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Siete días de enero (Juan Antonio Bardem, 1978)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Siete días de enero
Juan Antonio Bardem (España, 1979) [180 min]

Portada
IMDb
(wikipedia | filmaffinity)


Sinopsis:

    [propia] Madrid, 1977. Remanentes del núcleo duro del franquismo están nerviosos. Los cambios políticos se sobrevienen y ven cuestionado su monopolio político sobre el estado. Las palizas aleatorias en manifestaciones y asesinatos selectivos están a la orden del día, aunque ni lo uno ni lo otro parece suficiente para contener las expectativas de la oposición antifascista. Luismari, un niñato pijo de la alta burguesía madrileña, desbordado de amor a su clase y principios, idea un plan junto a elementos falangistas para dar un golpe de efecto que trace las líneas rojas al otro desbordamiento, el racional, templado y crítico: el de la democracia.

Comentario personal:

    Un Bardem digno de un Pontecorvo. Al tratarse de una película de encargo (partidario, no comercial), es un dibujo de unir-los-puntos diseñado en el pce, que arrastra errores analíticos de este partido y, en consecuencia, rinde bastante mejor como documento histórico que como ejemplo o ensayo de la emancipación social. Veamos.
  1. El movimiento obrero es el protagonista, o las CCOO como su frente de masas principal. A la cabeza de las CCOO y, por tanto, del movimiento en su conjunto, estaría El Partido, el único; el pce. Su objetivo programático declarado es un régimen demoliberal. Los otros agentes en escena son los armados, de derecha e izquierda, que, con matices, son igualados. No hay diálogo interno en la película sobre este enunciado, es una verdad acabada, una narrativa de sí en la que se ha atascado el pce para los restos, la de pieza de museo filatélico por su contribución a "la democracia". Hoy la prolonga Podemos para hacerle el recambio en sus funciones.

  2. El papel de los abogados leales a la clase obrera sirve para comunicar a la audiencia esta línea política. El partido monta despachos y manda para allá a sus peritos en ingeniería legal en cuanto salen de la universidad. Sus instrucciones son abastecer la primera línea de defensa para los heridos y los muertos (sus allegados), las asociaciones vecinales y los huelguistas. En este puente partido/abogados\masa quedan fijados los tres puntos calientes del momento: movilización civil, vertebración barrial y huelga obrera. Hasta ahí todo bien. El problema estriba en que esta labor jurídica está sobrerrepresentada. Es lo único que el pce hace como tal en la trama. La huelga del transporte, por ejemplo, de enorme incidencia (parálisis de Madrid), es resuelta en pocas líneas. El partido quiere hacer ver que sabe ceñirse a las normas, respetar el marco legal aún cuando no le favorezca.

  3. El (estado de) Derecho aparece así como la máxima aspiración del partido. Contemplamos un partido de orden, irritado por quienes hipócritamente promulgan leyes para luego violarlas mediante el paramilitarismo. El pce sería el equivalente a izquierda del aperturismo de derecha. En este espejo, ambos polos del espectro son violentados por los incontrolados de uno y otro signo: los GRAPO y el pistolerismo falangista, que están dejando escapar esta fantástica oportunidad de concordia. La puesta en escena de una proto-independencia de la administración de justicia, con derecho a la defensa legal, investigación policial eficaz y fiscales y jueces imparciales, da a entender que los pactos se están respetando (separación de poderes).

  4. Existiría, pues, una derecha razonable, moderna, no cavernícola; en una palabra, democrática. Si Bardem y Morán piensan así, no la representan más que en los efectos de negociar con ella. En esto "Siete días..." parece haber sido calcada en la reciente "Argentina, 1985", abrazo del oso alfonsinista, correlato de trasvase pacífico de poder de los militares a los civiles. Sí, trasvase, ¿por qué llamarlo "transición"? Como decía mi compa Arozamena, la única transición es la del modo de producción. Una cosa es aceptar o asumir que las cosas han salido de una determinada manera... y otra confiar en que esa manera en que han salido las cosas nos deja en el mejor lugar posible para resolver el problema. Extrapole esto a las relaciones sociales micro (amistad, pareja) y se revelarán al momento las costuras de la fantasía.
    Con esto llevamos lidiando desde el eurocomunismo y el anguitismo, con la consigna de que el cumplimiento rígido de la Constitución, al menos de sus cláusulas socialdemocrátas, es una lanzadera al socialismo. De lo que ha sido lanzadera es de trepas, porque esa función han cumplido las redes de apoyo del pce y el compromiso con la boca chica de este con el estado, poniendo el transfuguismo en bandeja de plata (Carrillo, el PDNI, Rosa Aguilar... todos en el psoe y aledaños). Y de promesas irrealizables que terminan por desgastar el interés del proletariado afín, exceptuando el más religioso. El menos religioso vota psoe por pragmatismo, no por identificación. Hay que reconocer que el problema no es sencillo, pero por ahí no es. Nop.

