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BEAUVOIR, Simone de (1908-1986)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Simone de Beauvoir

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

El 8 de enero de 1908 nace Simone de Beauvoir en París. Su padre, Georges de Beauvoir, era abogado. Pertenecían a la clase burguesa, aunque la familia se arruinó pronto. Ésto provocó un giro radical en sus vidas. Decidió estudiar la carrera de filosofía en la Universidad de la Sorbona. En esos años conoce a Jean-Paul Sartre, también estudiante de filosofía, relación que durará prácticamente toda su vida. Gracias a esto se unió al grupo de su compañero a la vez que daba clases de filosofía en París o Marsella. La II Guerra Mundial influyó notablemente en su manera de ver la vida y en 1943, en plena invasión de la ciudad de París por el ejército alemán, Simone decidió abandonar la docencia optando por dedicarse exclusivamente a escribir. En este momento comienza su nueva vida: se une a la Resistencia francesa y escribe su primera novela La invitada en la que trata el tema de la libertad y la responsabilidad individual. También habla de este tema en sus siguientes escritos como son La sangre de los otros (1944) y Los Mandarines (1954).

Al terminar la guerra Simone comienza a trabajar en la revista Les Temps Modernes, cuyo director era Sartre. Durante estos años realizó numerosos viajes recorriendo gran parte de Europa y también visitando países como Cuba, China o Estados Unidos, con la posición militante e intelectual que compartía con el resto de la redacción de la revista. Toda su literatura se verá influenciada por los postulados del existencialismo de Sartre, aunque pronto comenzaría a escribir sobre las mujeres y en 1949 publicó El segundo sexo. Con este escrito nació el ensayo feminista más importante del siglo XX, en el que la autora trata de analizar la condición de la mujer occidental desde un punto de vista histórico, filosófico y político. De esta obra se llegaron a vender 22.000 ejemplares en una semana. Este hecho dio una gran notoriedad a Simone.

A los 48 años decidió escribir su biografía, Memorias de una joven formal (1958). Esta primera publicación forma parte de otras tres obras: La fuerza de la edad (1960), La fuerza de las cosas (1963) y Final de cuentas (1972). Se convierte en un símbolo: la mujer que ha conseguido emanciparse, tomar las riendas de su propia vida. Ella y Sartre participan en la rebelión de mayo de 1968, junto a obreros y estudiantes, profesando su simpatía por el maoísmo. De estos hechos, afirmará en sus memorias: "Los partidarios del orden sólo quisieron ver en los acontecimientos de Mayo una explosión juvenil y romántica: en realidad se trataba de una crisis de la sociedad, no de una generación".

En 1970 escribió su ensayo La vejez, en el que afirma que los ancianos se han convertido en un sector de la sociedad marginado. Fue en este momento cuando la escritora decide dedicarse casi exclusivamente a cuidar de Sartre que muere el 15 de abril de 1980. Un año más tarde Simone publicó un libro para homenajearlo llamado La ceremonia del adiós. Simone murió el 14 de abril de 1986 en París.





Bibliografía compilada (fuente | fuente)





Ensayo





Narrativa



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Nota Jue Nov 26, 2009 2:29 pm
Recursos de apoyo


Nota Jue Nov 26, 2009 2:29 pm
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/cultu ... -mito.html


Se cumplen cien años del nacimiento de Simone de Beauvoir, autora de El segundo sexo

Beauvoir contra su propio mito


Portada



María Serrano

Diagonal, nº 74, jueves 20 de marzo de 2008




En 1986, la muerte de Simone de Beauvoir fue recogida por 'Le Nouvel Observateur' con un sonoro titular: “Mujeres, ¡se lo debéis todo!”. Adorada por unos y denigrada por otros con la misma ceguera fundamentalista, su muerte terminó de soldar una figura mítica. El mecanismo de la ausencia funciona siempre eliminando el último obstáculo hacia la leyenda.

