(Siglo XIX)(1)
Gabriel Salazar V.
Investigador de SUR, Centro de
Estudios Sociales.
I
CULPA Y LLANTO DE ROSARIA ARAYA
Un
mes antes de su muerte, Rosaria Araya invitó a dos de sus hermanos
a subir a pie un monte que distaba más de una legua del rancho en
que vivían. Ella quería retirar de allí un buey suyo,
que había muerto al caer en un barranco. Semejante caminata, que
en sí no era nada fuera de lo común para los descabalgados
campesinos pobres del valle de Illapel, constituía para ella -al
decir de José Simeón, el gobernador- una "ajitación
extraordinaria". Pues era que ella, soltera de 26 años, estaba en
el octavo mes de embarazo, y ya desde el sexto su barriga "se había
manifestado demasiado crecida" (había sido embarazada por Matías
Vega, peón de 26 años, soltero, del mismo valle).
A pesar de su gran barriga,
Rosaria Araya no sentía "ninguna incomodidad ni dolencia alguna".
Al contrario, se mostraba "siempre ájil para trajinar", lo que maravillaba
a todo el mundo, puesto que no comía nada. O casi nada. Su única
obsesión era engullir grandes cantidades de chagurires, "por el
fresco de ellos". De modo que cuando subió al monte con sus hermanos
para rescatar su buey desbarrancado, se detuvo continuamente en el camino
para tomar chagurires y estrujarlos en su boca. Así pudo sentirse
ágil y animosa para, a pleno sol, descuerar el buey, cortar una
de sus piernas "y para trer ésta i el cuero a la rastra asta su
casa".
José Simeón estaba
asombrado por la vitalidad de Rosaria Araya. Sobre todo, al saber que ella,
después de esa subida, "iso otra, también al cerro, casi
a igual distancia, i en la que anduvo sin fatigarse". Era de verdad increíble.
Sin embargo, ya por este tiempo "no pudo dormir de ninguna manera sino
sentada", y al frisar los nueve meses se hizo necesario prestarle ayuda
cuando quería pararse, debido al mucho peso de su barriga. Aunque
"puesta de pie, pudo siempre andar i ocuparse en los quehaceres domésticos".
José Simeón tenía
razón: Rosaria Araya era una joven campesina de mucho ánimo
y vitalidad.
II
PAPA Y MAMA; O "ESTAR DE MAS" SOBRE EL CAMINO
¿Esperaban ustedes otra cosa?: Mateo Vega,
el peón que engendró las criaturas de Rosaria, no se hizo
presente el día del parto. Tampoco había aparecido durante
el último tiempo del embarazo, porque, de haberlo hecho, ¿no
habría ido con ella al monte a rescatar la pierna del buey desbarrancado?
No compadeció la angustia final de Rosaria. No se hizo cargo de
ninguno de los niños. ¡Ni el mismo José Simeón
lo mencionó para otra cosa que no fuera para decir que era él
quien había embarazado a Rosaria! El Gobierno, en consecuencia,
dio al padre por inexistente (o por incompetente), pues en todos los documentos
oficiales sólo se habló de "los hijos de Rosaria Araya".
No es cosa de maravillarse, sin embargo, por el
comportamiento irresponsable de Mateo Vega. Porque, cuando se tenía
un padre como ese Mateo, es decir: un simple "peón", entonces había
que hacerse la idea de que papá no era sino un accidente -o una
cadena de incidentes- en las vidas de su prole. Los hombres como Mateo
no formaban familia. Se sentían compelidos, más bien, a "andar
la tierra". En camino a otros valles, de vuelta de otros fundos, en busca
de otras minas. Escapando a los montes. Atravesando la cordillera. Apareciendo,
desapareciendo.(3)
Dormían a cielo descubierto, o "paraban" en
cualquier rancho disperso que hallaban en su travesía (un rancho,
tal vez, como el de Rosaria). Sus hijos, por lo tanto, no dormían
junto a ellos. Tan sólo se "noticiaban", de repente, de que su padre
andaba en los cerros de tal parte, arreando quién sabe qué
tropillas de animales. O que estaba en los valles de Coquimbo, donde lo
habían visto oficiando de pallaquero. O en eternizadas conversacionesde
negocios, en el pueblo vecino.(4)
Y aun podían pasar años sin que se tuviese el menor "noticiamiento"
de él. Hasta que alguien avisaba que estaba preso, que lo habían
herido en un riña de borrachos. Que lo habían visto convicto,
enjaulado y engrillado, reparando el camino del puerto. O que lo habían
agarrado en una leva, que lo habían hecho servir en el Ejército,
que se había desertado. Que, en fin, se había hecho cuatrero.(5)
Así, poco a poco, de
pura ausencia y "noticiamiento", un papá del tipo de Mateo Vega
se iba transformando, en la mente de sus hijos, en una especie de leyenda.
En un padre legendario. Legendario, pero inútil. A veces admirado
y deseado, pero las más de las veces temido y rechazado. Pues, a
fin de cuentas -o sea, cuando los hijos ya no eran más niños-,
no resultaba ser más que un desecho de la sociedad.(6)
¿Cuán efectivamente culpable era,
sin embargo, un papá como ése?
Todos sabían que un "peón-gañán"
no podía, ni él mismo, mantenerse con el jornal que pagaban
entonces por su trabajo. Que las más de las veces se le forzaba
a trabajar "a ración y sin salario". Que,
por hallársele en el camino y sin ocupación -es decir, sin
una papeleta que atestiguase que tenía "amo"-, se le consideraba
un "vagabundo mal entretenido", y que por considerarse al vagabundo un
estado "de suyo" pre-criminoso, se le acosaba y se le perseguía.
Era un sospechoso de nacimiento.(7)
¡Pobre papá! Daba lástima. A veces, como merodeando,
aparecía por el rancho de mamá. Como un proscrito culpable,
corrido, irresponsable. Despojado de toda aureola legendaria. Traía
regalos, claro, algo para mamá: una yegua, un cabrito, una pierna
de buey. Pero venía siempre acompañado. Un 'socio' de mirada
torva, oscuro, tan proscrito como él.(8)
Se "aposentaba" en casa por tres o cuatro días, pero apenas si,
de lejos, echaba una mirada a sus hijos. ¿Para qué más?
Permanecíamos mutuamente distantes, como extraños. Hasta
que de pronto la visita terminaba, generalmente, en una borrachera o en
un violento altercado con mamá. Cuando se iba -casi siempre en dirección
al monte- el aire se nos hacía más respirable. Más
fino y transparente. Que se vaya. Que se pierda en el polvo de sus caminos.
¡Que siga "aposentándose" por allí, embarazando mujeres
y desparramando "huachos"!
Ustedes dirán: no todos los hombres eran
del tipo de Mateo Vega. Que el caso de los famosos "inquilinos" era diferente.
Porque éstos, bajo el amparo del señorial sistema de hacienda
(autoridad, organización, respeto), tuvieron que hacerse más
caseros, fundando con mamá familias estables y nurnerosas.
Es cierto. Somos muchos los chilenos que provenimos
de las familias que esos "inquilinos", bajo tal sistema de amparo, lograron
levantar. Pero ¡cuidado!, no por destacar las diferencias entre el
"peón-gañán" y el "inquilino" vayamos a caer en el
viejo y doble prejuido de condenar sin más al "roto sin Dios ni
Ley", para ensalzar sin más la 'hacienda moralizadora y civilizadora'.
Pues, para empezar, ¿han tentado levantar rancho y familia en propiedad
ajena? ¿Saben lo que es vivir arranchados bajo el signo de la transitoriedad,
traspasados por la voluntad arbitraria del propietario terrateniente? ¿Lo
saben? Si es así, ¿se han percatado de la conducta que sigue
el papá de carne y hueso que uno ve y toca 'todos' los días?
Desde luego: trabaja laboriosamente, de sol a sol, de año a año,
para nosotros. Pero mírenlo allá, cerca de las pircas, junto
al patrón -que cabalga a su lado como una especie de gigante-: ¿no
va sonriente, servicial, presto, extravertido? Y véanlo ahora aquí,
dentro del rancho, doblado sobre la mesa: ¿no está iracundo,
huraño, autoritario? Allá no es más que un "peón"
sumiso, a pesar de su categoría de "inquilino"; aquí, entre
nosotros, un capataz de segunda categoría, autoritario, pese a su
fama de 'padre de familia'. Pero hay más: ¿no les ha hervido
la sangre cuando él deja a los patrones entrar a nuestro rancho,
que no vienen a otra cosa sino a divertirse a costa de la mamá,
o las tías, o las hermanas de uno?(9)
Claro, él sabe perfectamente que no puede impedir que ellos ejerzan
su derecho de meterse a nuestro rancho y de "chacotearse con las niñas",
pues, después de todo, junto con nuestra casa, nuestra familia también
es como propiedad de ellos.(10).
Por todo eso -y otras cosas más- papá
"inquilino" hacía poca noticia. No llegaba a desarrollar en torno
suyo ninguna aureola legendaria, ni siquiera como la de los peones-cuatreros.
Papá "inquilino" era un hombre ostentosamente sometido, precisamente
en presencia y ojos de todos nosotros, sus muchos hijos. No nos producía
ni admiración a la distancia ni rechazo por su cercanía,
sino, simplemente, desazón. Desilusión (11).
Algo así como una rabia sorda que crecía dentro de uno, a
medida que el niño se hacía muchacho, y el muchacho -óigase
bien- se hacía "peón".
Sólo cuando éramos muy niños.
Cuando había que acompañarlo a potreros distantes -por ejemplo,
para hacer carbón-, entonces, allí, en soledad, hundidos
en el silencio de los cerros, lográbamos establecer con él
una relación cálida. Intima. Allí se nos aparecía
el papá que esperábamos: sabio, poderoso, capaz de hacer
cualquier cosa y de enseñarnos todo.(12)
Pero el papá "inquilino" no siempre se escapaba de la hacienda en
compañía de su hijo menor. También lo hacía
junto a los otros inquilinos -o con el mayordomo o el mismo patrón-,
y no a la intimidad de los cerros, sino al mundillo ardiente de la pulpería
o chingana del pueblo cercano. Entonces no era ni cálido ni sabio,
sino un estúpido borracho a caballo, que las emprendía a
rebencazos contra otros parroquianos, o contra sus perros -que lo seguían
en manadas a todas partes-, o contra sus hijos que, también en manadas,
lo esperaban en su rancho(13).
Así, de esta manera, los buenos recuerdos de papá comenzaban
a diluirse, ahogados en hechos de violencia. O en los terribles alegatos
que estallaban cuando él trataba de atar a sus hijos mayores, de
por vida, como "peones obligados" al servicio de la hacienda. Así,
con el paso de los años, la imagen de nuestro papá "inquilino"
se nos iba tornando, de verdad, más y más insoportable. O
prescindible. Es que el viejo, para ascender en la jerarquía patronal,
terminaba por convertirse en un rabioso capataz del orden que lo destruía
a él y a todos nosotros como personas. Se fue convirtiendo en un
patroncillo de tercera clase, que peonizaba "a ración y sin salario"
a sus propios hijos, o por un mísero salario a los hijos de otros
inquilinos. ¿En qué se convertía, a fin de cuentas,
nuestro papá "inquilino"? En un hombre apocado, servilizado, apatronado,
sin agallas propias, y en un proyecto familiar sin destino ni dignidad.
Si uno quería ser un 'hombre' de verdad; o sea, un hombre digno,
dueño de su propia vida y libre conductor de su propia familia,
entonces no podía uno escogerlo a él como modelo. Así
que no tenía sentido quedarse al lado de él. Había
que abandonarlo, apenas fuera posible. Había que echarse al camino,
buscar por otros lados. Y si él quiere quedarse allí, atado
a la tierra de otro, ascendiendo bajo el despotismo de otro, allá
él. ¡Que se entierre en su servilismo! Y si eso significa
rodar por allí sin familia, sin otra tierra bajo los pies que el
polvo de los caminos, transformados en un "huacho" vagabundo por opción
de dignidad, pues, ¡vaya!, que así sea. Es lo mejor. Claro
que fue lo mejor. Pues, ¿no han visto cuántos
papás "inquilinos" concluyeron, después de todo, por seguirnos?
