases, cuando vean que de un país libre han hecho un país subyugado”.

       El perjuicio irreparable, el gran mal lo ha hecho el Santo Padre a los católicos que viven en la España invadida. Estos que VEN y SABEN de manera exacta las atrocidades y crímenes que todos los días se cometen, habrán contemplado con escalofríos que el Santo Padre augura la protección divina y bendice a los autores de tanta atrocidad. ¿Qué pensarán los miles de familias de católicos que han sido asesinados por los nacionales al ver que el Papa bendice a sus autores? Sus conciencias contemplarán estupefactas la santificación del crimen”.

       Los nacionalistas pretenden hacer creer y lo han conseguido en gran parte, ya que toda su propaganda se basa en ello, que los gubernamentales son comunistas. Los nacionalistas luchan contra el comunismo destructor de la familia, de la patria y de la propiedad. Nada más lejos de la realidad. Esto sería exacto si en España antes de la sublevación, hubiera imperado el comunismo. Pero en España, antes del nefasto 18 de julio, había un gobierno completamente moderado; por serlo en demasía, es por lo que pudo llegar a realizarse el levantamiento. Si el gobierno, seguramente, pues era del dominio público, no cortó radicalmente los manejos de los rebeldes, fue por impedírselo el exceso de legalidad con que procedió; si no, Franco, Mola y todos sus comparsas, en vez de permanecer en el generalato, en sus puestos de mando, hubieran sido eliminados. El gobierno que había en España el 18 de julio y todos los que lo antecedieron, no tenía un ápice de comunista. Ni por lo más remoto puede nadie que sea imparcial achacar a cualquier gobierno de los existentes desde la proclamación de la República, un ápice de comunista. La verdad es que en España no había comunistas.

       ¿De dónde han sacado que la España gubernamental es comunista? ¿Lo era acaso antes del 18 de julio? No, no lo era y seguramente no lo es hoy día. Lo que sucede es que para justificar lo injustificable –invasión extranjera, continuas matanzas, etc., etc.-, pretenden hacer creer que luchan contra el comunismo y no contra sus propios hermanos… Los que viviendo en la zona de Franco siguen siendo fascistas, son criminales natos; no es posible que ningún hombre de bien, a la vista de lo que ocurre en la zona “nacional”, siga siendo fascista. En ella no pueden vivir tranquilos más que los asesinos, y, de éstos, los más feroces; en determinados momentos y circunstancias especiales, yo llego a concebir excesos, siempre injustificables; lo que mi mente no concibe es, por ejemplo, el suplicio satánico, presenciado por mí, que consistía en hacer a una mujer de unos cuarenta años, encadenada por los tobillos, transportar una gran cantidad de madera de un lado a otro, teniendo que andar a saltitos. Cuando terminaba, la obligaban a transportar la carga al mismo sitio del que la había quitado. Sólo entonces le daban comida. Terminaron fusilándola, cuando, agotada, no podía más, al cabo de varios días. Llamar a los autores de estos hechos, asesinos, no es llamarlos nada; el noventa y ocho por ciento de los criminales se horrorizaría de esta escena que yo he visto. Tanto crimen, tragedia tan inmensa, nunca puede tener justificación, aún cuando hubieran hecho a su costa la felicidad no ya de los españoles, sino de todos los habitantes del globo

       Mi casa era un hogar católico, mi mesa era bendecida por mi hijito pequeño, todos los días, continuando la tradición familiar. Diariamente, mi esposa recibía la sagrada comunión; todos los domingos lo efectuábamos juntos… Soy un temperamento profundamente religioso; no concibo la vida sin una fe profunda. Enemigos de exhibicionismos, nos gustaba ir a comulgar temprano a una capilla que estaba próxima a nuestra casa. A mí me parecía que estaba más cerca de Dios en aquel sencillo templo, que en las suntuosas naves de la catedral. Soy católico, y al serlo soy feliz…Sin embargo, los hechos que yo he visto realizar con el beneplácito y la bendición de la Iglesia, de sus más caracterizados representantes, y la cantidad de crímenes cometidos para los que nunca, en ningún caso, han tenido la más ligera insinuación de protesta, es lo que ha hecho vacilar mi fe y flaquear mis convicciones...

