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LAZZARATO, Maurizio

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LAZZARATO, Maurizio

Nota Vie Feb 05, 2010 9:30 am
Maurizio Lazzarato

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

Sociólogo independiente, este pensador italiano radicado en París es conocido sobre todo por sus investigaciones sobre el capitalismo cognitivo, el trabajo inmaterial y la aparición de los llamados movimientos ‘post-socialistas’.

Fue colaborador de la revista Futur antérieur y es uno de los fundadores de Multitudes, a cuyo consejo de redacción pertenece.





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Nota Vie Feb 05, 2010 9:31 am
fuente: http://aleph-arts.org/pens/lazzarato.html


¿Qué posibilidades existen actualmente en la esfera pública?



Maurizio Lazzarato

Atlántica Internacional, revista de arte y pensamiento, nº 23, verano 1999




Cuando tratamos de imaginar una acción posible en la esfera pública del post-fordismo nos encontramos en una situación completamente nueva. Las modernas distinciones entre acción instrumental (acción para conseguir un cierto resultado y que, para simplificar en el siguiente texto, identificamos con trabajo), acción política (acción en respuesta a la acción de los demás) y acción artística (acción en la que el trabajo resultante queda vinculado al abierto e indeterminado proceso creativo) han dejado de existir [1].

Las condiciones para producción económica, creación artística y acción política han entrado en una zona de indiferencia donde aparecen vinculadas a través de una serie de presuposiciones recíprocas.

Creo que esta nueva situación se basa en el hecho de que el trabajo ya no representa una práctica especial, distinta, estructurada según otros criterios y procedimientos que no sean la práctica artística y política. El trabajo tiende a expresarse a través de los poderes de deseo, los poderes de pensamiento y la aplicación de las facultades humanas genéricas: lenguaje, memoria, competencias éticas y estéticas y la capacidad de abstracción y aprendizaje. De esta manera, desde un punto de vista formal, el trabajo no sólo produce objetos-mercancía, sino también relaciones sociales, formas de vida, y modos de subjetivación.

En filosofía y sociología contemporáneas, la crisis del concepto de acción sólo describe el resultado de una lucha secular dirigida contra el salario de trabajo, es decir, contra el hecho de que la actividad de la mayoría de la población quede reducida a la ejecución de tareas impuestas (para acción instrumental) para fines ajenos a los propios trabajadores.

En el post-fordismo ha habido cambios radicales no sólo en las condiciones que definen acción política, trabajo y creación artística, sino también en los modos de subjetivación correspondientes a estas formas de acción: el trabajador, el ciudadano, el artista.

En el Occidente capitalista y socialista, trabajo ha representado durante mucho tiempo no sólo la forma del “sujeto productivo” sino también el modelo hegemónico de subjetivación que sustenta identidad, el sentido de pertenencia y las visiones del mundo. Socialismo y capitalismo han utilizado trabajo y clases sociales como formas de regular, organizar y crear jerarquías en sociedad.

A partir de los años sesenta, la lucha contra la explotación económica ha estado acompañada por un rechazo radical por parte de mujeres, jóvenes, inmigrantes, minorías diversas y gente del Tercer Mundo a aceptar un “devenir” basado en el modelo “mayoría” de “varón, blanco, profesional, entre 35 y 50 años, residente en la ciudad...”. En ese periodo, desempeñaron un papel cada vez más importante acciones emprendidas contra formas de sometimiento que afectaban a la vida cotidiana, clasificando individuos en categorías, proporcionándoles ciertas formas de percepción, sexualidad y afecto con el fin de reproducir la mano de obra. Desde entonces el sistema de clases como un modelo de acción y subjetivación ha entrado en un proceso de disolución y crisis irreversible. La coherencia que el trabajo aseguraba entre producción económica, acción política y modos de subjetivación ha dado paso a la aparición de una multiplicidad de nuevos comportamientos, formas de vida, objetivos, y visiones del mundo, que carecterizan lo que llamamos la multitud. La multiplicidad y heterogeneidad de formas de vida y modos de subjetivación ya no tiende a quedar expresada a través de la generalidad y la abstracción de las clases sociales.

Para entender las nuevas formas de acción posibles actualmente tenemos que abandonar este fenómeno de los años sesenta, aunque no ignorarlo. Las nuevas formas de acción, expresadas por movimientos sociales o prácticas más moleculares, articulan con la misma estrategia lo que antes había estado separado en la sociedad de trabajo. En Francia, las luchas de los parados, trabajadores de la sanidad, trabajadores de espectáculos y prácticas micropolíticas en general expresan simultánea o alternativamente acciones económicas, aspiraciones políticas, y estrategias comunes que conforman estrategias contra los aparatos de sometimiento y buscan nuevas formas de subjetivación.

Estas luchas sociales y comportamientos “invisibles” implican a la vez confrontaciones molares con los aparatos de poder y estrategias de retirada, lucha y embaucamiento. En el mismo sentido, articulan alternativamente estrategias de separación y “mediación”, como también de negociación y ruptura. Estos comportamientos aparecen y desaparecen en el espacio público según lógicas que escapan a las reglas de “representación”. Utilizando la terminología de Hirscham podríamos decir que emplean, de manera imprevisible, ambos sentidos de la palabra francesa “voie”: tanto la “voz” (en controversia) como la “salida” (en retirada y lucha). Sus objetivos no son la representación ni la incautación del poder (ni violentamente, en línea con la tradición comunista, ni pacíficamente de acuerdo con la tradición socialdemócrata), sino la constitución de nuevas relaciones sociales y nuevas sensibilidades.