Al desaparecer, Simone de Beauvoir dejaba de interferir con las filmaciones de ficción que las manos ajenas podían elaborar sobre su vida y su persona. Beauvoir se había convertido en un mito y aún le quedaba por acometer una empresa espectacular en su afán por reivindicar la autenticidad de la existencia y por rechazar las imposturas. Precisamente, cortocircuitar ese mecanismo que pretendía instalarla en la fábula.

Cuando después empezó a hacerse pública una vastísima correspondencia que ella había dejado dispuesta para ese fin, el escándalo fue mayúsculo. Sus cartas desvelan a una Simone nada evidente que desborda el marco de los retratos que se habían volcado de ella. En su vocación de autenticidad, no se oculta nada a sí misma, no pretende disfrazarse ante su corresponsal, ni ante sus lectores.

Para todos aquellos que se habían afanado en acotar su complejidad en una imagen nítida, compacta e impermeable, tan útil para ser venerada como denigrada, el golpe resultó intolerable. La evidencia de la empresa existencial de Simone de Beauvoir excedía, con mucho, el mito.

Las señales de orientación en el recorrido intelectual y el compromiso político de Beauvoir comparten un código generado por una certeza que la asaltó muy pronto, a cuya elaboración teórica dedicó su vida, y que pasaría a integrar de forma fundamental el corpus existencialista. Si creemos lo que vierte sobre sí misma en Memorias de una joven formal, el asalto se produjo tan pronto como a los ocho años, momento en el que constata la falibilidad de sus venerados padres y profesoras, y que fue seguido, muy poco después, por el desvanecimiento de su fe en dios.

No existe una determinación esencial inmutable que dirija las subjetividades, los cuerpos y el destino de los seres humanos. Si la existencia precede a la esencia, Beauvoir no puede concebir la vida sino como eterno proyecto, pura trascendencia. Éste es el principio que determina su apuesta por una absoluta autonomía individual inmersa en una ética relacional y entretejida con el imperativo de la responsabilidad colectiva. Beauvoir exige un compromiso del sujeto con su libertad, una libertad situada y encarnada que incorpora un importante matiz en la tendencia existencialista a admitir la existencia de una libertad individual total. Si “la libertad es lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”, la única forma de trascender la situación es comprometiéndose en una acción.

Tales premisas, que marcan su discurrir teórico y vital, empapan cada uno de sus escritos y sus acciones, y explican su oscilación durante la Guerra Fría entre la ilusión y el desencanto con las apuestas comunistas, su oposición al régimen gaullista, su compromiso con la lucha anticolonialista, su denuncia de la ilegitimidad de la guerra en Argelia, su rechazo del matrimonio convencional como una institución que autoriza la dominación de los maridos sobre las mujeres, su empeño en deshacer la tradicional unión de los conceptos de sexualidad y procreación, su exploración de formas de familia que respondieran únicamente al deseo de sus integrantes, y su decidida vindicación del aborto y del derecho a decidir sobre el propio cuerpo.

En El segundo sexo, sin duda una obra muy ambiciosa, pretendió ofrecer una perspectiva total –a través de un análisis histórico, antropológico, social y cultural– de la situación de la mujer y la estructuración relacional del género. Tamaña empresa, que incurre inevitablemente en algunas imprecisiones, encierra algo más que una intuición genial. Simone de Beauvoir se atrevió a poner en cuestión lo que hasta entonces era indudable, la diferencia esencial de género. Al defender que el género es una construcción cultural, no un factor de determinación biológica, arroja un diagnóstico implacable: el modo de construcción social de la feminidad la estructura como alteridad pura frente al principio masculino normativo.

La construcción de las individualidades impone roles diferentes, géneros, sobre una aparente verdad del sexo. Esta separación que establece entre el peso de la biología y el de las variables históricas y culturales que son el marco de construcción de subjetividades encarnadas, de conciencias y autoconciencias dentro de cuerpos, supone un verdadero salto cuántico no sólo para la teoría feminista. Con El segundo sexo diseñó una herramienta extremadamente incisiva para el desmontaje por piezas de un sistema relacional que tiende a producir subjetividades jerarquizadas y enquistadas.

