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GALCERÁN HUGUET, Montserrat

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Montserrat Galcerán Huguet

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Introducción

En Traficantes de Sueños se escribió:Montserrat Galcerán Huguet nació en Barcelona en 1946. Es licenciada en Filología clásica y Filosofía por la Universidad de Barcelona, y Doctora en Filosofía por la UCM. Cuenta también con estudios en Heidelberg y París. Desde finales de los sesenta participó activamente en la lucha antifranquista. En la actualidad es catedrática de filosofía en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad donde reside. Ha publicado diferentes obras, entre las que destacan La invención del marxismo (1997) e Innovación tecnológica y sociedad de masas (1997) y es coautora de un libro de filosofía para estudiantes de bachillerato. También ha escrito diversas contribuciones para repertorios internacionales sobre filosofía contemporánea, marxismo y feminismo, así como algunos guiones para documentales de filosofía. En los últimos años ha intervenido en los nuevos movimientos sociales. Es madre de tres hijos.





Bibliografía compilada (fuente | fuente)





Ensayo





Artículos



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Nota Dom Ene 24, 2010 10:38 pm
Recursos de apoyo

    La universidad en conflicto (entrevista con Montserrat Galcerán; por Traficantes de Sueños, 2011; fuente)


    Auditoría de la deuda (conferencia de Montserrat Galcerán, para el círculo de Podemos de Tetuán-Dehesa de la Villa, 2015)

Nota Dom Ene 24, 2010 10:44 pm
Montserrat Galcerán Huguet, en "Entre los que hablan y los que escuchan. La construcción de un espacio político de comunicación", en Diagonal, nº 61, el 20 de septiembre de 2007, escribió:

Tal vez el lector o la lectora haya asistido, a finales de junio, al seminario internacional sobre Globalización y Desarrollo Desigual, organizado en Madrid por la Universidad Nómada. Si ha sido así, tal vez haya reparado en la composición de las mesas y del público. Y haya observado cierta incomunicación. En las mesas destacados intelectuales, mayoritariamente varones y de edad avanzada, se preguntaban por los agentes de las transformaciones anticapitalistas: dónde, cómo, cuándo, quiénes están forzando los cambios, pequeños o grandes, que están sacudiendo el orden capitalista.


Espectadores

En el público la composición era mucho más variada: educadores, traductores, personalidades relevantes de grupos políticos o de movimientos sociales, estudiantes, algunos activistas, migrantes, algún que otro sindicalista, mujeres feministas o no, curiosos, mirones, interesados... El público seguía con atención los debates pero no había una auténtica simbiosis entre conferenciantes y público; muchas personas habían ido a escuchar o a ver cómo se desenvuelven autores cuyos libros han leído, pero no a construir un discurso mancomunado. Resaltan, pues, cuando menos dos rasgos característicos de la producción contemporánea de conocimiento.

Por un lado la dimensión de espectáculo que adquieren los debates intelectuales, cuya máxima expresión tenemos en la televisión aunque se propaga a medios mucho más modestos. Uno/a va a escuchar y a ver, pero no a discutir, a intervenir, a convencer o a convencerse. Parece como si el conocimiento estuviera allí, alojado en las mentes privilegiadas de los conferenciantes, pero sin que por ello tuviera que afectar mayormente nuestras prácticas ni las suyas. Como si el conocimiento fuera algo a consumir, dejándolo resbalar sobre nuestra piel, pero no algo a construir colectiva y políticamente.

Sin llegar al consumo intelectual compulsivo de aquellos para quienes el haber leído el último libro reseñado en Babelia se convierte en seña de pertenencia al grupo, la gran producción de libros en un país donde una amplia mayoría de la población no lee, implica necesariamente que gran parte de los libros jamás serán leídos por nadie y que por tanto no entrarán en la formación de un espacio de comunicación. La configuración de la comunicación política alternativa se vuelve materialmente imposible.


Volver a pensar

Porque ésta es la segunda parte de la cuestión. Dada la desconfianza, totalmente justa, entre los grupos más activos de los movimientos anticapitalistas frente al conocimiento standard que no hace más que legitimar un orden injusto y criminal, la dificultad para discriminar entre un tipo de conocimiento y otro, y la captura, aparentemente desideologizada, de cualquier producto intelectual con tal de que encuentre su nicho de mercado, se produce un efecto de contagio que rechaza en bloque las prácticas de conocimiento tachándolas de elitistas.

