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INTERVENCIONES EN FORO SOBRE ATEÍSMO
LENINISMO PASTORAL


 Asunto: Re: De política y otros
 Fecha: Sábado, 05 de Febrero de 2.000 01:15:23 +0100


> eso de izquierdas y derechas es un esquema que apenas
> nos debe servir para "historear". en efecto, los términos, tomados de un hecho histórico casual como
> fue la ubicación de radicales antimonárquicos en un lugar y moderados y monárquicos en otro lugar
> dentro de la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución Francesa de 1.789, han sido politizados
> sin sentido alguno.

        *** Un término de volátil adjudicación, dado el vertiginoso suceder de los acontecimientos: los que eran la izquierda en los primeros meses de la Asamblea Constituyente, se convierten en derecha en la Asamblea Legislativa; la izquierda de ésta última, en centro-izquierda en la Convención Girondina, y luego derecha en la Convención Montañesa. Era una posición "geográfica" respecto al poder y a la dinámica social. Ahora, “la izquierda” son los marqueses de izquierda. Aunque maten, roben, caciqueen son de "izquierdas" eternamente, o sea, paparruchas publicitarias que no significan nada en el concepto y el análisis de los mecanismos de poder. Sólo tienen que decir que se han cometido errores, y toda la cultura, estrategia, táctica, tipo de organización, caudillismo, etc. pueden quedar incólume tras el barniz de las nuevas consignas y los nuevos caras. O pedir perdón con quinientos años de retraso y pasar pagina sin leer la letra pequeña de la Historia.

> es sobre tesis socialistas y tesis capitalistas como polos de conceptualizaciones y criterios políticos e
> ideológicos; incluso dentro del terreno de la filosofía, las mismas tesis socialistas y capitalistas
> deforman la conceptualización; ese fue un error de Marx y Engels y luego de Lenin: politizar y partidizar
> la filosofía

        *** La tentación "productiva", el mito de la eficacia a corto plazo de un economicismo progresador, puede coincidir con alguna vanidad cuando se tiene que intervenir en la realidad por medio de un irreconocido caudillismo salvador. Esto hace, especialmente en Marx, del que puedo guardar algún aprecio, (de Lenin mi consideración es más bien nula, tanto teórica, como, sobre todo, práctica), tener que adaptar el rigor filosófico a la necesidad de arrastrar "a las más amplias masas" por medio de simplificaciones emparentadas con un cierto espíritu de secta y cosmovisión lineal para acabar con el improductivo y deselectoral "guirigay" de la I Internacional, autónoma aún de los generales en formación o la evanescente dispersión del socialismo no científico (¡!) a cambio de míticas seguridades definidoras y "científicas". El atajo resultó fatal.

> Entonces, ésta no pudo avanzar y en donde se hubiese podido desarrollar, la filosofía materialista
> dialéctica, como fue en los países socialistas en donde había las condiciones materiales, no se pudo
> hacer. El "Partido" era filosofía, ideología, política, cultura, etc. etc.....

        *** La experiencia de los partidos comunistas tenía que nacer muerta desde el primer segundo debido a su concepción autoritaria, su jerarquización militarizada (inspirada en el ejército prusiano), su patología sectaria, su despótico aristocratismo, y, por tanto, su carácter objetivamente contrarrevolucionario. Salvo que se considere revolucionario "el quítate tú, para ponerme yo" y que los Pastores, esos tristes obispos bolcheviques que decía César Vallejo, traten de garantizar al rebaño una regular ración de alfalfa a cambio de su sujeción.

        El ascetismo cuartelero bolchevique tiene necesariamente que anular al individuo en aras de formar un rebaño acometedor. Como cualquier disciplina gregaria, pretende concentrar la alienación ganadera en el báculo director de “la marcha triunfal”. En ese sentido, jerarquización, obediencia ciega, culto a la Organización que transciende en la Historia, la doble moral que favorece a la secta como acopio productivo de la escatológica Victoria confirmante de la Organización y, por tanto, de los oscuros peones que arriman el hombro... toda esa concentración de poder en el vértice organizativo tiene que jugar su peso para arremolinar en su dirección a las masas amorfas, multiplicándose y polarizando con ese plus de organización y poder que publicita el producto más allá de la presunta calidad de la mercancía. El Partido bolchevique, en este sentido, constituye un hito pastoral como lo fueron el triunfo de Amón; la concentración pastoral en lo pequeño del Maestro de Justicia de Qumrán, frente al dominio extensivo del Sacerdote Impío en el Templo de Jerusalén; la doblez buscavidas "paulina" de la confederación episcopal integrando con éxito apabullante las distintas tradiciones sectarioganaderas; la concentración jerárquica de los monjes de Cluny que impulsa esas matadoras reatas de cruzados de ultramar para una globalidad pastoral insaciable; concentraciones jerárquicas renovadas en nuevos hitos pastorales como la Compañía de Jesús y el Opus Dei.

        De esta manera, el concentrado partido bolchevique se concentró en destruir el proceso revolucionario ruso, todo lo no era su mando despótico, lo que no controlaba. Vació los consejos obreros de todo contenido autónomo; persiguió a todos los que no eran dóciles, revolucionarios o no; aplastó la Comuna de los marineros de Cronstad, el orgullo de la revolución, que fueron exterminados por las calumnias y la masacre cuando emprendieron 'la tercera revolución' contra la burocracia; reprimió con fiereza las huelgas de Petrogrado de 1.918; depuró a la Oposición Obrera de Alexandra Kollontai que previamente había legitimado el advenimiento providencial de la Iglesia Científica a su dialéctico sitio provisorio; arrasó Ucrania y la macnovichina; provocó toda clase de oposición, toda la destrucción de la pequeña economía agrícola, las hambrunas y desastres que polarizan a su favor; las ejecuciones de los amnistiados la noche antes de la amnistía... La fiereza de los blancos justifica la omnifiereza contra los de otro color, incluyendo a todos los revolucionarios ateos no bolcheviques a los que siguen rematando en paralelo las difamaciones vaticanas. La intervención extranjera no abre paso a la unión de fuerzas, sino a una sectaria ultracentralización, y lo que se pierde por este método se compensa con la coerción "proletaria" sobre los proletarios que, al oponerse al Poder Proletario, lógicamente, no podían ser proletarios, según una tradición cínica y "autista" de un fanatismo feroz. Afán que les reafirma en la necesidad del fuego purificador que ayuda a limpiar toda disidencia: a ese ejército proletario hay que romperle el espinazo en el periodo de instrucción, aislamiento y propaganda; irle metiendo un resorte marcial en la conciencia para que la letra "proletaria" les vaya entrando con la santa coerción. No pasará como con la Comuna de París, dicen sus autonominados herederos. Aquí, quien da primero, vence; el más feroz, conquista.

        Luego, por selección natural, se va acogiendo a todos los rastreros y oportunistas mientras se persigue a las cooperativas, asociaciones de todo tipo, se hace que cada paso, cada forma de aprovisionamiento, pasara por un burócrata; que la gente perdiese horas y horas para aprovisionarse hasta las cosas más elementales... Para un estalinista como Bethelheim la culpa de los desastres, destrucciones y "errores" era el peso del pasado, de los funcionarios zaristas infiltrados .... No aclara que se "infiltraban" porque eran lo más dóciles a los más despóticos, y los que no lo eran, sólo podrían ser carne de horca. Los historiadores del cristianismo para justificar sus "errores" hablan de los residuos de paganismo, la mentalidad de la época, etc. Otros, más "modernamente" de la "cultura del pelotazo", traiciones puntuales, fallos en las alianzas, etc. Cualquier cosa antes de mirarse las "materias pudendas" en el espejo. Y conste que no estoy hablando aún del período estalinista.

        Para todas estas victoriadas sin fisuras, el Partido de los Pobres debe ponerse al frente de la manifestación, acreditar lo que desarrollarían todos los partidos comunistas a lo largo de su historia: ser los partidos contrarrevolucionarios perfectos, los que pueden traicionar con más eficacia, sea con la III Internacional, "la gran organizadora de derrotas", sea en comandita con Franco para entregarle la chusma fusilable gracias al 'gran engaño' y 'la gran estafa'. Siendo ésta una de las más grandes mentiras de la Historia, ha perdurado en el consenso de historiadores liberales, franquistas y estalinistas para que puedan rematar la faena los cachorros de ambas tiranías, reconciliándose y perdonándose los crímenes para perdonarnos la vida y repartirse en nuestras narices la tarta con la 'transición ejemplar' al católico-monárquico neofranquismo neocorrupto de nuestra sempiterna oligarquía.

        De esta manera, no más llegar llegar Lenin a “la estación de Finlandia” de Petrogrado, no tardan los bolcheviques en cambiar su tradicional antisovietismo. Hasta ese momento, su prensa critica a los soviets de acuerdo con su teoría de la conciencia de clase, la formación de la vanguardia y la Organización. Pero entonces el "oportunante" Lenin, como heredero de la duplicidad pastoral bimilenaria, pronuncia la frase: "¡Todo el poder para los soviets!", algo en lo que, el autor de "¿Qué hacer?" no cree pues no está hablando de los soviets "materiales"). En esa obra había teorizado su desprecio aristocrático por “las masas”, incapaces éstas de tomar conciencia de clase si no llega desde el exterior una vanguardia pastoral procedente casualmente de la clase burguesa de la procede él mismo. El golpe de estado bolchevique, que la propaganda identifica con la revolución rusa, en marcha muchos meses antes, Lenin lo adelanta para antes de que lleguen todos los delegados del congreso de los soviets, y así presentarse el Partido ya en el poder imponiendo los hechos consumados y, por los medios del Estado, poder manipular, sobornar, amenazar, engañar.

        Por pocas "condiciones materiales" que hubiera, esas "despreciable masas" en los esquemas leninistas fueron capaces de alumbrar experiencias comunales y democráticas en el campo, en la sociedad civil, en los consejos obreros (soviets) amenazando con mandar al paro a todos los salvadores profesionales bolcheviques que no tenían ni idea de lo que era el poder, ni perspectiva para poder aprenderlo... Para ellos, las ensalzadas masas en la teoría solo son dignas si se está encima de ellas y son dóciles a la Organización. No podían dejar en el error a nadie; por eso, se reprime desde el primer día a todos los que contradicen al Partido, aunque se digan revolucionarios, pues fuera del Partido no hay salvación posible. Ellos saben como evitar los errores de otras revoluciones fracasadas. La obediencia es la garantía de la Victoria y por tanto del Futuro. Este Futuro es la milenaria advocación que venden como providente, no por revelación de unos pastores de cabras de hace algunos milenios, sino, ahora, por razones "científicas", algo que prestigia y da poder y que, además, levanta la moral y la abnegación de los feligreses hechos tropa. El presente es explotador, pero el Futuro es nuestro; no como posibilidad, sino como algo escrito en la estrellas por unas ineluctables Leyes Históricas Científicas que hacen inevitable el advenimiento. El sacrificio no será vano, será recompensado en el más allá del Futuro y la Historia; tan sólo queda acumular méritos militantes en la Organización. El militante debe confiar ciegamente en la encarnación de la Idea, que es el Partido-Iglesia, cuyas esencias se concentran, casualmente, en el cónclave del Comité Central Cardenalicio, y éste, asimismo en el carisma omnivigilante y omnisciente del Papa Secretario General que tiene hilo directo con la revelación "dialéctica", las masas, la fuerzas productivas y el abracadabra de clase. Mientras que los Otros sólo quieren acabar con él, es decir, con el Partido, es decir, la Idealidad por la que llevan suspirando las más amplias masas desde tiempos de Espartaco. Se hace necesaria una confiada y entregada delación de los brujos anarco-trostquistas-titistas-revisionistas-reformistas-imperialistas responsables de los desastres de la Tierra Prometida, que, si no cumple los cupos de producción de leche y miel, se debe sin duda a algún demoniaco sabotaje.

        Todos estos no son más que demonios y herejes reformistas, revisionistas, renegados, infantilistas, espontaneistas, que deben ser erradicados de la faz de la tierra junto con los libros que vomitan, siguiendo la estela "revolucionaria" de aquellos otros "revolucionarios" como Sargón, Asurbanipal, Tutmosis, Constantino, Carlomagno, Justiniano, Felipe II, etc.: la sangre como paridora de la historia, la pureza exterminadora y la historia con sus crímenes como motor de la coerción justiciera. Sólo falta ponerle el latiguillo "proletario", como en los dos mil años precedentes el latiguillo era "amor". Sin tan siquiera sospechar, los que aún tengan trazas de ideales, la resbaladiza frontera entre víctimas y verdugos que seleccionará al final al más inescrupuloso.

        No hay búsqueda de la verdad ya que tienen la Verdad. La Idealidad del Partido evita los malos pensamientos materialistas aplicados a la jerarquía de los ombligos. Luego, cuando les llegue su hora, Zinoviev, Kamenev, Bujarin ..., uno tras otro, serán devorados por la máquina que alimentaron y se prestarán a representar los juicios de Moscú. ¿De qué parte de sí mismos van a sacar energías para resistir, si ya saben cual es el Único Camino? ¿Van, a pesar de todo, a poner en peligro al Partido, todavía con visos de virginidad, y poner en peligro la salvación del Orbe Proletario? No así un Andreu Nin, no tan inmerso en tal cultura, que no se prestó a representar la farsa de un juicio en que hubiera debido acusarse de agente de Franco, y moriría, al fin, entre atroces torturas. El mismo Trotsqui, el tiránico dictador que quiso militarizar los sindicatos para poder fusilar a los que desertaban del tripalium, el exterminador y calumniador de la comuna de Cronstad, en su libro titulado "Anti-Kautsky", teorizará lo que Estalin llevará a la praxis alpina sobre su cabeza: la legitimidad criminal sin escrúpulos de los elegidos cuando se posee la "línea proletaria revelada".

        Al final de los tiempos proletarios, advendrá el paraíso de la Teoría. Sólo hay que arrojar a los impuros que lo impiden. No hay que conmoverse, así se escribe la Historia. Nada se ha hecho en la historia sin sangre. Y si alguien se resiste, no lo hace ante el abuso, sino ante el Poder Proletario, o sea el Futuro, o sea el Partido, etc. etc. Por tanto, otra vuelta de tuerca. Lo demás es sensiblería pequeño burguesa.

        Podríamos decir que el "comunismo" es la inquisición más la electricidad, parafraseando una de las máximas de este grandísimo "pensador" que da vergüenza ajena por la profundidad de esa "filosofía" que tantas adhesiones tuvo en la intelectualidad "pequeñoburguesa" culpabilizada hasta obtener bula de salvación proletaria en la seguridad de estar con la Verdad avalada por la Victoria de los mejores, el darvinismo de la Historia, (vencen, luego tienen razón), los poseedores de la llaves del reino Futuro (¿hay algo más real que eso? ¿hay algo más "práxico" que un plan quinquenal frente a todas las infantiladas de los grupúsculos diletantes fracasados, objetivamente aliados de Satán?), (el que no está conmigo está contra Mi, o sea el Futuro, o sea etc. etc.). Los pecados de la duda, el pasado, la cobardía que culpa, la inconsecuencia..., todo se lava en la Organización que ostenta lo que traiciona. Este maniqueísmo que trasciende la Historia, los absuelve de su obsequiosa entrega y de mayores problemas de conciencia social. Hay que ir al copo sin desmayo para la unanimidad redentora tan gratificante al militante solitario. El mundo ya tiene sentido en la familia del Partido.

       Demonizados por las desalojables oligarquías como fieras alimañas, serán cooptados como la otroridad del Sistema en esa apariencia de indomable e inevitable alteridad que renta a ambos. Pero, contrastando esa imagen que interesa a los pastores en competencia, se observa cuan modositos, razonables y "de orden" pueden ser; como las concesiones más repugnantes y reaccionarias encuentran un sentido Progresista y Futuro si progresa la Organización; cuan disciplinadas pueden ser las procesiones que ofertan los opositores episcopos rojos a los constantinos de turno, llámense Chang-Cai-Chec, Suárez, Machado, Estalin, Franco, Batista, Castro....

       Da igual la materialidad de la consecuencias. El Partido seguirá blanco y puro debido a que tiene en los "genes" la revelación eterna de la "línea justa", pantalla ideológica debajo de la cual la estructura despótica, radicalmente reaccionaria, acentuará su previsible podredumbre. Así, Lenin, en su penoso testamento, 'oye campanas, pero no sabe donde'. Y es que la estructura que ha creado, por su propia dinámica burocrática, sólo puede alumbrar a su hijo putativo: el ex-seminarista Estalin. Pero el Guía del Proletariado Mundial, la estatua ubicua llamando a un taxi, como comentó un guasón periodista italiano horas antes de ser puesto de patitas en la frontera, no es capaz de reconocer a su criatura. Mas no nos preocupemos; ya el Enviado de la Historia lo profetizó en su obra "El Estado y la Revolución" al hablarnos de que, una vez todo sea modelado a imagen y semejanza de la Teoría del Partido, "el Estado se iría extinguiendo ...", con su habitual preclaridad, con ese conocimiento "científico" al que sólo le faltaron algunas autómatas condiciones, un grado preciso del desarrollo de las fuerzas mágico-productivas y alguna novena y rosario "dialéctico". Una vez se han quedado solos sobre el camposanto de batalla, que genera y degenera consecuentemente la obra de Lenin, éste no es capaz de reconocer su labor, y se permite en su testamento hacer algunos brindis al sol, para que los inefables creyentes se lancen sin desmayo tras el mito de la Iglesia primitiva a reconstruir una y otra vez 'el verdadero partido del proletariado', vanguardia del autobombo sin el cual los estúpidos proletarios no sabrán llegar ni a la esquina. Vemos a los peripatéticos discípulos luchar y excomulgarse por la interpretación correcta de un versículo de San Marx o alguna sura del profeta Lenin, y se producirán dolorosos cismas entre la línea correcta y proletaria (burócratas que se han quedado con el aparato) y la línea revisionista, entreguista y liquidacionista (burócratas que no se han podido quedar con el aparato). (O el Maestro de Justicia o el Sacerdote Impío).