¿No terminaron casi todos ellos por 'ahuacharse' también,
y establecerse como inermes "allegados" en la casa de su hijo "peón"
mas exitoso? ¿No teníamos razón?(14)
No crean que ya terminamos con esto. De los papás
apenas se ha escrito nada. Todavía queda por hablar acerca de lo
que pasaba cuando uno era hijo de "parcelero", o de "chacarero", "pirquinero"
o, en general, de un empresario de tipo popular. Es decir, hijo de un papá
con medios propios de producción. 'Medios propios de producción'...
Suena bien, ¿no? Un papá-empresario, dueño de su propio
proyecto de trabajo, gestor de un incipiente proceso de acumulación,
conductor de familia propia. En este caso, era distinto trabajar sin salario
para él, porque era como trabajar para nosotros mismos. Así
que los problemas que encontrábamos en el trabajo productivo los
resolvíamos colectivamente. Más aún: festivamente.
¿Cómo no estar alegres, cómo no celebrar, cuando,
por ejemplo, levantábamos por mano propia no un rancho transitorio
de hacienda, sino una definitiva casa propia de adobe y teja?(15)
¿Cuando cosechábamos nuestro propio trigo, fundíamos
metales en nuestra propia fragua o lavábamos arenas auríferas
en nuestras propias instalaciones? Papá soñaba con comprar
más y más animales, adquirir otros retazos de tierra, levantar
un trapiche o una chimenea de ladrillo a fuego para la fragua. Mamá
aburría a todo el mundo exigiendo una cocina techada con tejas.
¡Si hasta se preocupaban de enviarnos a la escuela!(16)
Fue el tiempo de la infancia feliz. Fue la época en que papá
brillaba en torno nuestro, como el sol.
En algún momento, sin embargo -¿bajo
qué nebulosidad de infancia comenzó a desencadenarse 'eso'?-,
papá se fue poniendo opaco, y mamá triste. Las cosas comenzaron
a marchar como con dificultad. De repente, como que no marchaban y sentimos
hambre. Comenzaron a desaparecer las cosas que nos enorgullecían,
e incluso las herramientas de trabajo. ¿Cuándo comenzó
a suceder eso? ¿Fue cuando empezaron a visitar nuestra casa esos
futres de la ciudad? ¿Esos agentes de comercio, esos diezmeros,
los estanquilleros, los hacendados vecinos, el cura, el juez, el subdelegado,
los alguaciles? ¿Cuando, como un latigazo, caían desde el
norte, sobre nuestras casas, las levas militares? ¿Fue cuando los
"comerciantes habilitadores" se apoderaron por deuda de las minas de los
"pirquineros"? ¿Cuando los hacendados, los bodegueros, los molineros
y sus aliados despojaron de sus tierras, bueyes y enseres a los labradores
que, por deudas, vendían sus cosechas "en verde"? ¿Cuando
los mercaderes de las grandes ciudades hicieron demoler las "rancherías",
erradicar las "fraguas" y alzar las patentes a los industriales de condición
popular?(17)
Desde entonces, nada fue lo mismo. Papá comenzó
a. esconderse en los montes cercanos. Tenía miedo de que los futres
(mercaderes, jueces, curas, militares) le quitaran todo o lo encarcelaran.
Fue entonces cuando mamá, sola, tuvo que enfrentarlos. Todavía
la veo, plantada en la puerta de la casa, tranca en mano, dispuesta a corretear
a trancazos esas aves de rapiña.(18)
Pero volvían una y otra vez, sin perturbarse. Papá tuvo que,
definitivamente, dedicarse a aquello de "andar al monte". Entonces los
"diezmeros", "jueces" y demases avanzaron por todos lados, como langostas.
Hasta que consumieron casi todo. Fue el fin. Había que irse. Teníamos
que irnos, aunque quedara algo, porque lo que quedaba había que
dividirlo entre los seis, siete, ocho o más hermanos que crecimos
junto a papá y mamá. Y eso no servía para nada que
fuera digno. De modo que uno, en ese momento, podía preguntarse:
y todo el esfuerzo de los viejos, todo el esfuerzo nuestro, ¿para
qué? ¿Qué pudo papá, aun con el apoyo de todos
nosotros, contra la alianza de los mercaderes, jueces y militares? ¿Qué
recibimos nosotros de todo eso, al final? Nada.(19)
Y ahí quedó papá, proscrito, convertido a la fuerza
en un bandolero, en un ladrón de ganados, o en un anarquista; o
sea: en un perseguido. Vagabundeando por ahí, codo a codo con los
desprestigiados peones-gañanes. ¿Qué podíamos
hacer entonces nosotros? ¿Rondar como fantasmas en torno a los restos
de la parcela, o de la viña, o de la mina broceada, en torno a la
fragua erradicada o cerrada por insalubre? ¿Llorar la derrota de
papá empresario frente al poder de la clase mercantil? ¿No
era mejor, pues, enrabiados como todo 'huacho', echarse también
al camino?(20)
Este sí es el punto en que, ya, es mejor
no seguir. Si se habla de 'nuestros' viejos, entonces hablemos de leyendas
de bandidos, de presencias pusilánimes, de hombres derrotados. O
sea, nada que fuera capaz de retener a su lado los muchos hijos que echaban
al mundo. No nos abrieron camino: por el contrario, nos bloquearon. Así
que nos repelían, y los repelíarnos. O por causa de ellos
mismos, o por causa de terceros; que para el balance final, lo mismo da.
Lo que realmente cuenta es que nos convertimos en "huachos". En una enorme
masa de niños y muchachos que estaban "demás" sobre el camino.
Es nuestra identidad, y aquí es lo único que cuenta.
Ahora dirán ustedes: ¿y qué
pasaba con mamá? Pues -como lo presintió claramente Rosaria
Araya- los hijos se quedan siempre aferrados a la madre. Sobre todo, cuando
hay naufragio conyugal. Entonces digámoslo de entrada: mamá
se quedaba muy a disgusto con nosotros. Es que para ella no éramos
más que un cepo que la impedía moverse con la presteza requerida
para subsistir en un medio tan difícil como era el que acosaba a
los chilenos pobres del siglo XIX. Donde la mayoría de los hombres
-aun los más fuertes- fracasaban sin remedio, viéndose obligados
a escapar de sus hijos. Mamá no podía escapar de nosotros.
No podía. Pero, francamente, la estorbábamos. ¡Y vaya
si la estorbábamos! Si su impulso más primario -tras echarnos
al mundo y comprender que estaba sola, como Rosaria- era "repartirnos".
Eso, exactamente eso: obsequiarnos a cualquier otro que sí pudiera
"tenernos". Ella no escapaba como papá, ciertamente, pero en cambio
se deshacía de nosotros, tan pronto como podía. Y podía
pronto hacer eso. ¿No lo creen?
Usaba distintos procedimientos. Uno de ellos consistía
en llevar al niño recién nacido, en la oscuridad de la noche,
a una casona patricia, en cuyo zaguán, envuelto en toscas mantillas,
se le dejaba "expuesto". Ella golpeaba la puerta y escapaba. Había
que golpear fuerte, para impedir que el niño llorara largo rato
hasta que saliera alguna sirviente.(21)
Una variante de ese procedimiento era llevar al niño, también
de noche, hasta la llamada Casa de Expósitos. Una vez allí,
depositaba el bulto sobre una bandeja adosada a un torno, giraba el torno
-que introducía el niño al interior del ventanuco-, tiraba
de la cuerda de campana que colgaba junto al torno, y escapaba.(22)
¿Qué sentía mamá cuando escapaba corriendo
de vuelta hacia su rancho? ¿Iba llorando? Tal vez. Pero es probable
también que no, porque, según revela otro de sus 'procedimientos',
solía regalarnos, a plena luz del día y con una gran sonrisa
en sus labios -como si fuéramos una flor de su jardín-, a
algún patrón o patrona muy querido para ella.(23)
Otras veces preferían vendernos "a la usanza" -como se denominaba
este 'procedimiento'- a los mercachifles que suministraban "huachos" y
"chinas" a las casonas y palacios de Santiago, que devoraban y consumían
sirvientes como si fueran "frutos del país".(24)
En la capital, los "huachos" servíamos para rellenar todo: desde
la necesidad de esclavos de adorno, hasta las plazas vacías del
Ejército de la Patria; todo, por supuesto, "a ración y sin
salario".(25)
Pero eran muchas las mujeres -más de lo que cualquiera pudiera sospechar-
que, en su desesperación, tomaban la decisión de deshacerse
de nosotros de un modo más directo: arrojándonos al fondo
de un barranco o de una quebrada. Allí, entre el barro y el estiércol,
terminábamos convertidos en carne para perros, ratas y chanchos.(26)
¿Una exageración de nuestra parte? ¿Ustedes creen
que nos estamos sobrepasando en nuestro resquemor? No, nunca tanto. Pues
ellas, de verdad, muchas veces nos preferían muertos. Si no, ¿cómo
explicar entonces ese hecho tan de sobra conocido, como es el que, para
todos los adultos de pueblo, sólo cuando muertos llegábamos
a ser 'verdaderos niños'; es decir, auténticos "angelitos"?(27)
De más valía era un niño muerto y en el reino de los
cielos que vivo, hambriento y estorbándolos en este valle de lágrimas.
Es cierto que había otras mamás que
decidían conservarnos a su lado. Cuando esto ocurría, nos
agarrábamos a ella como desesperados, de media docena para arriba,
y, en tropel, tenía que "cargarnos" -era la expresión usada-
donde quiera que ella fuese. Si era "lavandera", la seguíamos hasta
los pilones y acequias, donde, junto a otros "huachos", estorbábamos
por días enteros, lo que obligaba a la policía a intervenir.(28)
Si era "fritanguera" o "vivandera", la seguíamos hasta las cañadas,
plazuelas y descampados donde instalaba su cocina, sus ramadas, mesones
y ventas. Pero si era "sirvienta" o "cocinera" de puertas adentro, no podíamos
seguirla, y teníamos que quedarnos en el cuarto o en el sitio, a
veces solos, otras veces bajo custodia de la abuela.(29)
En cualquier caso, estaba siempre ocupada. Nuestra algazara, por más
terrible que fuera, no lograba distraerla de sus quehaceres o retenerla
con nosotros. No la poseíamos.
Hay algo, sin embargo, que no puede negarse: tenía
agallas. Cuando ya se encontraba "cargando" más de un niño,
tomaba una decisión crucial: abandonar la casa de la abuela para
arrancharse por cuenta propia. ¡Cómo majadereaba entonces
al tinterillo del pueblo para que redactara para ella, y "a ruego", una
"petición de sitio" dirigida a "vuestra señoría",
el alcalde o el intendente!(30)
Al final, lo conseguía: le daban o arrendaban una cuadra, un cuarto
de cuadra, unas pocas varas de tierra. Allí levantaba su rancho,
sus "planteles" de árboles frutales, sus hortalizas.(31)
Al tiempo, su "quinta" era un verdadero vergel, lleno de vida, abierto,
generoso. Pero, ¿qué ingreso le producía esa "quinta"?
Rara vez más de treinta pesos anuales, ¡cuando lo que se necesitaba
para alimentar adecuadamente a su "mucha familia" no podía ser menos
de ciento veinte pesos anuales!(32)
Así que, de todos modos, tenía que salir a lavar ropa, a
levantar fritanguerías en las alamedas, o convertir su rancho en
una "chingana" o "fonda", a efectos de incrementar sus ingresos. Por entonces,
mamá era una mujer de las llamadas "abandonadas", pero era joven.
Joven, vivía sola y atraía hombres como moscas. En el rancho
de mamá pernoctaban labradores, peones, afuerinos, terratenientes,
hombres de paso, de todo tipo. Allí comían, bebían,
cantaban, jugaban y se divertían, formando a menudo "encierros"
que escandalizaban a los curas, jueces y hacendados de la vecindad.(33)
No era raro que nosotros, en las noches, anduviéramos a tropezones
con los borrachos que se dormían en cualquier parte (cuyas bolsas
y morrales eran, para nosotros muy fácil de 'aligerar'). Las trompadas
y los cuchillazos no solían escasear, y la sangre derramada obligaba
a los vigilantes a irrumpir de repente en nuestro rancho, terminando con
mamá en los calabozos, para espanto de sus muchos parroquianos,
que, al saberlo, no dudaban en asaltar la cárcel para liberarla.(34)
¿Era mamá una puta o no?
