Por R. Landor
Londres, 3 de julio.-
Me encargaron averiguar algo acerca de la Internacional Association, y
he tratado de hacerlo. La empresa resulta particularmente difícil
en este momento. Indiscutiblemente, Londres es el cuartel general de la
asociación, pero los ingleses están asustados, y en todas
partes huelen algo internacional, igual como el Rey Jaime creía
sentir por doquier olor a pólvora después del famoso complot
(1). Como era de suponerse, la conciencia de la Sociedad se ha incrementado
a causa de las suspicacias del público, y si es que los que la dirigen
tienen algún secreto que guardar bien un secreto.
He visitado a dos de sus
más importantes miembros, he hablado con uno de ellos libremente,
y aquí les doy a ustedes lo esencial de mi conversación.
He corroborado que es una sociedad de auténticos trabajadores, pero
que estos trabajadores están dirigidos por teóricos sociales
y políticos de otra clase.
Uno de los hombres que
entrevisté, miembro prominente del consejo, estaba sentado en su
banca de trabajo durante nuestra entrevista, y de vez en vez interrumpía
nuestra conversación para recibir una queja, presentada en tono
nada cortés, de uno de los muchos clientes de la vecindad que lo
empleaban. Escuché a este mismo hombre pronunciar elocuentes discursos
en público inspirados en cada frase con la energía del odio
a las clases que se autodenominan sus amos.
Entendí los discursos
después de este vistazo echado a la vida doméstica del orador.
Seguramente él sentía que tenia cerebro de sobra para organizar
un gobierno obrero, y sin embargo se veía obligado a dedicar su
vida a las tareas más repulsivas de una profesión mecánica.
Era orgulloso y sensible y sin embargo a cada paso tenia que responder
con una inclinación a un gruñido y con una sonrisa a una
orden que en la escala de las nuevas maneras se hallaba al mismo nivel
que el llamado de un cazador a su perro.
Este hombre me ayudó
a vislumbrar uno de los aspectos de la naturaleza de la Internacional,
el resultado del trabajo contra el capital, del obrero que produce contra
el intermediario que disfruta. Aquí estaba la mano que golpeará
duro cuando llegue el momento, y por lo que toca a la cabeza que proyecta,
creo que también la vi, en mi entrevista con el Dr. Karl Marx.
El Dr. Karl Marx es un
doctor en filosofía (2) alemán, con una amplitud alemana
de conocimientos derivada tanto de la observación del mundo viviente
como de los libros. Debo pensar que nunca ha sido un obrero en el sentido
ordinario del término. Su casa y su aspecto son los de un miembro
acomodado de la clase media (3).
La sala a la que fui introducido
la noche de mi entrevista habría resultado muy confortable para
un próspero agente de bolsa que ya hubiera hecho carrera y estuviese
empezando a hacer fortuna. Representaba el confort personificado, el apartamento
de un hombre de gusto y de posibilidades, pero sin nada en él peculiarmente
característico de su propietario.
Un hermoso álbum
de vista del Rin sobre la mesa, sin embargo, daba un indicio de su nacionalidad.
Atisbé cautamente en el florero sobre una mesita buscando una bomba.
Olfateé tratando de descubrir petróleo, pero el aroma era
el aroma de las rosas. Me arrellané cautelosamente en mi asiento,
y aguardé melancólicamente lo peor.
El ha entrado y me ha saludado
cordialmente, y estamos sentados frente a frente. Sí, estoy tete-a-tete
con la revolución encarnada, con el verdadero fundador y espíritu
guía de la sociedad Internacional, con el autor del aviso en el
que se le advirtió al capital que si se oponía al trabajo
debía esperar ver su casa quemada hasta el tejado, en una palabra,
con el apologista de la Comuna de París.