        El materialismo material se queda en el umbral del Partido; sólo se aplica a los demás. Todo se reduce a que los que tienen la Verdad utilicen cualquier método para tomar el poder como mesnada de disciplina férrea y adhesión inquebrantable. Todo sirve: la santa mentira proletaria, el crimen por la Causa, la guerra santa de clases burocráticas. No les afecta nada a sus "materias", pues las preces ideológicas les preservan de todo mal. La estructura es aristocrática, y sólo en la idealidad de la verborrea partidista y el roce escénico de masas aquello es expresión del pueblo.

        Los obreros son los dueños del Estado; ahora hay que organizarlos y dirigirlos sin despegarse de las masas, exhorta Lenin al VIII Congreso sin inmutarse por la contradicción entre la Idea (son dueños) y la "materia" (son dirigidos). Y es que la dialéctica facial da lugar a este tipo de milagros.

        Así pues, el Partido Apostolar de los pobres, como tantos otros en el ramo pecuario, dirige su rebaño hacia los verdes pastos del Futuro Más Allá, pero esta vez, novedad histórica, no reparte con el constantino de turno: se lo queda todo; con lo cual se convierte en una dictadura "de las que no se vuelve", como dice SuperVoitila. O sea, una dictadura mala y "radical" que pierde la ocasión de convertirse en un bonito genocida vigía y guardián de “Occidente”, en uno de esos moderados criminales en serie tan apreciados por nuestros amos "liberales". Y es que no hay que ser tan avaricioso; hay que repartir. Ya Fidel Castro, cuyas maratonianas homilías son un auténtico monumento ciclópeo a la modestia revolucionaria, dadas las circunstancias, empieza ya a aprender la lección y reparte el pastel con el capital canadiense y europeo, y privilegia relativamente a la Iglesia católica.

       Así es como se emprende el camino de la moderación occipotal. No se puede fiarlo todo a las divisas de las jineteras "revolucionarias", que, a diferencia de las de Batista, estas tienen titulación, como proclama orgulloso el Modesto Líder Vitalicio; un gran logro "revolucionario" tras cuarenta años de propaganda estrujadora de la generosidad comunitaria de un pueblo siempre amenazado por las Brujas del Norte, y que palia así la ineptitud consustancial al pathos vano de los caudillajes vitalicios de los adelantados mesnaderos.

       El flanco débil pastoral de los victoriantes obispos bolcheviques era que el Más Allá estaba limitado por la tradición que patrimonializan y comercian. Aún prostituyendo el materialismo, en el más acá tenía que verse algo material que llevarse a la personal boca. El atracón de propaganda triunfalista y censura implacable no garantiza a la larga eludir el embotamiento resignado, cínico, pasivo que hace disminuir el ordeño de las vacas tristes. Tampoco podían sacarse de la manga, así como así, la transmigración dialéctica de los buenos militantes, por ejemplo. Momificar a Lenin para su veneración, todavía; pero hacer que resucitase y se apareciese reservadamente al Comité Central hubiera sido pasarse. Los episcopos monoteístas, en cambio, dejan la leche y la miel para el Más Allá, y como desde allí nadie ha vuelto todavía para desmentirles, no tienen muros que les hagan caer cuando se ponen en evidencia, sólo una facciones marmóreas que les travistan del brazo secular al brazo divino, confiando siempre en que los que miran a su mano izquierda, no vean lo que hace la mano derecha.

       En este contexto, el hundimiento de los protectores del orador vitalicio se produce por razones "matemáticas". El capitalismo privado tiene "izquierda"; prensa con una "moderada" libertad; grupos ecologistas; disidencia orillada; tercer mundo a succionar; un sistema-colchón que recorta las aristas más estridentes; una oposición dentro de un orden que ayuda a racionalizar la explotación, una vez que la crítica despreciada insiste y, entonces, se la filtra, recupera y capitaliza para renovados y más eficaces desprecios.

        El capitalismo burocrático de Estado, por contra, tan sólo tiene a un burócrata sin control con la pechera llena de medallas. Su sistema estaba en quiebra técnica desde hacía décadas. Podía haber caído diez años antes, o prolongar aún su agonía alguna década más, pero, en realidad, la suerte estaba echada. Intentó echarle colonia al muerto Kruschov; luego Andropov, Gorbachov, y al final, la clase burocrática ha tomado el dinero y corre que se las pela. Para sobrevivir se ha hecho "demócrata" de toda la vida: se ha dedicado a un ultramegasaqueo sin parangón en la historia mientras los muertos por la implosión social superan en número a las víctimas del gulag estalinista. Ha refugiado el ingente botín (sin botín no hay mesnada) en las 'filantrópicas y moderadas' instituciones financieras “occidentales”, mientras Khol y Clinton mandan créditos y asesores de imagen al cleptómano Yeltsin para que, "democráticamente", gane las elecciones masoquistas de la Federación Rusa.

        Del Imperio del Mal al Imperio del Bien transita ejemplarmente la casta burocrática sin tener que despeinarse. Ha intensificado la explotación y el desguace, esta vez de manera liberalizadora, para los mejores tiburones globales que dejan daños colaterales nacionales. Ofrendan el redil en sacrificio en el altar más Solvente, y por tanto, como decía el gran politólogo posmoderno Don Vito Corleone, muestran así respeto a la Familia.

       El frontón KGB-CIA han cumplido su histórica misión (Dios los cría y ellos se juntan) de ocultar, denigrar y calumniar toda pasión por un ideal fuera de la servidumbre y el Poder. Esa realimentación en la propaganda les coopta mutuamente como antagonistas imantadores que absorben los denuestos a uno de los polos de la farsa de la Guerra Fría. Toda razón crítica que no "respete" el muro bipartidista desaparece o se difumina. Así han embotado todos los problemas y cuestiones del siglo XX, sedimentando su mugre ideológica en el pensamiento político actual, en el fárrago mental de los pensantes vicarios que han ayudado a los imperios del Bien y del Mal, en sus respectivas fechorías, a emporcar todo el lote que patrimonializan.

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        *** Apéndices.- El Ojo de Yavé, la revelación "científica", la Santa Discreción y la Santa Desfachatez en versión "proletaria", a cargo de Bertold Brecht.

                Quien lucha por el comunismo
                debe saber batirse y renunciar al combate,
                decir la verdad y no decirla,
                dar sus servicios y rehusarlos.
                Mantener sus promesas y no mantenerlas,
                exponerse al peligro y huir del peligro.
                Darse a conocer y permanecer invisible.
                Quien lucha por el comunismo
                no posee, de todas las virtudes, sino una:
                ¡la de luchar por el Comunismo!

        *** La coherencia exigida por la dinámica pastoral, lleva, inevitablemente, a la confluencia sagrada imprescindible para el desarrollo pecuario.

        Edgar Snow: "En el curso de conversaciones anteriores Mao me había dado cuenta de sus largas meditaciones sobre las necesidades imperiosas que sienten los hombres de creer en Dios, en los dioses o en su equivalente, y me percaté de que, aceptando el ateísmo de Marx y de Engels, había deducido de sus estudios lecciones personales en el orden político. Más tarde me recordó haberme revelado, en 1.965, la existencia de un culto a la personalidad que entonces resultaba conveniente desarrollar; en esa época el Partido se le había ido de las manos". Según Mao, Krutschev había caído probablemente por no haber sido en modo alguno objeto de veneración.
 

       "La caída del dictador". Ángel Pestaña.

        "La entrada de Trotsqui produjo un movimiento de simpatía y acercamiento a su persona de todos los delegados que no le conocíamos personalmente. Su aire marcial, que demostraba fácilmente al hombre consagrado a la guerra, le hacía simpático a primera vista. No debe negarse que había también, en la mayoría de nosotros, un poco de autosugestión y de admiración por el hombre a quien las peripecias de la revolución, la necesidad de la defensa de la misma, habían llevado a un puesto de tanta responsabilidad como el suyo....

        El oír el nombre de Lenin y que iba a concurrir a aquella reunión, hizo languidecer la conversación, fijando todos nuestra vista hacia la puerta de entrada... La reunión transcurría monótona y desabrida... Además, todos presentíamos que la importancia del debate no alcanzaría sus verdaderos límites hasta que Lenin llegara. Cada ruido, el más leve rumor que se produjera hacia el lado donde se hallaban las puertas interiores que había en el salón, nos hacía levantar a todos la cabeza. Presentíamos que por una de aquellas puertas tenía que llegar, y lo esperábamos con ansia...

        ¡¡Lenin!! Esta fue la exclamación general. Todos nos pusimos automáticamente en pie. Y todos, como movidos por una misma fuerza impulsora, abandonamos nuestras sillas con estrépito infernal y nos dirigíamos hacia la puerta deseosos de estrechar aquella mano y de contemplar de cerca aquella figura tan rígida. Fue un momento de emoción intensa, inenarrable. Allí no había idolatría, no podía haberla. Había ese intenso, ese hondo y profundo, ese eterno amor hacia quien, equivocado o no, consagra su vida, su inteligencia, su actividad y su energía a la manumisión del pueblo. Todos estrechamos con efusión su mano. Y él, sonriente y complacido, correspondía efusivamente también a nuestros saludos....

        Apreciaba los dotes de actividad infatigable de Lenin... (pero) mi contestación chocó a todos, incluso al mismo Lenin. Y era natural. La mayoría de las contestaciones de aquel cuestionario se deshacían en alabanzas al jefe, al único hombre, a la personalidad más grande del mundo, traduciendo así lo que debió ser un acto de justa imparcialidad en una adulación baja y abyecta...

        Lenin era un hombre de perspectivas profundas, casi ilimitadas, pero uniforme. Para él la vida no tenía más que un matiz, uno solo, y a lograrlo consagró toda su existencia. La organización social era para él como una escalera interminable, en la que los de abajo habían de sufrir la autoridad de los de enmedio, y estos la de los de arriba. Los que supieran más habían de ordenar a los que supieran menos, y estos debían obedecer. Este concepto está en principio, de acuerdo con el marxismo; ahora que llevado al extremo apurado y quintaesenciado por Lenin, llega a la tiranía.

        La alegoría del marxismo, el intelectual guiando al obrero, que es la antítesis de lo que nosotros sostenemos, ya que queremos que quien sepa más enseñe a quien sepa menos, y éste que observe y aprenda, conduce fatalmente al autoritarismo de Estado.

        Lenin por temperamento, por psicología, era autoritario, absorbente; era un temperamento despótico, pero de un despotismo suave, escurridizo, que se infiltraba sin darse cuenta. Sus diatribas contra Kautsky y otros socialistas, el tono despectivo que usaba siempre que discutía con alguien que no se sometía a su criterio, son una luz poderosa de la Rusia soviética. En la discusión con el adversario no buscaba nunca rebatir las razones que éste hubiera expuesto, sólo procuraba hacerle caer en ridículo para destrozarle, formulando, luego, sus puntos de vista. Y en esto era habilísimo. ¿Verdad que para un hombre de tan fuerte mentalidad era éste un recurso poco noble?

        En las sesiones del Congreso daba lástima, a veces, ver cómo personalidades solventes del partido titubeaban al exponer alguna idea si ésta no había sido previamente discutida en el seno del partido, temerosas de disentir con el dictador. No era Lenin enemigo de que se discutiera, no; lo que tenía es que siempre había de imponer su criterio que era siempre el justo, el verdadero, el único admisible. Por eso, en el curso de las deliberaciones del Congreso no pudo aprobarse ni una sola proposición que no estuviera de acuerdo con su manera de pensar. Por eso, los aciertos o desaciertos que haya podido cometer el partido comunista ruso son casi sólo imputables a Lenin, ya que su temperamento absorbente había creado un partido a su imagen y semejanza, en el que no cabía nadie que pudiera hacerle sombra. Autoritario, impositivo, su desprecio hacia el semejante linda con la crueldad".
 
 

        Manuel Vázquez Montalbán: " ..se recogieron 30.000 muestras de su tejido cerebral para que se pudiera iniciar la investigación de los secretos de su gran talento"..
 

        Según Eric Hobsbawm, el modelo leninista de organización fue "una extraordinaria innovación de la ingeniería social del siglo XX comparable a la innovación de las órdenes monásticas cristianas de la Edad Media, que hizo posible que incluso las organizaciones pequeñas hicieran gala de una extraordinaria eficacia, porque el partido obtenía de sus miembros una gran dosis de entrega y sacrifico, además de una disciplina militar y una concentración total en la tarea de llevar a buen puerto las decisiones del partido a cualquier precio". No por casualidad, León Trotsqui constató la gran semejanza existente entre el sistema leninista y el de la compañía de Jesús creada por el ilustre azpeitiarra.
 

       "Trascendencia, Esperanza y Éxtasis". Bárbara Ehrenreich.

        "Desde el inicio, el ethos puritano de las clases medias emergentes puso su sello en esa, la menos puritana de todas las empresas - la revolución. Las revueltas aparentemente espontáneas, festivas, del campesinado y de los pobres de la ciudad horrorizaron a los líderes intelectuales de la Revolución Francesa que emprendieron, como antes de ellos los sacerdotes, la supresión de los carnavales y todas las otras "formas indecentes familiares del antiguo régimen." Los jefes revolucionarios buscaron reemplazar "el festival mal planificado, las fiestas secretas, nocturnas, el festival ruidoso, la jarana, la mezcla de los grupos de diferentes edades, clases y sexos, la orgía" con amables espectáculos dedicados, por ejemplo, a la "Razón". Con Lenin, por supuesto, la tradición revolucionaria se desvía absolutamente de la antigua tradición de la festividad popular. De hecho, él escribió acerca de su gratitud a los capitalistas por haber disciplinado a las clases trabajadores en una especie de "ejército," porque la revolución moderna, marxista-leninista, iría a ser una especie de guerra. El principal actor de esta cruel nueva versión del cambio social era el "revolucionario profesional," y su sola pasión una fría y ascética sed de poder".
 
 
 

        "La Iglesia nos ayuda objetivamente, dice un veterano del Partido y miembro del Comité Central. ¿Quien podrá predicar mejor que ella la moral y el esfuerzo a los trabajadores?" (Un dirigente del PC polaco, 1.975).

        "A la sombra del papa enfermo" --- Discípulos de la Verdad.-

        El escritor católico Andrzej Szczypiorski, ex senador por Solidaridad: "La Iglesia católica está atravesando en Polonia una de las crisis más graves y dramáticas de sus existencia. (..) Pensar en perpetuarse como a lo largo de casi cincuenta años durante el régimen totalitario es un error. (...) Hoy no soportan la invasión política de los curas, no les agrada que les digan cómo deben comportarse, están a favor de una clara separación de Estado e Iglesia. (...) La influencia del clero se manifiesta a través de una apremiante agresividad política. La Iglesia quiere los crucifijos en los edificios públicos, el catecismo en las escuelas, periódicos y televisiones acordes con los valores cristianos... Conozco sacerdotes que siente nostalgia de la época (el régimen comunista) en que ejercían, en especial en el campo, el absoluto gobierno de las almas..."
 

       "La zarpa de Estalin sobre Europa". Felipe Alaiz. (Ediciones Páginas Libres).

        "Se organizó la reunión en la calle. Habló un campesino celebrando el acontecimiento. (Se inaugura un servicio eléctrico.) Dijo que las tinieblas habían reinado allí, pero con motivo de instalarse la industria eléctrica en el pueblo, se encendía una luz sobrenatural". Y añade Lenin: "Hemos de conseguir que cada central eléctrica se convierta en lugar de instrucción y que tenga por objeto la educación eléctrica de las masas". Estalin dirá después que el problema de la electrificación "verdadero único y nacional, no puede ser aplicado más que por órdenes de lo alto". Jean Bruhat, "Lénine, fondateur de la U.R.S.S., sa vie et son oeuvre".

        Para el campesino ruso, la electricidad era un producto sobrenatural. Nada sabía de dínamos ni cables. Todo llegaba de arriba, de lo alto (gobierno más electricidad)... La simplicidad rural había creído vagamente en una vaga religión de altar... tenía al alcance de la mano la luz enviada desde arriba por unos gobernantes... El arco voltaico es un producto soviético propiamente ruso... Los Comités bolchevizan la corriente desde arriba. Los aldeanos identifican a los gobernantes con centrales eléctricas. Creen algunos de aquellos aldeanos que fuera de Rusia no hay corriente, que el mundo ajeno a la URSS trabaja de noche, cena y se acuesta sin luz.