Para los jueces, para los curas y los grandes hacendados
de la provincia, sí, lo era. ¡Y en qué grado! De modo
que la acosaban, la denunciaban por adulterio, por amancebamiento, prostitución,
robo, por lo que fuera. Uno vivía permanentemente en ascuas. Había
viólencia, fuera y dentro del rancho. Uno podía ver y vivir
escenas de todo tipo. El cariño que teníamos por mamá
estaba atravesado por todas partes por estallidos de violencia emocional
y física, que nos reventaban en el alma periódicamente. Qué
más vueltas darle: la vieja era escandalosa. Y no podía ser
extraño que, más tarde o más temprano, los jueces
determinaran "deportarla" a La Frontera, donde la "depositaban"
en casa de algún propietario "de honor", para que sirviese de por
vida, "a ración y sin salario".(35)
Cuando determinaban eso, confiscaban el sitio de mamá, incendiaban
el rancho y a nosotros nos repartían en diferentes "casas de honor",
para aprender a servir y a tener "amo", único modo de tener derecho
a circular por el territorio sin ser perseguidos por "vagabundos".(36)
¡Pobre mamá! Su callejón, sin salida, era de ida y
vuelta: de sirviente a puta, y de puta a sirviente. Y en ese callejón
crecíamos nosotros.
Algo cambió la situación después
de 1860. La industria manufacturera comenzó a desarrollarse en varias
ciudades y muchas mujeres "abandonadas" hallaron en el trabajo asalariado
de tipo industrial una especie de escapatoria del callejón servilista
en que estaban atrapadas. La mayoría se hizo "costurera", trabajando
"a domicilio" para algún comerciante de ropa hecha, o en las barracas
de alguna fábrica. Ganar un "salario", aun miserable, era para ellas
una posibilidad cierta de vivir en su propio "cuarto" y reducir su condición
de servidumbre y dependencia. Que, pese al desprestigio que las rodeaba,
luchaban internamente por dignificar sus vidas, lo revela tanto el entusiasmo
con que se volcaron a la costura asalariada, como su masivo ingreso a las
"escuelas primarias" que comenzaron a abrirse por todas partes (superando
en esto, a fines de siglo, a los hombres). Es que no querían seguir
"sirviendo". Su tendencia a abandonar la servidumbre fue percibida por
los "amos", que denunciaron en el Congreso esa funesta actitud de las mujeres
de pueblo.(37)
Fue un lindo esfuerzo. Un loable movimiento de digna proletarización.
Pero, vean ustedes: ¿qué sucedió al final de ese movimiento?
Esto: cambiaron sus floridas "quintas" por un cuarto
de conventillo. El aireado rancho de suburbio por un tugurio repleto de
emanaciones irrespirables. Su independencia escandalosa por una decencia
enfermiza. Cuando mamá creyó alcanzar por fin su dignificación,
fue justo cuando nos recluyó en una especie de cárcel apestosa,
donde nuestra salud comenzó a debilitarse irreversiblemente. Y fue
dentro de esa cárcel donde un día reapareció papá,
regresando derrotado de quién sabe dónde, dispuesto esta
vez a participar de nuestra "vida proletaria". Justo allí, en el
infierno. Entonces, de nuevo, estalló la violencia. Pero ahora directamente
'entre' nosotros: entre papá y mamá, o de ellos 'contra'
nosotros. Aprendimos a vivir sintiendo en la piel el lento proceso de alcoholización
de nuestros viejos, y de prostitución de nuestras hermanas, a quienes
nadie, ya, se dio el trabajo de denunciar y deportar por lo que hacían
(o vendían). Así que allí, en nuestras propias narices,
se pudrieron todos a mierda lenta. Lenta, como iba el agua pútrida
que surcaba el patio del conventillo. Lenta, como la rabia que nos apretaba,
por dentro, el cuello, impidiéndonos tragar. Teníamos que
reventar por algún lado. Salir. Escapar. ¿Y hacia dónde
podía escapar un "huacho" de alma por 1900, en Santiago de Chile,
sino a la calle? Y vean pues ustedes: ¿de qué nos sirvió
quedarnos agarrados a las pretinas de mamá si, al final de todo,
y como antes, lo mismo terminamos estando "demás" sobre el camino?
La verdad fue siempre que ¡sobrábamos!
Había que comprenderlo: para nosotros, la
vida no consistía en seguir majaderamente las huellas de papá
y mamá. No podíamos repetir el ejemplo que nos daban. No
tenía sentido construir nada puertas adentro. No con ellos. No allí
dentro. Nuestra única posibilidad radicaba en buscarnos entre nosotros
mismos, puertas afuera. En construir algo entre los "huachos", por los
"huachos" y para los "huachos".
|
Fue lo que aprendimos a hacer, desde el principio.
En torno a los pilones, donde lavaban las mujeres. En la "caja del río",
en guerra de piedras contra los chimberos. En las chacras, contra las tapias
de los vecinos. En las playas, mariscando, saqueando navíos naufragados.
Agarrando carbón a lo largo del ferrocarril. En el puente de palos,
en los muladares, en las recovas, frente a las chinganas. Yendo, viniendo,
como nube de moscas, o de avispas. Así fuimos construyendo un afiebrado
mundo propio -que para los adultos era sólo un zumbido de zánganos
marginales-, el cual, creánlo o no, fue ofreciéndonos sucedáneos
para todo. "Compañeros" en vez de hermanos. "Socios" en vez de padres.
Geografía para caminar en vez de estratos sociales que escalar.
Riquezas lejanas y fabulosas que desenterrar, a cambio de salarios miserables
que "ganar". Excedentes ajenos de los cuales apropiarse, en sustitución
de lo propio que nunca nos dieron. Y por sobre todo, en vez de amor, camaradería.
Esa camaradería que, para nosotros, los "huachos", es un principio
básico de vida, especialmente la camaradería masculina.(38)
Sin ella, no se puede "andar la tierra". No se puede seguir hasta el final
un "derrotero". No se puede "combinar" un asalto, un robo, un alzamiento
en la faena, ni es posible defenderse ni hallar refugio. Sin camaradería,
verdaderamente, no se es nada. A lo más, sólo un pobre "huacho"
inerme y abandonado.
Digámoslo más fuerte: nuestra camaradería
"de huachos" constituyó el origen histórico del machismo
popular y la conciencia proletaria en Chile. Un primario instinto "de clase"
que, para nosotros, fue más importante -para bien o para mal- que
el instinto de familia. Fuimos, por eso, la primera y más firme
piedra de la identidad popular en este país.
Nos vimos forzados, por lo tanto, a darnos nuestra
propia 'ley'. A levantar como fuera nuestra propia sociedad, y labrar de
cualquier modo nuestro propio 'proyecto de vida'. Definirnos nuestros roles
históricos y así hemos creado nuestro propio movimiento,
les guste o no les guste. Son ustedes los que, a la larga, pagarán
las consecuencias de todo ello. En cuanto a nosotros, es bueno que lo sepan:
ya pagamos por todo eso.
III
DISCURSO Y POLITICA PARA "HUACHOS"
"Ideas falsas que del pobre tiene el mundo: la primera es
considerarlo como desgraciado... el Evangelio lo declara
féliz".(40)
Hay todavía otros periódicos que osan atropellarnos con la monserga de la "soberanía popular", que consistiría.-según ellos- en el derecho del 'bajo pueblo" a regir los destinos de todos. Pero, ¿queréis que os diga cuál es la sustancia real de esa soberanía?
"Escuchad esas vociferaciones, ved esos rebaños de hombres andrajosos que arroja el fango de los arrabales: es el motín que pasa. Ha apestado el aire. He aquí ‘el pueblo’... ¡el pueblo soberano! Esa mescolanza de pálidos mata-perros, de vigilados por la justicia, de horrorosas bacantes, esas frentes estúpidas i embadurnadas de vino -¿eso es el pueblo?- ¡Vaya pues! Eso es lodo humano... horribles pigmeos, impuro cardumen que ahúlla i que degüella".(42)
El problema aquí, caballeros, no consiste
en dar representación política a esa -mentada- "clase obrera".
Ni se trata de transformar en soberano de este país a la hez de
su sociedad. Más bien, de lo que se trata es de dar "amo" y a la
vez moralizar al "vagabunderío, ese manantial inagotable de vicios
i de crímenes, i que tantas causas fatales concurren a aumentar
en las poblaciones".(43)
Esas "pandillas de huachos", las bandas de "rotos alzados", las "gavillas
de cuatreros", las "colleras de cangalleros", los "encierros" de ociosos,
mal entretenidos y tahúres, las "nubes de mendigos" y las "reuniones
de mujeres" que se congregan en las puertas de los billares y cafés,
constituyen una amenaza cierta para la sociedad honorable y civilizada
en la que vivimos cristianamente. ¿Y sabéis por qué?
En primer lugar, porque ese vagabunderio es gentuza que vive "sin Dios
ni Ley", escandalosamente, ofendiendo la vista y desmoralizando a la juventud,
como lo prueba el Informe de don Manuel Pérez, don Isidoro Errázuriz
y don Pedro Félix Vicuña, que en uno de sus párrafos
dice que "cuasi todo el sexo débil... se prostituye y se consume
en forzada inacción: que los niños en nada se ocupan".(44)
En segundo lugar, porque esa gente, inclinada como está por naturaleza
al robo, la insolencia y el desacato, constituye una amenaza permanente
al derecho de propiedad y a la majestad de la ley y la autoridad. Por último,
porque su invencible proclividad a la holgazanería sustrae sus brazos
del trabajo productivo que puede engrandecer a nuestra nación. Comprenderéis
que una amenaza como ésa, que afecta a los fundamentos mismos de
nuestra civilización, debe ser eliminada, a cualquier costo. Es
por esto que hemos encomendado a nuestros Intendentes, Gobernadores, Subdelegados
e Inspectores el cumplimiento irrestricto de una tarea fundamental: "la
persecusión de los vagos ... la estirpación de estos parásitos
... estinguir las reuniones crapulosas que se forman en algunos bodegones
o cuartos de mujeres perdidas que viven juntas escandalosamente y son una
verdadera peste de la sociedad".(45)
La guerra contra el vagabunderío debe comenzar,
necesariamente, por la extirpación de los niños "huachos"
que infestan calles y plazuelas y levantan algazaras insoportables que
se alargan durante todo el dia. Son sus madres las que, irresponsablemente,
los descuidan e ignoran, mientras ellas pemanecen, semidesnudas, lavando
y parloteando en los pilones y acequias de la ciudad.(46)
En consecuencia, nuestros bandos y ordenanzas de policía se han
orientado, primero que nada, a combatir la vida escandalosa y la irresponsabilidad
maternal de esas mujeres:
Artículo 6: Se prohibe
absolutamente como escandalosa e inmoral la venta por las calles de dulces,
comestibles y demás que hacen las muchachas de 10 años para
arriba.
Artículo 12: Se prohibe
a las lavanderas, cocineras ... y demás, lavar en las acequias de
la ciudad.
Artículo 16: Seprohibe
poner en las calles y sus veredas braseros, fuegos, cocinas, ventas de
ninguna especie y toda clase de estorbo, que una costumbre inveterada e
indecente ha permitido.(47)
Con estas -y con otras- medidas se ha intentado terminar con el callejerío de las mujeres del "bajo pueblo" y con la insalubridad que las sigue, como sombra, por todas nuestras plazas, puentes y portales. Las autoridades estamos convencidas de que ése es el único medio que puede obligar a tales mujeres a permanecer en sus cuartos, y con ellas, sus cargas de niños. Sin embargo, a este respecto, la experiencia nos enseña que, aun estando en sus cuartos, no cuidarán de esos niños como debieran, y ellos se escaparán de todos modos a la calle. Por lo tanto, creemos que la policía. debe operar directamente contra los mismos niños, como único medio de librar a la ciudad de sus algazaras. De esta consideración resultaron otras ordenanzas, que perfeccionaron las primeras. De las cuales destacamos los siguientes artículos:
Articulo 4: Se prohibe
absolutamente toda clase de juegos en las calles ... excepto el volantín...