La multitud actúa en una esfera pública regida por mecanismos políticos que funcionan a través de la representación y que se organizan según los principios de universalidad. El “ciudadano” y el “trabajador” son formas de individualización totalmente ajenas a las acciones de la multitud. No hay lugar en la esfera de representación para mujeres, parados, trabajadores precarios, homosexuales, inmigrantes, y todos los que no se ajusten a las modalidades aplicadas en el paradigma de “mayoría”. Las nuevas formas de acción no se dirigen directamente a la universalidad sino a la singularización, no operan hacia una reorganización general, sino hacia una transversalidad que pretende determinar los pasajes y traslaciones entre diferentes formas de vida y comportamientos.

Esta breve fenomenología de acción en el pos-Fordismo suscita más preguntas que respuestas. ¿Cómo definir un espacio dividido en diferentes prácticas dirigidas todas a la singularización? ¿Donde está el “fondo común” de la multitud? ¿Cómo establecer un espacio público que sea propicio al desarrollo paralelo de multiplicidad y singularidad? ¿Qué tipo de nuevas relaciones existen entre estrategias moleculares y molares?

La extraña revolución de 1968 integraba acción política y estética en trabajo; eliminaba la separación entre tiempo de vida y tiempo de trabajo; desplazaba la distinción entre ejecución y creación, y redefinía la relación entre fábrica y sociedad. Minaba definitivamente el papel de salario como sujeto de producción y política. Paradójicamente, éste es precisamente el punto por el que tenemos que empezar para poder definir las condiciones de acción posible en el pos-fordismo, y especialmente para analizar fenómenos como desempleo y pobreza. Nos arriesgamos a interpretar mal la definición de acción posible si no comenzamos con la desestructuración de la sociedad de trabajo, que es deseada y practicada subjetivamente a través de una multiplicidad de acciones y temas.

En el Occidente capitalista, pobreza y desempleo no son el resultado, utilizando el lenguaje de Keynes, de una economía de escasez sino de una economía de abundancia. Pobreza y desempleo no son el resultado de un desarrollo insuficiente, sino más bien excesivo. No son el resultado de la carencia de normas y regulaciones, sino de los poderes e influencia del mercado y el Estado.

La lucha contra la acción instrumental mostraba que era posible sacar el trabajo del dominio de la necesidad y transferirlo al dominio de la creatividad. La reintroducción de necesidad a través del desempleo, inseguridad en el trabajo y pobreza procede de una voluntad política de dominar, porque negocios, mercado y Estado sólo pueden encontrar su legitimación en la necesidad. ¿De qué otro modo podemos explicar el hecho de que desde el comienzo de la “crisis” de los años setenta la riqueza se ha más que duplicado en los países occidentales al tiempo que desempleo, pobreza, y precariedad laboral se han convertido en fenómeno de masas? Mercado, negocios y Estado imponen modos de coordinación que limitan la variedad de las formas de cooperación e ignoran la naturaleza de las fuerzas productivas de la multitud, ya que sólo funcionan a través de la producción, distribución y consumo de “bienes escasos”.

Pero, ¿pueden conocimiento e inteligencia, los motores para la futura Economía, definirse como bienes “escasos”? Sólo la voluntad para acumular, la voluntad para controlar la producción y circulación de conocimiento de los negocios y el Estado pueden definir estos “productos” como mercancías o bienes escasos. Los problemas de desempleo, precariedad laboral y pobreza sólo pueden resolverse cuando la “información económica” se estructure según los principios económicos de “abundancia”; en otras palabras, según la libre producción, libre circulación y apropiación colectiva de esta producción, que simultáneamente implica a lo más singular y a lo más social de todos nosotros.

Los dos problemas están fuertemente vinculados, ya que lo que está en juego es precisamente la forma de creatividad, actividad y modos de expresión. Desde este punto de vista, las acciones del trabajador, el ciudadano y el artista tienen que experimentar una completa metamorfosis.





Notas al pie de página:

    [1] Ni la distinción de Habermas entre “racionalidad instrumental” y “racionalidad comunicativa”, como tampoco la de Hannah Arendt entre “empleo, trabajo y acción”, pueden explicar las nuevas formas de acción.


Nota Sab Sep 25, 2010 11:12 am
fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/o ... es-y-renta


Observaciones sobre el neoliberalismo: pensiones y renta



Samuel

Quilombo // 24 de septiembre de 2010




Suele analizarse el neoliberalismo solamente como un tipo de política económica -que tiende a confundirse, además, con el capitalismo- cuando en realidad constituye todo un dispositivo de gobierno. Que haya entrado en crisis no significa que sus impulsores hayan encontrado otras fórmulas, viendo el tipo de reformas que se están impulsando con bastante agresividad. En Francia tuvo lugar ayer la quinta huelga general contra la reforma del sistema de pensiones y el retraso en la edad de la jubilación. Esta semana también se han producido protestas en República Checa, Grecia, Rumanía o Polonia. En España todo parece girar en torno a la huelga general del próximo día 29 de septiembre, en protesta por la reforma laboral que aprobó el gobierno, aunque hace tiempo que proliferan pequeñas huelgas sectoriales, movilizaciones y marchas que encuentran menor eco en los medios. Más que hacer campaña -que también- por la participación en la jornada de huelga general, que apoyo y que me parece necesaria (pero insuficiente), me gustaría incluir aquí algunas reflexiones teóricas que hecho en falta en estos días.