        Esta simplicidad tiene un origen mágico. La tenía igualmente la creencia de los aldeanos rusos cuando estaban convencidos de que el zar era bueno y que sólo sus consejeros, ministros y aristócratas eran malos. De todas maneras, poco cuesta encaminar la simplicidad en todos los tiempos por derroteros fáciles para empalmar una magia con otra. Los aldeanos creen y creyeron "en lo que viene de arriba", sea religión o electricidad... Pero ¿cómo han de mirar los gobernantes hacia arriba si más arriba de ellos no hay nada?

        El aldeano que no comprende lo que es una turbina, como tampoco comprendía antaño los misterios del altar, no podía descifrar los secretos de Estado... Sólo el Estado soviético daba luz... Con esta sugestión... llegaba a creer de momento en la luminosidad única de los astros soviéticos y suponía que los comisarios irradiaban más luz que los apóstoles. Una vez nacionalizado y electrificado el ruso, la eficiencia astral de sus gobernantes era artículo de fe... transitaba su imaginación desde la fe religiosa a la fe eléctrica... andaba suelto el ángel chamuscado de la electricidad de partido y el arcángel de la gasolina marxista.

        (...)

        Las religiones se van reconciliando con Estalin mientras se reconcilian entre ellas. No es una coincidencia casual que los rusófilos tiendan la mano a los vaticanistas. Los anglicanos catedralicios, quieren confundirse con Roma. El evangelismo suizo y el americano, protegen a los herejes rojos españoles, y les facilitan colonias de vacaciones. Los comunistas italianos van a la procesión de la Madona. Católicos y comunistas fraternizan en las solemnidades patrióticas después de contraponerse en las urnas tratándose mutuamente de fascistas y falsarios.

        Parece que las religiones forman un bloque con preventivas y premeditadas normas comunes de tipo seglar y profano. Están convencidas de que la magia política reemplaza con ventaja a la religiosa. Después de ensangrentar el mundo las guerras de religión, resulta que el enemigo no es ya el religioso de otro rito, sino el refractario a la mítica de la autoridad y a la riqueza del monopolio... Todo puede arreglarse obedeciendo y muriendo por tiempos cuando lo ordene la magia política unificada. Subsiste la enemistad entre creyentes, ciertamente... Pero en las altas cimas de Europa la concordia de altares es un hecho contra el hombre sin altar y sin caja fuerte.

        Por encima del oportunismo conciliador de Estalin con los popes y por encima de la necesidad de no contrariar a las religiones financieras de Occidente la reconciliación de Estalin con el patriarca respondió al deseo de atraerse el dictador las masas rusas díscolas y esquivas al partido, creyentes a ratos en iconos, reliquias y dignatarios barbudos.

        Interesaba a Estalin dar a los monjes ortodoxos de Palestina una cierta beligerancia entrecortada de agentes favorables a la expansión del Cremlin. Lo habían sido secularmente de los emperadores rusos, que consideraban Oriente solar eslavo, tan irredento como el supuesto sepulcro de Cristo cuando estaba en poder de los turcos. Por cierto que los turcos eran eclécticos para tolerar cultos, pero cobraban de todos.

        Si el monje ortodoxo consideró que Estalin era el Anticristo, desde 1.942, hubo cultos tolerados en Rusia. Abiertos los templos, se organizaron solemnidades rituales, rezando todos por la victoria, la salud de Estalin y de la URSS, ofreciendo municiones, armas y cirios, con intervención de todas la creencias en la guerra contra el nuevo Anticristo gamado. Estalin desviaba a sus enemigos y a sus amigos dudosos señalándoles un nuevo Anticristo: Hitler.

        Ortodoxos de rito ucraniano o georgiano, vaticanistas, luteranos, metodistas, adventistas, árabes, hebreos y budistas, se apresuraron a ayudar a Estalin emocionados por la libertad de cultos... Era inútil que los tozudos monjes barbudos de Palestina se aferraran a la desobediencia. Desobedecer a Estalin era ya desobedecer al patriarca supremo de la fe ortodoxa. Resultaba completamente incómodo para la política soviética que los comunistas de Europa hicieran alardes de ateísmo.

        La religión ortodoxa y la ortodoxia de Estalin seguían la ley inexorable de inducción de contrarios. Magia blanda de santuario que se confundía con la magia reblandecida de la política. Los monjes convertidos a la propaganda unificada, hacían más juego al dictador que un Bujarin o un Radec.

       Ya dijo Estalin que el hombre es el capital más preciado... porque es el más fácilmente estrujable en la economía monopolista de Estado o de empresa, el más fácilmente asimilable por la autoridad, el menos adiestrado en procurarse independencia y autonomía. "La técnica sin hombres que la dominen es cosa muerta. La técnica con hombres en cabeza que la posean, puede hacer milagros". Tendencia a la milagrería.

        "La antigua consigna, la técnica lo decide todo, reflejo de un tiempo ya superado -continua Estalin- debe cambiarse por esta nueva consigna: los cuadros lo deciden todo... Esto exige de nuestros dirigentes el mayor interés por los trabajadores pequeños y grandes... que les eduquen con solicitud, que les ayuden.... que les estimulen... que los hagan avanzar... Hemos aprendido a apreciar bien las máquinas... No hemos aprendido a apreciar a los hombres..."

        Mientras atribuye a los cuadros dirigentes una capacidad que él mismo califica de milagrosa, se queja de que las máquinas acaparen la vehemencia general, no el hombre... Todo el poder en el hombre abstracto.

        "Cuando reproché a aquellos hombres que tuvieran más atención por una caballería que por un ser humano, me contestó uno de ellos, coreado por los demás:
        - No vale la pena de compadecer a los hombres. Los hombres pueden fabricarse siempre, mientras que una caballería... prueba a ver si puedes fabricarla
        Lo que nos falta es estar dispuestos a liquidar nuestra propia indiferencia, nuestra propia benignidad, nuestra propia miopía política".

       *** El Buen Pastor es siempre el Buen Postor. Cuida su capital de cabezas de ganado que una jerarquía inevitablemente debe descuidar desde alguna miopía del mal de alturas. Las preces pastorales se desgranan para engrasar la máquina ganadera, para que apriete estructuralmente, pero no ahogue las espaldas que soportan el verticato pastoral y se dé así consuelo espiritual Futuro ahora que el Poder, según propagan, "ha entendido el mensaje".
 

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Tíbet: ¿Un águila sobrevolando los Himalayas?
Diego Emanuel Sauret
Observatorio de Conflictos

        Incluso Zhou Enlai (Ministro de Relaciones Exteriores) profundizó aún más la decisión y le comunico al Dalai Lama que si la región todavía no estaba preparada, el periodo de espera se prolongaría por otros 50 años.

       Las contradicciones del Frente Unido iban en camino de estancarse hasta la destrucción. Las clases terratenientes se inquietaban ante el menor intento de cambio y desde el otro lado de la balanza, las masas pobres no se unían al Frente para luchar contra sus señores.

       Llegado el año 1959, el fracaso del Frente Unido era evidente y la tensión en Tibet era cada vez mayor. La gota que colmó el vaso fue el rumor de que el ELP planeaba secuestrar al Dalai Lama. La rebelión estalló y hubo un enfrentamiento catastrófico, que culminó con el escape del Dalai hacia India y la toma total del control por parte de Pequín.

       Las masas pobres eran el componente que necesitaba Mao para la construcción del socialismo, a través de la destrucción de las relaciones sociales de producción vigentes hasta el momento y de la consecuente emancipación de esa masa de población que había estado sumida en la servidumbre durante siglos. Pero la mentalidad de los trabajadores y campesinos no estaba preparada para este cambio y en cuanto sus señores se alzaron bajo las banderas de la religión y la nacionalidad en contra del PC chino, ellos no dudaron a quien defender. Ante esta situación el gobierno revolucionario no vislumbró otra salida que no fuera el abandono del Frente Unido y una embestida dirigida a desarrollar la lucha de clases hasta derrumbar a la elite local.

       En función de comenzar con esta tarea miles de militares y civiles (cuadros políticos del PC chino de distinto rango) fueron enviados a las diferentes regiones para generar conciencia entre las masas campesinas y trabajadoras. En realidad, la estrategia fue doble, porque mientras los grupos de tareas realizaban la concientización, las tierras que pertenecían a los monasterios fueron redistribuidas entre las masas. De esta manera, el PC chino se iba asegurando la lealtad de los desposeídos, así como también le restaba poder al accionar religioso (téngase en cuenta que el 97 % de los monasterios fueron cerrados en este periodo[vi]).

       ¿Por qué la lealtad de los sirvientes hacia sus señores era tan fuerte? La respuesta reside en las profundas raíces religiosas de la cultura tibetana.

       Los niños recién nacidos son sumergidos en los helados ríos de montaña acompañados de una complicada ceremonia. Si, luego de ser sacado del agua; azul y frío, el niño no se recupera y muere significa que no estaba preparado para vivir en una región tan hostil.

       El siervo nace siervo y así seguirá por el resto de su vida y no por ello debe sentirse aturdido, por el contrario debe llevar esa carga de la mejor manera posible para que en su próxima vida se tenga en cuenta el esfuerzo realizado en la anterior.

       En el Tibet, el miedo a romper ese "equilibrio"; el que un campesino no enfrentara a su señor si así lo sentía, por aceptar que ese era su rol en esta vida y no otro; colaboró en la determinación de la estructura de clases vigente.

       Estas son las razones por las cuales aunque se dieran cuenta de que eran explotados muchos dudaron acerca de la lucha de clases y no la reprodujeron.

       Establecidas de esta manera las condiciones, la estrategia de Mao fue adaptarse a las necesidades espirituales de los Tibetanos y realizó un giro en las mentalidades de los locales. Subvirtió la imagen del Dalai Lama (una de las reencarnaciones de su dios Buda) por la suya. En lugar de las plegarias y ceremonias dedicadas al Dalai, ahora se adoraba la foto de Mao y las oraciones equivalían a las líneas del Libro Rojo.

       Las masas tibetanas mostraron una aquiescencia incorruptible frente a esta reforma. De acuerdo con esto, el tibetano común; sin la presencia real ni simbólica del Dalai Lama y sin sus monasterios, encontró en Mao, en las Guardias Rojas y en el Libro Rojo el mismo universo simbólico que antes reproducía y veneraba. Pero esto no es lo mismo que opina Tsering al respecto. Este contraataca con el argumento de que no fue un simple cambio de figuras, sino que lo sucedido responde a un acto inducido y minuciosamente planificado por el PC chino; y que la posible facilidad de cambio espiritual fue ayudada y potenciada por un sutil agregado de psicología militar. Además, agrega Tsering, "Lejos de ver a Mao como un dios, en algunas áreas rurales del Tibet la gente ni siquiera sabía quien era..."

      Deng abrió una nueva etapa en el universo político Chino (...) Estas reformas eran determinantes para el mejoramiento de las condiciones del Tibet. La autonomía de funcionamiento, el refuerzo de la cultura y la religión nacional, el corte de imposiciones fiscales a los campesinos, etc

       Todo el proceso de reflorecimiento de la cultura y la autonomía tibetanas parecía encaminado armoniosamente; pero a fines de Septiembre de 1987, el Dalai Lama apareció frente al Congreso Estadounidense y días después Lhasa se vio incendiada por una rebelión cuyo mas cercano precedente había sido la de 1959. Las banderas del nuevo alzamiento gritaban independencia y nacionalismo. Las autoridades chinas respondieron con represión y se impuso la ley marcial en marzo de 1989 (vigente por 419 días).

       China había abandonado la línea de la lucha de clases desarrollada por Mao y esto evidentemente no resultó una estrategia beneficiosa para el PC. Deng Xiaoping estableció una política similar a la de la dinastía Qing y de los primeros años del Maoísmo con algo así como el Frente Unido. Ciertamente el Dalai Lama seguía existiendo en la mentalidad de los tibetanos, por lo que al encontrarse librados otra vez a la practica de su ancestral religión no dudaron en defenderla. Si bien es cierto que la estrategia de sustitución simbólica de deidades realizada por Mao fue eficaz para su fin, también es valida la salvedad acotada por Tsering Shakya al respecto; "...si ellos (los tibetanos) realmente encontraban ese comportamiento (la adoración a Mao) emocionalmente gratificante, tendríamos que preguntarnos
por qué lo desecharon tan pronto como tuvieron la oportunidad de hacerlo..."

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> Para nosotros, el derrumbe del "comunismo" soviético y los demás, tiene dos causas
> principales: a) Falta de condiciones materiales ( no había capitalismo propiamente allí y lo poco que
> había, en el caso de Rusia, era de origen inglés, francés y alemán) y b) Falta de la cultura necesaria
> para su desarrollo ( la ideología individualista de corte incluso semifeudal impedía colectivizar la
> propiedad y por ello se acudió a estatizarla, que no es lo mismo).

        *** Sí, hubo experiencias colectivas en el campo, reconstruyendo las tradicionales asambleas comunales de campesinos, los consejos obreros (soviets), la machnovichina en Ucrania, Cronstad... Lo que no hubo, entre otras cosas, fue una antipastoral cultura político-moral (valga la redundancia) para enfrentar a los pastores bolcheviques. Sin "desarrollo de las fuerzas productivas" capitalistas ha habido montones de experiencias y tradiciones comunitarias de difícil supervivencia cuando, al contrario de la dogmática marxista de las edades históricas, que se toma de la historiografía burguesa, el capitalismo se desarrolle como lo que es, un sistema de dominio desarrollado al compás de unos medios de producción poco neutrales. La determinación económica no es lo que nos facilita fatalmente la igualdad de mando y control. Por tanto, sin el esfuerzo y responsabilidad militante bolchevique difícilmente nos quitarían esa posibilidad. El economicismo "científico" naufraga siempre en su ignorado parámetro del poder.



> La enseñanza que hemos
> logrado con el experimento "socialista" o "comunista" es que desde el poder no se pudo realizar;
> proponemos realizarlo desde la sociedad, desde la agrupación social, desde el individuo mismo; lo
> pensamos así porque consideramos que el poder económico genera poder político y no al revés. Los
> comunistas creyeron que con el poder político podían generar poder económico, en el sentido de un
> nuevo modo de producción; y eso no pudo ser.

        *** Eso no es más que volver a lo mejor de alguna desligada tradición ilustrada y a los albores de los utópicos del movimiento obrero; a la pasión de vivir aquí y ahora de Fourier en los falansterios; al comienzo de la I Internacional en su versión más colectivista y libertaria; no separar medios y fines en aras de eficacias futuras; no escindirse en dirigentes y dirigidos, funcionar ya como la sociedad que se quiere construir, y no capitalizar con el sacrificio militante al medio (Partido-Iglesia) para el advenimiento del providente Futuro...

> El mundo ha cambiado y cambia cada vez más rápidamente. Ya ni siquiera el capitalismo internacional
> genera una política dictatorial; ahora impide regímenes de facto ( caso de Haití y hoy del Ecuador); la
> gran burguesía mundial se ha convertido en "guardián" de los derechos humanos, cuando hace apenas
> diez años adiestraba militares de los países atrasados para matar "comunistas" e "izquierdistas".

        *** El gobierno de facto (FMI, Banco Mundial, GATT, G-7, OMC, Trilateral...) ya no necesita que los alcaldes nacionales lleven gorra militar. Ningún desobediente puede sobrevivir cuando las economías de escala ocupan todos los resquicios y el control de la telerrealidad hace al poder tan poderoso que se puede permitir ser tan despótico como invisible. Ahora, los derechos humanos se siguen violando, pero sobre todo, en este momento, por razones de mercado, y el "mercado" está lo suficientemente impersonalizado para que parezca una incontrolable voluntad divina escrita en las estrellas.



> Incluso presiona para llevar a la cárcel a sus discípulos fascistas. En Colombia hay varios generales y
> oficiales de alto rango en la cárcel por violar los derechos humanos y masacrar dirigentes políticos. Y
> lo de Pinochet es otro ejemplo y seguirá esta tendencia afirmándose en la comunidad internacional. Y
> ya hay una Corte Penal Internacional para juzgar genocidas. La sociedad gira hacia una especie de
> Gobierno Mundial.

        *** Pero no creo que haya una "desprogramación" histórica e informativa que desmantele la impunidad de todos los criminales, de sus cómplices del norte, ni que la plebe pueda aprender la lección. Más bien parece una "transición ejemplar" en que los criminales con corbata se deshacen de algunos de sus "gorilas" poco estéticos ahora que la curvatura dorso-lumbar de los damnificados hace las reverencias necesarias. Ahora, los mecanismos del Poder están más en otras coordenadas (en algunos países; en otros los métodos tradicionales pueden seguir siendo complementarios). Pinochet seguirá impune. A cambio, se evitará el descaro lacerante, el recochineo mayúsculo de verle de vitalicio en el parlamento. Se retirará con su botín, con el calor de los suyos. Una solución "centrista" entre la justicia y la desvergüenza absolutamente provocadora que irrita innecesariamente. La catarsis de la desclasificación de documentos debidamente expurgados, no incluye, por ejemplo, nada sobre Haití, sobre los empleados de la CIA Raoul Cedrás, Toto Constant y criminales anexos que ahora disfrutan de sus latrocinios en algún país “occidental”, que seguro presumirá de derechos humanos a tiempo parcial. Estas fechorías serán 'lamentables errores' dentro de varias presidencias para seguir progresando en el aprogresado progreso progresista.