Con su compromiso durante los ‘70 con el Mouvement de Libération des Femmes (MLF) se lanzó a un rescate activo de los cuerpos de las mujeres de su secuestro eclesiástico, moral e institucional. Impulsó el Manifiesto de las 343, un sonado ejercicio de desobediencia en el que 343 mujeres se autoinculparon de haber abortado, y fundó junto a Gisèle Halimi el movimiento Choisir, que se concebía precisamente como plataforma de defensa y apoyo a las mujeres que abortaban.

De la misma convicción ética parte su compromiso con las luchas anticoloniales y su estupor ante el comportamiento inhibido de sus contemporáneos durante la guerra de Argelia. La indiferencia y la ceguera voluntaria ante las atrocidades cometidas por el Ejército francés, que legitimó el uso de la tortura como un mal necesario en su ofensiva contra el brazo armado del Frente de Liberación Nacional argelino, la escandalizaron especialmente.

Mediante sus escritos, su impulso al Manifiesto de los 121 “por el derecho de insumisión a la guerra de Argelia”, y su defensa pública de Djamila Boupacha, una joven argelina de 22 años torturada por los soldados franceses, intentó hacer visible la responsabilidad compartida de la ciudadanía francesa ante estos hechos. Al privarles del refugio de la ignorancia, para los franceses no podría dejar de ser evidente el compromiso en una acción que su responsabilidad exigía.

Son elementos, todos ellos, demasiado familiares como para que una lectura contemporánea, situada y problemática de Simone de Beauvoir no pueda permitirnos aprovechar los resultados del experimento que elaboró con la materia de su propia vida.

Nota Jue Nov 26, 2009 2:30 pm
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/cultu ... astor.html


La influencia de Beauvoir en generaciones posteriores

Tras las huellas del Castor


Portada



L. Corcuera, I.G. Rubia

Diagonal, número 74, jueves 20 de marzo de 2008




Simone de Beauvoir dejó una impronta fundamental en su época, pero ¿podemos rastrear su influencia hasta hoy en día? ¿Qué significa su obra en la actualidad?

Desde la voluntad de abordar las diversas facetas de la figura de Simone de Beauvouir (la filosófica, la política, la feminista, la literaria), y ver qué influencia ha tenido en generaciones posteriores, escribimos cartas a gentes del mundo del arte, la literatura, la filosofía y el feminismo con una sola pregunta: ¿Qué ha significado para ti y para tu producción teórica Simone de Beauvoir y su obra? (Si es que ha significado algo). Éstas son las respuestas de quienes contestaron.

- Belén Gopegui. Escritora: «Las niñas ya no quieren ser princesas, decía Sabina en 1980 pero no era cierto y aún lo es menos ahora mismo. En 2008 las niñas siguen queriendo ser princesas con cintura de avispa, ojos redondos y trajes blancos, azules y rosas. Sus madres, muchas de ellas, no habían leído, no habíamos leído, El segundo sexo. Creíamos que era historia. Creíamos que bastaba con lo que nos habían enseñado las mujeres que sí lo habían leído. Hoy avanzamos con dificultad. Visiones progresistas de la economía de los cuidados conviven con otras más confusas, a veces reaccionarias, del feminismo de la diferencia. Entretanto, mujeres del primer mundo explotador aceptan el reconocimiento como si fuera un punto de llegada pero están muy lejos de poder, ellas mismas, reconocer, legitimar, legislar en el territorio de lo emergente y no de lo esperable, en el de lo justo y no en el de la complicidad capitalista. Quizá hoy no suscribimos todo lo que se afirma en El segundo sexo. Sin embargo, ¿podemos permitirnos el lujo de renunciar a él? No podemos: sería una locura, sería una derrota aceptada».