Maurizio Lazzarato, en Expérimentations politiques (ed. Amsterdam, 2009), aporta interesantes observaciones sobre el significado de ese "gobierno de las desigualdades" que es el neoliberalismo. Así que aprovechando las protestas francesas de ayer, comenzaré hoy por traducir e incluir el siguiente extracto, a propósito de las pensiones (los subrayados son míos):



imagen"La financiarización de la economía forma parte seguramente de los dispositivos de gobierno de las conductas porque diseña una nueva alianza o una nueva forma de integración entre capital y trabajo, que ya no se funda en el empleo, la redistribución de las ganancias de productividad y en la protección social, sino en el accionariado y en el ahorro.

El acto de nacimiento del neoliberalismo lo representa el giro monetarista de la administación estadounidense y de la Reserva Federal que, al multiplicar los dispositivos de captación del ahorro, lo han dirigido a la financiación de la empresa y de la economía a través de la bolsa. La "revolución silenciosa" de los fondos de pensión de los trabajadores (obreros y empleados), es decir, la inversión del ahorro salarial en la economía de mercado, constituye lo esencial, desde el punto de vista del gobierno de las conductas, del giro monetarista. La movilización de los fondos de pensión hacia la inversión bursátil, por ejemplo, tiene un objetivo muy preciso: se trata de eliminar "la separación entre capital y trabajo, implícita en la forma del salario fordista, al ligar estrictamente el ahorro de los trabajadores al proceso de transformación-reestructuración capitalistas" (Christian Marazzi). La nueva alianza estadounidense entre fracciones del capital y componentes del trabajo asalariado ya no se opera a partir del reparto de las ganancias de productividad que libera la industria ni por la seguridad del empleo o por el consumo, como sucedía durante el fordismo, sino se hace a partir del reparto de las ganancias de rentabilidad que libera la bolsa (es decir, por el ahorro).

Lo que nos interesa más concretamente en esta transformación neoliberal es el hecho de que la "revolución" de los fondos de pensión se abriera por la crisis fiscal del Estado de Nueva York en los años 1974-75, es decir, por una crisis de la regulación social (y no solamente industrial) del capitalismo. Los fondos de pensión de los empleados públicos se utilizaron para financiar el déficit del welfare del Estado de Nueva York, por lo que los sindicatos sustituían de este modo a los inversores tradicionales del gasto público. La crisis, antes de ser industrial, es social, y es a partir de ella que se inventaron las técnicas y los dispositivos capaces de gestionarla. La inversión del ahorro de los empleados para reabsorber el déficit del Estado-Providencia de Nueva York alcanzó un doble objetivo político: implicar a los empleados en la regulación de los gastos sociales (por medio del chantaje del déficit) y cortar la hierba bajo los pies de una posible alianza entre los "asistidos" (pobres, parados, madres solteras, jóvenes, etc.) y los funcionarios de los servicios de protección social.

La desproletarización que los ordo-liberales alemanes deseaban (construcción de pequeñas unidades de producción, ayudas al acceso de la propiedad de su vivienda, accionariado "popular", etc.) se realiza aquí primero por una nueva gestión del ahorro de los trabajadores con contrato de duración indeterminada. En esta perspectiva, la intención de los neoliberales es, desde los ordo-liberales alemanes, siempre la misma: "un asalariado igualmente capitalista ya no es un proletario", con independencia del hecho de la "salarización creciente de la economía".

Estas políticas ejercen un poder cierto sobre las conductas de los asalariados pues les dividen en su interior al volverles "esquizofrénicos": el asalariado y el ahorrador, aunque se confundan en la misma persona, no comparten necesariamente la misma racionalidad. El capitalismo accionarial traza nuevas divisiones y nuevas desigualdades que, al hacer estallar la solidaridad de clase, hunden las políticas sindicales tradicionales en la impotencia y les obligan a una actitud exclusivamente defensiva. Las reestructuraciones, los despidos, las deslocalizaciones, el aumento de la productividad en una empresa cuyos riesgos están a cargo de los asalariados son dirigidos por la inversión de fondos de pensiones que detentan otros asalariados.

