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ROSSANDA, Rossana (1924-2020)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Rossana Rossanda

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(wikipedia | dialnet | rebelión)


Introducción

Pola, actualmente en Croacia, 23 de abril de 1924. Periodista y militante comunista italiana.

Alumna del filósofo italiano Antonio Banfi, siendo muy joven participó en la Resistencia partisana y, al terminar la Segunda guerra mundial, se inscribió en el Partido Comunista Italiano. En poco tiempo, gracias en parte a su profunda cultura, es nombrada por Palmiro Togliatti responsable de política cultural del PCI. En 1963 es elegida por primera vez para la Cámara de los Diputados italiana.

En 1968 publicó un pequeño ensayo, titulado L'anno degli studenti ("El año de los estudiantes"), en el que afirmaba su adhesión al movimiento de la respuesta juvenil, que se desarrolla precisamente en aquel año. Contraria al socialismo real de la Unión Soviética, junto a Luigi Pintor, Valentino Parlato y Lucio Magri contribuyó al nacimiento de Il Manifesto, que fue tanto un partido como un diario. A pesar de la opinión contraria de Enrico Berlinguer, Rossanda fue expulsada del PCI tras el XII Congreso nacional celebrado en Bolonia.

En 1976 el partido Manifesto obtiene sólo el 0,8% de los votos, y, debido en parte a la derrota electoral, se unificó con el PdUP, es decir, con las partes del PSIUP y del MPL que no habían aceptado unirse al PCI o al PSI tras la derrota electoral de 1972, dando vida al PdUP per il Comunismo, del cual fue cofundadora. Después de haber sido directora del periódico Manifesto, Rossanda abandonó la política activa para dedicarse principalmente al periodismo y a la literatura, no abandonando, sin embargo, el debate político y la reflexión sobre el movimiento obrero y sobre el movimiento feminista italiano.

Es parte del Consejo Editorial de Sin Permiso desde 2008.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo





Artículos



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Nota Sab Mar 27, 2010 4:10 am
Recursos de apoyo

    entrevista amb Rossanda (Vilaweb Televisió el 6 de mayo de 2008) [V.O. subtitulada en catalán]

Nota Sab Mar 27, 2010 4:10 am
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/saber ... is-70.html



Entrevista: Rossana Rossanda, histórica militente comunista italiana

Ni los movimientos ni la izquierda institucional han superado la crisis de los '70


Portada



Giuseppe Maio / Madrid

Diagonal, nº 78, jueves 15 de mayo de 2008.




Rossana Rossanda (1924), activista, periodista, ex directora del diario comunista Il Manifesto y escritora, es una de las grandes referencias de la izquierda anticapitalista italiana y europea del siglo XX. Alejada de la política activa, Rossana, que sigue colaborando con Il Manifesto, no ha abandonando el debate político y la reflexión sobre el movimiento obrero.

Participa en la resistencia partisana antifascista y al terminar la II Guerra Mundial se apunta al Partido Comunista Italiano (PCI), del que será nombrada responsable de política cultural. En 1963 es elegida por primera vez diputada. Expulsada en 1969 junto a un grupo de militantes, participa en el nacimiento de Il Manifesto, que en sus inicios será tanto una organización política como una revista mensual. En 1971, la publicación se transforma en diario, del que Rossanda será directora durante muchos años–. Tras 37 años de accidentada existencia, el periódico se mantiene como una de las pocas voces críticas de gran difusión –tiene unos 40.000 lectores– y prestigio que quedan hoy en Italia. Aprovechando su participación en el seminario "Los Años Salvajes. Del 68 a la autonomía obrera", organizado por el colectivo Traficantes de Sueños, la entrevistamos para DIAGONAL.

DIAGONAL: Has escrito: “¿Cómo aguantar que la mayoría entre los que nacen, no tengan ni la posibilidad de pensar quiénes son, qué harán de sí? O hay un Dios terrible quien te pone a prueba y compensa en el más allá o no se puede aceptar... por eso no había dejado el PCI en 1948 ni en 1956. Los comunistas eran los únicos en negar la inevitabilidad del no-humano”. ¿Sigues conforme con aquella elección?

ROSSANA ROSSANDA: La intolerabilidad de la condición humana actual me parece aún mayor. No sé si las elecciones y opciones tomadas para cambiarla fueron las adecuadas. Lo digo por cómo han acabado los comunismos. Ciertamente no. Pero no conozco otras que hayan acabado mejor. Hay una apuesta en el sentido de Pascal, un pari, en el tomar una elección comunista. “Et s’il etait à refaire, je referais ce chemin”. [Y si hubiese que rehacerlo, reharía este camino].

D.: Algunos expulsados del PCI y tú misma habéis sido una referencia de peso. ¿Existe hoy un espacio para el intelectual político, que no sea trabajo cultural precario y de opinión?