- Angélica Liddell. Escritora y actriz: «Simone, que no fue puta, ni esposa, ni madre ni virgen. De Simone me interesa la desobediencia, la desobediencia heroica. Con el uso de su vientre suspendió la moral. Me interesa el uso de su vientre, en estos tiempos de puritanismo mediocre, en estos tiempos en que la sociedad se excita juzgando a los demás para perfeccionar su esclerosis, su escondite, su miseria. Y pensar que en cien años la mujer sigue existiendo según lo católico, lo misógino, y que la mayoría de las mujeres asesinadas por sus maridos han sido bendecidas, según lo católico, es decir, según lo misógino. Sería imperdonable defraudar su memoria».

- Eulalia Pérez Sedeño. Investigadora y catedrática de Lógica y Filosofía de la Ciencia: «Desde un punto de vista teórico, la única obra de Simone de Beauvoir que ha influido en mi trabajo ha sido El segundo sexo. Fue una obra que leí relativamente tarde, cuando ya había comenzado mi etapa de estudiosa de la ciencia desde un punto feminista. Y aunque su orientación existencialista no encajaba con la mía propia, toda su indagación histórica acerca de cómo se había pensado y concebido a las mujeres me ayudó a estructurar y entender mi discurso. Sin embargo, hay una obra de Simone, en realidad una novela corta o un cuento largo, como se quiera, que vitalmente me impactó y me influyó muchísimo más, La mujer rota. Su lectura me hizo reflexionar y mirar la vida de las mujeres que estaban a mi alrededor y tomar la decisión de intentar, en todo momento, ser independiente económica, emocional e intelectualmente».

- Santiago Alba Rico. Filósofo y escritor: «Directamente nada. Me declaro culpable de haber leído siempre a Sartre con enorme admiración y haber valorado a Simone de Beauvoir más bien por contagio o simpatía, en el aura inmensa de su compañero. Literariamente ni La invitada ni Los mandarines me parecieron grandes obras y El segundo sexo me llegó más bien a través de radiaciones atmosféricas. En todo caso, como los hombres no llegamos a estar nunca mínimamente educados –civilizados– sino por intervención de las mujeres, hoy comprendo cuánto había de Beauvoir en lo que aprendí luego –o al mismo tiempo– en otros libros y en otros ejemplos».

- Ixiar Rozas. Escritora: «La mujer no nace, se hace. La mujer nace y se hace porque este nacimiento ya alberga su devenir. Su hacer es su propio renacimiento, su continua reinvención. La mujer es transmutación, desborda los límites. Una mujer convertida en icono sufre las consecuencias del corsé que siempre deja huella. El placer de saltar de un texto a otro. Transito por La mujer rota. Hay libros que son palabra rota, grieta y claroscuro, que me producen un placer mayor. Entre otros, La risa de la medusa [de Hélène Cixous] y Un soplo de vida [de Clarice Lispector]».

- Cristina Peñamarín. Investigadora y catedrática de Ciencias de la Información: «Cuando empecé a oír hablar de Simone de Beauvoir, ser mujer era algo en lo que prefería no pensar. Debió de ser a la profesora de Literatura del colegio a la que por primera vez oí decir, con su tono de “vosotras sois unas tontas que no os enteráis de nada”, que según ciertas autoras, la mujer no nace, se hace y que la feminidad es una mística absurda. Cuando lo recuerdo ahora veo que entonces empecé a comprender que ser mujer es algo que tendré que aprender a manejar estratégicamente para que no me destruya. La mujer no nace, se hace, parece que nunca dejaré de discutir con esta fórmula, que condensa aquellas poderosas ideas».

- Empar Pineda. Miembro de Otras Voces Feministas: «Pude leer El segundo sexo (que estaba en el Índice de libros prohibidos) hacia 1965, en la trastienda de la librería Fuentetaja de Madrid. He de reconocer que me impactó, y mucho. Por su contenido y porque ser capaz de la ingente labor de investigación que tuvo que llevar a cabo Simone de Beauvoir en la época de entreguerras, cuando nada animaba a tan enorme labor, sólo podía venir de la mano de una gran feminista, de una gran maestra. La Beauvoir representa el inicio del segundo feminismo, el contemporáneo, después del primero, el sufragista. Así ha sido reconocida por todas las feministas, fueran de la corriente que fueran».