Si fueren muchachos, serán reunidos en un cuarto de la policía
durante dos días, ocupándose en alguna cosa útil,
pudiendo sus padres sacarlos, exibiendo la multa de un peso.(48)
Articulo 2: Es prohibido en
las calles, plazas u otros sitios públicos, juegos de bolos, ruedas
de fortuna, naipes, dados, chapas, trompo de clavar, taba, volantín
i demás semejantes, bajo la pena de 4 a 8 días de presidio
a cada uno de los que estuviesen, bien sea jugando o aciendo parte de la
reunión en que se juega.(49)
Articulo 65: Todo niño
que se encontrare jugando o cometiendo desórdenes en las calles,
será conducido por 24 horas al cuartel de policía, pudiendo
sus padres rescatarlos pagando una multa de 25 centavos. Los que no paguen
las multas... sufrirán una prisión de 24 horas por cada 25
centavos.(50)
Con la aplicación de esta política de saneamiento social esperábamos, honestamente, que desapareceria del todo la insana costumbre popular de vivir en algazaras callejeras. Pero -¿podéis imaginarlo?- eso no ha sucedido. La situación apenas ha cambiado. Esto nos obligó a atacar el mal más cerca de sus raíces, y hemos tomado medidas aun más radicales. Habiendo sido forzados a ello, hemos dado instrucciones precisas a nuestros Subdelegados e Inspectores para que, simple y drásticamente, confisquen a todo niño que se encuentre vagando en las calles, a fin de darles el destino que el interés público -y no el sentir de sus irresponsables madres- determine:
"Los Subdelegados e Inspectores... cuidarán de recojer a los niños o jóvenes huérfános sin tutores o curadores, a los que estén fuera del hogar paterno... o a los muchachos que, siendo forasteros, andan prófugos, sin destino, y los pondrán a disposición del Juez de Policía para que los entregue (según su edad) a algún vecino honrado y religioso con el objeto de que los eduque y sirva de ellos como de sus hijos".(51)
Dentro del mismo espíritu, no sólo
hemos decretado la confiscación de los "huachos" que se encuentren
en la calle, sino que hemos extendido el imperio de la ley hacia el mismo
interior de ciertos recintos, especialmente los de tipo público,
donde se realizan determinadas solemnidades. Esto, en razón de que
los niños de nuestro pueblo no saben respetar. Son insolentes por
naturaleza, profanan lo sagrado y arruinan nuestras procesiones, sacramentos
y liturgias. En vista de ello, dictamos el Artículo 72, de la Ordenanza
del 8 de enero de 1847, y el 61, de la dictada el 28 de mayo de 1855. Juzgad
por vosotros mismos: "Artículo 72: la policía impedirá
las reuniones, especialmente de niños u hombres, que suelen hacerse
para gritar en óleos o formar alguna otra clase de ruido o algazara".(52)Y
el Artículo 61: "No se permitirán reuniones de niños
en la celebración de óleos, ni que se moleste por ellos a
las personas que concurren a este acto religioso. A los que se encontraren
en tales circunstancias, los ajentes de policía los harán
retirar a sus casas, i si desobedecieren, los llevarán a la guardia".(53)
Y con mucha mayor razón, por supuesto, promulgamos el Artículo
62, que de la forma más terminante prohibe la realización
de "las funciones que suele tener la gente de pueblo cuando muere algún
párbulo, con el nombre de celebración de angelitos. Multa:
4 pesos".(54)
Algunas autoridades locales, llevadas de su celo, han aumentado esta multa
a 5 pesos, conmutable por veinte días de prisión.(55)
No obstante, con vergüenza, debemos deciros
que, pese a todos nuestros esfuerzos y al trabajo incesante de nuestros
Subdelegados, Inspectores y vigilantes, ha sido imposible detener la marea
de párvulos que inunda día tras día nuestras calles.
Estamos estrellándonos contra un muro infranqueable o indestructible,
que se reproduce de nuevo cada noche. ¿Qué más podemos
hacer? Pues no hay mañana que no se nos informe que, en la noche
pasada, dos, tres, cuatro niños indigentes han sido subrepticiamente
abandonados en los pórticos y zaguanes de las casas principales,
al amparo de las sombras y la irresponsabilidad de sus madres. Estamos
empeñados en lanzar una ofensiva a plena luz del día, y ellos
nos contraatacan a mansalva, en la oscuridad de la noche, inundándonos
de "niños expósitos". Pero nuestra paciencia de hombres públicos
no se agota, y también nos hemos preocupado de este problema.
¿De qué manera? Pues estableciendo,
en toda ciudad importante, una Casa de Expósitos o de Huérfanos,
cuya función es recoger, alimentar y educar a las criaturas que
sus madres desalmadas han abandonado. A través de estas benéficas
Casas hemos asumido la responsabilidad de hacer de esos niños seres
útiles a la sociedad. El trabajo humanitario que allí se
realiza debería ser conocido y valorado por todos los ciudadanos
contribuyentes de este país, y con este fin detallaremos
a continuación para vosotros un aspecto de ese trabajo:
"Recepción de los huérfanos. En la Casa hai un torno donde se reciben los huérfanos que se esponen. A la señal que hace la persona que quiere esponer un niño~, ocurre la tornera, quien lo recibe, y si es hora competente, se bautiza, si no lo está, por el Capellán de la Casa, y se sienta la correspondiente partida de entrada en un libro que se lleva al efecto por el ecónomo. Enseguida se le entrega a la nodriza, si la hai de pronto, y si no pasa a una mujer encargada de mamantarlos interin se les pone de nodriza. Cuando la esposición del huérfano es de noche, o a horas en que ya se ha retirado el Capellán (salario: 399 pesos 72 reales anuales), la tornera (30 pesos 72 reales anuales) lo pasa a la encargada de mamantarlos, y al día siguiente se le bautiza... No todos los huérfanos que hai en la Casa han sido espuestos en el torno, sino proceden también de los que se remiten del Hospital de las Mujeres enfermas, de las que desembarazan en la Casa, y de los que pasa la policía".(56)
La crianza de los expósitos se hace por mediación
de nodrizas, que los "mamantan" en sus propias casas. Como regla general,
preferimos a las del campo, que tienen mejor salud y calidad de leche.
Decenas de mujeres vienen todos los días a ofrecernos sus servicios
para este trabajo. Semejante oferta se explica por el hecho de que la Casa
paga un salario de 20 y 1/2 reales al mes por nodrizaje, pago que se extiende
hasta que al niño le salgan los dientes. De "esta época para
adelante (pagamos) 16 y 1/2reales". Cuando muere un huérfano, es
obligación de la nodriza conducir el cadáver a la Casa, desde
donde se le conduce al Panteón por un sirviente (84 pesos anuales).
Debemos confesaros que, hasta el año 1868, observamos "la costumbre
de arrojar los cadáveres de los párvulos no bautizados, las
secundinas de las parturientas y otras materias semejantes en un pozo ábierto".
Pero una denuncia de la Intendencia de Santiago y un severo dictamen posterior
nos obligó, a partir de ese año, a habilitar "un lugar cerca
del Cementerio General" para depositar esas materias y además "los
cadáveres (de niños) que no pueden tener sepultación
eclesiástica".(57)
Al principio, cuando nuestra política para
huérfanos no estaba aún plenamente desarrollada, los niños
de la Casa, al cumplir tres para cuatro años, eran entregados a
personas formales "que los solicitaban para su servicio". Ahora, en cambio,
contamos con el valioso concurso de la Casa de Providencia. Es allí
donde estamos remitiendo ahora los expósitos que cumplen esa edad.(58)
Las Hermanas de la Congregación de Providencia tienen por misión
educar formalmente a esos niños. Ellas les enseñan religión,
lectura, escritura y aritmética. "Las mujeres aprenden tanbién
a coser, lavar, cocinar, i en jeneral todo lo que concierne al servicio
doméstico". Los hombrecitos pueden permanecer en esa Casa sólo
hasta los diez años, "no pudiendo quedar en ella pasados dicha edad".
Vosotros podréis comprender de suyo las razones de esa regla. En
todo caso, las Hermanas de la Providencia colocan, tanto a niños
como a niñas, como sirvientes en casas de respeto.(59)
De
este modo, hemos conseguido que los niños abandonados reciban, de
modo intensivo y completo, toda la instrucción que la gente de esa
clase debe recibir para vivir honestamente en nuestra sociedad.(60)
En suma, podemos deciros que, en lo que respecta
a los hombres que somos responsables de la "cosa pública" de este
país, hemos hecho todo lo humanamente posible para resolver problema
del vagabunderío. Tenemos nuestra mente cristiana en paz. Hemos
cumplido como ciudadanos y patriotas. Si, pese a todos nuestros esfuerzos
y sacrificios, todavía subsiste la insana costumbre popular de lanzar
sus niños a la calle y llenarnos de algazaras, escándalos
e insalubridad -como, desgraciadamente, sigue ocurriendo-, eso configura
un problema y una materia que ya no puede resolverse mediante una política
ordinaria de buen Gobierno. Para eso se requerirá de una política
excepcional de Estado, o de emergencia, que es preciso meditar en profundidad
y ejecutar sin templanza. Y pronto. Creemos que vivimos una situación
de emergencia. Las cosas están, prácticamente, como al principio...
¡Y ya nos acercamos al fin de siglo y todo sigue igual! ¿Todo!
Porque, escuchad, ¿qué otra cosa sugiere el alarmente informe
de don Daniel Barros Grez, sino que todas nuestras medidas y ordenanzas
han sido inútiles? ¡Medio siglo de esfuerzo policial, educativo
y moralizador, perdido! Caballeros, por favor, leedlo por vosotros mismos,
y meditad:
"Hai muchas de estas calles que suelen presentar el aspecto de un inmenso patio de colejio en horas de recreo. ¡I qué colejiales, por Dios! Chiquillos harapientos i sucios salen de sus madrigueras a respirar el aire de la calle; i corren, triscan i gritan hasta ensordecer, levantando nubes de polvo e incomodando a los transeúntes... El policial de turno (fijáos bieen en estas líneas, porfavor)... afirmado en una esquina, suele mirar con entera impasibilidad todo esto... Sabe muy bien (¿acaso mejor que nosotros?) que los muchachos no pueden jugar en sus casas... saltan a la calle... i en contacto con tantas causas de perversión moral, tantos elementos de degradación (¿comprendéis ahora el peligro?)... aprenden los vicios correspondientes al lugar donde se han criado".(61)
¿Por qué, Dios mío, el mundo
de los "huachos" es tan irreductible?
IV
LA TRANSFIGURACION DEL PATIO
DE JUEGOS
Antes...
Al salir del rancho, como un abanico, se abría el patio de juegos, que se extendía hasta los pies de la Cordillera, y aun más arriba. Repleto de posibilidades. Desafiante. Invitando a los músculos y la imaginación a ejercer su capacidad de dominio. Nuestro poder.
(En el fundo Velasquino donde sembraba yo chacras
había buenos caminos, se daban muy bien las papas.
Esto era en San Vicente, de apellido Tagua Tagua
nuestra casa daba frente al camino Las Pataguas.)(62)
Estaba, por encima de todo, el cerro. Los faldeos y las lomas.
(En los primeros meses de invierno, cuando salen los pastos verdes en los cerros con las primeras lluvias, y los cerros se ponen refalosos con la humedad y el pasto verde, Carmelo, en compañía de otros chiquillos amigos, inventaron un nuevo deporte, que consistía en refalarse cerro abajo sentado en un palo. Carmelo iba al cerro a cortar un palo a propósito, como de 50 centimerros de diámetro y de unos 60 de largo y que tuviera un gancho, que le sirbiera como cabeza de caballo para de ahí tomarlo con las dos manos y guiarlo cerro abajo... A este aparato raro él le daba el nombre de "caballo"... se lo hechava al hombro y se hiva cerro arriba en busca del punto que habían elegido para deslizarse. Este punto era una lomita de cerro que no tuviera piedras y estuviera parejita y vastante pendiente y con vastante pasto... Se sentava en su caballo, abría las piernas para que le sirvieran como alas para equilibrarse, y se lanzaba cerro abajo, como una exalación, en un trecho como de 50 metros. Con el uso que ellos le daban al pasto, este se ponía como jabón de refaloso. A esos refalones él los llamaba "canchas".)(63)
Y no había necesidad de jugar clavado siempre en un mismo lugar. "Canchas" había por todas partes, donde uno quisiera. Donde uno las hiciera.
(También tenía otra cancha en el cerro también, pero ésta era para el verano, y estaba ubicada en otro sitio que se llamaba Las Heritas. Se llamava así porque en el verano muchos chacareros zacaban sus chacras para trillarías ahí, porque era un terreno muy duro y parejito. Junto a estas heritas se eleva un cerro pelado, sin árboles ni piedras. Carmelo y sus amigos escogieron una parte más liza del cerro para hacer una cancha para jugar a la chueca (un juego araucano).Este juego lo ejecutavan en la falda del cerro, y para esto hasian bolas de madera como de 20 centímetros de diámetro y se arreglavan un palo como de un metro de largo con una punta un poco arqueada. A este palo le daban el nombre de chueca, y con esta chueca le pegaban a la bola lo más fuerte que podían, lansandola cerro arriba, y para esto nombraban a un juez, que ponían allá arriba, el cual les indicaba el punto al que llegaba cada uno.)(64)
Si los cerros y lomas daban para infinitas combinaciones, no daban para menos los canales de riego y los esteros.