        El caso Pinochet me ha servido, además, para descubrir que, según el derecho internacional, la matanza de 200.000 católicos se considera genocidio, pero no así si se matan 200.000 ateos, o marxistas, o amantes de la filatelia. Este es el subdesarrollo moral de la globalidad. Una moderna impostura se alía con la eterna desfachatez para considerar la libertad de religión no como parte de la libertad de pensamiento, sino como la madre de todas las libertades. El que piensa religiosamente es superior al que no. A este indecente autobombo llaman superioridad moral. El "respeto" teocrático sigue con su espeluznante tradición ocupante.
 
 
> Este es el gran viraje ideológico que estamos haciendo: que la consciencia, nuestro modo de
> pensar, determine nuestro hacer material y cultural.

        *** Pero Marx lo decía en pugna con el 'idealismo filosófico' que atribuía toda la realidad cambiante a la evolución ideológica, olvidando la materialidad que determinaba y creaba las condiciones en las que un abanico de posibles conciencias tenían que tratar de llegar a la "cita" humana que la coyuntura histórica brindaba. También a veces pareció contradecirse, especialmente si se olvida el contexto histórico en que polemizaba, por lo que no dejó claro ni previno que de esas afirmaciones se desarrollasen en su "ismo" patronal un mecanicismo simplón de mentes simples y pastores con prisa. En la asignatura del poder no obtuvo el suficiente que le hubiera evitado la manipulación de hacerle presidir el gulag en efigie. Aunque esa responsabilidad es tan de pedestal como su encumbramiento, que ha olvidado entre sus fieles el tropel de otros pensadores de los tres últimos siglos que ayudarían a colocarle en su sitio.
 

         Salud.

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        ¿Y los antiguos militantes responsables? ¿Acaso están tan acostumbrados al trastocamiento que engendra el subjetivismo leniniano como para no permitirse reconocer el mal como tal, y necesitar, para rebelarse contra él, que sea catalogado como contrarrevelucionario? ¿Tendremos que compararlos con estos sacerdotes que, al romper con la Iglesia, no confiesan nunca, al menos en un primer momento, haber perdido la fe y creen que resulta hábil hacerse pasar por portadores de la "verdadera fe"?

        A. Waissbert: "En la Unión Soviética, la gente del Partido tiene un lenguaje propio que basta para distinguirlos de los demás ciudadanos. Dan una impresión de seguridad absolutamente característica. Se han acostumbrado a considerarse los amos del país e incluso en el fondo de las cárceles no pueden eludir esta creencia

        En aquella época mi conciencia se hallaba extrañamente dividida. Pesaba aún sobre mi el prestigio de la gran revolución; seguía creyendo en los objetivos del movimiento; seguía creyendo que la dictadura del proletariado era el único medio de llegar al socialismo... Creía que el régimen despótico de Estalin sólo era un episodio pasajero... ".

        E. Zamieatine- Nous autres: "Tengo, para con el Estado único, el derecho de sufrir un castigo: no haré cesión de este derecho".

        Tarasov Radianov: "Lo que importa es que el comunista acepte la muerte, la deshonra y cualquier clase de mancha infamante siempre que estos elementos nos acerquen al objetivo: la liberación de los trabajadores... A los "pequeños burgueses podridos" les resulta difícil comprender el valor con el que Zudin ahoga en sí las últimas chispas de individualismo para el bien final de la lucha por la sociedad colectiva".

        La conciencia de su inocencia y el deseo de que ésta sea reconocida impiden al militante comunista, mejor que cualquier obstáculo exterior, huir de la injusticia de su partido.

        La autocrítica podría no ser sino una sana variante del espíritu crítico vuelto hacia uno mismo: esto es, un ejercicio intelectual. Lo malo es que en la práctica es una confesión; lo que los oyentes esperan no es el análisis de un error, sino la revelación de una falta, razón por la cual necesariamente genera la humillación.

        La mayoría de los casos parecen caracterizarse por una personalidad dotada de un fuerte superego, no se veían irresistiblemente llevados a desarrollar un intenso sentimiento de culpabilidad inconsciente a partir del momento en que entraban en dificultades con el partido (sustituto del padre); el superego acusador se identificaba con el juez instructor (que representa al partido)... La incapacidad mostrada por tantas víctimas para admitir su inocencia cuando se resolvió rehabilitarlas.

        Alain Besançon: "La función de la ideología, en tal caso, consistiría en impedir que llegue a la conciencia no la realidad exterior, sino la interior. La ideología mantiene inconsciente lo que la conciencia no puede tolerar, en particular un deseo homicida".

        Piatácov, 1.928: "Un verdadero bolchevique ahoga su personalidad en la colectividad, es decir, en el "Partido", pudiendo de esta forma realizar el esfuerzo necesario para renunciar a sus convicciones propias y adoptar honestamente las del Partido. Tal es el criterio por el que se reconoce el verdadero bolchevique. Le resultará imposible vivir fuera de las filas del Partido, y no vacilará en afirmar que lo blanco es negro y lo negro blanco si así se le exige el Partido".

        Trotsqui:, 1.924 "Ninguno de nosotros puede ni siquiera discutir la voluntad del Partido. En definitiva, el Partido siempre tiene razón... Sólo se puede tener razón con y por el Partido, pues la Historia no ha abierto otra vía para seguir a la razón".

        Zamiatine, 1.920: "Es lo que antaño comprendieron los cristianos, nuestros únicos predecesores, aunque muy imperfectos. Conocían la grandeza de la Iglesia "del único rebaño"; y si bien sabían que la humildad es una cualidad y el orgullo un vicio, nosotros sabemos que "Nosotros" procede de "Dios" y "Yo" del diablo."

        Evguenia Guinzbourg: "Cuando Donzov se acercó a la cama donde su hijo dormía para despedirse de él (su mujer) se plantó ante la cama:
        - ¡Mi hijo no tiene padre!
        Y se puso a dar apretones de mano a los hombres y a jurarles que educaría a su hijo en el espíritu de fidelidad al Partido... Aunque absurdas, todas estas actitudes estaba dictadas por el sincero impulso de un alma ingenua, rígidamente consagrada a los ideales de su juventud combatiente".

        Esta profanación de las lealtades fundamentales tenía además como objetivo deliberado acelerar el desmoronamiento de la personalidad sometida.

        Imposible no sentirse sobrecogido ante el trastocamiento de la situación evangélica:
        "Aquel que se acerque a Mí sin odiar a su padre, a su madre, a su esposa, a sus hijos... y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo".

        ... en un país de muy antiguo cristianismo ortodoxo y cuyo Maestro era un antiguo alumno del seminario.

        El vocabulario es significativo. Se les pedía a los acusados que se arrepintieran, que confesaran sinceramente sus errores, que se arrodillaran ante el partido, etc.... Mientras los adeptos de las grandes religiones tradicionales dieron pruebas de un apego indefectible a su fe y rechazaron en los campos de deportación el credo soviético, los adeptos del comunismo vivido como un sustituto religioso entraron por el contrario, con una especie de embriaguez en la trampa mística de la confesión de los pecados y de la penitencia.

        Al verse embargados por un legítimo desaliento, los escrupulosos dejan el campo libre a los desvergonzados, que con descaro se apresuran a trivializar el escándalo disimulándolo bajo una etiqueta esotérica; por ejemplo, el culto a la personalidad. Por lo demás, no se necesita ser un bribón para darse por satisfecho con esta operación salvadora. En primer lugar, un comunista, si no tiene más clave para descifrar el mundo que la que habitualmente suele utilizar, no dispone de ningún instrumento intelectual que le permita tomar distancia y relativizar su modo de existencia política. No tiene, pues más remedio que afirmar su perennidad comunista, por mucho que le pese; lo cual lleva a algunas víctimas a acumular un absurdo tras otro cuando, después de haber escapado de lo que reconocen es el infierno, persisten en expresar su confianza en su bondad original. Es adentrarse aún más en el callejón sin salida -al señalar como prioridad el "salvar el socialismo".

        "Pienso con vergüenza y espanto en aquella Europa dividida en dos... en una lado millones de esclavos soviéticos rezaban para que los ejércitos de Hitler los liberaran, en el otro, millones de víctimas de los campos de concentración alemanes esperaban como última tabla de salvación, su libertad del Ejército Rojo".
 
 

       En Bacú, en el primer Congreso de los Pueblos de Oriente, en 1.920, ante un auditorio de representantes esencialmente musulmanes, 235 turcos y 192 iraníes (son las delegaciones más importantes), los tenores comunistas de la tribuna, Zinoviev, Bela Kun y el mismo Radec, hacen una llamamiento a los pueblos oprimidos para iniciar "la guerra santa contra el imperialismo inglés". Con motivo de ello, la sala entusiasmada clama: "¡Alá es grande!", mientras que los doctrinarios ateos de la III Internacional dudan entre la denuncia clásica de los "mulás explotadores", aliados objetivos del diablo capitalista, y la promoción del islam descubridor de un "compromiso religioso".

       "Asistimos en Serbia a la puesta en marcha de algunas nuevas alianzas entre el trono del poder comunista y el altar de la Iglesia ortodoxa... Incluso las gentes profundamente dedicadas a la verdad del nombre de Cristo, incluso los cristianos certificados suelen situar a la nación por delante de la fe. Ése es el motivo de que se halle tan extendido el pecado y la herejía llamados "filetismo" (definición de la Iglesia sobre la base étnica, política o cultural, connivencia de la Iglesia y la nación). Reconozco que en los primeros tiempos, aquí en Serbia, el pecado y la herejía del filetismo pesaron mucho en la conciencia de los cristianos. Era el resultados del provincialismo confesional, pero los momentos actuales también lo alientan. El filetismo entre nosotros es un sistema de pensamiento, un modo de vida, una teoría y una práctica, es una enfermedad contagiosa, un imán que atrae a los semiintelectuales. Estamos pues en una situación difícil. El declive de las religiosas, el drama de la ateización se llevan a cabo en provecho de una religiosidad difusa, nacionalista."
       M. Djordjevic - La voz de otra Serbia.

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       Carta de Bujarin a Estalin.- 10 de diciembre de 1.937.

       "No siento ni una onza de resentimiento, no soy cristiano... Debo expiar por los años en los que realmente llevé a cabo un combate de oposición contra la línea del Partido... Este episodio me atormenta, es el pecado original, el de Judas... Perdóname, padrecito. Escribo y lloro... Pero no puedo callarme sin pedirte perdón una vez más. Por eso no estoy enfurecido con nadie, ni contra la dirección del Partido, ni contra los instructores, y te pido perdón una vez más, aunque me siento tan castigado que no veo más que tinieblas... ¡No hay ningún ángel que pueda detener la espada de Abraham! ¡Qué se cumple el destino!... Estoy preparado para dejar esta vida y no siento por todos vosotros, por el Partido, por nuestra Causa, más que un sentimiento de amor infinito... Mi conciencia es pura frente a ti, padrecito. Te pido perdón una última vez (un perdón espiritual). Te abrazo en el pensamiento. Adios por los siglos de los siglos, y no guardes rencor a este desgraciado."
 

       P. Sollers: "¿Bujarin no es "cristiano"? ¿Qué hay más violentamente cristiano que esas historias del "Partido"? ¿No es el peor de los crímenes el forzar a las víctimas a adorar a sus verdugos?"

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               EL ESTALINISMO Y EL SÍNDROME DE LA HEREJÍA --- MOSHE LEWIN

               El siguiente fragmento corresponde al libro «Le siècle soviétique» («El siglo soviético»), del historiador de origen polaco Moshe Lewin, que aparecerá el 1 de marzo en Francia, en una coedición de Le Monde Diplomatique / Fayard. El fragmento en francés ha sido difundido a través de Internet por «Le Monde Diplomatique»: http://www.monde-diplomatique.fr/livre/sieclesovietique/extrait Traducción: Round Desk.

               El recurso de Estalin a los símbolos de la religión ortodoxa es también revelador. Sus biógrafos extranjeros lo han comprendido bien, al evocar la forma litúrgica del Juramento. Éste remite a los años pasados en el seminario, el único período de su vida en que recibió una formación, y cuya influencia se encontrará más tarde en los rituales de la confesión y el arrepentimiento impuestos a sus enemigos políticos –y que no bastaban jamás: por definición, incluso perdonado, un pecado sigue siendo un pecado. Reflexionemos un momento en el concepto de herejía y en su utilización en política. Para el estalinismo, el «pecado» lleva el nombre de «desviación»; debe ser extirpado, al modo de una herejía. La expresión «síndrome de la herejía» es perfectamente adecuada para dar cuenta de los rituales y de la propaganda, de las persecuciones sufridas por quienes tenían –o hubieran podido tener, lo cual era el caso más frecuente– opiniones divergentes en relación con el credo supuestamente común. De una manera característica, es Estalin mismo el que ha «explicado», en uno de sus discursos, que existe «desviación» desde el momento en que un fiel del Partido comienza a «tener dudas».

               Sobre este tema, citemos a Georges Duby, quien ha estudiado la herejía en la Edad Media, una época en la que se desarrollaron métodos muy elaborados para extirpar la disidencia y asegurar la conformidad:

               «Hemos visto que la ortodoxia suscitaba la herejía al condenarla y nombrarla. Pero es necesario agregar finalmente que la ortodoxia, puesto que castiga, puesto que persigue, levanta todo un arsenal, que de inmediato vive su propia existencia, y que a menudo sobrevive incluso a la herejía que debía combatir. El historiador tiene que considerar con la mayor atención estas instituciones de investigación y su personal especializado, constituido frecuentemente por antiguos herejes redimidos.

               »La ortodoxia, puesto que castiga y persigue, instala asimismo actitudes mentales particulares, el odio a la herejía, la convicción entre los ortodoxos de que la herejía es hipócrita, de que está enmascarada y, en consecuencia, que es necesario detectarla a toda costa y por todos los medios. La represión crea por otra parte, como instrumento de resistencia y de contrapropaganda, diversos sistemas de representación que continúan actuando durante mucho tiempo [...] Pensemos también, de forma mucho más simple, en la utilización política de la herejía, del grupo herético tratado como chivo expiatorio, con todos los procedimientos de amalgama momentáneamente deseables.»

               Este análisis de los tiempos medievales parece tratar realmente del estalinismo y de sus purgas. La caza del hereje está en el centro de la estrategia estalinista y de la construcción del culto a la personalidad. En efecto, lo que justifica el empleo del término «culto», tal como lo entienden los católicos o los ortodoxos, no es tanto la atribución de cualidades sobrehumanas al dirigente supremo como el hecho de que el ejercicio de este culto reposa sobre una verdadera tecnología de la caza del hereje, las más de las veces creado artificialmente. Como si, privado de este arco de bóveda, el sistema no pudiese existir. De hecho, la persecución de los herejes ha constituido la estrategia psicológica y política óptima para justificar el terror en masa. En otras palabras, el terror no era una respuesta a la existencia de herejes; éstos eran inventados para legitimar el terror, del que tenía necesidad Estalin. El paralelo con la estrategia de las Iglesias es aún más evidente si se considera que Trotsqui era la figura perfecta del «apóstata» por toda clase de motivos, religiosos o antirreligiosos, nacionalistas, antisemitas, etc. Este rechazo ha durado mucho más que la adulación a Estalin. Incluso después del hundimiento de la Unión Soviética, el odio a Trotsqui, tenaz, está muy difundido, sea entre los estalinistas de hoy, los nacionalistas o los antisemitas. Vale la pena plantear la pregunta: ¿se debe ver en esto una síntesis del odio al socialismo, al internacionalismo, al ateísmo? La lectura atenta de los argumentos de los adeptos a Estalin permitiría sin duda poner de manifiesto los ingredientes que vuelven a Trotsqui odioso para tantas corrientes del espectro ideológico ruso, donde es muy raro que se estudie al personaje con un mínimo de distanciamiento.

               Además de la religión ortodoxa, el pasado ofrecía a Estalin otros alicientes. La comparación de su posición con la de un zar no fue establecida inmediatamente. En cambio, la decisión de construir el «socialismo en un solo país» (claramente, «nosotros podemos hacerlo con nuestras propias fuerzas») muestra que la ideología era ya manipulada para las necesidades de la causa, en el sentido de un «chovinismo de gran potencia», como lo acusaron sus adversarios. Antes de convertirse en una pura intoxicación ideológica y política, el lema tenía que seducir a un auditorio compuesto mayoritariamente por vencedores de la guerra civil. En el caso del zarismo, el dominio que ejercía sobre la religión estaba por otra parte estrechamente ligado a los símbolos de la Iglesia: el zar se apropiaba de esta legitimidad supraterrenal. En cambio, Estalin y su culto no dependían del orden religioso. Se trataba de una construcción puramente política que tomaba en préstamo y utilizaba símbolos de la fe ortodoxa, más allá de la cuestión de saber qué parte de esta fe y de sus sustratos psicológicos compartía Estalin personalmente. Ningún dato, que se sepa, puede ayudarnos a responder a tal cuestión, aunque todo nos lleva a pensar que Estalin era ateo. Es esencial comprender que Estalin realizó una política concebida para transformar al Partido en un instrumento de control por parte del Estado, incluso en un instrumento a secas. Esto, una vez más, se deriva de su «filosofía de los cuadros». La empresa, puesta de manifiesto muy pronto, está prácticamente acabada al fin de la NEP, en 1929. Es la consecuencia lógica de la afirmación altiva según la cual «no existen dificultades objetivas para nosotros». Semejante concepción del papel de los cuadros demandaba más que una simple transformación del Partido, ya en plena mutación: reclutamiento masivo de nuevos miembros, expulsión de las sucesivas oposiciones, sin hablar de las renuncias espontáneas, un fenómeno de gran amplitud, pero negado oficialmente. Estos tumultuosos movimientos de personas exigían la extensión del aparato del Partido, hasta entonces limitado y no percibido como un peligro por los cuadros bolcheviques, los cuales se encuentran en su mayor parte en una oposición declarada o no. El modesto pero indispensable aparato del Comité Central, que se había constituido en 1919, ignoraba el número de miembros del Partido. Pero, en manos de Estalin, y sobre todo después de su designación para el cargo de secretario general en 1922, empieza a jugar un papel completamente diferente. Estalin tenía un sentido infalible de lo que debían ser los instrumentos del poder. Los «viejos bolcheviques» actuaban preferentemente en el seno de la administración del Estado, de los comisariados del pueblo y otros servicios gubernamentales.

