"Estados
canallas":
El Libro de la Gran Denuncia
Noam Chomsky - Ernesto Vera
La mayor parte de las 270 páginas
del libro Estados Canallas, de Noam Chomsky, están dedicadas en
lo fundamental a demostrar la culpabilidad de Estados Unidos en los crímenes
más horrendos de las últimas décadas.
El carácter terrorista de los gobiernos estadounidenses
alcanza el grado más escandaloso mediante el análisis del
autor sobre la verdadera condición del Estado canalla que pretende
declarar así a los estados desobedientes, mientras se erige como
jefe absoluto de los que se consideran por encima de toda ley internacional
debido a su poderío.
Usar a las Naciones Unidas cuando le conviene y
realizar todo tipo de agresión directa de resultarle posible ha
sido y es, de manera confesa, la canallada mayor de nuestro tiempo. Arrogarse
ese derecho con los instrumentos de la fuerza y el engaño, sin el
menor respeto a nada ni nadie, aspirando al aplauso, parece ser el destino
que Estados Unidos pretende imponer en todo el mundo.
El estudio de los hechos desde el final de la II
Guerra Mundial, el carácter público e interno de ellos, así
como la comprobación fehaciente que permite la reciente desclasificación
de documentos, hacen indudable cada afirmación de Chomsky sobre
la típica doble moral de los gobiernos estadounidenses. Lo trágico
de esas historias es que tienen como denominador común las masacres
de seres humanos de muchas partes del mundo y la manipulación informativa
que las justifique ante la opinión pública y, en especial,
orientada principalmente a alcanzar el apoyo del pueblo norteamericano.
Aunque este libro fue escrito antes del 11 de septiembre
pasado tiene el valor de que su contenido permite entender mejor el escándalo
actual sobre la información previa que tenía el presidente
George W. Bush en relación con aquellas acciones terroristas. Su
último libro ?"9/11" u "11 de septiembre"? editado en octubre del
2001 ha tenido gran éxito y es, sobre todo, la actualización
de la denuncia fundamental del título que analizamos hoy. En ambos
califica a Estados Unidos como el gran Estado Terrorista.
Estados Canallas deja al desnudo cada justificación
imperialista para sus agresiones y demuestra con sólidos argumentos
la complicidad de Estados Unidos en toda acción genocida y terrorista,
fundamentalmente desde la década del 60. Millones de víctimas
en todo el mundo, sean indonesios, vietnamitas, serbios, palestinos, nicaragüenses
y cubanos, por solo citar algunos de la gran cantidad de países
agredidos, perdieron sus vidas por el derecho que se arroga Estados Unidos
de estar por encima de toda ley internacional y carecer de la más
elemental ética. Pareciera que aquel pensamiento filosófico
de que entre los poderosos y los débiles la libertad es la que suprime
y la ley la que libera, es hoy el dilema que vive la humanidad.
Uno de los valores principales del libro que analizamos
es la revelación resumida de cómo se desarrollaron las maniobras
en cada caso, lo que considero conveniente dar a conocer según el
relato del autor. Para ello es necesario expresarlo en una serie de cuatro
artículos sobre algunos de los temas específicos que fueron
abordados, mediante la síntesis indispensable.
Noam Chomsky, el norteamericano contemporáneo
con más profundidad en los trabajos analíticos sobre Estados
Unidos, sufre el silencio de los grandes medios de su país. No obstante,
su prestigio también como lingüista y filósofo se abre
paso de manera creciente. Los artículos que he escrito tienen el
doble propósito de difundir su valiente y certera denuncia y rendir
homenaje al talento combativo que lo distingue David contra Goliat.
En esta sección del libro Estados Canallas
Noan Chomsky hace un amplio análisis de la política norteamericana
"de terror y de guerra económica" contra Cuba durante más
de cuatro décadas, calificativo que expresa sin rodeo en el primer
párrafo. Después hace un recuento histórico desde
tiempos de John Quincy Adams para decir que aquel pensamiento anexionista
"sigue siendo así" ya que "la necesidad de poseer a Cuba es el tema
más antiguo de la política exterior estadounidense".