Este análisis de los fondos de pensiones hace aparecer un nuevo terreno de lucha, que no debe limitarse a la defensa de las conquistas sociales del fordismo. Porque las políticas neoliberales introducen una importante novedad que hay que saber volver contra el mismo neoliberalismo: el capitalismo accionarial promueve y generaliza la desconexión del ingreso y del empleo, de la renta y del trabajo. El objetivo de una restauración del valor trabajo, que el presidente Sarkozy ha sabido imponer, es absolutamente ridículo y falaz en un capitalismo que favorece sistemáticamente la renta financiera, petrolera, inmobiliaria, la renta de los derechos de autor (la continuación lógica del restablecimiento de la renta es la herencia - exactamente lo contrario del principio de meritocracia que preconizan los neoliberales, como muestran las primeras medidas económicas de Sarkozy). Es esta desconexión la que hay que aprender a "poner del revés" para abrir la posibilidad de nuevas formas de socialización y de mutualización. Lo que hay que generalizar no es el empleo, sino la disyunción que el capitalismo accionarial querría reservar solamente a los propietarios del capital".

Nota Mar Sep 28, 2010 1:21 pm
fuente: http://www.javierortiz.net/voz/samuel/o ... o-y-empleo


Observaciones sobre el neoliberalismo: paro, trabajo y empleo



Samuel

Quilombo // 26 de septiembre de 2010




Más observaciones sobre el neoliberalismo a cargo del sociólogo Maurizio Lazzarato (Expérimentations politiques, 2009). Una estrategia que, insisto, ha entrado en quiebra estos últimos años, por más que en Europa sus promotores se empeñen en llevarla hasta sus últimas consecuencias. En esta ocasión, sobre las cuestiones del empleo y del paro:



"Para comprender el funcionamiento de la estrategia neoliberal de gobierno, puede ser interesante compararla a la de una gran parte de la izquierda política y sindical. Ésta "piensa" y "actúa" a menudo a partir de una norma única, el contrato de trabajo indefinido [en Francia, de duración indeterminada (CDI)], que quiere generalizar a toda la población.

Los patrones y el Estado, pero también todos los gobiernos que se han sucedido desde hace treinta años, actúan y piensan siguiendo otra lógica: reparar, construir y consolidar una multiplicidad de "normalidades" (paro, precariedad, tiempo parcial, sistema salarial y contrato indefinido con plan de ahorro salarial, etc.). El gobierno de estas "normalidades diferenciales" no tiene como objetivo reconducirlas al modelo, a la norma del contrato indefinido sino (...) mantenerlas en un estado de "igual desigualdad", de competencia, de favorecer las diferencias de situación para perpetuar una inseguridad y una incertidumbre "movilizadoras".

(...)

Las políticas actuales de empleo y las políticas de "workfare" (que buscan forzar e incitar al empleo a quienes reciben ayudas sociales) son políticas que introducen, en diversos grados, inseguridad, inestabilidad, incertidumbre, la precariedad económica y existencial en la vida de los individuos. Ellas intranquilizan no sólo la vida de los individuos sino también su relación con todas las instituciones que hasta entonces les protegían. Es cierto que la inseguridad del parado y del precario no es la misma que la del empleado de una gran multinacional, con plan de ahorro salarial y participación financiera en los beneficios, pero sí que hay un diferencial de miedos que van de un lado a otro de un continuo. ¿Cómo explicar, si no, este sentimiento de inseguridad generalizado (y no sólo económico) que reina en una sociedad que sin embargo nunca había estado tan "protegida"?"


* * *


"La concepción del individuo como "empresario de sí mismo" supone la culminación del capital como máquina de dominación. Para Gilles Deleuze y Félix Guattari, el capital actúa como un formidable "punto de subjetivación que constituye a todas las personas como sujetos, pero mientras unos, los capitalistas, son sujetos de enunciación, los otros, los proletarios, son sujetos de enunciado sometidos a las máquinas técnicas". Con el "capital humano", podemos hablar de una realización del doble proceso de sujeción y de explotación. Por un lado, el "capital humano" lleva la individualización a su paroxismo, pues el sujeto compromete en todas sus actividades los recursos "inmateriales", afectivos y cognitivos de sí mismo. Por otro lado, las técnicas del "capital humano" conducen a la identificación de la individualización y de la explotación, pues el "empresario de sí mismo" es al mismo tiempo patrón de sí mismo y esclavo de sí mismo, capitalista y proletario. Como destaca Michel Foucault, con el neoliberalismo las prácticas de gobierno pasan del lado del individuo, de su subjetividad, de sus comportamientos y de sus estilos de vida. Así, si el análisis económico clásico se resume en el estudio de los mecanismos de la producción, de los mecanismos del intercambio y del consumo, y deja escapar así las elecciones y decisiones del mismo trabajador, los neoliberales quieren por el contrario estudiar el trabajo como conducta económica, pero como conducta económica practicada, realizada, racionalizada, calculada por quien trabaja.

Las técnicas de seguridad son de este modo procedimientos que integran sin parar nuevos elementos (los comportamientos, las reacciones, las opiniones) y nuevos saberes de expertos (médicos, psicólogos, economistas, sociólogos, asistentes sociales) que dependen del diagnóstico y, eventualmente, la enmienda de los individuos.

