campaña de mentiras contra la lucha de l@s inmigrantes
Una vez, Eduardo Haro Tecglen escribió que a lo largo de su vida había aprendido a hacer caso de la primera noticia que aparece en prensa, radio, TV... Decía que la experiencia le había enseñado a no creerse los posteriores desmentidos, versiones oficiales, resultados de investigaciones, etc.

La realidad tal como es, la verdad desnuda, aparecen espontáneamente cuando se produce el impacto inicial: "...más de 350 inmigrantes se declaran en huelga de hambre contra la aplicación de la ley de extranjería y reclaman papeles para todos y todas...". La situación no deja lugar a dudas. Un Gobierno de Notables (entre sus amigos se cuentan genocidas como Martín Villa, ex-ministro de interior en oscuras épocas y presidente de la empresa azota-mapuches más importante de latinoamérica, Endesa; especuladores como Villalonga, Botín -anticuado nombre para un filibustero de la posmodernidad; debería llamarse Beneficio-, etc) que contribuye abiertamente a crear más pobres en el extranjero pobre, se dedica después a que estos mismos pobres no nos invadan demasiado y de paso, a dejarlos sin documentación para poder explotarlos mejor. Para eso elabora la Ley de Extranjería.

Estos parias, (aquellos "...parias de la tierra..." que cantaba la Internacional, no han desaparecido. Se han multiplicado) se dan cuenta un mal día de que ya no tienen nada que perder. Han hipotecado lo poco que tenían en su país, (casa, tierrecita, buey) para venir a ensayar su última carta: buscar trabajo en el mundo económicamente rico. Una ley, promulgada por un partido votado por la mayoría de los que aún votan, les frustra su última esperanza. Si quieren trabajar, tendrá que ser como esclavos. Muchos ya se conformarían con eso, pero temen la amenaza del jefe supremo de la policía: les expulsaremos. Nuestro ministro antiterrorista siembra el Terror de Estado, con mayúsculas, entre cientos de miles de personas, que a partir de hoy, deben esconderse y portarse bien con sus amos para poder seguir simplemente, literalmente comiendo.

No hay salida. No pueden volver a su país. Las deudas contraídas acabarían con ellos. El deshonor de volver fracasado y no poder mantener a su familia es peor que la muerte. Se reúnen, hablan, se dan calor, piensan, discuten y deciden. "Para morir de vergüenza y de pena por mis hijos que no pueden comer, prefiero morir aquí, de hambre, pero peleando". La huelga de hambre es un hecho. Tal vez se inspiran en Gandhi (Mahatma, no quienes usurparon su apellido). Tal vez creen que una sociedad no tolerará tal injusticia y les apoyará. La huelga produce una oleada de solidaridad entre las gentes que todavía creen que la conciencia es un motor de cambio, un generador de actos. Humanistas, cristianos, sindicalistas y obreros (debería ser lo mismo), okupas, activistas, inmigrantes, (todos alejados de sus jerarquías, que defienden el sentido común, es decir, el interés de los que mandan), aparecen en torno a los inmigrantes en huelga como una espontánea organización sin otro interés que conseguir las reivindicaciones de los huelguistas.

La prensa, impresionada y sorprendida, informa sobre lo que ocurre. Sus periodistas, (también alejados de sus jerarquías) no pueden sustraerse a lo que están viendo y lo cuentan tal cómo es. Las caras de cansancio, miedo, hambre, pero también de esperanza son retratadas por las cámaras de los grandes medios de comunicación. El nítido mensaje ha impactado en las mentes de las personas, a través de los titulares: Papeles o Muerte. Sin términos medios.

La gente, (de momento sólo la primera oleada, no llega la segunda, no se ve...) reacciona y abastece de material a los huelguistas. Es el triunfo de la conciencia humana: son personas, personas, y nada más que personas: hay que ayudarles. Se organiza con muy poco tiempo, pero con el altavoz de algunos medios de comunicación, una primera manifestación de apoyo. No está mal, 10.000 personas, piensa el humanismo; hay que intentar ser más la próxima vez. No está mal, piensa el Gobierno, empieza a ser un problema; hay que intentar hundirlos la próxima vez.

Se pone en marcha el aparato de propaganda de la prensa libre. "No queremos expulsarles" explica amable el ministro que cometió Terrorismo, como si no supiésemos que también le sirven indocumentados, estos parias. Continúan apareciendo fotos, caras tristes... los reporteros de a pie hacen lo que pueden. Pero esta vez, los artículos sólo contienen versiones oficiales, declaraciones responsables, opiniones imparciales de opinadores a sueldo. La gente que apoya a los inmigrantes ya no son voluntarios humanistas. Ahora son (lo dice el Gobierno y lo repiten como papagayos los periódicos y televisiones) organizaciones mafiosas que pretenden atraer la inmigración ilegal. Curiosa mafia que lucha contra la prohibición, cuando todas las mafias del mundo han vivido de ella.

También dice el Gobierno, a través de la prensa, que están manipulados, los pobrecitos inmigrantes, por unas gentes que tienen intereses políticos. Los huelguistas están atónitos, e indignados. ¿Cómo puede decir el Gobierno que ellos no han decidido libremente la huelga?¿Acaso no ven ellos mismos, los huelguistas, la justa proporción entre su desesperada situación y las medidas de fuerza adoptadas?

La conclusión puede ser, que gracias al Gobierno y a sus altavoces, la huelga se endurezca. Que haya gente a quien se convenció para que bebiese agua que mañana ya no beba. Que haya inmigrantes que se hayan sentido engañados por quienes intentaron suavizar las condiciones del encierro. Tal vez, los inmigrantes tenían razón, y sólo con algunos de los suyos muertos encima de la mesa conseguirán algo. Mientras tanto, la segunda oleada, que no llega, que no se ve... Por cierto, no tema este Periódico en publicar los adjetivos que dedico a los Notables Amigos del Gobierno. Los asumo en su totalidad. Si hay personas en huelga de hambre, es lo mínimo que puedo hacer