       A través de los relatos de los bárbaros crímenes cometidos por los “rojos” repetidos todos los días, para mí éstos eran tan criminales como los fascistas. No hay comparación posible, sin embargo, entre lo realizado por los “nacionales”, fría y metódicamente, organizado por las que se llaman autoridades, y lo que haya podido hacer el pueblo, en algunos casos, desbordando al Poder Público. Para conocer en toda su intensidad los procedimientos fascistas, hay que haber vivido en la zona "liberada". Por mucho que se diga y por mucho que se escriba, la realidad siempre lo supera. Si en España se organizara un plebiscito con garantía y con seguridad de no exponerse a represalias, yo, que he visitado gran número de pueblos y capitales, he podido apreciar, a través del terror imperante, y esto lo saben bien Franco y su cuadrilla, que las gentes están sometidas, y todos, todos, exceptuando a la minoría de responsables del crimen nacional, nos pronunciaríamos en contra del fascismo. Yo afirmo, con seguridad absoluta, que tendrían más votos los fascistas en la zona gubernamental que en la nacionalista. Otra cosa sería creer que España es un país de criminales…Si el gobierno no tuviera otros motivos para resistir, sería motivo más que suficiente la obligación que tiene de proteger las vidas de los españoles. Creo un deber sagrado de conciencia advertir que antes de caer en manos de los fascistas, es preferible todo, aun cuando ese todo suponga la muerte. El fascismo no perdona, y lo que es peor, el fascismo, para producir el terror, su principal arma, ataca ciegamente. Que no crean los que han permanecido al margen de la lucha sin inmiscuirse en nada, que si triunfa el fascismo nada tendrán que temer. Que no crean los católicos que por el hecho de serlo se liberarán de la persecución y de la muerte. No, sé de muchos casos de personas de derecha que permanecían al margen de la lucha y que han caído; sé, igualmente, de cientos de casos de católicos fervientes alejados de toda lucha, que han caído. La gente preguntará por qué. Por varias razones: La primera y principal, porque el fascismo es esto, muerte y destrucción, y porque si no fuera así, si no sembrara el terror en su más alto grado, hubiera fracasado la sublevación, pues el pueblo en masa se habría puesto en pie contra sus verdugos. El gobierno tiene el deber de resistir mientras quede un palmo de tierra, para impedir que los españoles sean "liberados" por los nacionales, y el pueblo el deber de resistir, resistir hasta el último momento, antes de caer en poder de Franco, es decir, de la MUERTE”.

       Falange y el Requeté han creado organizaciones infantiles. Todos los niños del territorio pertenecen a alguna de ellas, porque el no estar encuadrado es motivo suficiente para considerar a sus padres marxistas. Falange obliga a vestir la camisa azul a los niños cuyos padres han sido fusilados, diciéndoles que eran muy malos. Les enseñan la instrucción militar, tienen puñales y fusiles de madera, con bayonetas de hojalata; constantemente desfilan por la ciudad cantando himnos patrióticos y asisten a todas las procesiones.

       El pueblo se ha limitado a quemar las iglesias, en algunos sitios, y encarcelar a los sacerdotes, sin hacerles objeto del menor daño. ¿Cuál ha sido la actitud de éstos al "liberar" el pueblo los rebeldes? Sin contar con casos como el de Zafra, la reacción ha sido completamente desproporcionada, no ya por su índole de ministros del Señor, que tenían que perdonar forzosamente todos los agravios inferidos, por grandes que hubieran sido, sino como simple beligerantes.