¿Recuerdan ustedes
el busto de Sócrates, el hombre que prefiere morir antes de profesarles
fe a los dioses de la época, el hombre con aquella fina línea
de perfil para la frente que acaba ruinmente al final en un rasgo respingado
y curvado como un gancho dividido en dos que forma la nariz? Visualicen
mentalmente este busto, coloreen la barba de negro, salpicándola
aquí y allá con algunos mechones grises; coloquen esta cabeza
sobre su cuerpo corpulento de mediana altura, y el doctor está ante
ustedes.
Pongan un velo sobre la
parte superior del rostro y podrían estar en compañía
de un miembro de la junta parroquial. Descubran el rasgo esencial, la inmensa
frente, y al momento sabrán que tienen que vérselas con la
más formidable de todas las fuerzas compuestas: un soñador
que piensa, un pensador que sueña.
Otro caballero acompañaba
al Dr. Marx, un alemán también, creo, aunque por su gran
familiaridad con nuestro idioma no puedo estar completamente seguro (4).
¿Era un testigo del lado del doctor? Eso creo. El Consejo
(5), al tener noticia de la entrevista, pudiera pedir al doctor un informe
sobre la misma, porque la revolución es ante todo desconfiada de
sus agentes. Aquí, pues, estaba su evidencia como corroboración.
Yo fui derecho a mi asunto.
El mundo, dije, parecía estar a oscuras acerca de la Internacional,
odiándola mucho, pero incapaz de decir claramente qué es
lo que odia. Algunos, que afirman haber atisbado en la penumbra algo más
que sus vecinos, declaran haber descubierto una especie de busto de Jano
con una limpia y honrada sonrisa de trabajador en una de sus caras y en
la otra una mueca criminal de conspirador. ¿Quería él
aclarar el misterio que encubre la teoría?
El profesor rió,
un poco halagado según sospeché, ante el pensamiento de que
estuviésemos asustados de él. "No hay ningún misterio
que aclarar, querido señor", comenzó, en una forma muy
pulida del dialecto de Hans Breitmann, "excepto tal vez el misterio
de la estupidez humana en aquellos que perpetuamente ignoran el hecho de
que nuestra asociación es pública y que los más completos
informes de sus actividades se publican para todos los que quieren molestarse
en leerlos. Usted puede comprar nuestros reglamentos por un penique, y
un chelín invertido en folletos le enseñará acerca
de nosotros casi tanto como nosotros mismos sabemos.
Landor: Casi... Sí, quizá sí; ¿pero no será acaso lo poco que no llegue a conocer lo que constituya el misterio más importante? Para ser muy franco con usted, y para poner el asunto tal como lo ve un observador ajeno a él, este general clamor de desprecio contra ustedes debe significar algo más que la ignorante mala voluntad de la multitud. Y todavía es pertinente preguntar, incluso después de lo que usted me ha dicho, ¿qué es la Sociedad Internacional?
Marx: Sólo tiene usted que mirar a los individuos que la componen: trabajadores.
Landor: Sí, pero el soldado tiene que ser exponente del sistema político que lo pone en movimiento. Conozco a algunos de sus miembros, y creo que no son de la misma pasta de que se hacen los conspiradores. Además un secreto compartido por un millón de hombres no sería de ninguna manera un secreto. Pero ¿qué pasaría si éstos fuesen únicamente instrumentos en manos de, y espero que me perdone usted por lo que sigue, un cónclave audaz y no muy escrupuloso?
Marx: No hay nada que pruebe eso
Landor: ¿La última insurrección de París? (6).
Marx: Yo exijo primero la prueba de que existió algún complot, de que sucedió algo que no fuese el efecto legítimo de las circunstancias en aquel momento; o si se prueba el complot, exijo pruebas de la participación el en mismo de la Asociación Internacional.
Landor: La presencia en el organismo comunal de tantos miembros de la Asociación.