El seguimiento de los parados que introduce la "refundación social" de la Medef [patronal francesa, equivalente a la CEOE española] puede entenderse como una técnica de seguridad que trabaja por la transformación del individuo "excluido", del parado, del que cobra el salario mínimo, del precario desafiliado, en "capital humano", es decir, como una técnica que moviliza al individuo, sus competencias, su subjetividad, para adaptarlo a la oferta de empleo. Nos encontramos lejos de la representación ("motivadora") que las políticas de empleo dan de sí mismas porque es el instrumento disciplinar del castigo, de la obediencia, de la obligación, de la subordinación, de la culpabilidad el que se moviliza con más frecuencia, el que se reactualiza y se redespliega en las políticas de workfare (obligación de trabajar). A medida que el paro se incrusta en la realidad socioeconómica como una "enfermedad endémica", el gobierno de las conductas se apoya ampliamente en la dimensión disciplinaria, en la construcción de una lógica disciplinaria adaptada a la seguridad. El paro aparece entonces como la culpa de los parados, como una enfermedad "moral" del individuo. La sujeción pasa por la responsabilidad, o más bien, por la culpabilidad.

(...)

La noción de empleabilidad, bajo la pluma de Denis Kessler [ex vicepresidente de la patronal francesa], expresa precisamente este cambio de paradigma que se dirige directamente a la subjetividad del individuo, pues el riesgo del paro "ya no puede considerarse como independiente del comportamiento de los individuos" y de los "estilos de vida". Ser empleable significa concordar sus comportamientos y su estilo de vida con el mercado. El riesgo se califica de este modo como una mezcla compleja de "acontecimientos aleatorios y de acontecimientos más o menos previsibles, para los que las características intrínsecas de los individuos y sus comportamientos desempeñan un papel importante".

Según la "refundación social" patronal, vamos a entrar en la era del "monitoring", del "seguimiento individual" de los comportamientos y de los estilos de vida. Se conminará a los beneficiarios a que "se hagan cargo de cambios en su comportamiento" y en su manera de vivir. Ernest-Antoine Seillière [fue presidente de la patronal francesa hasta 2005], entrevistado por François Ewald, resume las nuevas funciones de la política social de la siguiente manera: "la protección social pasa así de la constitución de un derecho uniforme a la gestión de un modo de vida".

El workfare es precisamente la remodelación, la adaptación de una vieja técnica disciplinaria (el control sobre el trabajador) que actúa sobre los movimientos del cuerpo en un espacio cerrado a las exigencias de las nuevas técnicas de seguridad y de control (la monitorización, el "seguimiento individualizado") que actúan sobre la subjetividad, sobre los estilos de vida, fuera de la fábrica o de la empresa. Las políticas de workfare son un buen ejemplo de la manera de integrar y hacer funcionar las técnicas disciplinarias en dispositivos de seguridad pública, de integrar la heterogeneidad de los dispositivos de poder en una nueva modalidad de gobierno".

Nota Mar Ene 04, 2011 12:01 am
fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/dialo ... 12-20.html



Entrevista con Maurizio Lazzarato, miembro fundador de la revista Multitudes junto al filósofo Toni Negri

“Actualmente rige un capitalismo social y del deseo”


Portada



Pedro Lipcovich

Página 12 // 20 de diciembre de 2010




Lazzarato retoma a Deleuze y Guattari para un abordaje crítico del marxismo clásico que se constituya en herramienta de transformación. “Lo que se produce ya está vendido –señala–, porque antes se convirtió en objeto de deseo”.



– Usted ha desarrollado la noción de que el capitalismo es “productor de subjetividad”: ¿qué diferencia habría entre la subjetividad producida por el capitalismo en sus primeras etapas y la que produce en la actualidad?

– Actualmente rige un capitalismo social y del deseo. En la primera fase del capitalismo, se trataba ante todo de producir, y después venía el consumo. Hoy es al revés: un auto se produce después de haber sido vendido, quiero decir: después de haberse constituido como objeto de deseo. Aquí se ubican la publicidad, el marketing.


– ¿Por qué antes eso no era necesario?

– Hace un siglo, no funcionaba así. Esto empezó en Estados Unidos, y uno de los que introdujeron esta concepción del marketing fue Edward Bernays, sobrino de Freud. Es sintomático que haya sido el sobrino de Freud, fundador de la noción de deseo inconsciente, quien introdujo este pasaje en el capitalismo: construir el objeto como valor de deseo. Deseo masivo: es necesario que se lo muestre en la tele, que sea testeado por consumidores. Hace un siglo esto no se planteaba, porque los obreros no eran consumidores de lo que producían. Henry Ford fue quien, a partir del abaratamiento generado por la producción en serie, planteó: mis productos son comprados por mis obreros. Hoy en día el capitalismo, para funcionar, debe producir subjetividad, tanto en el trabajo como en el consumo. En ambos planos la subjetividad ha cambiado.


– ¿En qué cambió la subjetividad, desde la perspectiva del trabajo?

– En Occidente se piensa al trabajador como un pequeño empresario: cada individuo asume como tal el riesgo de su actividad, es responsable de lo que hace: desde el ama de casa hasta el ingeniero especializado. Cada uno debe ser autónomo, como un empresario: esto es el “capital humano”. En la antigua organización del trabajo, se trataba de una subordinación directa. Hoy la subordinación se constituye alrededor de la autonomía, el individuo lleva en sí mismo la condición de su subordinación. Esto florece bajo el último neoliberalismo. A la vez que la economía financiera pasa a preponderar, todo el mundo pasa a estar bajo esta lógica empresarial. Aun el desempleado debe rendir cuentas: cómo organiza su jornada, qué hace; se le otorga un subsidio pero, a cambio, es necesario que sea activo, que se haga responsable.