       El clero es el más firme sostén de la España nacionalista. Sus altas dignidades son los más exaltados colaboradores del movimiento "salvador". El que estudie el problema verá que el clero ha sido perseguido, no en su calidad de representante de Cristo, sino por sus actos contrarios en absoluto a su ministerio y por su participación decidida en el conflicto en contra del pueblo. Si el clero hubiera permanecido neutral, no habría sufrido ningún daño. Ha dejado de serlo para convertirse en beligerante, y como tal debe ser tratado, puesto que lo ha querido. El pueblo ve que al entrar las tropas salvadoras, 100 sacerdotes se deben muchos fusilamientos. Los responsables son ellos mismos, que ha desencadenado con sus actos, todos los días comprobados, la indignación y el odio del pueblo.

       El clero nacionalista se ha adscrito a un partido. Éste es el precisamente el del crimen, organizado fría y metódicamente. Este partido es el que se ha levantado, por mezquinos y bastardos intereses, en contra del poder legal, apoyado por naciones extranjeras. hipotecando a España a cambio de esta ayuda. Este partido es el responsable de la destrucción de miles de hogares, de haber sembrado el llanto y la muerte en todas las familias de España...

       Una campaña hábil, bien dirigida, soslaya lo hecho por los sacerdotes y aun presenta estos mismo hechos como actos de heroísmo ejemplar (el cura del Tercio acompañando al señor obispo de Badajoz, etc). Se pretende demostrar al mundo la persecución religiosa como obra de la República. (...) Tienden a hacer ver al clero, todo bondad y abnegación, es perseguido como tal. Nada más lejos de la realidad. (...) ¿Por qué en ningún caso, nunca, nunca, ha salido de labios de estos prelados una protesta por los infinitos asesinatos cometidos por los rebeldes? Sencillamente, porque ellos son los que los bendicen y alientan. Tristísimo espectáculo el de los purpurados, participando en los desfiles guerreros, parodiando de manera grotesca el saludo a la romana.

       En España no se persigue la religión católica. (...) En España lo que sucede es que unos sacerdotes réprobos han hecho de la religión, granjería, y de la casa de Dios, parada de mercaderes. Allí se fomentan las suscripciones, allí se comercia con las imágenes sagradas, haciendo sacrílegos despojos: el caso de la corona de la Macarena, de las joyas de la Virgen del Pilar y otros muchos parecidos. El sagrado recinto se ha convertido en reducto de rebeldes, desde el que el pueblo, en muchísimos casos, ha sido ametrallado. Los sacerdotes católicos en la España nacionalista llevan pistolas para asesinar a sus hermanos; y lo que es peor, en sus labios, en vez del perdón, llevan palabras de injuria y calumnia.

       Se han incautado de todos los bienes, aun de los más modestos, pertenecientes a personas que han sido fusiladas, llegando hasta la requisa de humildes ajuares. Las familias de las víctimas tienen que añadir, al dolor de haber perdido a su deudo, el de ser arrojadas de sus viviendas y condenadas a la más absoluta miseria. Miseria que nadie se atreve a remediar, por temer de ser tildado de marxista. Falange, con su auxilio social, da un rancho a sus víctimas, obligando a los niños a vestir la camisa azul de los asesinos de sus padres.

       El móvil es uno solo: el terror. El terror, como única arma para lograr el triunfo. Saben muy bien que sólo a fuerza de terror y de torrentes de sangre conseguirán dominar al pueblo. El terror y sólo el terror en su grado máximo, hacen posible esa ficción de normalidad que quieren hacer creer que se disfruta en la zona nacional. En el territorio sometido impera el orden: es el orden que impera en los cementerios.

       Las personas afiliadas a partidos de derechas y los elementos llamados de orden, recibían armamento. Los militares armaron rápidamente a sus adictos. Si la República hubiera igual, la sublevación hubiera fracasado en los primeros momentos.

       En Cazalla de la Sierra conocí a un terrateniente millonario. Había hecho fusilar a los obreros que durante el mandato del Frente Popular exigieron un aumento de jornales. El hombre, muy indignado, me decía: "Ya ve usted, más de 20.000 duros me robaron esos granujas con sus imposiciones. Pero de poco les ha servido, lo han pagado bien, a todos los han fusilado". Decía a la viudas cuando encontraba a alguna de ellas en la calle: "Oye, ¿no viene ahora tu marido a cobrar el aumento?".