               Estalin reforzaba su control sobre el «Secretariado». Era un instrumento indispensable, no sólo para gestionar la llegada masiva de nuevos miembros desprovistos de la mínima formación, sino también para dominar el Partido y sus cuadros presentes desde el inicio. A los «viejos bolcheviques» les faltó tiempo para comprender este proceso. Fue necesario esperar hasta 1923 para que algunos empezaran a criticar, después a deplorar, el creciente poder de la «máquina del Secretariado». Evidentemente, éste ya dominaba el arte de determinar la composición de las delegaciones a las conferencias y congresos del Partido, de acuerdo con los deseos del Politburó. Los historiadores parecen estar de acuerdo en considerar que el XIII congreso, de 1924, en el que Estalin fue reelegido como secretario general, fue la jugada inicial. El Partido tal como lo habían conocido sus primeros miembros y aquellos que se habían incorporado durante la guerra civil estaba en vías de desaparecer. A partir de esa fecha, todos, salvo los miembros de base, eran «cuadros», es decir, trabajaban dentro de un aparato donde cada uno ocupaba un lugar preciso en una jerarquía de funcionarios disciplinados. Todavía se guardaban ciertas apariencias. Éste era el caso del Comité Central, que durante algunos años continuó aún siendo elegido, deliberó y votó resoluciones. Pero la elección de sus miembros escapaba totalmente al control de los miembros del Partido.

               Así Estalin había realizado su «plan maestro»: estaba solo ante el mando. El Partido se encontraba privado de lo que Estalin quería precisamente privarlo: la posibilidad misma de cambiar, mediante elecciones, al equipo dirigente. Es preciso subrayar que el bolchevismo aún poseía esta capacidad. La supresión de tal «procedimiento» era el prerrequisito para el triunfo de Estalin: ella hizo sonar el toque de difuntos para todo partido político, contrariamente al prejuicio que pretende que la Unión Soviética estaba «dirigida por el partido comunista». Bajo Lenin, esta afirmación tenía todavía una parte de verdad; bajo Estalin, el gobierno y el Partido no hacían más que ejecutar una política, como se supone que lo hacen los cuadros mientras su comportamiento resulta satisfactorio.

               Es importante estudiar todo esto en detalle, porque cada dictadura tiene sus propios hábitos. Los «sistemas de partido único» conservan la posibilidad de manejar su destino o, al menos, la composición de su dirección. Cuando éste no es el caso, un «sistema de partido único» no es más que el decorado del escenario, y no la obra que se representa. Los papeles principales son adjudicados al aparato que administra el país, según los deseos de la cúpula, cualquiera que sea. La historia del sistema soviético revela un cambio radical de las reglas del poder, y no simples inflexiones en el transcurso del tiempo: es este asunto el que debemos observar más de cerca.


        El culto a la personalidad comienza con el nacimiento de Kim. Según la versión oficial, nació el 16 de febrero de 1942 en una cabaña en el monte Paektu, la montaña más alta de la península coreana. Ese día, dice esta versión, un doble arco iris marcó el lugar y una estrella brillante iluminó el cielo. La realidad es que Kim nació un año antes, en una base militar del sudeste de lo que entonces era la Unión Soviética. Su padre, Kim Il-Sung, el "Presidente Eterno", estaba al frente de un batallón coreano del ejército soviético y cumplía desde allí misiones de reconocimiento en la lucha contra las fuerzas japonesas.

        El régimen no tardó en adquirir el sello personalista que aún conserva, que dio pie a la creación de la primera y única dinastía comunista de la historia. Kim Il-Sung afirmó su liderazgo, ordenó purgas, se rodeó de un pequeño círculo de confianza y pronto se convirtió en el "Gran Líder".

        Heredó el título de "Gran Líder" y, según la prensa estatal, se convirtió en "el gran sucesor de la causa revolucionaria", el "Querido Líder" del pueblo norcoreano y varios etcéteras del estilo.


        EL HOMBRE QUE SOBRA --- Claude Lefort.- (Extractos).

        "... no tenemos nada en común con un nazi y (...) compartimos con los comunistas los mismos valores". (...) Por mucho que haga, un comunista posee valores, a pesar suyo.

       Nuestra izquierda occidental olvida la fascinación que ejercía Pedro el Grande sobre Estalin.

        El pueblo cree estar continuamente luchando contra un enemigo del exterior (...) y se quiere aún, asimilar la desmesura de la represión a la imagen de la ciudadela sitiada.

        Está en la naturaleza del sistema engendrar un poder exorbitante, hacer imposible la separación de un uno y su asimilación al fantasma de la omnipotencia.

        Si está en la naturaleza del Estado totalitario crear sin cesar la imagen de los "enemigos del interior", si necesita producir, crear la prueba que el otro, el representante de lo antisocial, es eliminable, ya no hay límites para la represión: no dispone de un tope.

        Los "políticos" no han pagado, pues, purgando su pena. Por el contrario, marcados por un estigma de infamia quedan para siempre apartados del mundo de los buenos ciudadanos.

        El déspota a menudo él mismo era un dios o un semidios. O bien aparecía como su representante, o bien desempeñaba el papel de mediador entre los hombres y los poderes sobrenaturales.

        El Egócrata, incluso aislado en la ciudadela del Cremlin, es con la sociedad entera con la que está vinculado. Y por la misma razón se dedica fantásticamente a engendrarla y devorarla. Estalin se presenta y aparece a la vez como el genio por medio del cual el Estado permanece unido, existe, el pueblo es Uno, y tritura a un número indefinido de "enemigos"... (...) tritura a los más fieles burócratas tan pronto como se le aparecen como personas, como dotados de una existencia autónoma.

        Estalin declara que la desaparición gradual del Estado se produciría mediante el máximo refuerzo del poder del Estado. Sin duda, parafrasea a Lenin y reviste la realidad con el disfraz de la teoría. (...) Si el Estado debe invadir todos los sectores de la sociedad, si el pueblo debe ser Uno, hay que eliminar a los hombres que sobran, obstinarse en producir enemigos...

        ¿De qué sirve la crítica del concepto de culto a la personalidad? Sirve para la restauración de la imagen de un mundo sin fallas, en el que el reino de la necesidad no sería puesto en entredicho por los errores, ni tan sólo por los crímenes de un dirigente. (...) Apoyado en la tesis de la autonomía relativa de la superestructura, el argumento según el cual "la infraestructura socialista ha podido desarrollarse, en lo esencial, sin perjuicios...

        Se nos dice que la vigilancia de Lenin controlaba estos efectos. Pero Estalin pecó por exceso de confianza en el desarrollo de las fuerzas productivas; se mantuvo ciego a la perniciosa influencias de la ideología burguesa... (...) De pronto, pasamos de los objetivo a lo subjetivo, de las profundidades de la estructura a los dramas que se desarrollan en los cerebros de los dirigentes marxistas. (...) El desarrollo obstinado de las fuerzas productivas, sean cual fueran los medios empleados y sus consecuencias sobre la superestructura y la infraestructura estaba al servicio de una estrategia de conservación del socialismo.

        Sartre, quien sostendrá fríamente que el proletariado no es nada fuera del marco del Partido. Nos dice que los trabajadores son la materia prima humana. (...) Obtener hombres abstractos, sin vínculos que los unan entre sí, sin propiedad, sin familia, sin relación alguna con ningún medio profesional, sin ubicación en el espacio, sin historia, desarraigados.

        Iagoda se revela un comisario de hierro; los comunistas son de acero. Por otro lado, el destino del pueblo queda supeditado a la iniciativa de sus jefes que edifican el socialismo, y cada uno de ellos presenta los rasgos del hombre total.

        Constante obligación de "jugar a la militancia social"... (..) a la caza de los indeseables... (...) El objetivo consiste en hacer que los detenidos físicamente hambrientos e ideológicamente cebados, deseen su servidumbre. (...) Averbach, émulo de Vichinsqui: "El trabajador de choque deja de sentir de pronto la disciplina y el trabajo como algo impuesto desde fuera para considerarlo como una necesidad interior".

        La necesidad económica, librada de sí misma, también hubiera podido perfectamente conducir a la institución de un ejército de trabajo. Sabemos que éste fue el proyecto de Trostqui. Y, aunque chocara con la oposición de Lenin, podía reclamarse de su enseñanza ya que este último había exaltado la disciplina militar de la empresa industrial, convencido de que debía servir a la construcción de la nueva sociedad como arma robada al adversario capitalista y dirigida contra él.

        Se invita a la víctima a fabricar ella misma su caso. (...) buscando en su auto-aniquilamiento la prueba de que contienen en sí mismos al Otro.

        "¿Crees que nos gusta condenarte? Debemos hacer lo que nos exige el Partido. Tú que eres un antiguo miembro del Partido, dinos qué harías en nuestro lugar". (...) La oposición es objeto de una anulación imaginaria, mediante la referencia a un nosotros... (...) En cuanto antiguo miembro del Partido, debe, e incluso, al parecer, puede abandonar su cuerpo mutilado y emigrar a un lugar fantástico en el que los comunistas son intercambiables. (...) Invoca aparentemente un poder trascendente "debemos hacer, dice, lo que nos exige el Partido". Pero se trata precisamente de un poder que sólo designa al gran Nosotros, del que el pequeño nosotros de los policías, carceleros y jueces, no es más que un representante. (...) La materialidad de la víctima extenuada hasta su disolución en el Nosotros del Partido. (...) Se le exige, además, concebir el ciclo entero desde el lugar del comisario, convertirse en agente imaginario de la totalidad de las operaciones... (...) por el "temor de ser excluido del Partido, de perder el Partido, de seguir viviendo, pero fuera del Partido"... (...) "... ¡a la postre, todos somos comunistas! ¿Cómo habéis podido dejaros arrastrar a levantaros contra nosotros? ¡Arrepentíos!" (...) Habían alcanzado el poder más que gracias a un talismán que, sin él, estaban perdidos, que en el instante en que se encontraron solos ya no eran nadie. (...) Los hombres avisados a tiempo de la amenaza de arresto... se dejan apresar como corderos.

        Vale la pena recordar en qué término elogiaba (Trostqui) el Partido durante un congreso que sabía de antemano que estaba manipulado por Estalin. "Ninguno de nosotros desea ni puede tener razón en contra del su Partido. En definitiva, el Partido tiene siempre razón (...) No se puede tener razón más que con y por el Partido, pues la historia no tiene otro camino para realizar su razón". (...) "Y si el Partido toma alguna decisión que alguien de entre nosotros considere injusta, dirá: justa o injusta, es mi Partido, y asumiré las consecuencias de su decisión hasta el final". (...) El que hubiese hecho esta declaración después de la muerte de Lenin, cuando podía expresarse libremente y no ignoraba nada acerca de la degeneración del Partido ¿no resulta elocuente? (...) El mismo fija las premisas del discurso estalinista.

        Rubachof, sustituto de Bujarin, utiliza fórmulas parecidas a las que acabo de mencionar: "El Partido jamás puede equivocarse (...), tú y yo podemos equivocarnos, pero no el Partido. Camarada, el Partido es algo mucho mayor que tú y que yo y que miles de otros como tú y yo".

        "El Partido es la encarnación de la idea revolucionaria en la Historia. La Historia no sabe ni de escrúpulos, ni de dudas. Fluye hacia su meta, inerte e infalible. En cada meandro de su curso se libera del barro que acarrea, y quedan sumergidos los cadáveres. La Historia conoce su camino. No comete errores. Aquel que no tenga fe absoluta en la Historia no tendrá su lugar en las filas del Partido." (...) Se imaginaba transportado por la corriente del río-Historia, confundido con el Partido que se amoldaba a su mismo movimiento; rechazaba todas las modalidades de subjetividad, y la libertad de decidir por sí mismo lo verdadero y lo falso.

        Tanto para Koestler como para Merleau Ponty, lo que ata al opositor al Partido procede de la representación de éste como elemento rector de la teoría. (...) A sus ojos, los errores que combate son siempre secundarios, por muy importantes que le aparezcan, frente a una verdad que condiciona el acceso a la interpretación.

        La creación de un tipo de hombre: "un hombre que sabe" en virtud de su participación en el cuerpo de los militantes revolucionarios.

        El esfuerzo del Partido para explotar las divisiones que se producen aquí y allá, para reforzar los núcleos de autoridad en cada institución, para aglomerarlos mediante la acción de sus militantes presentes en todas partes, para concentrar en el mismo centro el poder de decisión, pero también, hasta cierto punto, el contagio en sus filas de esta efervescencia y una cierta diferenciación de puntos de vista a los que debe adaptarse la dirección. Sólo cuando el Partido hubo hecho el vacío a su alrededor, cuando se hubo convertido en el amo absoluto de toda decisión, (...) suprimió el lugar del opositor.

        Son personas que hablan y actúan dentro de un respeto incondicional del dogma, como los miembros de una Iglesia o de una secta religiosa.

        Como aquella detenida de quien Eugenia Guinzburg relata en sus Memorias la firme amenaza que dirigió a su célula: "¡Está terminantemente prohibido burlarse del guardián! El representa aquí el poder soviético!". (...) No dudan un instante de que, si se les diera la dirección del campo de concentración, harían lo mismo que hacen sus amos. Nosotros y ellos pertenecemos a lo mismo... ¡nosotros!"

        Dice un militante: "Si algún día salgo de aquí, seguiré viviendo como si no hubiera pasado nada". Otro, después de diecisiete años de cautiverio, escribe una vez libre: "Teníamos fe en el Partido, ¡y no nos equivocamos!". ¿Cual es el fundamente de conducta...? (...) La certidumbre. Una auténtica pasión que anula los efectos del sufrimiento. Pero, ¿qué certidumbre? La que abarca el todo de la sociedad, la que se encarna en un órgano que condena en sí ese todo, el Partido, y que convierte a cada militante en un hombre total. Una certidumbre que puede alimentarse de todos los argumentos, que anula todo lo que es ajeno, que ignora la contradicción... (...) Eso es un lastre del antiguo régimen; no es verdad; sus testigos son falsos; se trata de un efecto de la burocracia local; el hecho no tiene mayores repercusiones; el Estado, que pertenece a los trabajadores, no puede ni explotarlos ni oprimirlos; el mal es lo contrario del bien; el nuevo Estado no habría subsistido sin violencia o injusticia; los errores o las desviaciones son razón de más para reforzar la educación socialista. (...) Revela el índice de un pensamiento que se activa bajo la consigna de NO PENSAR (...) reduce incansablemente lo-todavía-no-pensado con lo-ya-pensado.

        Se afligen por la suerte de los oprimidos, mientras sean oprimidos buenos, víctimas del fascismo o de la represión burguesa en los países occidentales, es decir mientras se reconozcan autorizados, mientras sus afectos se adapten a sus representaciones.

        "El comunismo pertenece a una elite del conocimiento. Es, por lo tanto, un intelectual. Pero, como toda la verdad le ha sido revelada el día en que entró en el Partido, es un intelectual que no necesita pensar..." (...) El desprecio de esta elite por los verdaderos intelectuales, "personas inútiles" que buscan una verdad ya descubierta y que necesitan, por lo tanto, pensar. La alianza de la función intelectual y de la trascendencia... (...) Se parecen a los cristianos, aun cuando el fundamento de su creencia no es el mismo: éstos no pretenden hacer coincidir el conocimiento con la experiencia.

        Si Marx, Engels y Lenin son como sagradas escrituras, el misterio no tiene por qué existir. Mientras las escrituras revelan ocultando y piden una exégesis, el marxismo enuncia lo verdadero sobre lo verdadero o, si se quiere, refleja la verdad impresa en las cosas. Y, simultáneamente, la transparencia se acompaña de un nuevo tipo de ocultación ejercido por el saber mismo, que pasa a ser luz cegadora a partir del momento en que se cumple.

        Supone un exceso de creencia en el conocimiento del mundo. (...) O bien la Historia, o bien el Comunismo, ocupan para ellos en lugar de Dios.

         El proyecto de un saber global sobre la sociedad lleva en sí el punto de vista de un poder global...