– Alguien podría plantear: ¿cuál es el problema? Está bien que la gente se haga responsable...

– Es que esta responsabilidad se plantea como si el individuo fuese culpable de su situación. En verdad la desocupación no es por falta del individuo: el sistema produce el paro. Pero se hace como si fuera su falta, se dice que no tiene ganas de trabajar, que es perezoso, que se aprovecha de la asistencia del Estado. Se lo culpabiliza.


– ¿Cómo se plantea la cuestión de la subjetividad del lado del consumidor?

– El consumidor es objeto de diferentes dispositivos de poder: la publicidad, el marketing, la televisión impulsan a las personas a construir sus objetos de deseo. El neoliberalismo, a la vez que acrecienta la desigualdad de ingresos entre las clases sociales, cada vez más empuja a las personas a consumir, como si el acceso al consumo fuese posible para todo el mundo. Los objetos de deseo, las mercancías, están siempre disponibles... en imágenes. Primero llegan las imágenes; después, las mercancías. Otra importante transformación de la subjetividad se produjo en relación con las finanzas, que son otro dispositivo de poder. El funcionamiento mundial de las finanzas, como dispositivo central del capitalismo, requiere la generalización del crédito. Hace un siglo, el crédito era para las empresas, la gente vivía de los ingresos de su trabajo. Hoy todos son impulsados hacia el crédito. En Estados Unidos hay créditos para el consumo, la educación; si uno quiere estudiar debe endeudarse, obtener un crédito. Y esto organiza la subjetividad. Un crédito es una promesa: yo voy a pagar. Durante diez, veinte años voy a pagar este crédito. ¿Cómo se puede asegurar que el crédito será respetado todo ese tiempo? A nivel legal pero también a nivel subjetivo se construyen mecanismos para garantizar que la promesa se cumpla.


– ¿Cómo sería el dispositivo a nivel individual?

– El sujeto queda tomado por la deuda. Toda su vida va a estar condicionada por la deuda. Si usted tiene una deuda a 30 años, las condiciones y los límites de su vida van a estar organizados por ese crédito. Es lo que pasa a nivel de los países: cuando la Argentina estuvo tan endeudada, los individuos y la nación estaban obligados a vivir bajo las condiciones definidas por la deuda.


– Pero, en la Argentina, la deuda pesó en forma diferente sobre los distintos sectores sociales: a muchos los perjudicó pero a algunos los benefició: hubo empresarios cuyas deudas fueron estatizadas.

– Sin duda. Es lo que pasa ahora en Europa con la crisis financiera: la deuda de bancos privados está reasegurada por la deuda pública, y los que van a pagarla serán sobre todo los menos ricos. Y hay quienes aprovechan la deuda: por definición, la aprovecha el sector financiero. En Estados Unidos, este año las empresas hicieron los mayores beneficios.


– Entonces habría dos tipos de subjetividad: esa subjetividad del deudor concerniría a un sector de la población, quizá mayoritario, pero hay otro sector que tendría otra subjetividad...

– Ciertamente. Así como en la industria están los empresarios y los obreros, en las finanzas están los acreedores y los deudores. Y los que comandan son los acreedores: los que otorgan los créditos definen las condiciones. Pero hay diferencias entre la oposición patrón-obrero y la oposición acreedor-deudor.


– ¿Qué diferencias?

– Desde cierto punto de vista es lo mismo: hay desigualdad entre patrón y obrero, como entre acreedor y deudor. El problema es que hoy los acreedores no se definen desde una clase social específica. La condición de acreedor concierne también a clase media, a obreros: los fondos de pensión se han privatizado; para su vejez, el sujeto adquiere un seguro privado. En cuanto a la subjetividad del deudor, Nietzsche trabajó la cuestión de la promesa. Dice que lo que formó al hombre civilizado no es el trabajo, ni el intercambio, sino la deuda. Porque la deuda construye un hombre que puede prometer, y puede prometer en tanto construye una memoria: yo voy a pagar porque recuerdo mi deuda. La deuda, la promesa, se han marcado en el cuerpo del individuo, como la libra de carne de El mercader de Venecia. Lo que me interesa destacar es que un individuo es al mismo tiempo trabajador, consumidor y deudor. La misma persona está presa en distintas relaciones de poder.


– A partir de conceptos de Gilles Deleuze, usted ha señalado dos formas distintas de sujeción: el sujetamiento social y la servidumbre maquínica. ¿Cómo se plantean en la fase actual del capitalismo?

Deleuze y Guattari plantearon estos conceptos en Mil mesetas, en 1980. En los años más recientes se destaca el hecho de que, a la vez que se nos demanda ser sujetos responsables, individuos soberanos, estamos presos en dispositivos maquínicos. En la empresa, se le demanda al empleado ser sujeto soberano a la vez que una parte del mecanismo. En la comunicación de masas, la persona debe ser sujeto a la vez que input-output de una red televisiva; el desocupado debe ser responsable de su situación, y a la vez no es más que una variable de ajuste en la economía. Uno está preso en dispositivos heterogéneos, contradictorios. Por una parte, se es un componente de un sistema que nos sobrepasa; por otra, se hace como si fuéramos centros de decisiones con soberanía.