       En el barrio del Perchel, denominado antes del movimiento el barrio rojo por habitar en él muchos obreros, entraron los italianos sin lucha ni resistencia; violaron muchas mujeres, matándolas después. (...) Por todas partes buscaba pruebas de la barbarie roja. Comprobé que se había fusilado a persona de derechas. Me enteré del fusilamiento de los marinos sublevados, a los que juzgó un consejo de guerra, condenándolos a la última pena. Entraron en capilla, los asistió el jesuita P. Alonso, que luego ha referido la escena en un folleto publicado en Sevilla. El P. Alonso, S. J., está haciendo una campaña desaforada, contando los crímenes cometidos por los "rojos". Da conferencias describiendo la vida en el infierno de Málaga "roja". Ha ensalzado a los marinos hasta el martirio. Aquellos caballeros sublevados, que faltaron al juramento prestado de fidelidad a la República, al morir como cristianos, son, para el P. Alonso, el prototipo de todas las virtudes. El sitio del barco donde pasaron su última noche, era un pedazo de cielo. El P. Alonso no sabe cómo describirnos la escena. "Los mártires han volado hasta la gloria". (...) El P. Alonso, S.J., ha hecho de muerte como cristianos, banderín de enganche para sus fines. Ha querido glorificar la traición. En cambio ni el P. Alonso, ni ningún otro padre Alonso de los muchos que van con los nacionalistas, han tenido ni una palabra, no ya de protesta, sino de piedad ¡espanto causa decirlo!, para los miles de asesinados.

       ... Como este caso se dieron varios (a ciento no llegaron), todos ellos cometidos por elementos exaltados que rebasaron en ciertos momentos a las autoridades. Fueron asesinatos odiosos y repulsivos; sus autores merecen la condenación más enérgica. Cierto que las autoridades republicanas por la fuerza de las circunstancias no pudieron controlar el orden los primeros meses, ni evitar algunos hechos que se cometerían muy a pesar suyo. Me enteré de que en el Gobierno Civil tuvieron detenidos a significados elementos de derechas, con el sólo objeto de evitar que fueran víctimas de ciertos Comités.

       En Málaga se fusilaron en la primera semana, cuando no podía entrar nadie, CUATRO MIL personas. Los fusilaron en grupos con ametralladoras en la playa del Palo. Después funcionaron los consejos de guerra. Con rapidez vertiginosa eran juzgados, valga la palabra, en grupos de cincuenta a setenta. Por este procedimiento, al tercer mes de su liberación, habían caído DIEZ MIL personas.

       Málaga estuvo en poder de la República siete meses después de la sublevación; a pesar de estos vimos muchísimas personas que con cinismo sin igual decían estar en las listas a punto de ser fusiladas. Se libraron porque NO LES DIÓ TIEMPO. Alguien muy afecto a ellos, con cargo principalísimo en la División, me decía: "A los rojos, en siete meses, no les dio tiempo; nosotros en siete días tenemos tiempo sobrado. Decididamente son unos primos". Hablé con muchas personas que yo creí habrían estado detenidas. Me dijeron que nadie las había molestado. Muchísimos curas y monjas habían vivido en Málaga "roja" sin que nadie se metiera con ellos. El ABC publicó el relato hecho por unas monjas que, vestidas de seglar, consiguieron la libertad de bastantes sacerdotes, alegando que eran familiares suyos. Ponían el pretexto de enfermedades y otras disculpas completamente pueriles. La verdad solemne y concisa es ésta: En la zona "nacionalista" de la segunda División detienen y matan a todos los que en el Frente Popular han ejercido algún cargo, a todas los masones, y a miles de obreros por ser comunistas, socialistas o simplemente estar sindicados. No perdonan NUNCA a nadie.