Marx: Entonces ése fue un complot de los masones, también, porque su participación en la tarea como individuos no fue ciertamente pequeña. No me sorprendería, en realidad, descubrir al Papa organizando toda la insurrección para su beneficio. Pero intente otra explicación. La insurrección de París fue hecha por los trabajadores de París. Los más capaces entre los obreros tuvieron necesariamente que ser sus líderes y administradores; pero los más capaces entre los obreros resulta que son también miembros de la Asociación Internacional. Pero la Asociación como tal no tiene que ser en modo alguno responsable de su acción.
Landor: No obstante, al mundo le parece de otra manera. La gente habla de instrucciones secretas desde Londres, e incluso de aportaciones de dinero. ¿Puede afirmarse que el carácter supuestamente abierto de los procedimientos de la Asociación impide todo secreto en las comunicaciones?
Marx: ¿Cuándo ha habido una asociación que realice su tarea sin agencias tanto públicas como privadas? Pero hablar de instrucciones secretas desde Londres, como si se tratase de decretos sobre cuestiones de fe y moral desde algún centro de intriga y dominación papal, es confundir completamente la naturaleza de la Internacional. Esto implicaría una forma centralizada de gobierno de la Internacional, mientras que la forma real es precisamente la que da mayores oportunidades a la energía e independencia locales. De hecho la Internacional no es en absoluto un gobierno para la clase trabajadora. Es un lazo de unión más que una fuerza de control.
Landor: ¿Y de unión para qué fin?
Marx: Para la emancipación
económica de la clase trabajadora mediante la conquista del poder
político. El uso de ese poder político para el logro de fines
sociales. Es necesario que nuestros objetivos sean así de generales
para incluir toda forma de actividad obrera. El haberlos hecho de un carácter
especial hubiera sido adaptarlos a las necesidades de una sección:
una nación de trabajadores solamente. Pero ¿cómo sería
posible pedir a todos los hombres que se unan para obtener los objetivos
de unos pocos? Si hubiera hecho eso la Asociación habría
perdido el derecho a su título de Internacional.
La Asociación no dicta las formas de los
movimientos políticos: solamente requiere una garantía de
su finalidad. Es una red de sociedades afiliadas que se extienden por todo
el mundo del trabajo. En cada parte del mundo se presenta algún
aspecto especial del problema, y los trabajadores lo toman en consideración
a su manera propia.
Las combinaciones entre trabajadores no pueden ser
absolutamente idénticas en detalle en Newcastle y en Barcelona,
en Londres y en Berlín. En Inglaterra, por ejemplo, la vía
de tomar el poder político está abierta para la clase trabajadora.
La insurrección sería una locura allí donde la agitación
pacífica puede encargarse de ello más rápida y seguramente.
En Francia, un centenar de leyes represivas y el
antagonismo moral entre las clases parecen necesitar la solución
violenta de una guerra social. La elección de tal solución
es asunto de las clases trabajadoras en cada país. La Internacional
no pretende dictaminar en la cuestión y apenas si aconsejar. Pero
a cada movimiento le otorga su simpatía y su ayuda dentro de los
límites marcados por sus propias leyes.
Landor: ¿Y cuál es la naturaleza de esa ayuda?
Marx: Para dar un ejemplo, una de
las formas más comunes del movimiento por la emancipación
es la de las huelgas. Antes, cuando una huelga tenía lugar en un
país, era derrotada mediante la importación de trabajadores
desde otro. La Internacional casi ha acabado con todo eso (7). Recibe información
de la huelga que se proyecta, difunde esa información entre sus
miembros, quienes inmediatamente ven que para ellos la sede de la huelga
debe ser territorio prohibido. Así, los patronos son dejados solos
para que discutan con sus hombres.
En muchos casos, los hombres no necesitan más
ayuda que ésa. Sus propias aportaciones o las de las sociedades
a las que están afiliados más inmediatamente les suministran
fondos, pero si la presión ejercida sobre ellos se hace demasiado
pesada y si la huelga es de las que la Asociación aprueba, entonces
sus necesidades son cubiertas por el fondo común. Así fue
como el otro día logró triunfar una huelga de cigarreros
de Barcelona.