(Por el frente de nuestra casa, como a 50 metros, pasava un estero, que aumentava tanto su caudal de agua, que parecía un mar, daba miedo mirarlo. Arrazava con todo lo que encontrava a su paso, derribava barrancos de tierra, arrancava árboles y se los llevaba dándolos vueltas: ya asomaban los cogollos, ya las ramas, ya las raíces sobre el agua, y se ensanchaba tanto en invierno que llegava como a 10 metros de nuestra casa, que por suerte estaba edificada en terreno más alto. Por la horilla de este estero tan temible y feros, era el sitio que le gustava a mi hermano Carmelo para jugar y entretenerse en los días de lluvia. Se hiva a escondidas de mi madre... se ponía un sombrerito de lana que tenía, de la copa agusadita para arriba. ... Un día arreó una banda de patos que eran de mi madre, y los hiso meterse a las correntosas aguas y él gosaba viendo a los patos... suviendo y bajando... Otro día hiso meterse al agua a unos potrillos que encontró por ahí cerca y contava después que los potrillos llegavan a pelar los dientes batallando con la corriente que los tumbava, que casi se ahogaron, pero él gozaba con el espectáculo... Eso sí que se mojaba como sopa con la lluvia, pero eso no le importaba a él. Las chiquillas contavan que sólo le veían la puntita del bonetito, que pasaba saltando cuando él pasaba corriendo de un lado a otro por el frente de la casa.)(65)
Los caballos abrían caminos hacia puntos inclusomás lejanos. Resonaba el cascajo en la oscuridad, en el silencio de los cerros. Y aun así, se podía jugar.
(Nos mandaban a los dos a limpiar las chacras de malezas, y para esto hívamos de a caballo, en una yegua muy mansa. Carmelo le ponía un zaco suelto no más sobre el lomo de la yegua, y ahí montábamos los dos. El adelante para manejar las riendas y yo atrás, al anca... llevando un zaquito con la comida para todo el día . cuatro panes amasados, un quezo, cuatro huevos cosidos, un papelito de ají machacado con zal para untar el quezo y los huevos, una bolsita de arina tostada rebuelta con miel de pera, que hacia mi madre... Pues bien, nosotros beniamos por hesos caminos tan zolos y culebreados, y como no nos veia nadie, Carmelo comenzaba a hacer figuras y pallasadas: se hacía el que venía como que ya no podía más de borracho y que a duras penas podía sujetarse sobre el caballo, se ladeaba para un lado y el otro, se abrazaba al pescuezo de la yegua para no caerse, a veces casi se caía y se enderazava otra vez ... a veces me andaba traendo por las costillas de la yegua, como yo no tenía más firmeza que la cintura de él. Asta que en una de ladearse y enderesarse fuimos a dar al suelo.)(66)
Y no sólo se podía jugar en el gran patio de nuestro rancho. También, si queríamos, podíamos bailar. En plena naturaleza y soledad.
( ...y como ya habían sandillitas grandes que se las podían robar, nos mandaban a los dos a dormir al sandeal. Para esto hicimos una casuca de ramas de árboles y cañas de maís. Todas las noches, después que comíamos, nos íbamos para la ruca, bien cargados con mantas, frasadas, una almoada y una basenica para hacer pichí y no tener que levantarse y salir afuera en la noche... En ese tiempo a mi no me hacía falta la música de voca, y cuando íbamos con nuestras cargas a cuestas por la parte más sola del potrero por un caminito angosto entre los matorrales y zarzamorales... entonces sacava yo mi música y le hacía una pasadita por los labios, haciéndola sonar. Pero a él parece que le hubiesen tocado con una corriente eléctrica, porque instantáneamente lanzava lejos todas las cosas ... y zacaba el pañuelito y lo ponía en alto, esperando que yo le tocara una cueca para bailaría. Las cosas que él lanzava caían por encima de las yerbas y zarzamoras y la vasenica llegaba a dar bote en el suelo, y como a mí me daba tanta riza... no podía tocarle, entonces él me gritava con aspereza "¡toca pues hombre!"... yo, para poder tocarle la cueca tenía que bolverme para otro lado y no mirarlo porque me daba tanta riza al verlo como se descuartizaba bailando con tanta fuerza que parece que no tenía huesos en el cuerpo... a él le gustaba bailar en el pasto como en un alfombrado, y no teníamos más espectadoros que los matorrales.... A veces se ponía a cantar un canto que sólo cantava cuando estávamos los dos no más. Yo todavía me acuerdo de dos estrofas, y que son las qué van a continuación: Estoy muy acongojado/ de un peo que me largué/ porque al momento quedé/ corrido y avergonzado./ Con las damas a mi lado/ cómo me iría a aflojar/ todos soltaron la risa/ y yo me quedé muy formal.)(67)
El cerro, el aire, el estero, el árbol, los
patos, los potrillos, la yegua, los gritos, la noche, el baile. Una geografía
completa para llenar de vida e imaginación. Para aprender a sentir
la sangre, el poder, la lógica de las fuerzas profundas. Juegos
para domesticar cerros, potrillos, chacras, sandeales. Juegos de poder
productivo. Identidad que se desarrolla, solidaria, como expresión
de humanidad creadora.
Después...
Tuvimos que venirnos. No había trabajo bueno. No se ganaba mucho dinero. Arrendamos un "piso" en el fundo suburbano de un señor de gran apellido, y allí construimos un pequeño cuarto. Todos nos metimos allí dentro, pues no había mucho sitio donde estar. Eramos muchos los que nos vinimos a encuevarnos en esas covachas. Muchos. Comenzamos a sentirnos invadidos, atrapados, apretujados, sin poder respirar bien.
"La mayor parte de los sitios grandes pertenecen a jentes acomodadas que arriendan pisos a locatarios que edifican ranchos tanto en el interior como en el exterior; pero que dejan un espacio entre ellos para facilitar el acceso a los otros. De esta manera, suelen formarse especies de conventillos o callejuelas angostas... que no guardan orden ni concierto".(68) "Son estos laberintos, sin dirección ni salida, refugio de los vagos y malhechores, que desafían desde semejantes guaridas, los esfuerzos y vigilancia de la policía".(69) "Ineficaces son los esfuerzos de la autoridad para reprimir los desórdenes y evitar los crímenes que se cometen en las rancherías de la capital, pues el desarreglo en que se hayan colocados y la forma especial de su construcción... las hace inexpugnables a la policía, y el delincuente que llega a entrar en cualquier rancho tiene segura su evasión, ya por las cortadas y tortuosas callejuelas que forman, como porque cada uno tiene comunicación con el inmediato por medio de gateras, circunstancia que hace imposible acertar la dirección que el criminal había tomado en su fuga"(70)
Vivíamos agazapados en callejuelas, gateras y laberintos. Era como estar todo el tiempo reptando a través de madrigueras. Se podía jugar a ser ratón. A ser una pandilla de ratones depredadores. Eso era fácil, pero era difícil jugar sin ser molestado. La madriguera estaba siempre llena de gente. Algunos que escapaban, heridos, atropellándolo todo. Otros, atravesados en el túnel, inertes, borrachos, estorbaban el tráfico. Nos sentíamos constantemente atropellados. No recuerdo dónde estaban papá y mamá. Pero, en fin, al principio, cuando estábamos recién llegados, todavía era posible jugar. Después, cuando se nos vino encima la invasión de las aguas, ya no lo fue...
"La superabundancia de canales particulares de regadío que cada propietario saca de los ríos en virtud de antiguas y nuevas mercedes... multiplicadas inútilmente las acequias... se multiplican las sanjas y puentes... en un terreno comparativamente reducido como es el del Departamento de Santiago... los males gravísimos que se sufren por las filtraciones o aniegos. ... Aun ai más: las nuevas lagunas o pantanos de aguas detenidas que cercan a esta Capital, descomponiéndose continuamente, inficionan la atmósfera y producen epidemias desoladoras, mientras que sus habitantes, sitiados por ellas, por las mismas filtraciones que han llegado a los suburbios de la ciudad... tendrán que ir abandonando la población a medida que se desenvuelvan y crescan estas calamidades... reduciendo a una parte comparativamente pequeña los terrenos cultivables... abuso de los riegos, sin los correspondientes desagües... se aumentan por todas partes las aguas detenidas".(71)
Fuimos descubriendo que el piso de nuestros ranchos estaba más bajo que el nivel del agua de las acequias. Había rebalses continuos y nos anegábamos todos. La humedad y los olores pestilentes se nos pegaban a la vida, como una segunda piel. En el mismo centro de nuestro cuarto, el número 28, tuvimos que cavar un desagüe extra, porque la acequía que lo atravesaba subió en exceso su nivel y vivíamos inundados. Ya no pudimos jugar más. Los juegos comenzaron a ahogarse, como ratones efermos.
"En un conventillo de la señora doña Rosaria Cerda hai también algunos ranchos que deben desaparecer. El corral o patio es un chiquero, lleno de hoyos y éstos de agua. La acequia que lo atraviesa se encuentra a mucha altura respecto al nivel del piso de aquellos. Debe bajarse como 50 centímetros.... No hai otro recurso que tocar respecto de estos ranchos que el de terraplenarlos con sus propios escombros, i esto sería aun poca cosa para dejar su pavimento al nivel de las calles nombradas (Olivos y Juárez)... Conventillo de don Francisco Orella, calle de Dávila: ranchos en hoyo i aguas detenidas... En el conventillo del señor Clark debe bajarse la acequia, terraplenar la calle i cerrar el cuarto número 28, atravesado por aquella".(72) "El conventillo de la calle Santo Domingo número183, de propiedad de don José Bruno González, se encuentra con todas sus habitaciones completamente inundadas... A pesar de esto, hai personas que se resignan a habitarlo, colocando en los cuartos una capa de aserrín de sólo dos pulgadas"(73) "Visité los barrios del sur, desde el canal de San Miguel hasta, el zanjón de la Aguada i desde la calle de Castro a la de San Francisco... siempre más bajo hasta un metro al nivel de las calles adyacentes, lo que hace que la humedad salte a la vista; sin ninguna vegetación en sus inmediaciones i pésimamente mal ventiladas; sin acequia de agua corriente ni locales adecuados en donde puedan depositar sus basuras e inmundicias, i rodeados por esto mismo de charcos i pantanos de aguas inmundas i corrompidas que llenan el aire de emanaciones pútridas deletéreas ... tales son las rancherías que forman los suburbios al sur de Santiago".(74) "Resultando del Informe anterior que... los barrios del sur (son) verdaderos potreros en que está sembrada la muerte".(75)
¡No se podía jugar! No había ninguna vegetación. Vivíamos envueltos en aires venenosos... ¡No se podía jugar! Comenzamos a enfermarnos. Mis hermanos menores se murieron... Nos reventábamos por dentro de ganas de gritar, de llamar a alguien... ¡Y no se podía jugar!
"Asinada en cada una de aquellas cuevas vivía una familia entera, por lo jeneral bastante numerosa, los vicios del padre constituyeron la primera escuela de los hijos, quienes, amamantándose desde que nacen con la corrupción i el escándalo, llega a ser su alimento, su modo de ser ordinario. Allí no existen, no pueden existir ni el pudor ni la decencia".(76)
Nos convencimos de que el mundo se reducía a nuestros cuartos y laberintos encharcados. Sufríamos una especie de metamorfosis. Podíamos haber sido ratas, o tal vez ya lo éramos. Una embriaguez mortífera nos embotaba los sentidos. A veces nos encontrábamos mirando el vacío, como en éxtasis... ¿Por qué no vienen a observarnos? ¿Qué sucede? ¿Qué nos está sucediendo?