       En la zona "roja", donde dicen que reina el caos y el crimen se da el caso de muchísimas monjas, que no han sido molestadas, de jesuitas asistiendo a presos, de miles de personas, enemigas declaradas de los republicanos, que no ocultan sus ideas y viven y andan libremente. Yo me hice esta reflexión: "En caso inverso, ninguno de éstos estaría vivo". Téngase en cuenta el proceder del clero en la zona nacionalista, los miles de víctimas hechas en la represión en el territorio faccioso, el desconcierto imperante entonces en la zona republicana y concretamente en Málaga, la desesperación del pueblo al tener que abandonar sus hogares huyendo del invasor, del que conocen sus procedimientos. Con estos antecedentes se sacará la conclusión de que no hay punto de comparación, de que no existe ni el más remoto contacto entre la represión organizada y dirigida desde el Poder por la autoridades "nacionalistas" y lo que hizo el pueblo, desbordando a las autoridades, y las autoridades mismas con medidas de defensa extraordinarias ante las extraordinarias circunstancias de la rebelión.

       La difamación y la calumnia son sus armas favoritas. (...) Las charlas de Queipo de Llano, el trágico bufón, eran una calumnia continua. Todas las noches babeaba insultos contra todos los hombres dignos. No han respetado el sagrado de los hogares. Con vileza sin igual ha forjado las calumnias más obscenas. (...) Esto es creído por los que habitan la zona nacionalista, ya que un día y otro y otro, y así veinte meses seguidos, en la prensa, en la radio, por todos los medios y de todas formas, nos presentan a los "rojos" como una ladrones y criminales contumaces.

       Es cierto que las masas incontroladas en algunos casos cometieron crímenes. Pero de estos crímenes son responsables los sublevados. Estos es axiomático, sin que esto dejen de merecer la más enérgica y categórica condenación. Pero el pueblo nunca tuvo esa fiereza y ese salvajismo feroz de que los nacionalistas acusan a los "rojos" en su propaganda desenfrenada para pretender justificar lo injustificable. En mis viajes nunca, ni una sola vez, comprobé los hechos atribuidos a los republicanos en diferentes pueblos. Esos actos de salvajismo feroz sólo han existido en la imaginación calenturienta de Queipo y del sádico Millán Astray, que era el que muchas veces ordenaba propagar hechos truculentos para que no decayera la tensión de las gentes y reavivar el odio hacia los autores de estos falso crímenes.

       Todo lo que los nacionalistas han dicho de los rojos y muchos más, lo son los nacionales en grado superlativo. Son asesinos y ladrones. Si los rebeldes triunfan, será el triunfo de la barbarie.

       Gonzalo Queipo de Llano y Trassierra es uno de los criminales más grandes que registra la Historia. Franco y todos los traidores, (...) pasaréis a la posteridad como lo que sos, ¡ASESINOS! (...) Vuestro nombre sea maldito. En nombre de las víctimas sacrificadas a vuestro egoísmo os escupo en el rostro esta palabra, que vosotros sabéis muy bien es vuestra definición exacta: ASESINOS.

       Los católicos sinceros que están en la zona de Franco ven con el corazón angustiado los crímenes que todos los días cometen. Su conciencia no se explica el por qué las altas dignidades de la Iglesia no intervienen para que cesen las continuas matanzas, sino que antes al contrario, contemplan con amargura, cómo sacerdotes bendicen y alientan a los autores y responsables de tanta tragedia. Los católicos tenían la esperanza de que llegaría un día en que el Pontífice, enterado de la actitud del clero, con información veraz de lo que sucede en la España invadida, desaprobaría esa actitud, condenando tanta barbarie de las que han sido víctimas en muchísimos casos católicos ejemplares.

       El Santo Padre al bendecir a Franco y augurarle la protección divina, ha dado un duro golpe a la religión, dificilísimo de reparar. (...) El prejuicio irreparable, el gran mal lo ha hecho el santo Padre a los católicos que viven en la España invadida. Estos que VEN y SABEN de manera exacta las atrocidades y crímenes que todos los días se cometen, habrán contemplado con escalofríos que el Santo Padre augura la protección divina y bendice a los autores de tanta atrocidad. ¿Qué pensarían los miles de familias de católicas que han sido asesinados por los nacionales al ver que el Papa bendice a sus autores? Sus conciencias contemplarán estupefactas la santificación del crimen.


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