        Se ha utilizado, por el contrario, con suma eficacia, la creencia de que la destrucción del capitalismo coincidiría con la abolición de la propiedad privada o de que la dictadura del proletariado, al sustituir a la de la burguesía coincidiría con la implantación del socialismo.

        La simple inversión de los signos, la operación de la negatividad -la Revolución- no nos libera de los efectos de la división social; que es pura ficción el querer reducirla al antagonismo entre dos clases realmente separadas, una de las cuales, podría, aniquilando a la otra, suprimir a la vez las condiciones de la dominación; que la destrucción del aparato de Estado burgués -la del sistema de represión y la de los órganos representativos-, que la expropiación de los detentores privados de los medios de producción, que todas las acciones llevada en contra de las instituciones o agentes reales, en los que se materializa manifiestamente el poder, puede no sólo dejar intacto el sistema de dominación -del que no eran más que figuras particulares, históricamente determinadas"-, sino reforzarlo abriendo un vacío en el que se precipita una fuerza desmesurada de coerción y explotación.

        Al principio, las reivindicaciones de los presos son modestas: se pide el derecho a mantener correspondencia, a recibir visitas, a la revisión de los expedientes. La bandera roja se enarbola en una fosa, en otra se cuelga retratos de miembros de Politburó. ¿Por qué extrañarse? Soljenitsin nos lo dice muy bien: ¿qué pueden ellos enarbolar? ¿Y reivindicar?

        Es preciso que hoy como ayer, todos tiemblen, o que para no temblar, hayan perdido el deseo de libertad; debe reinar la convicción universal de que los agentes del Poder lo pueden todo y que no existe otra ley que la de su voluntad...

        Prevalece la creencia en la solidez y en la perennidad del orden establecido allá. Singular atracción por el orden. Antes, se le creía inmortal al que garantizaba este orden, ya fuera encubierto de amor, de odio o de sospecha...


      HISTORIA DE LAS RELIGIONES. Tomo II --- Juan B. Bergua.-

        En la parte de Asia sometida a la política antirreligiosa de los que enarbolando tanto el materialismo histórico como al dialéctico han conseguido eliminar fácilmente la influencia de los sacerdotes cristianos ortodoxos y de los monjes budistas, ha reforzado, en cambio, en cierto modo la autoridad de los chamanes con los que hasta ahora sus rivales en creencias compartían la dirección religiosa, espiritual o mística de la población. Y lo mismo en Laos y en las otras sociedades indochinas, donde se constata una nueva ola de simpatía hacia la magia chamánica, al desaparecer la presión contra ella del budismo, hoy igualmente perseguido.


Miércoles 21 de Noviembre de 2007
China descubrió la cara política de la religión
20-Noviembre-07

Al contrario de lo que se cree, el gobierno chino no es antirreligioso, ya que valora los credos que fomentan la estabilidad social.

Por Slavoj Zizek (*) - Clarín

        En agosto, la Dirección Estatal de Asuntos Religiosos de China dio a conocer la Orden Nø 5, una ley que comprende "las pautas para la reencarnación de los Budas vivientes en el budismo tibetano". Esta prohíbe a los monjes budistas regresar de entre los muertos sin autorización del gobierno: nadie fuera de China puede influir sobre el proceso de reencarnación; sólo los monasterios de China pueden solicitar autorización.

        Antes de indignarnos porque el totalitarismo comunista chino ahora quiere controlar hasta la vida de sus súbditos después de la muerte, tenemos que recordar que tales medidas no son desconocidas en la historia europea. La Paz de Augsburgo de 1555, el primer paso hacia la Paz de Westfalia de 1648 que puso fin a la Guerra de los Treinta Años, declaraba que la religión del príncipe local era la fe oficial de una región o país. El objetivo era detener la violencia entre luteranos y católicos alemanes, pero también significaba que, cuando un nuevo gobernante o una religión diferente llegaba al poder, grandes grupos de personas tenían que convertirse.

        Al contrario de lo que se cree, el gobierno chino no es antirreligioso. Lo que le preocupa es la "armonía" social, la dimensión política de la religión. A los efectos de frenar el exceso de desintegración social consecuencia de la explosión capitalista, las autoridades ahora celebran las religiones que apuntalan la estabilidad social, desde el budismo al confucianismo, las mismas ideologías que fueron el blanco de la Revolución Cultural. El año pasado, Ye Xiaowen, el más alto funcionario religioso de China, declaró que "la religión es una de las fuerzas importantes de las que China extrae fuerza".

        Lo que molesta a las autoridades chinas son sectas como Falun Gong, que insisten en la independencia del control estatal. En la misma vena, el problema con el budismo tibetano reside en un hecho evidente que muchos entusiastas occidentales insisten en olvidar: la estructura política tradicional del Tíbet es la teocracia, en cuyo centro se encuentra el Dalai Lama. Este concentra el poder secular y religioso, de modo que, cuando hablamos de la reencarnación del Dalai Lama, hablamos de la elección de un jefe de Estado. Resulta extraño escuchar a quienes se autodenominan defensores de la democracia y denuncian que China persigue a los seguidores del Dalai Lama, un caudillo elegido de manera nada democrática.

        En los últimos años, los chinos cambiaron su estrategia en el Tíbet. Además de la coerción militar, apelan cada vez más a la colonización económica y étnica. Lhasa se está convirtiendo en una versión china del salvaje oeste capitalista, con bares de caraoque y parques temáticos budistas semejantes a Disneylandia.

        En pocas palabras, las imágenes de los medios de brutales soldados chinos que aterrorizan a monjes budistas ocultan una transformación socioeconómica de estilo estadounidense mucho más efectiva: en diez o veinte años, los tibetanos quedarán reducidos a la situación de los pueblos originarios estadounidenses en los Estados Unidos. Pequín por fin aprendió la lección: ¿qué es el poder opresivo de las fuerzas de la Policía secreta, los campos y los Guardias Rojos de destruir monumentos antiguos en comparación con el poder del capitalismo desenfrenado de socavar todas la relaciones sociales tradicionales?.

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(*)Ensayista, director del Instituto de Humanidades Birbeck





El pensamiento cautivo

Czeslaw Milosz

(Extractos)


En 1.945, los países de Europa oriental se vieron poseídos por la Nueva Fe que venía del Este. Desde entonces, en los círculos intelectuales de Varsovia, está a la moda comparar el comunismo con los primeros tiempos de la cristiandad. “Decadencia y caída del Imperio Romano” de Gibbon, merece realmente ser leído en la actualidad, y revela muchas analogías.


Los hombres se aferran a ilusiones cuando no tienen nada mejor a su alcance.


También en Occidente, se experimenta la exigencia de sumisión; (...) La diferencia consiste en que, en Occidente, se puede resistir a esa presión sin sentirse culpable de un pecado mortal.


No debemos considerar con ligereza este deseo de auto-inmolación. Durante las guerras de religión la sangre corrió caudalosamente en Europa, y el que hoy se une a la Nueva Fe está rindiendo tributo a esa tradición europea. Nos hallamos aquí ante una cuestión mucho más seria que la simple coacción por la fuerza material.


Pertenecer a las masas es el gran anhelo del intelectual “enajenado”. Se trata de una necesidad tan apremiante que, tratando de satisfacerla, gran número de intelectuales que antes buscaron inspiración en la Alemania o la Italia fascistas se han convertido ahora a la Nueva Fe. De hecho, los programas totalitarios de derechas eran extremadamente pobres. La única satisfacción que ofrecían procedía del calor colectivo: multitudes, rostros enrojecidos, aclamaciones, marchas, brazos que saludan levantados; pero poca satisfacción racional.


Tiene bases científicas. Al mismo tiempo, elimina todo vestigio del pasado. Un solo sistema y un solo lenguaje de ideas reemplazan a la filosofía post-kantiana, desprestigiada por su alejamiento de la vida cotidiana; a un arte destinado a quienes, carentes de religión, no se atreven a admitir que buscar lo “absoluto” a través de una yuxtaposición de colores y sonidos constituye un modo de pensar cobarde y poco convincente, y a la mentalidad semimágica y semirreligiosa de los campesinos.


Los argumentos convincentes, sumados a las amenazas, producían la conversión necesaria con seguridad matemática. En los rostros de los asistentes a estos congresos no se podía leer claro, porque el arte de disimular los propios sentimientos se había perfeccionado ya en grado considerable.


Por paradójico que parezca, semejante impotencia subjetiva es lo que convence al intelectual de que aquel Método está en lo cierto. Todo demuestra que está en lo cierto. Dialéctica: predigo que la casa arderá; echo gasolina en la estufa. La casa arde: mi predicción está cumplida. Dialéctica: predigo que una obra de arte incompatible con el realismo socialista no valdrá nada. Luego coloco al artista en condiciones en las que tal obra no tiene efectivamente ningún valor. Mi predicción se ha cumplido.


La recompensa a tan padecimiento es la certidumbre de que un pertenece al mundo nuevo y conquistador, por más que éste no sea un mundo confortable y está lejos de ser todo lo feliz que la propaganda querría hacer creer.


Crece la convicción de que el mundo entero será conquistado. Grandes hordas de secuaces aparecen en todos los continentes. Con semillas de verdad se cultivan mentiras.


Mientras el intelectual contempla este proceso, el fatalismo histórico echa raíces en él. Y en uno de sus raros momentos de sinceridad podrá confesar cínicamente: “Apuesto a este caballo. Es bueno. Me llevará lejos”.


No hay otro camino. Eso, al menos, está claro. No hay otra salvación sobre toda la superficie de la Tierra. Semejante revelación dura un segundo; y desde ese momento el paciente comienza a mejorar. Por primera vez en mucho tiempo como con placer, sus movimientos adquieren vigor y le vuelven los colores. Entonces se siente y escribe un artículo “positivo”, maravillándose de la facilidad con que lo escribe.


Se convierten en esquizofrénicos.

*** Normales en la sociedad de la doblez.


Después de todo, se dice, no hay motivo para que dure allí lo que entre nosotros ha dejado de existir. El único sistema de pensamiento que le es accesible es el materialismo dialéctico, puesto que éste le habla un idioma que su experiencia le ha hecho comprensible.


El materialismo dialéctico halla eco en ellos porque está pegado a la tierra. De buena gana saludarían una literatura y un arte surgidos fuera del campo de acción del Método, pero siempre que estuvieran pegados a la tierra, que fueran fuertes y saludables. ¡Oh! ¡Si pudieran hallarlo!


Las corrientes sociales e intelectuales, que sus viajes de preguerra al Oeste le hicieron conocer, siguen existiendo y provocan su impaciencia como productos de una etapa que, por su parte, ha superado.


Es dudoso que las imitaciones de la liturgia cristiana a que se entrega el Partido, y los ritos que se celebran ante los retratos de los jefes, satisfagan plenamente a las multitudes.


Quizás haga falta cierta opresión para que el cristianismo pueda renacer...


Antes, la imitación eran espontánea y voluntaria, pero ahora es obligatoria. Todo esfuerzo por hallar un camino propio se denuncia como titoísmo.


El Método es misterioso; nadie lo comprende plenamente; por ésto solo sirve para aumentar su poder mágico. Su elasticidad...


Enorgullece a quien lo pone en práctica. Un creyente se eleva. mediante su ejercicio, a un permanente estado de superioridad con respecto a aquel a quien engaña.


El sentimiento de superioridad hacia aquellos que no son dignos de poseer la verdad constituye una de las mayores alegrías de personas cuya vida, en general, no abunda en placeres.


El miedo paraliza a los individuos y les impone la obligación de ajustar todo lo posible sus gestos, sus ropas y la expresión de sus rostros al modelo medio. Las ciudades se llenan del tipo racial bien visto por los gobernantes...


El hambre de fantasía es tan grande en los países de la Nueva Fe que debería dar que pensar a los gobernantes; pero parece que tal no ocurre, pues consideran que esta aspiración es residuo de una época pasada.


¿Quien sabe si la Nueva Fe no es una purgatorio indispensable, si las gesta Dei no se cumplirán per bárbaros, o sea mediante el Centro, que obliga a las masas a salir de su letargo? El alimento espiritual que estas masas reciben de la Nueva Fe es de inferior calidad: el Centro se equivoca cuando cree que con esto les basta.


Algunos católicos practicantes llegan hasta a prestar servicios en la policía de seguridad y suspenden su fe católica en el desempeño de sus funciones que, en general, no están exentas de crueldad. Otros se esfuerzan por mantener la comunidad cristiana en el seno de la Nueva Fe, y sostienen públicamente que son católicos. Tratan de proteger las instituciones de la Iglesia y a menudo lo logran porque los dialécticos ven con buenos ojos a los que llaman "católicos progresistas" y "católicos patriotas" que se someten en el campo de lo político.


La Nueva Fe se basa en el principio de que el bien y el mal sólo pueden definirse en términos de servicio o perjuicio a los intereses de la Revolución.


Se les exige poco menos que el ascetismo. De modo que entrar en el Partido no difiere mucho del ingreso en una orden religiosa; y se trata de este acto, en la literatura de la Nueva Fe, con una gravedad igual a la que la literatura católica ponía al hablar de la toma del velo. Cuanto más alto es el puesto que se ocupa en la jerarquía, más se vigila la vida privada. La avaricia, la embriaguez, el desorden sexual descalifican a un miembro del Partido y le impiden ocupar cargos elevados. Así, quienes los ocupan ofrecen todos los rasgos de los ascetas: se consagran a una sola causa: la Revolución. En cuanto a los hombres son utilizables, se toleran sus debilidades (incluso si pertenecen al Partido) y a veces hasta se les fomentan, ya que la inclinación al lujo o la afición a la bebida son garantías de obediencia.


La ética basada en el culto de la colectividad concluye así por producir algo que, desde el punto de vista de la propia colectividad, es un veneno.


Transforman una ética que descansa, en principio, sobre la colaboración y la fraternidad en una ética de lucha de todos contra todos; y en esta lucha tienen más posibilidades de sobrevivir los que se manifiestan más astutos.


Se esfuerzan por compensar de algún modo su dureza y se manifiestan, en sus relaciones personales, más honrados y mejores que muchas personas que profesan un ética individualista.


Cuando se les plantea un conflicto entre los vínculos de afecto personal y los intereses de la causa, a la que sirven, consideran largamente la cuestión en su conciencia, y sólo se muestran implacables si llegan a la convicción de que al cubrir a un amigo o al abstenerse de acusarlo perjudicarían lo que para ellos constituye el supremo valor.


El revolucionario debe estar exento de todo escrúpulo y ha de talar ciegamente los árboles humanos antes que perder su tiempo en preguntarse cual está podrido.


En estos días de 1.945, todo aquel que podía resultar útil era aceptado con los brazos abiertos. A los neófito no se les exigía que fueran rojos. Estaba claro que sólo mediante un paciente dosificación de la doctrina se podría convertir a la Nueva Fe un población pagana. (...) El Partido tenía que reorganizarse de pies a cabeza, y se veía obligado a aceptar la perspectiva de que los nuevos miembros fueran en su mayoría simples oportunistas.


El catolicismo proporcionaba un idioma: con nociones como las de pecado y santidad, las tinieblas del hombre y la gracia, era posible interpretar las experiencias de los personajes descritos. Pero sobre todo, el lenguaje católico introducía inmediatamente el tono elevado, tan necesario para A. Por último, ésta aplacaba así su gusto por la púrpura eclesiástica. El héroe de la novela de A era un sacerdote...


Durante toda su vida, A había andado tras el mismo héroe. En su novela de la preguerra, éste era un sacerdote. Ahora se había convertido en un representante de la Nueva Fe, en un viejo comunista. Este hombre, combatiente sin tacha ni miedo, había pasado un gran número de años en los campos de concentración alemanes. De ellos había salido espiritualmente intacto. (...) Era puro como el diamante, en tanto que la sociedad que debía transformar presentaba todos los signos de la decadencia moral.


A todo lo largo del libro aparecía dispuesto a actuar, pero no actuaba. El antiguo héroe de A se había limitado a trocar la sotana por la chaqueta de cuero. El lenguaje de los conceptos había cambiado; la misma metafísica y trágica seguía siendo la misma.


Estas giras, organizadas a gran escala, constituían un penoso deber la mayoría de los escritores. En cambio, a A le complacían mucho porque así se ponía en contacto con la juventud obrera y se enteraba de su vida y sus problemas. A decir verdad por primera vez salía de los cenáculos intelectuales, y lo hacía en calidad de escritor respetado; considerando el elevado rango que ocupan sus pares en las democracias populares, podía sentirse, si no cardenal, por lo menos canónigo prebendado.

La transformación del país progresaba conforme a los planes. Llegó el momento en que se decidió que la situación estaba madura, que se podía tirar de las riendas a los autores y exigirles que se pronunciarán claramente. El realismo socialista fue proclamado en sus asambleas como el único método de creación.


Lo único que les quedaba era escoger entre la rebelión, que acarrearla la caída el escalón más bajo de la jerarquía social, o franquear el umbral. Ya no era posible la doble lealtad, el pagar tributo a Dios y al César al mismo tiempo.


Tenía, también, clara conciencia de que al aceptar la Nueva Fe dejaría de ser una autoridad moral y se convertiría en un pedagogo que muestra en sus libros, no le preocupa, sino aquello que se reconoce socialmente útil.