Pero la Sociedad no tiene interés en las
huelgas, aunque las apoya bajo ciertas condiciones. No hay manera de que
con ellas gane desde un punto de vista pecuniario, pero sí puede
perder fácilmente. Podemos resumir todo esto en una palabra. Las
clases trabajadoras siguen siendo pobres en medio del aumento de la riqueza,
miserables en medio del aumento del lujo. Sus privaciones materiales rebajan
su moral así como su estatura física. No pueden esperar ayuda
de los demás.
Así, para ellas ha venido a convertirse en
una necesidad imperiosa el tomar su caso en sus propias manos. Deben revisar
las relaciones entre ellas mismas y los capitalistas y propietarios, y
eso significa que tienen que transformar la sociedad. Este es el objetivo
general de todas las organizaciones obreras conocidas; las ligas obreras
y campesinas, las sociedades comerciales y de ayuda, las tiendas y talleres
cooperativos no son sino medios hacia tal objetivo.
Establecer una perfecta solidaridad entre estas
organizaciones es la tarea de la Asociación Internacional. Su influencia
está empezando a hacerse sentir en todas partes. Dos periódicos
difunden sus puntos de vista en España, tres en Alemania, el mismo
número en Austria y en Holanda, seis en Bélgica y seis en
Suiza(8). Y ahora que ya le he dicho lo que es la Internacional, quizá
esté usted en condiciones de formar su propia opinión con
respecto a sus pretendidos complots.
Landor: No le entiendo muy bien.
Marx: ¿No ve usted que la vieja sociedad, falta de fuerzas para defenderse con sus propias armas de discusión y combinación, se ve obligada a recurrir al fraude de imputarnos una conspiración?
Landor: Pero la policía francesa declaró que están en condiciones de probar su complicidad en el último caso, para no hablar de los intentos anteriores.
Marx: Pero nosotros sí diremos
algo de esos intentos, si usted lo permite, porque sirven perfectamente
para probar la gravedad de todos los cargos de conspiración levantados
contra la Internacional. Usted recuerda el penúltimo complot.
Se había anunciado un plebiscito (9). Se sabía que muchos
de los electores se halaban irresolutos. Ya no tenían una idea clara
del valor del gobierno imperial, habiendo acabado por perder la fe en los
amenazantes peligros de la Sociedad de los que supuestamente el gobierno
los había salvado.
Se necesitaba un espantajo nuevo. La policía
se encargó de encontrar uno. Como odiaban a todas las organizaciones
de trabajadores, naturalmente deseaban hacer pasar un mal rato a la Internacional.
Recibieron inspiración de una feliz idea. ¿Qué tal
si elegían a la Internacional como su espantajo, y así al
mismo tiempo desacreditaban a la sociedad y lograban favor para la causa
imperial? De esa feliz idea es que surgió el ridículo complot
contra la vida del Emperador, como si nosotros quisiéramos matar
al condenado viejo. Arrestaron a los miembros dirigentes de la Internacional.
Fabricaron evidencias. Prepararon su caso para juicio y mientras tanto
tuvieron su plebiscito (10). Pero la pretendida comedia no era, obviamente,
sino una grande y burda farsa. La Europa inteligente, que era testigo del
espectáculo, no se engañó ni por un momento acerca
de su carácter, y sólo el elector campesino francés
fue embaucado. Los periódicos ingleses informaron del inicio del
miserable asunto; olvidaron informar de su conclusión.
Los jueces franceses, admitiendo la existencia del
complot por cortesía oficial, se vieron obligados a declarar que
no había nada que demostrara la complicidad de la Internacional.
Créame, el segundo complot es igual que el primero. El funcionario
francés está nuevamente activo. Debe dar cuenta del mayor
movimiento civil que el mundo haya visto jamás.