Más adelante plantea que el bloqueo contra
este país es el más duro en el mundo a pesar del aislamiento
creciente del gobierno norteamericano en la Asamblea General de la ONU
y en relación con el propio pueblo
norteamericano.
El autor subraya el fanatismo agresor contra Cuba
en el gobierno de Kennedy y afirma: "Los archivos internos de la administración
Kennedy, muchos de los cuales pueden consultarse en la actualidad, describen
una atmósfera de lo que fue llamado `salvajismo' y `fanatismo' debido
al fracaso de EE.UU. en la reconquista de Cuba. Las propias declaraciones
públicas de Kennedy eran bastante desenfrenadas. Dijo públicamente
que Estados Unidos sería barrido entre los desechos de la historia
si no conseguía volver a Cuba bajo su control".
En este capítulo se describe la falsedad
y engaño imperialistas con relación a la intervención
de EE.UU. en la Isla en 1898 y todo el proceso posterior de "colonia virtual"
hasta el triunfo revolucionario, definido así por dos profesores
de Harvard en la reciente obra Las Cintas de Kennedy... Fragmentos del
informe de Schlesinger, hoy desclasificado, están reproducidos en
el libro y representan la clave de tantas campañas agresivas, bien
distante de preocupaciones sobre derechos humanos y democracia. Uno de
ellos, determinante, decía: "El problema de Cuba es `la difusión
de la idea de Castro de hacer las cosas por uno mismo'". Agregaba que la
idea tenía un gran atractivo en toda América Latina, donde
"la distribución de la tierra y otras formas de riqueza nacional
favorecen considerablemente a las clases propietarias [...] [y] los pobres
y carentes de privilegios, estimulados por el ejemplo de la Revolución
cubana, están exigiendo actualmente la oportunidad de vivir una
vida decente". Chomsky, al echar una ojeada sobre los archivos de planificación
a lo largo de los años, confirma que esta ha sido siempre la amenaza,
aunque haya utilizado y utilizan diversas justificaciones. "Cuba es lo
que llamó un `virus' que podría infectar a otros, quienes
podrían sentirse estimulados por `la idea de Castro de hacer las
cosas uno mismo' y creer también que ellos podrían tener
una existencia decente", escribe Chomsky.
Otro informe interno que revela el libro es el de
Thomas Carthers, que se ocupó de las iniciativas democráticas
en tiempos de Reagan. Según sus observaciones, aunque esa administración
debilitó a la democracia en todas partes, estaba interesada sinceramente
en ciertas formas de democracia que califica como Top?Down (de arriba hacia
abajo), formas que mantienen "las estructuras tradicionales de poder" en
su lugar, o sea, aquellas con las que EE.UU. ha mantenido buenas relaciones
desde hace tiempo. Si la democracia tiene esa forma, no hay problema.
La otra democracia, la de los de abajo, los trabajadores
y los pueblos, resulta molesta a todos los gobiernos del imperio. Esas
inquietudes, como que Cuba, por ejemplo, "manda más médicos
a todo el mundo que cualquier otro país pese a sus actuales aprietos,
que son importantes, y al mantener, de manera inconcebible, un sistema
de salud que le resulta incómodo a EE.UU. debido a ese tipo de preocupaciones
y también al fanatismo que se remonta lejos en la historia norteamericana,
el gobierno de Estados Unidos, al menos por el momento prosigue con su
ataque histérico y proseguirá hasta que alguien se lo impida...
el disuasor principal sigue estando donde siempre estuvo: dentro de casa.
Dos tercios de la población norteamericana se oponen al embargo
sin necesidad de ningún debate sobre el tema. Imaginemos qué
pasaría si las cuestiones se estudiaran de manera seria y honesta.
Eso nos deja unas enormes oportunidades de ejercer ese tipo de disuasión",
concluye Chomsky.
Galería de los Canallas ¿quién
está incluido?