– “Como si fuéramos...”, dice usted: ¿quiere decir que la verdadera situación es la otra, la maquínica?

– Sí, pero ambas funcionan juntas. Los dos dispositivos son reales. En el sistema maquínico uno está preso en tanto individuo. En la empresa, por ejemplo, están todos los componentes de mi subjetividad: mi inteligencia, mi atención, mi capacidad física, intelectual; yo quedo descompuesto en esos componentes. Es un proceso de desubjetivación, pero, al mismo tiempo, siempre va a haber una resubjetivación. Hay una imposibilidad de salir de la lógica para la cual yo soy un sujeto con objetos a mi alrededor. Cierto que, en la servidumbre maquínica, ni el hombre es sujeto ni la cosa es objeto, sino que ambos son partes de un agenciamiento. Pero el sujeto va a retornar, o bien en forma individual o bien en formas colectivas como el racismo, el fascismo.


– Esa servidumbre maquínica revertiría en formas de subjetivación.

– Sí. El capitalismo funciona a través de aquella ideología del individuo soberano, pero el individualismo ya no funciona y el nacionalismo, el machismo, el integrismo religioso, son formas de subjetivación. La hipermodernidad derrota al sujeto porque lo capta en el sistema maquínico colectivo pero, a la vez, todo el tiempo se reconstruyen neoarcaísmos. George W. Bush marcó el ascenso del integrismo religioso en Occidente; no sólo Al Qaeda es integrista. El racismo crece en Europa, particularmente en Alemania. El individualismo no basta, hace falta un sujeto colectivo y es cierto, en ese lugar podría construirse otro sujeto colectivo, pero se reconstruye el nacionalismo, el racismo.


– ¿En qué respuestas, aunque sean embrionarias o parciales, pueden vislumbrarse procesos o intentos emancipatorios?

– Ante todo, hay que decir que la crisis continuará y se profundizará. Hoy la crisis gira alrededor de las finanzas. La deuda privada se ha transferido al Estado, es decir que ya no hay otro a quien transferirla. La dificultad es que no hay modelos políticos y de emancipación que correspondan a la subjetividad actual. Hace un siglo y medio el comunismo, el socialismo, correspondían a una subjetividad real: la de la industria bajo el primer capitalismo, con los obreros, los sindicatos. Había instrumentos reales que no están más. Es necesario construirlos, y no creo que esto se haga muy pronto. Hay que pasar a otra cartografía teórica, otro instrumento distinto al que el movimiento obrero construyó entre fines del siglo XIX y principios del XX. Por otra parte, se desarrollan luchas reales. Una importante, en Francia, es la referida a la jubilación.


– La resistencia a la elevación de la edad jubilatoria...

– Sí. Se perdió, pero la forma como se dio la lucha ofrece perspectivas. Si bien la jubilación concierne a los asalariados, el proceso no se centró sólo en ellos. Tocó también a otras categorías sociales. Movilizó a estudiantes, a distintos órdenes de ciudadanos. No era una lucha sólo corporativa. Y se desplegó en la sociedad. La lucha es eficaz cuando bloquea el funcionamiento de la sociedad. Antes, para bloquear la sociedad era necesario bloquear la producción.


– Se refiere a la huelga.

– Sí. Hoy, en cambio, es necesario bloquear la sociedad para bloquear la producción: bloquear la circulación, las rutas. En este caso se bloquearon las refinerías, no había combustible para circular. Pero por el momento la acción es más inteligente que los enunciados. Todavía no hay enunciados que, en esta dirección, conciernan al conjunto de la sociedad. Y el tema de la jubilación concierne a todo el mundo. Desde hace más de 30 años, la mayoría de las personas no viven bajo la situación clásica de empleo, pero se hace como si estuviéramos en la misma situación de hace décadas. Los sindicatos todavía actúan como si se tratara de asalariados estables, pero, para las personas que se incorporaron al mercado de trabajo desde la década de los ‘70, es más difícil reunir los años de trabajo que se requieren para la jubilación. Entonces, no tienen jubilación o tienen jubilaciones muy débiles, porque durante años no trabajaron, cambiaron de trabajo, estuvieron en paro, en precariedad.


– Entonces, el reclamo no es sólo que se mantenga la edad jubilatoria.

– Como decía, los enunciados están en retraso respecto de la acción. Los enunciados se refieren a la jubilación a los 60 años. A nivel teórico se piensa todavía en un asalariado clásico. Así funcionan los sindicatos y los partidos de izquierda. Mientras tanto hay pequeñas luchas, más bien de experimentación. Un ejemplo, también en Francia, fue la lucha de los trabajadores de espectáculos: no dependen de una sola empresa, sino que trabajan una vez para una, otra vez para otra; una vez hacen una película, otra una obra de teatro, otra una publicidad. Son móviles, precarios. ¿Cómo desarrollar una lucha si no se trabaja para una empresa en particular?


– ¿Cuál era la causa del conflicto?