  5. Por todo esto, es sintomático que la película más citada hoy en el circuito del pce como representación de sí mismo sea esta. Explica también que buena parte del abordaje de la propia memoria, en el siglo XXI, sea más épico-sentimental que político: el dispositivo "victimista" da un aura de santidad, se recrea, se autocompadece y "distrae" de las tareas pendientes (abrir un proceso socialista), que obligan a romper con el propio rol (guardián de los consensos del 78). Esta decadencia tiene su desembocadura natural en "Resultado final" (1997). Pero empieza aquí, en "Siete días" y su coetánea "El diputado" (1978), del también pecero Eloy de la Iglesia. Como contrapartida, recomiendo películas mucho más sinceras en la representación de lo que fue la militancia comunista y cualquier militancia antifascista real: "La guerra ha terminado" (1966), "Viva la clase media" (1980), "En la ciudad sin límites" (2001) y "Causa 661/52" (2009). Dos más obreras y dos más clasemedianas, pero las cuatro mucho más sinceras, contradictorias, desideologizadas. El día que estas sean las más referenciadas entre la militancia, y no la de Bardem, será igualmente sintomático. De que vamos por el buen camino.

    Lo que sí ha envejecido bien es su sociología del fascio. Está preocupantemente fresca. Veamos.
  1. La familia como arca del patrimonio político y económico. Tenemos el parecido físico del patriarca "don Tomás" con Manuel Fraga, no creo que azaroso, o Blas Piñar (el búnker franquista). Del patriarca se ramifica todo lo demás. Luismari está atrapado por los fantasmas del pasado, la sombra de la figura paterna a la que quiere emular. Las novias y niñas de la burguesía purgan o pretenden purgar las espinas del temperamento masculino, se pliegan a las normas de conducta y deseos normativos y viven ajenas a la política o como segundonas (secretarias), mientras las mujeres del socialismo militan y ejercen profesiones liberales de las que tradicionalmente fueron excluidas. La conexión de estos engranajes compone una maquinaria integrada que permite la reproducción del fascismo entre generaciones dentro de la misma clase social, con el honor (masculino) y el decoro (femenino) como coartadas.

  2. Conexión entre el aparato represivo del estado (legal) y el paramilitarismo fascista (ilegal). Cuando el estado (burgués) o fracciones de sus élites lo necesita, le sueltan la correa. Cuando no, tiran de ella. Esta tensión no resuelta, transitiva, está muy bien plasmada. Está en las barras de los bares carcas apostados junto a las comisarías y en las soirées de la clase alta, auténticas asambleas horizontales e informales en las que se intercambia información, se toman el pulso unos a otros y se dirimen intereses y estrategias fuera de foco.

  3. La conexión internacional. Asoma la patita la idea de que estos atentados pudieron programarse bajo el paraguas de la red Gladio. Italianos y argentinos de extrema derecha, tal vez de la Triple A, acompañan a los españoles. El personaje de Gregorio Morán explica en la película cómo operan estos mercenarios de la Guerra Fría. Inducen una tensión artificial esperando que alguno de los actores "salte" y así haya quórum social para una salida de orden.

  4. Conciencia de clase de los elementos falangistas. «Los de infantería no vamos a vuestras bodas, si acaso a los entierros», le dice Sebas a Luismari. Saberse kamikaze para una victoria improbable de cuyas mieles no beberá. Moral de esclavo, en la lengua de Nietzsche. Es básica para sacrificar peones, especialmente jovencitos sugestionables: "Camada negra", "22 de julio", "Hijos de la ultraderecha", "Hater"... Frente a esta, insistimos en una ética epicúrea para el proletariado: el sacrificio necesario para gozar individualmente de los bienes comunes, o sea, ningún propósito de trascendencia egótica en la forma del martirio.