En este capítulo del libro Estados canallas de
Noam Chomsky, es desenmascarado el doble carácter que Estados Unidos
le da a esa condición. De esa forma califica a los estados desobedientes,
mientras lo son en realidad los países que se consideran por encima
de toda ley internacional, debido a su poderío, con el gobierno
norteamericano a la cabeza. Tal fenómeno contemporáneo se
inicia al terminar la Segunda Guerra Mundial y llega a su punto más
alto después de la Guerra Fría. Es decir, Estados Unidos
y sus aliados practican la doble canallada de atribuirle a otros su propia
forma de actuar y de hacerlo apoyándose en el control que ejercen
sobre los grandes medios de prensa que dominan la información de
alcance mundial.
En la etapa actual el estilo es directo, brutal,
sin que considere necesario guardar las apariencias. Chomsky cita planteamientos
de Dean Acheson en 1963 referidos a cómo afectar los intereses estadounidenses,
por legal que
sea, no tiene ese sentido para su gobierno. Debido a que esos intereses
son globales, todo lo que no sea plegarse a sus órdenes debe considerarse
digno de represión mediante el imperio de la fuerza.
Dos ejemplos de los señalados por
el autor son Timor Oriental e Indonesia.
En cuanto a Timor Oriental Chomsky subraya: "No resulta
fácil escribir con calma y desapasionamiento fingidos sobre los
acontecimientos que han tenido lugar. Habría bastado conque Estados
Unidos y sus aliados pusieran fin a su participación activa e informaran
a sus directores asociados en el mando militar indonesio que debían
terminar las atrocidades y conceder al territorio el derecho establecido
por las Naciones Unidas y el Tribunal Internacional de Justicia". La invasión
de Indonesia a Timor Oriental en 1975 representó sesenta mil personas
asesinadas en el plazo de dos meses, o sea, el equivalente al 10% de su
población. Chomsky compara esa proporción con otra idéntica,
la que sufrió la URSS en toda la Segunda Guerra Mundial.
Ese país, que acaba de alcanzar su independencia,
llegó a sufrir ampliamente más bajas proporcionalmente mediante
la agresión militar de Indonesia, que cualquier otra nación
del mundo. Según el autor del libro, "la cifra llegó a 200
mil en pocos años gracias al apoyo militar cada vez mayor de Estados
Unidos, con la colaboración del Reino Unido, cuando las atrocidades
mayores llegaron a su punto máximo en 1978"... hasta que Washington
acabó por indicar a los generales indonesios que el juego había
terminado. Rápidamente las cosas cambiaron de curso e Indonesia
anunció su retirada, un indicador del poder latente que siempre
había estado allí".
Según Chomsky, la preocupación de
que Indonesia se convirtiera en una versión asiática de Cuba
promovió el golpe de Estado del general Suharto en 1965, lo que
significó el asesinato en masa de centenares de miles de
personas, fundamentalmente los militantes del Partido Comunista de
ese país. Todo se hizo, según Chomsky, en la consideración
de que el "logro dio lugar a una euforia incontenida en occidente y a calurosas
alabanzas hacia los `moderados' indonesios ?Suharto y sus cómplices
militares? que habían limpiado la sociedad y la habían abierto
al saqueo extranjero".
Muestra elocuente de la complicidad de Estados Unidos
en una de las masacres más crueles y masivas es el informe del Secretario
de Defensa Robert McNamara, cuando al referirse a la ayuda y el entrenamiento
militar
estadounidense a los militares indonesios consigna que se habían
"producido dividendos" ?incluyendo medio millón de cadáveres?,
mientras decía al presidente Johnson que la asistencia militar "alentó
(al ejército) a actuar contra el Partido Comunista indonesio cuando
se presentó la oportunidad", así como "los contactos oficiales
del ejército indonesio, incluyendo su participación en programas
universitarios, fueron factores muy importantes en la determinación
de la orientación favorable de la nueva elite política indonesia".
Por supuesto, el ejército.
Difícilmente podrá encontrarse otro
hecho tan horrendo de genocidio interno, realizado con la complicidad del
gobierno estadounidense y los grandes medios transnacionales, salvo el
de los 200 mil desaparecidos en
Guatemala después del golpe de la CIA en 1954. En el primer
caso, en pocos meses y en otro, durante más de tres décadas
y media.