Hay cien signos de los tiempos que sugieren la explicación
correcta: el aumento de conocimientos entre los trabajadores, del lujo
y la incompetencia entre sus dirigentes, el proceso histórico, ahora
en desarrollo, de transferencia final de poder de una clase al pueblo,
la aparente adecuación de tiempo, lugar y circunstancia para el
gran movimiento de emancipación. Pero para haber visto todo esto
el funcionario tendría que haber sido un filósofo, y él
es solamente un mouchard (11). Por la ley de su propio ser, por lo tanto,
sólo ha sido capaz de dar la explicación del mouchard: una
conspiración. Su viejo archivo de documentos falsificados
le proporcionará las pruebas y esta vez Europa, en su pánico,
se tragará el cuento.
Landor: Europa difícilmente puede evitarlo, viendo que todos los periódicos franceses difunden la noticia.
Marx: ¡Todos los periódicos
franceses! Vea, aquí está uno de ellos (tomando La Situación),
y juzgue por usted mismo el valor de su evidencia en cuanto hechos. (Lee)
"El Dr. Karl Marx, de la Internacional, ha sido arrestado en Bélgica,
cuando trataba de escapar a Francia. La policía de Londres vigilaba
desde hace tiempo la sociedad a la que aquél está vinculado,
y ahora está adoptando activas medidas para su supresión".
Dos frases y dos mentiras.
Usted ve que en vez de estar en prisión en
Bélgica estoy en mi casa en Inglaterra. Usted debe saber también
que la policía en Inglaterra es tan impotente para interferir con
la Sociedad Internacional, como la Sociedad con ella. Sin embargo, lo más
probable en todo esto es que la noticia circulará por toda la prensa
continental sin una contradicción, y seguirá haciéndolo
aunque yo enviara circulares a cada periódico de Europa desde aquí.
Landor: ¿Ha intentado usted rebatir muchas de estas falsas informaciones?
Marx: Lo hice hasta que me aburrí de la tarea. para demostrar el enorme descuido con que están elaboradas, puedo mencionar que en una de ellas vi a Félix Pyat señalado como miembro de la Internacional (12).
Landor: ¿Y no lo es?
Marx: La Asociación difícilmente podría haber hallado cabida para un hombre tan loco. Una vez fue lo bastante presuntuoso como para lanzar una temeraria proclama en nuestro nombre, pero fue instantáneamente desautorizado, aunque, para hacerle justicia, por supuesto que la prensa ignoró la desautorización.
Landor: Y Mazzini ¿es miembro de su organismo? (13).
Marx: (riendo): Ah, no. Habríamos avanzado muy poco si no hubiéramos llegado más allá del límite de sus ideas.
Landor: Me sorprende usted. Ciertamente hubiera creído que él representaba las posiciones más avanzadas.
Marx: El no representa más que la vieja idea de una república de clase media. El se ha quedado muy atrás en el movimiento moderno, como los profesores alemanes quienes, no obstante son todavía considerados en Europa como los apóstoles del democratismo cultivado del futuro. Lo fueron en otros tiempos; antes del 48, quizá, cuando la clase media alemana, en el sentido inglés, apenas había alcanzado su justo desarrollo. Pero ahora se han pasado en masa a la reacción, y el proletariado ya no los reconoce.
Landor: Algunas personas han creído ver signos de un elemento positivista en su organización (14).
Marx: Nada de eso. Tenemos positivistas entre nosotros, y otros que no son de nuestra organización que trabajan también. Pero esto no es por virtud de su filosofía, que no tendrá nada que ver con el gobierno popular, tal como nosotros lo entendemos, y que solamente busca poner una nueva jerarquía en lugar de la vieja.
Landor: Me parece a mí, entonces que los líderes del nuevo movimiento internacional han tenido que formar una filosofía así como una asociación para sí mismos.
Marx: Precisamente. Es difícilmente posible, por ejemplo, que podamos esperar prosperar en nuestra guerra contra el capital si derivamos nuestras tácticas, digamos, de la economía política de Mill (15). El evidenció un tipo de relación entre el trabajo y el capital. Nosotros esperamos demostrar que es posible establecer otra distinta.