Ficha técnica


Reparto:


Idioma original: Castellano.





SATRip VO - AVI [1.06 Gb]
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General
Nombre completo : Siete días de enero (Juan Antonio Bardem, 1978) [SATRip VO].avi
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Nota Sab Dic 17, 2022 12:49 pm
Reseñas breves / abreviadas

Marc, en @libroscinecómic, el 20 de septiembre de 2017, escribió:Hoy más que nunca un film a reivindicar y revisionar. Si no sabes de dónde vienes no sabes dónde estás. Demócratas de sangre y cunetas.

En "Siete días de enero. Una película contra la historia oficial de la Transición", en Tinta Roja, el 17 de marzo de 2017, se escribió:[...] El largometraje de Juan Antonio Bardem "Siete días de enero", una mezcla de documental y película, nos ofrece una de las primeras narraciones de los acontecimientos de la transición que recalcan los momentos de enorme tensión social que se vivieron, que fueron determinantes para el desarrollo de este periodo, y los costes que tuvo que pagar el movimiento obrero y el Partido Comunista en su lucha por la democracia. El film, estrenado ya en 1979, se centra en la que fue sin duda la semana más tensa y violenta de la Transición: la última semana de enero de 1977. Militante por aquel entonces del PCE, el director de la película quiso mostrar la gran tensión social del momento, y se apresuró a realizar en tan solo dos años este documento audiovisual en colaboración con periodistas de investigación y los abogados del caso de la matanza de Atocha, todos ellos también militantes del Partido Comunista.

Los acontecimientos que se narran son los anteriores y posteriores al atentado perpetrado y reivindicado por la Alianza Apostólica Anticomunista o Triple A en un despacho de abogados laboralistas de Comisiones Obreras, que se saldó con cuatro abogados y un administrativo muertos y otros tantos malheridos. La mayoría de los acontecimientos que se narran de los siete días son verídicos, si bien el director utiliza la ficción en algunos episodios para dar coherencia a la trama, achacando, por ejemplo, la decisión del atentado a Luis María Hernando de Cabral en una reunión con otros colaboradores que quisieron “luchar contra la izquierda”. El uso que hace de la ficción, sin embargo, es bastante cabal y da lugar a una historia totalmente factible, al mostrar efectivamente las posturas de ciertos sectores y familias defensores del régimen que, usando estrategias criminales y pactadas en la clandestinidad, intentaron dinamitar el proceso de transición y el papel que estaba desempeñando un Partido Comunista aún no legalizado.

Pepe Gutiérrez-Álvarez, en facebook, el 12 de noviembre de 2017, escribió:"Siete días de enero" fue sin duda la última película de Bardem. Es de visión obligatoria para cualquiera que no viva en el país de la indiferencia. Se ajusta minuto a minuto a los hechos siguiendo una investigación exhaustiva del periodista Gregorio Morán, responsable del guión junto con un Bardem que recuperaba el pulso perdido. Ambos ofrecen un thriller duro y compacto sin concesiones. A pesar de su larga duración, la película mantiene el ritmo siguiendo las pautas del mejor cine político o, mejor dicho, de denuncia. Su revisión nos permite comprobar que “Siete días de enero” (España, 1978) no envejece. Al contrario, que ha ganado. Se nota que Bardem conocía bien su oficio. Tanto la sencillez a la que le obligó la parquedad de medios como la estética documental colaboran en crear un ambiente de plena autenticidad, los escenarios son los escenarios de los hechos, ninguna imagen es decorativa y ningún plano está de más. Todo encaja en una planificación en el que la indignación y la contención se equilibran, hay un buen equipo técnico, los actores se ajustan a los personajes (inolvidable José Manuel Cervino), si bien se nota la falta de presupuesto. Igualmente hay que destacar el uso de la luz natural, que excluye cualquier atisbo de juego retórico. La película fue sin duda un acto militante, lo declaró sin tapujo su propio autor cuando declaró en el Mundo Obrero de enero de 2002: «Hice la película porque consideré –y considero– que era mi deber como ciudadano, como cineasta y como comunista».