R.R.: Creo que sí: hay que repensar muchas cosas, y hace falta cultura, disposición para interrogarse e investigar. Tenemos que preguntarnos por qué los intentos de revolución del siglo XX han fracasado... La opinión es superficial, manejable, volátil.

D.: Entre las heterodoxias comunistas de los ‘60 está el obrerismo. Muchos intelectuales comunistas participaron en esta corriente: Panzieri, Tronti, Negri, Bologna, Salvati, etc. ¿Cuál fue entonces su posición respecto al obrerismo y a su propuesta teórica?

R.R.: El obrerismo fue también una corriente interna tolerada por el PCI mientras nos expulsaba. Esto no favorecía un entendimiento. Aún ahora lo encuentro, con la distancia, más interesado en el sujeto antagonista que en el funcionamiento del capital, y para mí ésta es una diferencia fundamental.

D.: Las luchas obreras de los ‘60, que aparecieron por primera vez en los sucesos de Piazza Statuto en 1962 –motín protagonizado por jóvenes obreros que culminó con el saqueo de la sede de un sindicato denunciado por amarillo–, se oponían a la actitud conciliadora de los sindicatos. ¿Es el inicio del fin del sindicato?

R.R.: No es del todo cierto. Plaza Statuto había estallado fuera del sindicato, pero la CGIL [el sindicato mayoritario bajo la influencia del PCI] y parte de la CISL (el sindicato de la metalurgia, FLM), sindicato bajo la influencia socialista, acabó por recoger gran parte de la nueva composición obrera y la retuvo al menos hasta el 1976. Los momentos y las temporalidades, los tiempos del declinar son distintos en la CGIL (la FIOM, federación del metal, es todavía muy fuerte) y entre CGIL y PCI. Solamente ahora la crisis de la CGIL puede producirse totalmente. Pero no desde planteamientos de izquierda. Muy al contrario. Es la Liga Norte de Bossi la que se está convirtiendo en el contenedor obrero más importante hoy en día.

D.: Entre las contradicciones abiertas por la cultura del ‘68, está la del partido. Hoy la forma-partido parece definitivamente eclipsarse.

R.R.: Hace falta una organización fuerte para enfrentarse e incidir en el dominio capitalista mundial. Y es desde la investigación sobre este dominio que es preciso volver a empezar. ¿Cuál es hoy el “bloque histórico de los explotados oprimidos”? ¿Cuáles son los paradigmas de análisis? No creo en la formación espontánea de las multitudes. Fue uno de mis errores en 1968.

Realmente el problema del PCI, lo que dio lugar a nuestra expulsión, es que no comprendió el ‘68, lo que estaba sucediendo, el nuevo sujeto que estaba emergiendo. El viejo modelo de la teorización gramsciana del bloque social que, de alguna manera, inspiraba al partido, el bloque obrero- campesino-intelectual, no tenía lugar para la avalancha de estos nuevos estratos aculturales estudiantiles con altos niveles de formación intelectual, estos jóvenes obreros. A partir de ahí, se iniciaron una serie de procesos que ni subjetiva ni objetivamente el PCI y otros lograron comprender desde la izquierda.

El ‘68 en general tuvo un componente obrero muy importante, cosa que hoy no se oye por ninguna parte. En Italia, la ocupación de las fábricas no fue cosa de diez días como en Francia, sino fue todo un otoño, el “otoño caliente del ‘69”, y tuvo profundas consecuencias, no sólo por la propia onda de ocupaciones, sino también por las modificaciones que logró introducir. En el ‘73 se firman los convenios colectivos fruto de las correlaciones de fuerzas logradas en el ‘69 y con las ocupaciones que se producen ese mismo año. Se logran aumentos salariales tremendos y cambios en las normativas.

Se logra que no se juegue tanto con la salud en los tajos –por ejemplo, que en vez de que se pagase un plus de peligrosidad, desaparezcan los trabajos peligrosos gracias a cambios tecnológicos–, se consiguen 150 horas anuales para la formación cultural, pagadas por la empresa, de cada trabajador. No una formación profesional, sino lo que los trabajadores pidiesen, lo que dio lugar a toda una enorme serie de seminarios, espacios de autoformación y debates en las empresas.

La incapacidad para comprender el ‘68 y los ‘70, de los partidos comunistas y de la izquierda institucional, esa pérdida paulatina de contacto con la realidad, se prolonga en los ‘80 e incluso más lejos. En 1979 se vuelve a producir una ocupación en la Fiat, y en está ocasión Berlinguer, secretario general del PCI acude a solidarizarse con los obreros, pero llega diez años tarde. En política, como en las citas amorosas, si llegas con diez años de retraso lo normal es que no encuentres a nadie. Otro tanto ocurre con los movimientos de la izquierda radical que desde mediados de los ‘70 viven todo un proceso de fusiones, escisiones, expulsiones y de crisis interna que da lugar a su erosión, debilitamiento y finalmente, desaparición en los ‘80. Yo participé en este proceso. Parte del grupo Il Manifesto se salió e intento volver al PCI tras el asesinato de Moro...