Sin duda la metodología de ese tipo de seminarios puede no ser la adecuada: horas y horas de hablar, en idiomas que no son el propio, sobre temas difíciles y con un caudal de información desmesurado puede sobrepasar la capacidad de comprensión de cualquiera, pero de ahí no se desprende que esos conocimientos no sean auténticas herramientas imprescindibles para abrir la caja negra de los procesos contemporáneos. “Saber es poder”, se decía en los viejos ateneos obreros. Pensar, podemos añadir, forma parte de todas las prácticas de transformación.


Elitismo y reflexión colectiva

Porque, ¿en qué consiste pensar? En "¿Qué es la filosofía?", un texto muy interesante aunque algo complejo, Deleuze y Guattari sostienen que “la tarea de la filosofía es construir conceptos”. Construir conceptos, algo así como inventar un destornillador o perfeccionar un martillo.

Tan simple, necesario y material como esto, aunque esté hecho de una pasta algo más sutil, aunque esté hecho de sonidos, palabras y oraciones. Porque explicar que el capitalismo no promueve un desarrollo que a su vez enriquecerá en un futuro cercano a los países empobrecidos, sino mostrar que esta pobreza es resultado directo de la explotación capitalista del mundo, mediada por un mercado de intercambio desigual, como hace Samir Amin, significa poner patas arriba las políticas oficiales de desarrollo.

Poner de relieve que el desarrollo chino, del que nos beneficiamos todos los días en las tiendas del todo a 100, se enfrenta a luchas fortísimas de los campesinos y de los obreros, en un país de cientos de millones de habitantes, matiza la versión oficial de China como país emergente y competidor en el capitalismo global y la imagen victimista de trabajadores chinos sobreexplotados, con escasa capacidad de resistencia. La crítica de elitista, si bien en ocasiones pueda ser merecida, yerra el objetivo pues parece creer que las prácticas militantes pueden prescindir de todo el análisis teorético que necesariamente las acompaña.

Es un logro de un sistema basado en la confrontación entre el trabajo intelectual y el trabajo material, centrado en la contraposición entre trabajo de producción (capital/trabajo) y trabajo de reproducción (reproducción del vivir), ligado a la diferencia entre productos intelectuales de lujo para las élites y consumo de cultura de baja calidad para las masas, el haber conseguido que los activistas rechacen el conocimiento como un bien prescindible, fiados en la brújula que les ofrece la práctica militante y desconfiados frente a todo lo que proviene del saber de clase.


Cortar la cabeza

Por el contrario, es imprescindible recuperar la idea de que el conocimiento es algo que se produce, y que se produce colectivamente; que es algo de lo que necesitamos apropiarnos para no estar constantemente sometid@s a la lluvia de informaciones contradictorias, que es necesario producirlo como parte de la construcción de un tejido político de comunicación en el cual los términos y las referencias discursivas no funcionen como marca de la pertenencia a un colectivo, ni se repitan como esloganes o como significantes vacíos, sino que construyan aquella trama con la que tenemos que medirnos para descodificar el discurso dominante y para construir otro que aumente la potencia colectiva.

No podemos abandonar el largo y paciente trabajo de conceptualizar, como si fuera algo que no nos atañe. Sería como si en vez de construir una inteligencia compartida, sencillamente nos cortáramos la cabeza en la ingenua convicción de que podemos pensar con los pulmones o con el corazón, y de que podemos andar con los pies... de otros.

Nota Lun Jun 21, 2010 3:40 pm
Luis Roca Jusmet, en "Una investigación sobre los presupuestos de la acción colectiva. Reseña de Deseo (y) libertad de Montserrat Galcerán", en Rebelión, el 31 de mayo de 2010, escribió:Montserrat Galcerán Huguet, catedrática de filosofía de la UCM, es una de las promotoras de la Universidad Nómada y coordinadora de la revista virtual Youkali. Pero no sólo es una potente teórica de la izquierda real en nuestro país sino también vieja militante antifranquista que se ha mantenido en el combate anticapitalista sin caer en el cinismo ni en el oportunismo. En este último libro plantea un proyecto ambicioso, que es el de buscar un concepto alternativo de libertad al que formula la ideología liberal y ligarlo a los presupuestos de la acción colecita.