"Separándose un poco de ciertos centros de la ciudad, habrá dado con calles llenas de lodo... habrá tropezado con montones de basura i habrá hundido sus pies en colchones de tierra, que a veces suele formar nubes de polvo con los juegos de los harapientos muchachos i de los innumerables perros del vecindario... El pañuelo en las narices es cosa precisa para acercarse a ciertos lugares. Allí son amagados al mismo tiempo los cinco sentidos del pobre transeúnte... por las variadas escenas Indecentes e inmorales que se nos presentan al pasar... se ve, en confuso desorden el bracero en que se hace la comida... estacas clavadas de las que cuelgan ropas, sombreros, canastos, etc. i en un rincón se ven amontonados choclos, papas, repollos, etc. produciendo un olor a putrefacción... ¿Cómo no han de salir los muchachos a saltar a la calle, que es el verdadero patio de tales habitaciones? Sólo quedan los más pequeños; i no es estraño verlos medio desnudos i tendidos sobre el húmedo pavimento".(77)
¿Viniste? Mírame entonces, de una vez. ¿Alcanzas
a distinguirme? Soy de los más pequeños. Estoy medio desnudo
y tendido sobre el húmedo pavimento... ¿Qué sientes
por mí? ¿Qué esperas de mí? ¿Me temes?
V
LOS NUMEROS DE VIDA Y MUERTE
Durante el siglo xix, la situación de los niños indigentes constituyó, en Chile, un problema social relevante. Los siguientes indicadores, de orden cuantitativo, describen el perfil general del mismo:
1. Proporción de la población
infantil (de uno a quince años) en relación a la población
total, nacional y/o provincial. Siglo xix
Durante las primeras décadas de este
siglo no se realizaron censos propiamente nacionales, sino, sólo
parciales. Los datos existentes, que son por ello necesariamente fragmentarios,
indican que la poblaci6n infantil chilena era, a un nivel significativo,
numerosa. Por ejemplo, en la provincia de Maule -que contenía un
alta concentración de individuos catalogables como pertenecientes
al estrato indigente- se registraron en 1827 las siguientes cifras: 46.885
muchachos y niños de menos de quince años, sobre una población
total de 104.129, lo que da un porcentaje de 45.0 por ciento. Si a eso
se agrega el tramo etario de quince a veinticinco, el porcentaje ocupado
por la población joven aumenta a 60.4 por ciento del total.(78)Esto
revela el importante peso demográfico de la población infantil
y joven en esa provincia. Casi dos décadas más tarde, en
1845, la población de uno a quince años se había incrementado
en dicha provincia a 46.6 por ciento.(79)
Pero en 1885 era sólo de 42.9.por ciento.(80)
En el mismo año de 1885 el porcentaje de
la población infantil a nivel nacional era similar al de Maule:
42.4 por ciento, pero en Santiago era notablemente inferior: sólo
36.5 por ciento, bajo el nivel nacional.(81)
En 1907, el porcentaje nacional había descendido a 37.5 por ciento,
habiendo decrecido aun más el de Santiago.(81)
En conclusión, puede estimarse que la población
infantil chilena fue perdiendo consistentemente, en el transcurso de la
mitad del siglo xix, su peso relativo dentro de la población total.
Igual deterioro -pero a una tasa mayor- experimentó la población
infantil de la ciudad de Santiago para igual período.
2.- Porcentaje nacional de niños
ilegítimos con respecto al total anual de los nacidos. Siglo XIX.
Algunas tendencias generales
Durante el siglo xix, la proporción de niños
ilegítimos registraba en el país, con respecto al total anual
de los nacidos, era significativamente alta, tendiendo a incrementarse
en el transcurso del siglo. Véase el Cuadro 1.
CUADRO 1: Legitimidad de los nacidos, 1848-1916
(en porcentajes cada 10 años)(83)
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La proporción de niños ilegítimos nacidos en Chile entre 1848 y 1916 aumentó desde un quinto del total a más de un tercio. Tales cifras son de nivel nacional, oficiales y apoyadas en casos debidamente documentadas. Otros informes sugieren que, dentro de determinadas áreas, esa proporción pudo haber sido superior. En la ciudad de Santiago, por ejemplo, fluctuó normalmente por encima del nivel nacional: entre un mínimo de 460 por mil y un máximo de 541 por mil, entre 1903 y 1910.(84) A modo de hipótesis, cabe estimar que, en los barrios populares de la capital, la proporción de niños ilegítimos debió oscilar entre 750 y 800 por mil. En consecuencia, hacia 1900, y sobre todo en los distritos pobres, casi los dos tercios de los nacidos constituían casos de niños "huachos".
3.- Mortalidad infantil en
Chile durante el siglo xix, dentro y fuera de los recintos de protección
a la infancia.
Durante el siglo pasado, la tasa de mortalidad infantil
registrada en Chile se mantuvo en tasas significativamente altas, tendiendo
incluso a incrementarse a fines de siglo. Diversos datos fragmentarios
indican que, en las primeras décadas, la mortalidad infantil (considerando
los niños de uno a siete años) fluctuó entre 50 y
60 por ciento del número total de muertos al año, siendo
ese porcentaje en las ciudades de Santiago y Valparaíso.(85)
A fines de siglo, la mortalidad infantil (considerando ahora sólo
el número de niños muertos en el primer año de vida,
con relación al total de nacidos) tuvo un fuerte incremento a nivel
nacional, llegando a ser, según diversos expertos, la más
alta del mundo. Véase el Cuadro 2.
CUADRO 2: Mortalidad infantil en Chile.
1898-1910(86)
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Aunque altas, esas tasas de
mortalidad infantil fueron casi duplicadas en el interior de las Casas
de Huérfanos, donde, entre 1837 y 1839, la mortalidad infantil fluctuaba
entre 470 y 610 por mil anual.(87)Cincuenta
años más tarde -en torno a los críticos años
de 1880- esas tasas se habían incrementado a niveles superiores
a 800 por mil anual (véase Cuadro 3). Sólo después
de 1900 se registró un leve descenso.
CUADRO 3: Casa de Huérfanos: mortalidad
por cohorte de expósitos. 1876-1925.(88)
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De todo lo anterior podría derivarse tal vez una conclución algo dramática: durante ese período, las madres que llevaban a sus hijos a esa Casa en la expectativa de salvar su vida y asegurarlos contra la pobreza, estaban en un 70 por ciento equivocadas.
4.- Conclusión general
Del rápido análisis cuantitativo expuesto
más arriba, puede sostenerse, a modo de conclusión general,
que en Chile, durante el siglo XIX, el problema de los niños desamparados
tuvo un carácter masivo y, a lo largo del período examinado,
fue deviniendo en un problema crítico.
VI
DE LA CRONICA ROJA: EL VINO,
LA SANGRE, EL FUEGO,
LA DINAMITA, LA MUERTE
Los niños indigentes se vieron envueltos en incesantes olas de violencia. Tanto fue así, que, a veces, ellos mismos concluyeron por impulsarlas.
El Vino
"El domingo en la tarde,
una mujer, en completo estado de ebriedad, fue descubierta escondida en
la cochera de una residencla particular en la Calle de las Monjitas. Al
serle demandado que ella abandonara ese lugar, se puso furiosa, y fue necesario
llamar a un policia. Al llegar a la residencia, el guardián del
orden trató de forzar a la ebria mujer a abandonar el lugar, pero
pronto descubrió que ella era demasiado fuerte para él y,
con su casaca rota y el rostro arañado, tuvo que retirarse del campo
de batalla. Fue necesario llamar refuerzos, y después de una verdadera
turbamulta, la belicosa mujer fue llevada a la comisaría. Tras un
corto momento en que permaneció encerrada, ella quebró la
puerta de la celda, lo que obligó a la guardia, para impedir que
la mujer siguiera haciendo nuevos estropicios, a atarla de pies y manos.
Y en ese estado permaneció, hasta que su furia amainó.(89)
La Sangre
"Coquimbo. De acuerdo
al Atalaya, un trágico ejemplo de las consecuencias de una severidad
paterna irracional ha ocurrido en un lugar llamado Quillota, en la familia
de un campesino pobre. Un muchacho de catorce años, cuyo deber era
pastorear un pequeño rebaño de cabras, tuvo la desgracia
de perder un cabrito, razón por la cual fue inmisericordemente golpeado,
como castigo, por su padre... Hace dos días, la cabra madre del
cabrito desapareció también. Temeroso de provocar de nuevo
la furia de su padre, el desgraciado niño se suicidó colgándose
de la rama de un árbol".(90)
El Fuego
"Un hombre llamado Anjel
Loyola ha sido arrestado bajo acusación de haber quemado el rancho
donde vivían su padre y su madre en Pencahue, habieno previamente
cerrado la puerta por fuera para impedir que escaparan. El desnaturalizado
hijo permanecía afuera, escuchando impasiblemente los gritos de
sus desgraciados padres, que estaban quemandose vivos, cuando un vecino
corrió a abrir la puerta. Pero Loyola, no bien lo vio, trató,
cuchilla en mano, de impedírselo, pero se demoró en su movimiento
y sus padres escaparon fuera no bien vieron la puerta entreabierta. Entonces
él trató de acuchillar a su madre, lo que habría conseguido
si ella no se hubiera escudado con su brazo, el que recibió un profunda
herida. Los vecinos trataron de amarrar a Loyola, pero éste escapó
corriendo, aprovechando la oscuridad de la noche. Al día siguiente
fue tomado prisionero".(91)
La Dinamita
"El trabajador Gregorio
Ruiz... puso fin a sus días suicidándose con un cartucho
de dinamita que se colocó en el pecho. Se cree que la causa que
ha inducido al suicida a tomar tan tremenda determinación ha sido
una larga enfermedad que le aquejaba. Parece que su esposa también
se encontraba en cama. De las averiguaciones tomadas, se nos informa que
la Casa le suspendió el viático que le daba, y también
le negó el permiso para hacer una erogación para su enfrrmedad.
Deja la esposa y dos hijos menores de edad y sin recursos. El suicida llevaba
14 años trabajando en la Casa. Oficina Ramírez. El Corresponsal".(92)
La Muerte
"Nuestro corresponsal
en Chañaral nos reporta que, según le han asegurado personas
que hace poco llegaron de Taltal, este puerto vive una situación
que no es de las más atractivas para los afuerinos que llegan a
buscar trabajo. Diariamente caminan a ese puerto personas que, a pie, vienen
de Chañaral o Antofagasta, medio muertas de hambre, sed y fatiga.
La fundición del señor Barazarte está paralizada...
El dinero en circulación está compuesto principalmente de
fichas de guttapercha, de la casa de Barazarte... los salarios
son de un peso diario, sin ración... Numerosos cadáveres
han sido y siguen siendo encontrados en los alrededores, como también
en las huellas y senderos que unen Chañaral, Taltal y Antofogasta,de
personas que han perecido de hambre y sed mientras caminaban al nuevo puerto".(93)
VII
DE LOS NIÑOS "HUACHOS", Y DEL HISTORIADOR
Los niños no eligen gobernantes. No son,
tampoco, gobernantes. No organizan Estados. No declaran guerras. No destierran
a sus semejantes. No imponen políticas económicas ni acumulan
capital. No contratan sirvientes. No hacen revoluciones. No difunden utopías.
Los niños no son agentes activos, ni determinantes
ni eficientes en la historia de los adultos. Menos aún los niños
indigentes. Si queremos mirarlos con la mirada histórica calibrada
y entrenada en los sucesos de los adultos, no los veremos. Estarán
al margen de ella. Carecen de historicidad en este particular sentido.
¿Es que, entonces, no tienen Historia?
Los documentos que han servido de basea a este
trabajo no fueron reunidos para este fin, sino para otros objetivos, atingentes
a la historia adulta. Pero todos ellos traían, en sus bordes, en
su dorso, en la atmósfera que creaban, una aureola histórica
silenciosa, inexplorada, pero expresiva. Una especie de profundidad histórica
que se expandía mucho más allá de los encadenamientos
-típicos- de los hechos adultos. Se fue haciendo evidente que, desde
esa aureola silenciosa, hablaban los niños pobres, atravesando con
débiles voces todos los hechos y procesos históricos estudiados,
como desde otra dimensión de la historicidad.
¿Cuál era esa dimensión?
Aun terminado este trabajo, no es posible definirla.
Acaso es el padecimiento de la historicidad. La dimensión patética
de la sucesión de hechos adultos. La proyección de los acontecimientos
hacia el interior de la sensibilidad humana en su estado más puro
y germinal. Las resonancias infinitas que el complejo y tenso acontecer
social despierta en las mil cuerdas de una conciencia intacta. Como si
la historicidad infantil no se resolviese en el estallido encadenado de
los acontecimientos, sino en la profundidad casi intemporal de la sensibilidad.
Si eso era, ¿cómo llegar hasta
allí? ¿Qué niño deja testimonios escritos o
materiales de esa profundidad? Podría resolverse el problema -como
de hecho se hizo aquí- organizando los hechos adultos en torno al
niño indigente, para reproducir pálidamente el amasijo factual
que se proyectó, durante el siglo xix chileno, al interior de su
sensibilidad. Definiendo y acomodando nuestra historia adulta para medir
sus repercusiones hacia la infancia desvalida.