– La modificación de su seguro de desempleo. Ellos tenían un subsidio específico para las personas que no tienen un puesto fijo pero, de acuerdo con la lógica neoliberal, los subsidios de desempleo iban a ser reemplazados por un seguro privado; una vez más, reemplazar la mutualización por la privatización.


– ¿Qué instrumentos utilizó esa lucha?

– Por ejemplo, bloquearon festivales como el de Avignon. Hoy la cultura tiene un rol económico muy importante, por ejemplo en relación con el turismo. Bloquear un festival es bloquear la economía de una ciudad. Cuando ellos bloquearon el Festival de Arte Lírico en Aix-en Provence, los hoteleros fueron muy afectados y protestaron. Ellos también hicieron bloqueos móviles, que se desplazaban de un lugar a otro: la movilidad, que habían desarrollado por las características de su trabajo, la transformaron en herramienta de lucha. A diferencia del método clásico de los obreros, que ocupan una empresa y se encierran en ella, la cuestión era bloquear aquí y allá, en rutas, instituciones, museos, centros culturales, ministerios: van y se quedan un día, mañana van a otro lugar.


– ¿Contra quién era la lucha: el gobierno, los empresarios?

– Contra los dos. Hace diez años, la federación patronal francesa tuvo un cambio de dirección: antes la dirigían los empresarios metalúrgicos, pero la conducción pasó a manos de empresas de servicios, como las aseguradoras. Entonces emprendieron un programa “para la refundación social”, cuyo claro objetivo era transformar el Estado de bienestar: reprivatizarlo. Y se aplicó con la ayuda del Estado.


– En su libro Políticas del acontecimiento, donde usted plantea un debate con el marxismo, no encontré referencias al concepto de plusvalía: ¿cómo considera esta noción?

– La plusvalía, el plusvalor, remite al concepto de valor. Para el marxismo, el valor sería una cantidad objetivable, tendría una consistencia en sí: pero las cosas no tienen valor sino porque colectivamente les ha sido investido; en él están en juego subjetividades. Además, la plusvalía supone una concepción antropomórfica del valor: en El capital, el valor lo produce sólo el trabajo humano, la máquina no crea valor. Para Deleuze y Guattari, en cambio, hay una plusvalía maquínica: la máquina también produce plusvalía; el concepto de plusvalía pasa a ser: plusvalía humana más plusvalía de la máquina. El marxismo considera que la producción de valor depende sólo del humano, particularmente del obrero. Pero hoy, si tomamos las finanzas, el valor de un activo está ligado con criterios, opiniones, deseos de los actores; no sólo con el trabajo y su organización, sino con la creencia.


– Pero la noción marxista de plusvalía plantea dramáticamente la diferencia de clases, al postular que el patrón expropia parte del trabajo del asalariado. Plantear que la plusvalía se obtiene igualmente de la máquina, ¿no conlleva el riesgo de borronear esa dimensión?

– El concepto de plusvalía es políticamente muy fuerte porque está ligado con el concepto de explotación, en términos de clases sociales. El problema es que la forma de explotación ha cambiado y no tenemos conceptos que correspondan a esto. Si uno utiliza el viejo concepto de plusvalía, hace como los partidos trotskistas, que todavía están con la industria de hace 50 años. Hoy existe la explotación de personas que trabajan como asalariados, pero no sólo ésa. El gran centro de acumulación de riqueza son las finanzas, y en las empresas financieras la plusvalía no viene de la explotación de quienes trabajan en ellas, sino de otra parte. Habría que examinar estas nuevas formas de organización de la plusvalía y la explotación, y no pensar que nada ha cambiado y que, como hace un siglo, los explotados son sólo los obreros: también los consumidores son explotados, de otras maneras.


– ¿De qué maneras?

– Para que algo se venda, debe construirse como objeto de deseo: cuando usted lo compra, además de poner dinero, se empobrece subjetivamente. Porque hay una estandarización de la subjetividad. Todo el mundo debe desear eso mismo para comprarlo. Para hacer apariencia de individualización, se le agrega algún detalle “personalizado”. Junto con el empobrecimiento económico hay un empobrecimiento subjetivo.



DIÁLOGOS › ¿POR QUÉ MAURIZIO LAZZARATO?

Una crítica al marxismo clásico


Maurizio Lazzarato es uno de los pensadores que afrontan el difícil intento de construir una teoría para la emancipación. Sobre la base del pensamiento de Deleuze y Guattari, investiga las formas como el capitalismo actual incide en la subjetividad de los sujetos, y ha procurado conceptualizar diversas acciones de resistencia colectiva. Sociólogo y filósofo, nacido en Italia, reside actualmente en París. Es miembro fundador de la revista Multitudes e integrante, junto con el filósofo Toni Negri, de su comité editorial. Hace pocas semanas visitó la Argentina, donde participó en el II Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología, que se efectuó en la UBA en noviembre pasado, y en el Simposio Internacional “De las sociedades disciplinarias a las sociedades de control”. Escribió, entre otras obras, Políticas del acontecimiento (ed. Tinta Limón, 2006) y Trabajo inmaterial y subjetividad. Su debate conceptual con el marxismo clásico no impide que, como quería Marx, su pensamiento se proponga no sólo interpretar el mundo, sino cambiarlo.

Nota Mar Ene 04, 2011 1:09 am
Actualizado.


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