El Imperio de la Fuerza en los Asuntos Mundiales
En este capítulo el autor de Estados Canallas
analiza cómo Estados Unidos considera la observancia de la Carta
de las Naciones Unidas cuando se trata de hacer uso de la fuerza contra
otros países. La única excepción que lo
autoriza provisionalmente es el artículo 51 que permite "el
derecho inmanente de legitima defensa" contra un "ataque armado... hasta
que el Consejo de Seguridad haya tomado las medidas necesarias para mantener
la paz y la seguridad internacionales". Fuera de estas excepciones, los
estados miembros "en sus relaciones internacionales se abstendrán
de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza...".
La posición de Estados Unidos al respecto
está definida en lo expuesto por Madeleine Albrigth cuando era embajadora
ante las Naciones Unidas con el derecho que se arrogaba sobre Iraq, al
expresar ante el Consejo de
Seguridad que Estados Unidos actuaría "multilateralmente cuando
podamos, y unilateralmente cuando debamos" porque "reconocemos que esta
región es vital para los intereses nacionales de Estados Unidos"
y, por lo tanto no aceptamos limitaciones externas.
Otro caso de gran repercusión en su momento
fue la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia en 1986, que condenó
a Estados Unidos por el "uso ilegal de la fuerza" contra Nicaragua, contrariando
el término "ayuda
humanitaria" con el de "ayuda militar" e imponiendo el consiguiente
pago de reparaciones. El resultado fue una campaña generalizada
contra el Tribunal por haberse "desacreditado a sí mismo" al sancionar
al imperio, además del silencio en la prensa, nuevos fondos para
la contra y uso del veto en el Consejo de Seguridad. No hay dudas, la ley
internacional aplicada al poderoso tiene el carácter subversivo
de la igualdad de los Estados.
Más preciso aún fue el secretario
de Estado George Shultz al señalar que las "negociaciones son un
eufemismo de capitulación si la sombra del poder no se proyecta
sobre la mesa de reuniones". Y agregó la condena y la burla contra
aquellos que están a favor de "medios utópicos, legalistas,
tales como la mediación exterior, las Naciones Unidas y el Tribunal
Internacional de Justicia, mientras omiten el elemento de poder de la ecuación".
El colmo del uso adecuado a sus intereses del artículo
51 fue en 1986, cuando Estados Unidos justificó sus bombardeos a
ciudades libias sobre la base de "defensa propia contra ataque futuro",
que Chomsky considera "habría hecho enrojecer de vergüenza
a un estudiante de secundaria".
Similar inspiración tuvo Madeleine Albrigth
en 1993, al ordenar Clinton un ataque con misiles contra Iraq. El bombardeo,
dijo, era en "defensa propia, contra ataque armado", refiriéndose
a un supuesto intento de atentado
contra el ex presidente Bush que habría tenido lugar dos meses
antes. Lo interesante de esa represalia absurda, se reflejó en el
New York Times al revelar este que funcionarios de la administración,
en declaraciones anónimas, informaron a la prensa "que la creencia
en la culpabilidad de Iraq estaba basada, no tanto en pruebas férreas,
sino en indicios circunstanciales y en análisis". En ese momento
no faltó, como tantas veces, la complicidad del Reino Unido. Su
secretario de Estado, Douglas Hurd, dijo en el Parlamento que habría
un "peligroso estado de parálisis" en el mundo, si Estados Unidos
se viera obligado a obtener la aprobación del Consejo de Seguridad
antes de lanzar misiles contra un enemigo que podría ?o no? ser
responsable del intento fallido de matar a un ex presidente dos meses antes.
Chomsky, ante los hechos mencionados y otros similares, concluye que están
muy justificados los temores con respecto a esos "Estados canallas" que
actúan mediante la fuerza de su "interés nacional" en los
términos definidos por el poder interno y, lo que resulta más
inquietante, que se nombran a sí mismos jueces y ejecutores.
El imperio de la fuerza en los asuntos mundiales,
subtítulo del libro Estados Canallas, representa hoy lo que nos
advirtió Simón Bolívar al decir que "La libertad es
ilegítima si no se dirige a honrar a la humanidad y perfeccionar
su suerte".
La libertad de agredir y mentir es tan ilegítima
como la "elección" presidencial del que se proclamó el 20
de mayo "padrino" de la mafia de Miami.