Sin embargo, la sensibilidad infantil, ¿es
pura sensibilidad pasiva? ¿Pura resonancia multiplicada por la germinalidad
de su mente? Pareciera que no. En esas profundidades, ocurren -ocurrieron-
cosas. Cambios. Reacciones. Transformaciones. El historiador, en este punto,
no tiene más camino que estar atento a lo que aflora -afloró-
de esos cambios profundos al exterior. A la historia pública y pedestre
de los adultos. Y podría construir, entonces, una historia de las
conductas infantiles: sus juegos, sus costumbres, sus reacciones, y su
evolución a través del tiempo. Ante eso, podría examinar
el problema objetivamente, incluso utilizando un lenguaje neutral -como
el utilizado por los analistas de las políticas sociales y de beneficencia
de la República-, a efectos de perfilar esos (minúsculos)
hechos, sus tendencias estructurales y los cambios experimentados. Hechos
y tendencias debidamente medidos y clasificados. Y también archivados.
Con todo, ¿es ése el punto? ¿Hemos
cogido con eso lo específico de la historicidad infantil, y en especial
la de los niños indigentes -"los huachos"- del siglo xix en Chile?
En el caso de esos niños, pareciera que
su sensibilidad trabajó en el sentido de construir identidad. De
desenvolver la humanidad pura que contenían, por encima y más
allá de los materiales históricos externos que impactaban
en ella. Trabajando ese germen de humanidad -o de dignidad- con y a pesar
de esos materiales. Es por este trabajo tenso que su historicidad pareciera
no haberse estructurado nunca lejos del proceso histórico adulto.
Es que esos niños, aun siendo meros "huachos", reflejaron la historia
adulta del país, pero no de un modo puramente pasivo, sino en 'sujeto'.
Hay en todo eso un elemento básico, fundante, de rebeldía.
Acaso es aquí, en este nivel de profundidad histórica, donde
es preciso buscar y hallar el origen esencial de la rebeldía y contumacia
que son características del movimiento popular chileno.
Para intentar hacer historia de este nivel y
de esos origenes es casi innecesario ser cientifico. Historiador con mayúscula.
Más bien, se requiere posesionarse plenamente, integralmente,
de la piel humana. Hacer historia de niños es, sobre todo, una cuestión
de piel, más que de métodos y teorías. Se trata de
'sentir' y 'sentirlos'. Es una cuestión entre los niños y
yo.
Notas
1.- Ponencia presentada al seminario
"Sociedad Agrícola y Minera Chilenas en la Literatura y en la Historia",
del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago, Junio de 1989.
2.- Basado en el Informe del
gobernador de Illapel, José Simón Vicuña, al intendente
de Coquimbo. Archivo del Ministerio del Interior (en adelante AMI), Vol.
146, fs. 547-51. Véase también volúmenes de la Intendencia
de Coquimbo, 1845 a 1847.
3.- "En marzo se fue para abajo
en el mismo caballo alazán. Cuando salió, se alojó
en las Sieneguillas en casa de Berna Barrientos. Al otro día salió
y fue alojar al Portezuelo de Durán, donde un ovejero... al otro
día fue alojar a Puanuple, lugar donde habitan solo ladrones, y
no comerció... Al siguiente día fue a parar a las Piedras
de Amolar, donde Domingo Moreno, y al siguienteala orilla de Cauquenes,
donde un hombre que no conoce...De allí fue a alojar a Tucapel,
donde Domingo Albornoz, estuvo como dos semanas, y se fue para la orilla
del Maule donde su tía Mercedes. Allí estuvo como quince
días y dejó el caballo alazán y en una bestia de su
primo fue para Migres". Declaración de Juan José Jaque,peón
y ex-soldado, al escribano militar de Concepción. Archivo de la
Intendencia de Concepción (en adelante AIC), Vol. 197, julio 15
de 1840.
4.- "Estimado Padre hasemuchoqe
no savemos de V. asi es qe le suplica mi madre qe le escriba sin perder
tiempo si como le va por alla así para qe tiempo viene le anoticio
qe mi madre esta mui enferma i nuestra casa se quiemo asi es qe vivemos
abajo en una casita qe acomode como pude i pues e vendido mi cavallo i
montura pa conseguir tablas para acomodar una casa para vivir i poner nuestra
comida sin mas deseamos su mejor salud i felicidad i rresiva memoria de
mi madre i toda la familia su hijo qe B. deseo. Crisanto Villarroel, p.
Montt, 5 de julio de 1869". AMI, Vol 536, s/f.
5.- "Que habiéndose ido
para la capital, lo agarraron de recluta, y dentró de soldado del
Número 7, donde sirvió un año y tres mese. De allí
desertó del puerto de Valparaíso, estando a bordo para embarcarse...
se fue a la capital, allí lo agarraron y dentró a servir
al Número 4... desertó... anduvo a escondidas y se hizo cortar
el dedo pulgar a fin de inutilizarse". Declaración. de Pedro Ramírez,
peón. Archivo Judicial de San Fernando (en adelante AJSF), Leg.
195, Pieza 7, 1825.
6.- "Por cuanto he sido informado
por personas de cristiano celo que Clemente Maturano, mulato, es público
ladrón, salteador, ocioso, vagabundo... apocentándose de
día en los montes y saliendo a robar de noche, andando con mujeres...
con poco temor de Dios" AJSF, Leg. 185, P. 19.
7.- "Su oficio ha sido desde
su nacimiento el robar caballos, mula, vacas y cuanto ha encontrado". AJSF,
Leg. 192, P. 37, 1819. Líbelo contra Juan de Dios Cartagena, peón.
8.- "Que hacia algunos meses
que llegaba Agustín Arevalo a casa de su hermano y que en algunas
ocasiones habia traido carne de vaca. Que tambien han llegado allí
dos amigos, el uno se llama Pedro y el otro Antonio, que el tal Pedro tiene
un machetazo en la frente... Que en el poco tiempo que había estado
en la casa de Bartolo Pavez habia visto llegar a dos hombres que no conocía
y que también llegaba su marido, el cual se llamaba Agustin Arevalo,
alías Camancho o Chachapoya... Que hacían más de cuatro
días que no veía a su marido". AJSF, Leg. 193, P. 9,1820.
Declaraciones de las testigos María de los Santos Pavez y de Micaela
Arriagada.
9.- "Mis hermanas tocaban la
guitarra y el arpa y sabian cantar muy bien. Los patrones entraban siempre
a la casa a reírse, cantar y chacotear con ellas, chanceándose
con nosotros. Un día Carmelo, a quien no le gustaban las bromas
de los patrones, le tiró el agua sucia de un cántaro encima
de uno de ellos, que ese día andaba vestido con un traje blanco".
Benito Salazar O., "Vida de Carmelo Salazar" (manuscrito inédito),
24.
10.- "... habiendo el grande
abuso de que si algún pobrel logra, a cuenta de su trabajo... el
arriendo de alguna porción de terreno, se le duplica el valor de
lo que se debe pagar a medida de la voluntad de su dueño, y está
expuesto a que lo arrojen de ella con motivos muy líjeros". T. P.
Haenke, Descrición del Reyno de Chile (Santiago, 1942), 195.
11.- "Mi padre ganaba una miceria
como vaquero del fundo, que no le alcanzava siquiera para sus propios gastos.
Su sueldo era de 7 pesos mensuales y lo ocupava asta de noche a veces el
patrón. Cada vez que el patrón quería ir a rebolberla
al casino del pueblo con sus amigos obligaba a mi padre que lo acompañara,
en el casino le daba sus copas de licor para que no se aburriera de esperarlo...
se venían los dos... con vastantes copas en el cuerpo... yo me acostava
medio vestido y me estaba alerta... lo ayudaba a bajárse del caballo,
lo llevaba a la cama, le zacaba las espuelas, las botas... lo ayudaba a
desvestirse". Benito Salazar O., "Vida de Benito Salazar Orellana, escrita
por él mismo" (manuscrito inédito), 65-67.
12.- "Una noche me combidó
mi padre para que fueramos a pescar vagres en el estero, y fuimos los dos.
Llevamos dos anzuelos con sus respectivos gusanos, y nos instalamos al
lado de unas grandes matas de sauces llorones... que son los que crian
grandes champas en el agua con sus raices y que sirven de criadero para
los vagres... estuvimos harto rato... el vagre que había pescado
hera grande y como corcobeaba tanto debajo del agua yo no lo podia levantar,
entonces acudio mi padre y me alludó... qué gusto y algazara
tuvimos losdos con el vagre y lo llevamos a la casa en triunfo... mi padre
les contava cómo lo había sacado yo". B. Salazar, "Vida de
Benito...", 12-14.
13.- "... en la noche del día
de ayer como a las doce, llegó mi marido José de la Cruz
Vergara a mi casa un poco vevido de licor, i habiéndose acostado
con la esponente en su cama, en la cual tambien dormia el obciso Juan Agustín
Vergara, este último principió a llorar, en estas circunstancias
le pegó mi espresado marido algunas palmadas i como continuase llorando,
lo tomó de los piez y dándole un fuerte golpe hacia el suelo
lo arrojó después a mí cama, apareciendo por consiguiente
enteramente muerto". Archivo Judicial de Talca, Leg. 917,30 de julio de
1871. Declaración de Proserpina González.
14.- "Entonces me desidí
a lo que tenía pensado, de desirles a mis padres que nos viniéramos
a Santiago, porque yo no deseaba sembrar más... mis dos hermanos
mayores ya se habían venido a Santiago y a mí me habian dejado
solo con todo el trabajo de la casa, a mí me llenaba de indignación
esto... yo, empantanado en el fango y ellos como los futres, en zapatitos
y bien terniados... encontraron buena la idea... mi hermano Carmelo nos
llevó a ocupar una enorme pieza que nos tenía arrendada en
la calle San Diego 730". B. Salazar, "Vida de Benito....", 89-92).
15.- "...que durante nuestro
matrimonio con el dicho mi Manuel compramos 250 quadras de tierras y en
ella edificamos una casa y cosina de teja y dos medias aguas la una con
techo de paja y la otra de teja". Archivo Notarial de Chillán, Vol.
2, 19 de febrero de 1820. Testamento.
16.- "Francisco Pineda, casado
y con siete hijos ante VS... expongo: que vivó años ha en
el valle de Palomares arrendando retacillos de terreno para poder sostener
a mi familia; mas mis hijos están en la mejor edad para educarlos
aunque sea en lo más esencial que debe saber el hombre, lo que sólo
podré conseguir avecindándome en esta ciudad". Archivo del
Cabildo de Concepción (en adelante ACC), Vol. 8, 1845,f. 220. Petición
de sitio.
17.- Sobre la expoliación
al empresariado popular del siglo XIX en Chile, véase de G. Salazar,
Labradores, peones y proletarios (Santiago, 1985) y "El movimiento popular
de industrialización en Chile. Siglo XIX" (Ponencia en las "Jornadas
de Historia" de la Universidad Metropolitana de Santiago; octubre, 1989).
18.- "Me recibieron las dos
(mujeres) armadas de palos, hasta llegar su osadía a descargarme
un garrotazo en la cabeza, diciendo que no obedecían órdenes
ningunas". AJSF, Leg. 190, P. 11. Declaración del juez de San Fernando.
1803
l9.- "He llegado a entender
que el pobre labrador no coge todo el fruto de que es digno su trabájo
por las ventajas usurarias que les exigen los aviadores con quienes su
pobreza les obliga a empeñarse... Son atormentados con ejecuciones
judiciales". Archivo de la Municipalidad de San Felipe, Vol. 1, f. 352.
Informe del procurador de Ciudad.
20.- "... que vio cuando Gabino
Ramirez insultó al Señor Inspector Don Domingo Rey didendo
en su propia faz que era un juez de carajo, y porque doña Petrona
del Solar le respondió semejante expresión le dijo que su
madre era una puta y que todos los jueces de la villa eran de sucios excrementos,
que no se le daba nada de ninguno de ellos y que no les hacia juicio".
Archivo Judicial de Puchuncaví, Leg. 16, P. 36. Dedaradón
de testigo. 1838.
21.- "A las nueve i media de
la noche se ha encontrado una criatura como de un mes arrojada a la calle
en el cuartel número 3 junto a la casa de doña Nieves Cuesta,
quien se encargó de ella espontáneamente por anoche, junto
con cinco pañales y cinco mantillas viejísimas que traía.