Nota Dom Dic 18, 2022 5:37 pm
Juan Antonio Bardem, en «Por qué hice "Siete días de enero"», en Mundo Obrero, en enero de 2002, escribió:La respuesta es bien sencilla. Hice la película porque consideré -y considero- que era mi deber como ciudadano, como cineasta y como comunista. Desde el principio tuve la impagable colaboración del camarada entonces Gregorio Morán, un formidable periodista de investigación. También desde el principio, conté con la colaboración de los abogados que se ocupaban del caso. Hablo de José Luis Núñez, de los entonces camaradas José María Mohedano, Cristina Almeida y Jaime Sartorius.

La noche del asesinato el 24 de enero yo era el enlace "oficioso" entre el PCE y el Gobierno Suárez, a través del Gobernador Civil, Juan José Rosón. A las tres de la mañana estuvimos reunidos Rosón, yo y Paco Romero Marín analizando la situación. Rosón se despidió de nosotros. Absolutamente demudado. "No sé cuántas reuniones de militares hay en este momento en Madrid". Es decir, se estaba gestando una "noche de los cuchillos largos", pero a la inversa. Al día siguiente aparecía más tranquilo.

Gregorio Morán y yo hicimos dos versiones del guión y nos decantamos por la segunda. Cuando el guión de "7 días" estuvo terminado ya, invité a cenar a mi casa tanto a los abogados del sumario, como a los supervivientes de la matanza que quisieron asistir. Vinieron sólo Dolores González, viuda de Paco Sauquillo, y Sarabia. Leí el guión a todos. No leo mal y el resultado fue un momento de gran emoción y tensión. Se originó una discusión política. A Cristina Almeida no le parecía oportuno hacer la película entonces, le reté a que dijera cuándo, según ella, sería oportuno hacerlo.

Tuve que viajar a Estocolmo, invitado por la Filmoteca Sueca y llevé allí una copia de "Hasta siempre en la libertad", un film del Colectivo de Cine de Madrid y, básicamente, de Andrés Linares. Allí, en Estocolmo, estaba como Secretario de Embajada Benavides, hermano menor del camarada asesinado en Atocha José Mario Benavides, que pudo ver la película del Colectivo.

Tuve el pudor de no filmar el despacho laboralista de Atocha 55. Manuela Carmena nos prestó el mobiliario del despacho y los carteles que decoraban las paredes. Utilizamos un despacho de CC.OO. también en la calle Atocha.

Yo no buscaba el "escándalo" de la sangre. Y todo el equipo fue consciente del momento histórico de reproducir el asesinato. Hice intervenir (haciendo de él mismo) a Joaquín Navarro, que era el líder de la huelga de transporte municipal de Madrid.

Cuando la película estuvo terminada, hice un primer pase de ella sólo para los supervivientes y familiares de las víctimas. Allí estaba Benavides acompañado del abogado de la familia, José María Stampa Braun. Estaban allí para fiscalizar la película y actuar en consecuencia. Al terminar la proyección hubo un silencio que duró siglos, hasta que Lola González se levantó para abrazarme y felicitarme. Después de la capilla ardiente en el Colegio de abogados, conseguí que Rosón nos diese permiso para que el cortejo fúnebre pudiese llegar desde las Salesas hasta la calle Génova. El servicio de orden lo hicimos nosotros, los comunistas. Los Benavides ya se habían llevado el féretro de José María a sus tierras de Jaén. También la familia de Serafín Holgado se había llevado su féretro a su país natal.

Andando el tiempo se estableció la costumbre de hacer un acto conmemorativo en el Colegio de Abogados. En el último que yo recuerdo, se pretendió "descomunistizar" esa efeméride, sobre todo por parte de Cristina Almeida, ya tránsfuga del PCE al PDNI. Las víctimas de Atocha eran luchadores por la libertad y la democracia. Pero también eran comunistas. Así lo hizo ver y lo señaló el abogado Jaime Miralles. La adscripción política de las víctimas de Atocha era fundamental para dar a ese acto su verdadero significado.

Lola González vino a saludarme y darme la razón, si no hubiera hecho la película "entonces", hoy no hubiese sido posible.

El estreno del film, con la provocación constante de los Guerrilleros de Cristo Rey, se convirtió en un acto militante.


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