Marxismo y crisis

D.: Has denunciado últimamente que la izquierda está falta de “anticapitalismo”...

R.R.: El movimiento comunista ha sido el cauce más amplio de protesta y de lucha del siglo pasado. Pero ha sido muy poco marxista: muy rápidamente ha dejado de interrogarse sobre como el capitalismo reaccionaba y evolucionaba. Y cuando ha llegado al poder también ha dejado de preguntarse sobre la estructuración no autoritaria del Estado, o sobre el sistema de relaciones que tenía que sustituirle. Ha caído en estos dos puntos.

Hoy, ni la izquierda institucional ni los movimientos han superado la crisis de los ‘70 en tanto que falta ese marco analítico, esa capacidad de comprender. Lo que es aprovechado por las clases dominantes, por el capitalismo, que a finales de los ‘70 lanza un proceso de reestructuración increíble que afecta a toda la sociedad. Dicho proceso alteró los modelos de propiedad, la organización del trabajo, las formas de organizarse, la tecnología, dando lugar a una descomposición de la subjetividad que desde todas las declinaciones de la izquierda no se ha logrado superar. Si nos remitimos a los datos objetivos, las agresiones del capital nunca han sido tan fuertes como ahora y no parece que vaya a cesar en su ofensiva. Por ejemplo, que un fascista ocupe la alcaldía de Roma, hace años hubiera sido impensable. Esta desestructuración por parte del capital no ha tenido un correlato por parte de los movimientos ni parece que vaya a haber una respuesta inmediata y fuerte. Habría que preguntarse el porqué. Y por ello no me siento muy feliz con mi trayectoria política.

Pero insisto: los movimientos no han sido derrotados por la represión, esta no hace mella y suele ser inútil en los ellos cuando están fuertes, sino que han sido derrotados por su incapacidad de producir formas de organización estables, de ponerse en contacto, de entenderse. Hoy, como siempre sucede con los derrotados, sospechamos los unos de los otros, somos desconfiados y quisquillosos, sin ganas de juntarnos y de organizarnos. Animo a las experiencias actuales a salirse de esa concepción. No creo que yo vaya a ver ya la transformación radical del mundo, pero me gustaría ver una respuesta a esta ofensiva.

D.: ¿Cómo describiría su trayectoria de periodista en la historia política italiana?

R.R.: Me he convertido en periodista tarde y sólo para “hacer política”. Desde 1993 no estoy en la dirección del diario. Escribo en él. Me quieren como a una madre algo pesada.





“La derrota de los grupos armados no se produce únicamente por la represión”

D.: En 1976, los movimientos se dividen ásperamente y se van formando los grupos armados. ¿Nos puedes hablar del “álbum de familia”, cuando afirmaste que las Brigadas Rojas (BR) buscaban el espacio dejado desierto por la falta de oposición del PCI a la Democracia Cristiana (DC)?

R.R.: La del “álbum de familia” ha sido una cita hinchada por los media para acusar el PCI de ser, ocultamente, padre de las BR. Yo escribí, polemizando con quien había exclamado “¡aquí está la herencia del ‘68!”, que no era así. Era una herencia no del ‘68, sino de la tradición del PCI. Si le añades un error de imprenta –en lugar de “una larga tradición militante” salió “militar”– y tienes la raíz del lío. Me percaté meses después. Una historia ridícula.

Cuando las BR ejecutan a Moro, el 9 de mayo de 1978, no tienen la fuerza política de dejarlo libre, lo que hubiera desencadenado una enorme crisis del régimen. Su ejecución supone el inicio de la crisis del propio proyecto militar de las BR y detrás, al resto de los grupos armados, que fueron unos 480 a mediados de los ‘70, aunque sólo cinco o seis fueran realmente ‘importantes’.

Si tras matar al personaje más importante de la república italiana en ese momento, no se produce ningún tipo de movimiento, crisis o ruptura en la maquinaria estatal, ¿qué espacio te queda? Parece que la hipótesis política que hay detrás no estaba comprendiendo bien lo que estaba sucediendo. En ese sentido, la crisis de las BR que se inicia en el ‘78 con la muerte de Moro se prolonga ya de forma terminal en los ‘80. Los grupos armados siguen actuando durante los años siguientes, pero está claro que han perdido la brújula estratégica, el contacto con la realidad.

Es importante tener en cuenta que esa derrota de los grupos armados y en general de la movilización radical, de los movimientos, no se produce únicamente por la represión policial, sino por la falta de ligazón con la realidad social en la que están operando. El fenómeno de los arrepentidos de las BR es un signo, no del poder del Estado a través de la infiltración policial, sino de la descomposición interna, de la crisis del proyecto político que anima la lucha armada.


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