Habiendo sido inútiles todas las diligencias practicadas con el
fin de descubrir sus padres, lo pongo en conocimiento de V.S. para que
se digne acordar lo que crea convenientes". ACC, Vol. 8, f. 264, 1849.
22.- AMI, Vol. 320, Santiago,
5 de febrero de 1855. Informe de José Bascuñán al
ministro del Interior.
23.- "Muchas de las mujeres
de la hacienda trataron de dar a Marie uno o dos de sus niños a
modo de presente o regalo, y éste fue siempre un muy delicado asunto,
porque esas mujeres se sentían amargamente ofendidas si ella demostraba
no querer semejante regalo... Tenía que dar complicadas razones
antes que las madres sonrieran de nuevo, como siempre lo hacían,
y se retiraran reticentemente, con su familia todavía completa".
Charles J. Lambert, Swwet Walters, a Chilean Farm (London, 1952), 124-25.
24.- "A pesardela fertilidad
del suelo, la pobreza... es tan grande, que muchas mujeres... están
siempre deseosas de vender a sus hijos y aun se manifiestan gustosas de
darlos. Niños y niñas, de edad de ocho o diez años,
se venden como esclavos, por tres o cuatro pesos... sus compradores los
adiestran al menosa servir". R. L Vowell, Campañas y cruceros en
Venezuela, Nueva Granada y en el Océano Pacífico, de 181741830
(Santiago, 1962), 170-71.
25.- "...y en cuanto a las chinas
y chinitos de Arauco, solían regalarse como se regalan hoy los caballitos
de Chiloé. Empleábanse estos últimos en los mandados
al bodegón, y las hembrecitas como niñas de alfombra y como
'despabiladoras' por la noche. Era de rigorque ambos anduvieran descalzos...
y además pelados... se les dejaba en la frente un mechoncito para
el 'tironeo' ". Citado por G. Feliú C., La abolición de la
esclavitud en Chile (Santiago, 1942), 45.
26.- "Repetidas veces se oye
decir que aparecen en el fondo de las quebradas miembros despedazados de
niños que han sido arrojados a ellas por el crimen o la miseria
de sus padres, que no tienen cómo alimentarlos. Estas proles desgraciadas
nacen para hacer alimento de los perros o cerdos". Archivo del Cabildo
de Valparaíso, Vol. 6, Tomo 4, f. 229, 1843. Informe del procurador
de Ciudad.
27.- Sobre el rito popular del
"angelito", AMI, Vol. 172, 4 de agosto de 1846. Memoria del intendente
de Santiago.
28.- "En las inmediaciones de
los Pilones que hay en la ciudad, las mujeres lavan cuanto les acomoda
de ropas y otras cosas, con que no sólo se experimentan en la calle
desórdenes y ruidos entre muchachos y gentes de ambos sexos, sino
también inundando aquellos sitios, se fomentan lodazales y putrefacciones,
que hacen inmundas las calles y odiosa aquella vecindad". Archivo del Cabildo
de Santiagó (en adelante ACS), VoL 79, f 57.
29.- "Lo mismo han hecho de
quitarme a mi nietecito José Vallejos, de edad de 16 años,
y lo dieron sin término de esclavitud... que se me entregue a mi
legítima hija y mi nietecito, para que me sostengan y acompañen".
AIC, Vol. 33, 15 de mayo de 1847. Petición de Candelaria Valenzuela.
30.- "Juana Avilés...
comparezco y digo: que hallándome con alguna desconfianza en un
sitio que poseo ... de los que anterior fueron dados a los pobres como
yo de solemnidad... conociendo que hay nuevas dádivas, no sea que
el mío recaiga a otro poder... A ruego de Juana Avilés, por
no saber firmar". ACC, Vol. 6, f. 106,1843. Petición de Juana Avilés.
31.- "Rosa Verdugo... digo:
siendo viuda pobre y con hijos... implorar el favor de darme un sitio para
trabajarlo en el término de seis meses y hacer una huertecita que
me proporcione el mantenimiento para mis hijos". ACC, Vol. 6, f. 14,1845.
32.- "Propiedad Número
21, de Carmen Cruz. Extensión: dos quadras. Renta: $50 anuales".
Archivo del Ministerio de Hacieda (en adelante AMH), Vol. 309; Freirina,
2 de diciembre de 1854. Informe de la Comisión de Catastro.
33.- "... el juego tan ilícito
que cotidianamente mantiene en su casa, consintiendo a toda dase de gente,
en donde se ocupan estos individuos todo el día y mucha parte de
la noche con abandono de sus casas y familias... se le ha dicho a dicha
Petrona muchas reprensiones a conseguir que en su casa no consienta semejantes
juntas, ni encierros". Archivo Judicial de Petorca, Leg. 11, P. 4.
34- "... haber venido a sacar
unas mujeres a la casa de corrección, junto a otros... que las mujeres
que iban a sacar eran Manuela Lazo y Trinidad Castro, aunque ignora si
pensasen sacar otras más... que lo había convidado José
Varas para venir a sacar las mujeres... y que tenía convidado a
otros para que lo ayudasen". Archivo Judicial de San Felipe Leg. 73, P.
5,1839. Lecclaraciones de Simón Escobar y Joaquín García.
35.- "...pues hacen tres para
cuatro años de esclavitud: la pusieron en depósito en Hualqui
y por último la llevaron a Santa Juana, en casa de don Fermín
Sanhueza, sirviendo lo más a mérito y aun usando de su cuerpo
por la fuerza... actualmente se haya de obejera, un año y cuatro
meses sirviendo a mérito". AIC, Vol. 33, 15 de mayo de 1847. Petición
de Candelaria Valenzuela.
36.- "Se reputarán como
bagos a las personas de ambos sexos que no tengan oficio, ocupación,
ni medios lícitos i conocidos de qué vivir... i a los que
teniendo oficio, amo u ocupación, no se empleen habitualmente en
ellos... Los bagos serán perseguidos severamente por la policía
i puestos a la disposición de la autoridad". AMI Vol. 98. Los Angeles,
25 de septiembre de 1874. Ordenanza de Policía.
37.- En 1906 existían
en el pais 27 escuelas ténico-industriales, con 3.246 alumnos inscritos.
De éstos, más de los dos tercios (69.1 por ciento), eran
mujeres. Las mujeres de pueblo que van a la esuela, planteó el senador
Cerda al Congreso en 1860, "desdeñan servir; viene por resultado
que se convierten en brazos inútiles. Diré daro: en prostitutas,
de lo que tenemos un sinnúmero de ejemplos". G. Salazar, "El dilema
histórico de la auto-ducación popular: ¿integración
o autonomia relativa?", Proposiciones, no. 15 (1987): 95-96.
38.-"De más valía
doméstica que la mujer, en la comunidad del minero, es el 'compadre'...
es el consejero, el amigo, el aviador en la faena y aun en la alcoba...
padrino en el duelo acorvo... el heroico hermanito en la batalla". B. Vicuña,
El libro de la plata (Santiago, 1873), 168, nota.
39.- Vicente Aguirre, "El bien
del pobre", Boletín de la Sociedad de San Vicente de Paul 2, no.
16 (1873): 263-64.
40.- Anónimo, "El conocimiento
del pobre.", ibid. 3, no. 22 (1873): 36-37.
41.- Eneas, "La dase obrera",
La Estrella de Chile 6, no. 291(18 de abril de 1873): 469-71.
42.- F. Fernández, "Variedades",
Revista de Santiago 2, no. 3 (1848): 279.
43.- AMI, Vol. 172, 4 de agosto
de 1846. Memoria de don Miguel de la Barra, Intendente de Santiago.
44.- AMI, VoL 94, 22 de julio
de 1829. Informe presentado a la Asamblea Provincial de Santiago.
45.- AMI, Vol. 146, 18 de julio
de 1843. Ordenanza de Policía del Departamento de La Serena.
46.- ACS, Vol. 79, f.57, 1803.
47.- AMI, Vol. 146, 18 de julio
de 1843. Ordenanza de Policía del Departamento de La Serena.
48.- Ibíd.
49.- AMI, VoL 203, 8 de enero
de 1847. Reglamento de Policía de Valparaíso.
50.- AMI, Vol. 98, 25 de septiembre
de 1874. Ordenanza de Policía de Los Angeles.
51.- Ordenanza de Policía
de La Serena, loc. cit.
52.- Reglamento de Policía
de Valparaíso, loc. cit.
53.- AMI, Vol. 148, 28 de mayo
de 1855. Ordenanza de Policía de la ciudad de Talca.
54.- Ibíd.
55.- Ordenanza de Policía
de Los Angeles, loc. Cit.
56.- AMI, Vol. 320, 5 de febrero
de 1855. Informe de José Bascuñan al Ministerio del Interior.
57.- AMI, Vol. 320, f. 49, 1869.
Memoria del Intendente de Santiago.
58.- Informe de José
Bascuñán, loc. cit.
59.- AMI, VoL 668, 10 de mayo
de 1873. Informe Errázuriz-Altamirano al ministro del Interior.
60.- G. Salazar, "Los dilemas...",
loc. Cit., passim.
61.- D. Barros B., "Del establecimiento
de barrios obreros", Anales del Instituto de Injenieros 1, no. 5 (1889):
133 y 136.
62.- B. Salazar O., "Versos",
Cuaderno Número 2 (inédito), 108.
63.- Idem, "Vida de ..... .",
11-13.
64.- Ibíd., 14-17.
65.- Ibíd., 1-4.
66.- Ibíd., 7-10.
67.- Ibíd., l8-23.
68.- Actas de la Municipalidad
de Santiago, Vol. 209, Santiago, 17 de febrero de
1864. Informe del procurador de Ciudad.
69.- AMI, Vol. 9, Santiago,
11 de agosto de 1842. Informe del intendente de Santiago, Miguel de la
Barra.
70.- AMI, Vol. 172, Santiago,
23 de febrero de 1843. Informe del intendente de Santiago, Miguel de la
Barra.
71.- AMH, Vol. 174, Santigo,
18, 23 y 28 de mayo de 1846. Informes del intendente de Santiago, Miguel
de la Barra.
72.- AMI, Vol. 415,
Santiago, 8 y 9 de Julio de 1872. Informes de L. E. Irarrázaval
y Tristán Matta, respectivamente, al ministro del Interior.
73.- Ibíd., Informe de
Tristán Matta.
74.- AMI, Vol. 415, Santiago,
9 de Julio de 1872. Informe de Manuel Dominguez al intendente de Santiago.
75.- AMI, Vol. 415, Santiago,
9 de julio de 1872. Decreto del intendente de Santiago, Benjamín
Vicuña.
76.- Ibíd. Informe de
Manuel Domínguez..
77.- Daniel Barros Grez, loc.
cit., 131-32 y 134.
78.- AMI, Vol. 42, Cauquenes,31
de diciembre de 1827. Informe de Esteban Manzanos al ministro del
Interior.
79.- F.U.G., Estadísticade
la República de Chile: Provincia de Maule (Santiago, 1845), Cuadro
9.
80.- Censo Nacional de Chile,
Año 1885, Tomo 1.
81.- Ibíd.
82.- Ibíd, Año
1907, Tomo I.
83.- Sinopsis Estadística
de Chile, año 1916 (Santiago, 1917), 10.
84.- A. Commentz "Estadística
de mortalidad, natalidad y morbilidad en diversos países europeos
y en Chile", en Primer Congreso Nacional de Protección a la Infancia
(Santiago, 1913, Cuadros VIII y IX.
85.- F.U.G., op.cit., También
G. Salazar, Labradores..., 133-34.
86.- A Commentz, loc. Cit.,
Cuadro VIII
87.- AMI, Vol. 162. Santiago,
1834-40. Informes de Domingo A. Izquierdo al Ministro del Interior.
88.- Cuadro obtenido por gentileza
del profesor René Salinas, de la Universidad católica de
Valparaíso. De R. Salinas y M. Delgado, "Orfandad y desintegración
familiar. La mortalidad de los niños abandonados. 1750-1930" (inédito).
89.- The Chilian Times (Valparaíso),
27 de mayo de 1876, 2.
90.- Ibíd., 16 de diciembre
de 1876, 2.
91.- Ibíd., 28 de octubre
de 1876, 3.
92.- El Despertar de los Trabajadores
(Iquique 1), no. 34, 30 de marzo de 1912, 3.
93.- The Chilean Times, 15 de
septiembre de 1877, 2.