La libertad es, para el individualismo atomista, la capacidad individual de elegir; los otros son básicamente el límite a nuestra libertad, aunque hemos de alcanzar entre todos pactos y acuerdos. Montserrat Galcerán nos propone buscar raíces más antiguas y más filosóficas para definir la libertad como la capacidad común que nos permite ver al otro como una oportunidad y no cómo un obstáculo. El otro se convierte entonces en alguien con el que compartir y no un adversario con el que negociar. Esto nos permite cuestionar el mito tardocapitalista de la independencia, tan negativo como ilusorio. Es en la autonomía y en la dependencia mutua donde podemos contemplar la libertad posible y deseable. Es en el terreno de lo común y no en el de lo individual desde donde la libertad tiene la posibilidad de materializarse. El hilo conductor es muy interesante y da una coherencia a un escrito que de todas maneras me parece excesivamente disperso. El tema central me parece suficientemente complejo para no perderse por las ramas como me parece que hace la autora a lo largo del libro. Estoy de acuerdo que Spinoza es clave para entender la libertad porque es uno de los filósofos que han profundizado más y mejor sobre la libertad desde un materialismo crítico. Pero creo que Montserrat Galcerán se pierde en excesivas referencias al autor que no vienen a cuento. La genealogía de la noción de libertad me parece por otra parte muy precipitada, tanto que se olvida de sus raíces griegas y romanas. Los análisis de los planteamientos de Marx son, por el contrario, muy acertados.

La referencia a la cuestión de la mujer y de cómo ha sido excluida sistemáticamente al hablar de la libertad también es fundamental y necesaria, ya que es un tema que no se acostumbra a tener presente. Pero la simpatía de Montserrat Galcerán hacia las polémicas teorías supuestamente radicales de feministas como Judith Butler merecen una polémica que se aparta del tema del libro. En realidad la autora del libro está demasiado inscrita en un itinerario teórico que conduce a la anterior pasando por Althusser, Deleuze y por Negri. Me parece que para algunos de los temas que trata, como el del sujeto, la identidad y el deseo, se olvida de un pensador mucho más interesante, que es Lacan (y algunos de los trabajos de Zizek a partir de su inspiración). Se pierde en las especulaciones de Deleuze y Guattari en el Anti-Edipo sobre máquinas deseantes que trivializan aportaciones sugerentes del psicoanálisis y derivan en juegos retóricos. Por otra parte se olvida de Michel Foucault, el cual me parece imprescindible para entender el tema del poder y el dominio, muy ligadas al de la libertad. Esto no quita que muchas de las ideas que recoge sobre la acción colectiva sean muy productivas, como el análisis de cómo la acción colectiva no está necesariamente al servicio de un proyecto emancipador sino que también puede estarlo también al de un proyecto reaccionario.

Las nuevas propuestas a nivel de prácticas políticas, planteadas al final del libro, es el que más esfuerzo teórico y práctico requiere para la izquierda radical. Hay elementos sugerentes, como por ejemplo las reflexiones sobre la crisis de la democracia representativa, pero aquí encuentro a faltar las aportaciones teóricas de Cornelius Castoriadis o de Jacques Rancière, que permiten recuperar la democracia en un sentido emancipador. Pero este capítulo me parece que en su desarrollo queda fallido. Por una parte porque se centra demasiado en una propuesta que me parece poco consistente, que es la de la Multitud (presentada por Negri y por Virilo), olvidándose de cómo continuar enfocando hoy la lucha de clases en un contexto más complejo. Servirse de las redes informáticas y de formas organizativas más flexibles, como propone Montserrat Galcerán, es sugerente pero no podemos dejarnos seducir totalmente por ellas si no queremos caer en el peligro de un movimiento líquido que no adquiere consistencia. La manera como acaba el libro, volviendo al feminismo supuestamente radical, me parece que le hace perder profundidad en el punto final.

De todas maneras el libro es muy útil desde el planteamiento de la editorial y de la colección, que lo presentan como una carta para orientarse en el análisis y en las propuestas de la izquierda radical.


Nota Jue Mar 14, 2013 4:10 pm
ACTUALIZADO

[Editado por el comité de RBM para incluir el enlace en el primer mensaje. Muchas gracias, compañero Conradus.]


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