Pero no le era posible retroceder. A se dijo que en su actividad práctica era ya comunista. Tras esa comprobación, entro en el Partido, e inmediatamente publicó un extenso artículo sobre sí mismo y su obra. Era una autocrítica, es decir, un acto de los que, en lenguaje cristiano, se llamaban confesión. Otro escritores leyeron este escrito con envidia y temor. (...) A los mineros no les gustan los compañeros de trabajo que se muestran inclinados a acumular recompensas por haber incitado a los demás a acelerar su esfuerzo.


Lo más notable del texto era el tono sermonil y altanero, o sea, su tono de siempre. Esto hubiera permitido suponer que, al condenar sus faltas, las cometía de nuevo. Se arropaba, complacido, en las vestiduras de su nuevo sacerdocio. A este ex-católico, el Partido le confió la tarea de pronunciar discursos contra la política del Vaticano.


Le reprocharon la semejanza de sus obras con la literatura depravada -con la literatura norteaméricana-, su pesimismo, la ausencia de toda noción de la "lucha consciente" (entendiendo por esto la lucha en nombre del comunismo). (...) Al observarlo atentamente, el Partido descubrió que había en él un tesoro raro y precioso: odio genuino. (...) Nada tan sencillo como dirigir su corriente en el sentido deseado y hasta establecer en sus márgenes grandes molinos a los que hiciera girar. ¡Qué alivio! ¡El odio útil, el odio al servicio de la sociedad!


Como la esponja que se llena de agua, B absorbía el "materialismo dialéctico". El aspecto materialista de este sistema calmaba su deseo de verdad brutal. El aspecto dialéctico le permitía dar un salto por encima del género humano, considerar a la humanidad como el material de la historia.


Ningún periodista es capaz de servir a una causa mejor que un escritor que tiene a sus espaldas una época de trabajo desinteresado. (...) El imperativo interior que suscita estos esfuerzos es más bien irracional; la Nueva Fe, que no reconoce el arte desinteresado, destruye este imperativo. (...) Experimentaba una tentación frecuente entre los intelectuales del Este, a saber: la de inmolar su razón.


Es una cólera dirigida contra la idea ilusoria de que algo depende de la voluntad humana; y a ella se agrega el miedo a ser víctima de la propia ingenuidad. Ya que el mundo es brutal, hay que reducirlo todo a los elementos más simples y brutales.


Las formas del mundo se le tornaban cada vez más simples, hasta el momento en que el árbol particular, el hombre particular, perdían toda importancia, y B no se hallaba ya entre los seres y las cosas, sino entre los conceptos políticos. (...) El hecho de escribir artículos actuaba sobre él como una droga. Al dejar la pluma, tenía conciencia de haber cumplido una acción...


También B veía el nuevo orden al alcance de la mano. Creía en la salvación sobre la tierra, y la deseaba. Sólo sentía odio hacia los enemigos de la felicidad del hombre. Gritaba que había que destruirlos. ¿Acaso no son malhechores los que, en el preciso momento en que la tierra entra en una nueva era, osan decir que, de cualquier modo, no está bien encerrar a la gente en campos de concentración y forzarla con miedo a proclamar la Nueva Fe política? Pero, ¿a quienes se encierra? ¡A los enemigos de clase, a los traidores, a la canalla! Y ¿no es verdadera esta Fe que se nos ofrece? ¡He aquí la Historia! ¡La Historia está con nosotros! ¡Vemos brotar su intensa llama! En verdad, ciegos y mezquinos son los hombres que, en vez de abrazar el conjunto de la tarea gigantesca, pierden su tiempo analizando detalles insignificantes.


La palabra es la piedra angular del sistema. Reinar sobre los espíritus permite gobernar el país.


El primer principio, y el más importante, era éste: no causar miedo; mantenerse liberal; dar ocasiones de ganar; ayudar en toda forma, meter a los escritores en comités de redacción e imponerles únicamente exigencias mínimas. (...) Hubiera sido un error imperdonable el de crear puntos de resistencia psicológica. El proceso de reeducación debía ser gradual para que los pacientes no se dieran cuenta de cuándo y cómo quedaban envueltos. Su segundo principio consistía en ponerse inmediatamente, con grandes muestras de indignación y un gesto de impotencia, de parte de todo aquel que protestara contra los métodos drásticos del gobierno, los censores o la policía política. Su tercer principio: aceptar a todos aquellos que pudieran ser útiles, prescindiendo de su pasado político...


Pero no es posible ninguna acción sin jefes. Si los jefes razonan correctamente, es decir, si comprenden las necesidades del proceso histórico, la masa obrera no se decidirá a hacer oír su protesta.


La función que la capilla desempeñaba en la vida medieval, la desempeña hoy "el club". Hay uno en cada fábrica, en cada escuela y en cada oficina. Los muros están adornados con retratos de los jefes, enmarcados, en rojo. Ahí se celebran, cada dos o tres días, reuniones con programas preparados de antemano. La influencia de estas reuniones es semejante a la de los ritos cristianos: en su sabiduría, reconocía la Iglesia católica que la fe es más efecto de una sugestión colectiva que de una convicción individual. Las prácticas religiosas colectivas provocan un estado de fe; el gesto de las manos juntas en la plegaria, la genuflexión, los himnos cantados, preceden a la fe, pues ésta es un fenómeno psicofísico. Edward Gibbon, al analizar las consecuencias de los decretos de Teodoro que prohibieron los ritos paganos (El Declive y Caída del Imperio Romano capítulo XXVIII), escribe: "La devoción del poeta o el filósofo puede estar secretamente alimentada por la plegaria, la meditación y el estudio; pero el ejercicio del culto público parecer ser el único fundamento sólido de los sentimientos religiosos del pueblo, cuya fuerza procede del hábito y la imitación la interrupción de ese ejercicio público puede consumar, en un lapso de pocos años, la considerable obra de una revolución nacional. El recuerdo de opiniones teológicas no puede conservarse mucho tiempo sin la ayuda artificial de sacerdotes, templos y libros. El vulgo ignorante, cuya mente se encuentra agitada por ciegas esperanzas y por terrores supersticiosos, pronto se dejará persuadir por sus superiores para que oriente sus plegarias hacia las divinidades reinantes en la época; e imperceptiblemente se impregnará de ardiente celo en apoyo y para la propagación de la nueva doctrina, que el hambre espiritual le obligo a aceptar al principio". El Partido ha aprendido de la Iglesia esta sabia lección. La gente que asiste a un "club" se somete a un ritmo colectivo y así llega a sentir que es absurdo pensar en forma diferente a la colectiva. La colectividad se compone de individuos que dudan; pero a medida que estas unidades individuales pronuncian las frases rituales y cantan los cantos rituales, creen una atmósfera colectiva a la que, a su vez, ceden. Pese a apariencias racionalistas, la influencia ejercida por el "club" corresponde a la magia colectiva. Esta combinación del racionalismo de la doctrina con la magia se obtiene eliminando toda libertad de discusión.


Los siglos de historia de la humanidad, con sus miles y miles de hechos intrincados, se ven reducidos a unas cuantas generalizaciones. Sin lugar a dudas, se está más cerca de la verdad al reducir la historia a la lucha de clases que al contentarse con ver en ella una serie de aventuras privadas de príncipes y reyes. Pero precisamente porque este enfoque se acerca más a la verdad, es más peligroso: da la ilusión de un conocimiento total, tiene respuestas para todas las cuestiones, y dichas respuestas sólo son en realidad algunas fórmulas repetidas hasta la saciedad que no aclaran nada, pero que proporcionan al espíritu ciertas satisfacciones superficiales.


Un hijo de obrero sometido a esta enseñanza, sólo puede pensar tan como lo exige la escuela. Dos más dos son cuatro. La escuela tiene como auxiliares la prensa y la literatura; ésta se limita a ejemplificar santos y mártires servían para ilustrar la teología. Igualmente, la pintura, el cine y el teatro ilustran las tesis del leninismo-estalinismo. (...) Las reacciones de defensa que se le oponen son puramente afectivas y carecen por completo de apoyo cuando se trata de justificar racionalmente una conducta.

Gracias a los excelentes medios de divulgación, las gentes incultas, de escaso vigor mental aprenden a discurrir. Así formadas, adquieren la convicción de que todo lo que ocurre en las democracias populares es necesario, inclusive en caso de que sea pasajeramente malo.


El dialéctico sabe que la vida intelectual y afectiva del hombre está en perpetuo movimiento... (...) El reaccionario considera con estupor las modificaciones que se producen en sus amigos: los ve convertirse poco a poco en partidarios del sistema, y trata de explicarse este hecho, con su habitual inepcia, hablando de "oportunismo", "cobardía" y "tradición". Estos rótulos le resultaban indispensables, y sin ellos se siente perdido.


El reaccionario repite desesperadamente las palabras "honor", "patria", "nación" y "libertad", y no puede en modo alguno aceptar que esas abstracciones asuman un sentido concreto y totalmente diferente al antiguo para personas que se hallan en una situación nueva (y que cambia todos los días).


Durante la guerra de la Unión Soviética contra Hitler fue necesario sacar a los popes del polvo del olvido, así como también dirigir un llamamiento a los sentimientos nacionalistas. Cuando llega, al acercarse la muerte, ese instante de absurda revelación de que todo carece de sentido, el materialismo dialéctico revela de repente que es sólo una matemática. De los puentes ingeniosamente construidos, el hombre cae al precipicio, y prefiere rendirse a la magia del icono.

El Partido sabe que él también constituye una Iglesia a su manera. De su capacidad para canalizar las tendencias irracionales del hombre y utilizarlas para sus propios fines dependen su dictadura sobre el globo terrestre y la transformación del género humano. No, no basta convencer a la gente con un razonamiento correcto. Los ritos del "club", la poesía, la novela, el cine, son tan importantes porque llegan más adentro, a donde se esconde la resistencia afectiva. Y no hay que tolerar otra iglesia, la Iglesia cristiana. Esta es el enemigo número uno: en cuanto a la transformación radical del hombre.


He conocido algunos cristianos, muchos de los cuales fueron amigos míos -polacos, franceses o españoles-, que en materia política se adherían estrictamente a la ortodoxia estaliniana, haciendo tan sólo algunas reservas interiores que les permitían creer en una intervención rectificadora de Dios después de la ejecución de las sentencias sangrientas por los plenipotenciarios de la Historia. Llevaban el razonamiento bastante lejos: el desarrollo histórico se cumple según leyes inmutables que existen por la voluntad de Dios; una de esas leyes es la lucha de clases; el siglo es el de la lucha victoriosa del proletariado, dirigido en sus combates por el Partido Comunista; como Estalin es el jefe del Partido Comunista, es el ejecutor de la ley histórica, lo que quiere decir que actúa según la voluntad de Dios y que se le debe obediencia; la renovación de la humanidad sólo es posible según los preceptos aplicados a través de toda Rusia, y por esto un cristiano no puede ponerse en contra en la única idea -cruel, es cierto- que creará, en el planeta entero, un tipo humano superior. Este razonamiento suelen emplearlo en sus sermones eclesiásticos que son instrumentos dóciles del Partido. "Cristo es el hombre nuevo. El hombre nuevo es el hombre soviético. Por lo tanto, Cristo es el hombre soviético", -declaró el patriarca rumano Justiniano Marina.


Para calmar su conciencia, recurre a un subterfugio particular: el de que un reaccionario no puede ser un hombre bueno. Y, ¿quién es reaccionario? Naturalmente, todo el que se opone a los procesos históricos ineluctables, o sea, a la política del Politburó.


La división en "leales" y "criminales" implica que se otorga una prima a todas las variedades de conformistas, cobardes y serviles.


El tolerar e inclusive sostener a estos "cristianos-patriotas", según se les llama, permite al Centro eludir uno de los conflictos más peligrosos. El tránsito del cristianismo al culto de la Historia se cumple así imperceptiblemente.


El Partido interpreta estrictamente la consigna: "Quien no está con nosotros, está contra nosotros". Quien no está de acuerdo hasta con el menos detalle, se convierte en enemigo y se ve arrojado a las tinieblas exteriores.


A juicio del Partido, no conviene tratar de llegar al fondo del ser humano, especialmente en literatura y artes plásticas. Se correría el peligro de plantear dudas.


Cuando se comparan a sí mismos con los primeros cristianos, y cuando comparan el advenimiento de la Nueva Fe sobre el planeta con el cristianismo en la Roma decadente, envidian a los apóstoles el don que poseían de penetrar hasta el fondo del corazón humano. "¡Esos sí que sabían hacer su propaganda! ¡No somos nada al lado de ellos!", -exclamó melancólicamente un dignatario del Partido al escuchar por radio un fragmento del Evangelio. La nueva (anti-) religión hace milagros: a los que dudan, les muestra nuevos edificios y más tanques. Pero, ¿y si llegaran a faltar los milagros? Entonces, en las manos que aplauden aparecerían cuchillos y pistolas. La pirámides del pensamiento se desmoronarían. Durante mucho tiempo, sólo sangre y caos habría en su lugar.


Los historiadores saben que, hace largo tiempo, la zona conocida con el nombre de Prusia Oriental estaba habitada por la nación prusiana que, gracias a los cristianos de habla alemana, sufrió el mismo destino que los caribeños. Pero los historiadores no hablan de la desesperación de las madres o de los sufrimientos de los niños; y quizás es mejor así. La civilización que se llama a sí misma cristiana fue construida con la sangre de los inocentes. Manifestar noble indignación ante quienes tratan hoy de crear otra civilización con medios similares equivale a adoptar una actitud un tan farisea. Durante muchos años, los archivos del crimen permanecerán ocultos en algún lugar seguro y remoto. Después, cuando el erudito de los tiempos futuros compulse, bajo el polvo de las telarañas, los antiguos archivos, considerará que los actos cometidos fueron delitos veniales en relación con la importancia de la obra realizada. Por otra parte es probable que no haya archivo alguno; porque con el progreso, los emperadores de hoy han aprendido las consecuencias de esta simple verdad: lo que no existe sobre el papel, no existe en absoluto.


La invasión española de México fue sin duda una terrible prueba para los aztecas. Las costumbres de los conquistadores eran incomprensibles; sus ritos religiosos, extraños; su modo de pensar, impenetrable. La invasión del Ejército Rojo fue un choque no menor para los estones, los letones y los lituanos.


"Me aproximé al retrato de Estalin y los bajé de la pared; lo puse sobre la mesa, y con la cabeza entre las manos, lo contemplé y lo medité. ¿Qué debía hacer? Como siempre, el rostro del Jefe era tan sereno y sus ojos tan luminosos que atravesaban el espacio. Parecía que su mirada penetrante atravesara mi cuartito para ir a abarcar el mundo entero. No sé qué hubiera pensado de mi una persona que me observara en ese momento, pero el hecho es que por cada fibra de mis nervios, por cada gota de mi sangre, sentía que nada existía en el mundo entero, nada más que ese rostro amado. ¿Qué debía hacer? El gobierno soviético, con su puño de hierro, aplasta a los enemigos del pueblo. Estas son tus palabras, camarada Estalin, y ellas son mi Evangelio. Ahora, ya sabía lo que debía hacer." Pergale ("Victoria"), órgano de los Escritores Soviéticos de la República Socialista Soviética de Lituania, nº 4, abril 1.950.


El noventa por ciento de los argumentos que usan los estalinianos para hacer propaganda se base en la injusticia. El llamamiento a la indignación moral está presente siempre en sus consignas. Por otra parte, los cristianos sostienen que no debe hacerse mal a nadie porque hay inherentes al ser humano; pero, después de expresar opinión tan noble, muchos de ellos no moverían ni un dedo para ayudar a otra persona. No es sólo el destino de los Estados bálticos lo que los deja indiferentes. Manifiestan la misma falta de interés ante otra formas de destrucción, distintas a la matanza y la deportación. Por ejemplo, consideran muy normal la muerte espiritual de las personas condenadas a trabajar de firme durante el día y a tragar el veneno de las películas y la televisión por la noche.


La poesía de los revolucionarios es mejor, en general, desde el punto de vista artístico que la poesía intimista. Porque el contenido, que está próximo a los anhelos de la humanidad en general, depura la palabra escrita de la ganga de las modas pasajeras. La debilidad de la poesía revolucionaria aparece cuando comienza a glorificar el porvenir como si ya estuviera realizado o se estuviera realizando en alguna parte del planeta.


Los hábiles medios empleados por los escritores de la Nueva Fe para aislarse completamente de la realidad, son asombrosos.


Los diferentes criterios que se aplican a lo que ocurre fuera del Imperio y en el Imperio hacen imposible una literatura honrada.


El antídoto contra el nacionalismo es la fórmula siguiente: "cultura de forma nacional y contenido socialista". Y como la nación rusa efectuó la Revolución y estableció las pautas de la cultura socialista, tomándolas de su propio pasado, el nacionalismo puede ser descrito simplemente como anti-rusismo. (...) La nación rusa es grande; ha llevado la Revolución en su seno como la madre lleva al niño. Sólo un impío blasfemo puede comparar el pasado ruso, que ha dado a luz el acontecimiento más sublime de la historia, con el de los pueblos liberados por los rusos. El pueblo ruso es el redentor del mundo.