Nota Lun May 03, 2010 9:35 pm
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/cultu ... gular.html



Aproximación a una obra literaria

Simone y ella misma: una pareja singular


Portada



Lola Fernández

Diagonal, nº 74, jueves 20 de marzo de 2008




Sus novelas, diarios y memorias revelan una relación con la escritura casi mística.

Simone de Beauvoir escribe como una araña teje su tela. Ella misma decía que no podía vivir sin escribir y, de hecho, lo hacía desde que era una niña, creando una vida que fue un relato, desdoblándose en la otra Simone, la Simone personaje. Ensayos, novelas, cuentos, diario, artículos, panfletos… todo forma parte del mismo impulso de acción, del mismo espíritu constructivo que le valió el apodo de ‘Castor’. “Construiré una fuerza en la que me refugiaré para siempre”.

Su trabajo de memoria fue intensísimo: desde las Memorias de una joven formal a La ceremonia del adiós, pasando por América día a día y todas sus cartas íntimas, todo fue pensado para su publicación, porque no le parecía “inútil” explicar cómo se revelaba el mundo ante su conciencia. Hay en sus diarios una evidente voluntad de comunicarse, de abrirse a los otros y también de apresar algo del tiempo que se va.

Escribir un diario es “escribir en el tiempo”, dice Blanchot, tratar de contar un pasar, un devenir, sabiendo que eso mismo es imposible. Beauvoir intenta laboriosamente fijar ese tiempo, esa vida, para fijar el escenario del recuerdo y reconocerse en él. “La literatura me aseguraba la inmortalidad que compensaría la eternidad perdida. Ya no había un Dios que me amara, pero yo ardería en millones de corazones”.

Tanto su vida como su obra están en permanente estado de construcción y ambas facetas son una sola: la de la creación de su identidad. Sus relaciones afectivas y eróticas, su compromiso político, su extensísima creación literaria y filosófica son el resultado de una férrea y narcisista voluntad de ser, de ser ella misma malgré tout, sin miedo a la contradicción y con una ambición máxima: la autenticidad.

Por eso toda su escritura tiene esa misma intención, la de reflejar su proceso de descubrimiento de la vida y del enigma de la condición humana. La invitada, Los mandarines, ¿son novelas o diarios? Cuando predomina lo espiritual y La mujer rota, por ejemplo, hablan de la estupefacción, del desvelamiento, del choque espiritual que se produce en las vidas de unas mujeres víctimas de sí mismas.

En las entrevistas que le hicieron con motivo de la publicación de La vejez, vemos a una señora septuagenaria, de rostro casi japonés, que defiende sus posiciones con respuestas extremadamente afiladas, rápidas e incluso arrogantes, sabiéndose fundadora de una mirada sobre la mujer y sobre la vejez, y que reconoce haber investigado ese campo de la misma manera que, 20 años antes, había tratado el problema de ser mujer en El segundo sexo: desde la conciencia de sí. Eso es lo que Beauvoir quiere comunicar escribiendo: su idea de mundo, su sorpresa ante la ambigüedad de las cosas, ante los demás seres humanos, y su voluntad de seguir creando su espacio de libertad a través de una producción que revierta en la sociedad. En resumen, definir su posición moral desde una idea de novela metafísica que “diga la verdad sin decirla”, que busque la trascendencia conciliando lo absoluto y lo relativo, lo intemporal y lo histórico.

Simone de Beauvoir es vitalista y testaruda, se agarra a las cosas y a sí misma para justificar su existencia, para llenar de sentido la contingencia mediante la arriesgada construcción de un sí-mismo. “Acepto la aventura de ser yo misma”.

Nota Sab Nov 12, 2011 3:21 am
Actualizado.


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