        COMUNISTA EN ESPAÑA Y ANTIESTALINISTA EN LA URSS --- Valentín González "El Campesino".-

        El estalinismo ha acabado siendo una religión inconmovible, al punto de que se prohíben a sí mismos, con sacrosanto horror, toda lectura capaz de determinar en ellos una simple duda. Son ya mentes anquilosadas y pétreas, ideológicamente encadenadas, uniformadas por una férrea disciplina.

        El lento trabajar de su conciencia necesitó un choque brutal y decisivo para ver completamente claro: fue el pacto Hitler-Estalin. (Julián Gorquín).

        Nadie cultiva tanto el mito del endiosamiento como el comunismo.

        ¿Cuántos millares de libros, de folletos y de artículos se han publicado sobre la falsedad de ciertos mitos y ciertos dogmas y, sin embargo, éstos siguen arrastrando a millones de seres humanos? El comunismo ha llegado a convertirse en una verdadera religión mitológica, con su dios embalsamado en la Plaza Roja y su dios vivo, sus textos sagrados, su espantosa inquisición, sus herejes, sus tormentos, sus confesiones y mea culpa... Para el interior de la URSS, la omnipotente inquisición, el machacón y obsesionante ensalzamiento de los dioses de carne y hueso por razón de Estado y la ignorancia casi absoluta, gracias al telón de hierro y el miedo de expresar una opinión o un sentimiento, bastan; para el exterior, esa religión, que aspira a la universalidad como todas las religiones, necesita explotar el mito revolucionario que late en cada proletario, sugestionar las imaginaciones por medio de una propaganda y una literatura en torno a un falso paraíso terrenal -nadie como los estalinistas han aplicado hasta ahora el dicho hitleriano de que una mentira repetida mil veces se convierte en la mejor verdad-, destruir por la difamación y la calumnia e intimidar con los tormentos del infierno a los oposicionistas y a los escépticos en general... Naturalmente, está completamente prohibida la lectura de ningún texto hereje o heterodoxo y prohibida la duda. ¡Haga lo que hiciere Estalin, tened fe en él, que es infalible! ¡Y tened un fe inconmovible en la causa de la URSS! Estalin exige un juramento de fidelidad a su persona y a esa causa; los jefes comunistas y los comunistas de cuadros se lo han prestado, conscientes o inconscientes de que de esta manera actúan como quintacolumnistas de la potencia soviética contra sus propios pueblos. Es la traición abiertamente admitida.

        ¡Claro está que yo conocía en España algunos de los libros y folletos de que se me habla! Los escritos por elementos burgueses, enemigos de clase, incitaban aún más mi fe en el comunismo. En los socialdemócratas -motejados de socialpatriotas o socialfascistas- habíame habituado a ver unos simples lacayos de la burguesía. Los anarquistas eran para mi unos liberales de izquierda, unos utopistas o, sencillamente, unos anarcofascistas. Y los excomunistas pasados a la oposición, unos renegados, unos traidores y unos vendidos a la burguesía tal o cual. Todos juntos, con una o con otra etiqueta, resultaban unos agentes del capitalismo imperialista y, como tales, debían ser eliminados y destruidos un día u otro. (...) A cada instante invocaban ante mi la sacrosanta disciplina y el "te debes al Partido". Y lo que no se sabe es que se me intentó asesinar varias veces y que, cuando quedé cercado en Teruel, Líster no vino en mi socorro como se había convenido, y Modesto, de acuerdo con el general soviético Gragorovicht, amenazó con fusilar a los que querían socorrerme. La pérdida de Teruel fue pérfidamente meditada por los rusos para poder liquidar a Prieto del Ministerio de Defensa; si además podían arrojarle mi cadáver a la cara, tanto mejor. Ante tales hechos, mi reacción era esta: "Los jefecillos comunistas españoles son malos e incapaces; no valen mucho más los elementos que nos ha enviado Moscú; pero la URSS es sagrada y Estalin, el Jefe infalible del comunismo mundial." Una reacción religiosa en suma.

        Tenía que ir a la URSS para recibir el gran choque de la realidad y para ver hundirse en mi el mito religioso.

        Creo, sin embargo, que la liquidación del comunismo será bastante lenta, paciente, perseverante. El sentimiento religioso -o el mito- entre los comunistas es muy fuerte. Cuesta mucho abandonar la ilusión paradisiaca creada por la revolución rusa y mantenida por medio de una hábil e intensa propaganda.

        ¡Pero el mundo libre! Porque aceptando al totalitarismo franquista -por ejemplo- so pretexto de combatir al totalitarismo estaliniano se les hace sencillamente el juego a los dos.

        Por todas partes inmensos retratos de Estalin, descomunales estatuas de Estalin, himnos y cánticos a Estalin... Si Estalin era tan grande como decían, ¿qué necesidad había de tanta exaltación?

        Cuando entró Estalin en el escenario, con pasos cortos y un tanto pesado, como encerrado en graves preocupaciones, toda aquella asistencia se puso en pie como movida por un resorte y le tributó la ovación más ensordecedora que había oído en mi vida. ¿Cuánto duró esta ovación, con sus correspondientes vivas? ¿Tres, cuatro, cinco minutos? No lo sé. Estalin no hacía un solo gesto por ponerle fin; diríase que la aceptaba como aceptan los dioses el incienso y las preces. Con mi sentido de hijo del pueblo -de hijo de campesinos extremeños- intuí ya la verdad: que las nuevas castas de la URSS, agradecidas, veían en aquel hombre y en su dictadura la garantía y la consolidación de sus privilegios y de su sed de poder.

        Se han ridiculizado muchos las numerosas condecoraciones de Goering; la mayoría de los mariscales, generales y coroneles soviéticos dejan corto al orondo y vanidoso jefe nazi.

        Todos los rostros estaban vueltos hacia él con exagerada obsequiosidad y todos los ojos clavados en su figura con una especie de adoración servil a la vez que temerosa. Andando el tiempo tenía que saber que una mirada indiferente o relativamente hostil hacia el ídolo o hacia su efigie, era considerada más que sospechosa por la NKVD y podía pagarse muy cara. Con el rostro como iluminado, sonriendo exageradamente y un poco inclinado hacia adelante en actitud servil, el general Gregorovicht me condujo hacia Estalin. (...) De todo él se desprendía un tranquilo dominio, una seguridad obstinada y testaruda. ¿Era su costumbre de dominar y de mandar, de ser no sólo el primero sino el único la que le daba esa tranquila seguridad?

        Nosotros mismo, los militantes y los militares comunistas españoles, sólo sabíamos lo que ellos mismos querían comunicarnos, muchas veces lo contrario de la verdad. Ellos, por el solo hecho de ser rusos y representar a Estalin, se irrogaban actitudes de jefes poco menos que infalibles; nosotros, en nuestro propio país y en nombre de la sacrosanta disciplina comunista, debíamos limitarnos a obedecer. La mayoría de los jefecillos comunistas españoles permanecían ante esos enviados de Moscú poco menos que de rodillas.

        Y en España se prepararon las condiciones para el monstruoso pacto firmado en Moscú entre Ribbentropp y Molotov que debía permitirle a Hitler desencadenar la guerra...

        ... Celebraban frecuentes reuniones secretas al margen completamente del Estado Mayor español y sin la asistencia de militares españoles. Sólo llamaban a consulta a algunos de estos militares de toda confianza, entre los que me encontraba yo mismo. Así fueron dominando por dentro al Ejército republicano imponiendo sus comisarios políticos, colocando en los lugares claves a unos jefes y liquidando a otros, administrando a su guisa el armamento, aplicando o saboteando -de acuerdo con sus conveniencias- las órdenes de los ministros y del Estado Mayor. Por decisión suya se perdían posiciones y plazas, con el fin de liquidar a un ministro o a un alto mando español, o hacía y dejaba de hacer excursiones la aviación al margen de los elementos responsables del país. Actuaban, en suma, como en territorio conquistado.

        Un par de meses después (de la pérdida de Teruel) fue arrojado Indalecio Prieto del Ministerio de Defensa Nacional por exigencia del Cremlin. La propia "Pasionaria" dirigió en Barcelona una manifestación contra él pretextando que estaba preparando un pacto con los franquistas. (...) La moral en el frente como en la retaguardia no hizo más que decaer desde entonces y fuimos ya de descalabro en descalabro. Teníamos perdida la guerra sin remedio y los principales responsables de la derrota eran precisamente los que cotizaban ante el mundo su "valiosa ayuda"... El odio a los comunistas llegó a ser tal en la masa del pueblo, que uno de los líderes del Buró Político hubo de decir en una reunión: "No podemos retroceder ya; tenemos que seguir adelante y mantenernos en el poder a toda costa, pues de lo contrario nos cazarán como alimañas por las calles". ¡Qué lástima que el pueblo español no lo hiciera! ¿Cómo podía triunfar ese pueblo -a pesar de su sangre y su heroísmo-, abandonado del mundo entero, teniendo a todo el nazifascismo europeo enfrente y al estalinismo traidor dentro?

        No se le pide al comunista que comprenda y mucho menos que discuta; se exige de él que obedezca ciegamente, que renuncie a su voluntad ya su ser natural, que acate en todo momento -y sean cuales fueren las circunstancias- la sacrosanta disciplina. El concepto de la disciplina es absoluto, hasta la deshonra personal si así se le exige, hasta la muerte si es necesario... Los sentimientos de familia y de patria, el libre albedrío, la propia estimación... deben ser sacrificados a la disciplina. Al que se le ocurre invocar todo eso se le moteja despectivamente de pequeño burgués. Creo que sólo la Compañía de Jesús les imponía a sus miembros una renuncia tan total y tan absoluta.

        Se la conocía por "Dolores la Sardinera". Era, además, una católica ferviente y practicante, muy devota de la Virgen de Begoña. Gran trabajo le costó a su marido arrancarla a su fanatismo para hacerle abrazar las ideas comunistas. Pero convertida al comunismo, dio las mismas pruebas de fanatismo que había dado antes como católica. (...) Se quería hacer de ella la mujer más grande y más heroica de España, casi el alma de la resistencia de la zona republicana. Poco preparada intelectualmente, el papel que se le hacía representar se le subió a la cabeza y empezó a sentir una especie de adoración por sí misma. Y esto la perdió. Su vanidad y soberbia hacíanla insoportable a los ojos de los militantes comunistas. "¡Qué humos tiene la sardinera!", solía decirse por lo bajo. Por lo bajo, pues ya resultaba una verdadera herejía hacer la menor crítica en voz alta de la famosa "guía y jefe del pueblo español". (...) Fue la "Pasionaria" una de las primeras en huir de la zona Centro al empezar el derrumbe en los frentes de Madrid; huyó en un avión, dejando abandonados a sus compañeros, conducta que le afeamos en Moscú algunos militantes. No obstante lo cual pasó a ocupar inmediatamente una de las posiciones más brillantes en el Ejecutivo del Comintern, entregándose, con la pequeña camarilla que la rodeaba, a toda clase de intrigas contra el buenazo de José Díaz, secretario general del partido comunista español. (...) En Francia quedaban millares y millares de refugiados españoles, incluso los mejores militantes comunistas, expuestos a mil trabajos y a ser asesinados; la "Pasionaria" sólo se ocupó de su amante. (...) Al estallar la guerra entre Alemania y la URSS, el hijo de Dolores Ibárruri, Rubén Ruiz, escandalizado por la conducta de su madre, se enroló en el Ejército Rojo. Herido y de regreso a Moscú, tras largos meses de luchas en los frentes, vio a su viejo padre en el mayor abandono y lo hizo colocar a la guarda de un polvorín con un mísero sueldo de setenta y cinco rublos al mes y la comida. En efecto, no se privaba el modesto y siempre digno Julián de censurar la indigna conducta de sus esposa. El hijo de la "Pasionaria" volvió al frente antes de la su completa curación por no seguir presenciando el bochornoso contubernio de su madre con Antón. Murió durante el cerco de Estalingrado víctima de un bombardeo. Es indudable que Dolores Ibárruri lleva esa muerte en su conciencia. (No impide esto que los comunistas del mundo exploten "la muerte heroica del hijo de la "Pasionaria", incluso el valor de ésta por haberle sabido sacrificar su hijo a la URSS estaliniana). Y se habla del monumento que se le ha elevado en Estalingrado. No existe tal monumento. Fue enterrado anónimamente en una fosa común. ¿Qué importa una mentira propagandística más o menos?

        Terminada la guerra, llegó José Díaz bastante enfermo a Moscú. Pusiéronse a su disposición los mejores médicos y cirujanos para cuidarle y operarle. Como manifestara deseos de ver a Estalin antes de la operación, el dictador, al frente del Politburó en pleno, se presentó inopinadamente ante su lecho de enfermo. Sufrió como un deslumbramiento. Pero a quien se le hacía tamaño honor no era al sencillo y modesto José Díaz, sino al dócil secretario general que había intervenido destacadamente, con la intervención directa del Dr. Negrín y de Alvárez del Vayo -y con la mía en cumplimiento de las órdenes del propio Díaz- en el envío a la URSS de la mayor parte de las reservas de oro del Banco de España, amén de la entrega al partido comunista francés de dos mil quinientos millones de francos y de varios camiones de joyas. Bien valía esta inmensa fortuna, producto de un repugnante despojo, una visita al hospital.

        Muchas de estas cosas yo ya las había intuido en España misma, pero las aceptaba creyendo que constituían defectos transitorios y que respondían a una necesidad de disciplina en favor de la causa. Todos los males y todas las lacras que los militantes observan, tanto en la URSS como en los partidos comunistas, se les explica que son transitorios e impuestos por la necesidad de defenderse contra el capitalismo imperialista.




        Franz Mehring, acerca de la obra de Carlos Marx “La guerra civil en Francia”: “Por agudas que estas manifestaciones fuesen, representaban sin embargo una cierta contradicción con las doctrinas que Marx y Engels venían manteniendo desde hacía un cuarto de siglo y que ya proclamaran en el Manifiesto Comunista. Con arreglo a ellas, aunque entre las consecuencias últimas en que había de traducirse la futura revolución proletaria se contaba la disolución de esa organización política a que se da el nombre de Estado, esa disolución había de ser gradual y paulatina (…) para alcanzar esa meta y otras mucho más importantes de la revolución social futura era menester que la clase obrera empezase a adueñarse adueñándose del poder político organizado que era el Estado (…) Con esta concepción no se avenía del todo bien el aplauso tributado a la Comuna de París en la alocución del Consejo General por haber empezado extirpando hasta en sus raíces aquel Estado parasitario".

        Miguel Bacunin: “... esta insurrección dio por tierra con todas las ideas de los marxistas, que, ante ella, tuvieron que quitarse el sombrero. Mäs aún: contra la lógica más elemental y contra sus verdaderos sentimientos, proclamaron que su programa y sus finalidades eran los de los insurrectos. El viraje fue grotesco, pero forzoso; tuvieron que hacerlo so pena de verse desbordados y abandonados por todos".

        Lenin: “Mientras los soviets no hayan tomado el poder, no lo tomaremos nosotros”.

        León Trostqui: “Hemos tomado el poder, al menos en Petrogrado... Es preciso formar el gobierno. Algunos miembros del Comité Central celebramos una sesión improvisada en un rincón de la sala. ''- ¿Cómo lo denominaremos? -se pregunta Lenin en voz alta- Ministros, no; es una palabra gastada, que a nadie le gusta.'' Entonces propongo: ''- Podríamos llamarlos comisarios, ¡pero hay demasiados comisarios! ¿Altos comisarios, tal vez? No, 'altos' suena mal. ¿Y Comisarios del Pueblo?'' ''- ¿Comisarios del Pueblo? Sí, podría ser -aprueba Lenin- ¿Y el nombre del gobierno?” ''Soviet, soviet, naturalmente...¿Por qué no Soviet de los Comisarios del Pueblo?'' ''-Soviet de los Comisarios del Pueblo -repite Lenin- ¡Perfecto!”.

        Lenin: “Los grandes bancos constituyen el 'aparato del Estado' que necesitamos para realizar el socialismo y que tomamos ya formado del capitalismo, aquí nuestra tarea consiste en extirpar todo aquello que desfigura el modo capitalista ese magnífico aparato, en hacerlo aún mayor, aún más democrático, aún más universal. La cantidad se trocará en calidad. Un banco único del Estado, el más grande de los grandes, con sucursales en cada distrito, en cada fábrica, supone ya nueve décimas partes del aparato socialista. Supone una contabilidad nacional, un cálculo nacional de la producción y distribución de los productos; es, por decirlo así, el esqueleto de la sociedad socialista”. “De este 'aparato del Estado' (que bajo el capitalismo no es totalmente del Estado) podemos 'apoderarnos' y ponerlo 'en marcha' de un solo golpe, con un solo decreto (…) La 'clave' de la cuestión no consistirá siquiera en la confiscaicón de los bienes de los capitalistas sino precisamente en el control obrero omnímodo, ejercido a escala nacional, sobre los capitalistas y sus posibles adeptos”.

        Karl Kautsky: “Partimos del principio de que el desarrollo de la industria moderna conduce necesariamente al socialismo”.

        G. Zinoviev: “El capitalismo de Estado es el capitalismo que está estrechamente ligado al Estado. Y el Estado son los trabajadores, es la fracción más progresista de los trabajadores, es la vanguardia, somos nosotros”.


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