Landor: ¿Y con respecto a la religión?
Marx: en ese punto yo no puedo hablar en nombre de la Sociedad. Yo personalmente soy ateo. Es sorprendente, sin duda, escuchar semejante declaración en Inglaterra, pero hay cierto consuelo en el pensamiento de que no tiene que hacerse un susurro ni en Alemania ni en Francia.
Landor: ¿Y sin embargo usted ha establecido su cuartel general en este país?
Marx: Por razones obvias; el derecho de asociación es aquí algo establecido. Existe ciertamente, en Alemania, pero es obstaculizado con innumerables dificultades; en Francia, durante muchos años no ha existido en absoluto.
Landor: ¿Y los Estados Unidos?
Marx: Los principales centros de nuestra actividad se encuentran actualmente entre las viejas sociedades de Europa. Muchas circunstancias han tendido a impedir hasta ahora que el problema laboral asuma una importancia predominante en los Estados Unidos. Pero están desapareciendo rápidamente, y se está poniendo en primera fila con el crecimiento, como en Europa, de una clase trabajadora distinta del resto de la comunidad y divorciada del capital (16).
Landor: Parecería que en este país la esperada solución, cualquiera que ella sea, podrá alcanzarse sin los medios violentos de una revolución. El sistema inglés de agitar mediante los discursos y la prensa hasta que las minorías se conviertan en mayorías es un signo esperanzador.
Marx: En este punto no soy tan optimista
como usted. La clase media inglesa se ha mostrado siempre bastante deseosa
de aceptar el veredicto de la mayoría con tal de seguir disfrutando
del monopolio del poder de voto. Pero créame, tan pronto como se
encuentre superada en las votaciones por lo que considera cuestiones vitales,
veremos aquí una nueva guerra de esclavos contra amos.
"Aquí les he
dado, tan bien como puedo recordarlos, los puntos principales de mi conversación
con este hombre notable. Dejaré que ustedes saquen sus propias conclusiones.
Cualquier cosa que pueda decirse a favor o en contra de la probabilidad
de su complicidad con el movimiento de la Comuna, podemos estar seguros
de que en la Asociación Internacional el mundo civilizado tiene
un nuevo poder en su seno con el que pronto tendrá que ajustar cuentas
para bien o para mal".
Notas
(1).- El Complot de
la Pólvora fue un complot para acabar con el Rey, los Lores y los
miembros de la Cámara de los Comunes en Venganza por las leyes penales
contra los católicos. En el momento en que Guy Fawkes, agente de
los conspiradores, estaba a punto de prender fuego a unos barriles de pólvora
que habían sido colocados debajo de la Cámara de los Comunes,
fue apresado, el 5 de noviembre de 1605. Desde entonces el 5 de noviembre
es conocido en la historia de Inglaterra como el Día de Guy Fawkes.
(2).- Marx recibió
el título de doctor en Filosofía por la Universidad de Jena
en 1841. Su trabajo de licenciatura lo realizó en las universidades
de Bonn y Berlín.
(3).- La casa de
Marx en Maitland Park Road era una vivienda confortable y muy espaciosa.
(4).- El otro caballero
era probablemente Friedrich Engels, quien estaba también en Londres
y a menudo visitaba la casa de Marx. Engels hablaba inglés correctamente.
(5).- El Consejo
era el Consejo General de la Asociación Internacional de Trabajadores,
su órgano dirigente; se reunía semanalmente en Londres y
mantenía correspondencia con grupos obreros en otros países.
(6).- La insurrección
de París se refería a la toma del poder por la clase
trabajadora el 8 de marzo de 1871, y el establecimiento de la Comuna de
París. La Comuna cayó el 28 de mayo de 1871.
(7).- Ya en la primavera
de 1866, el Consejo General estuvo activo durante las huelgas de sastres
en Edimburgo y Londres cuando destruyó exitosamente los intentos
de los patronos por romper las huelgas trayendo reclutas de Alemania. Una
advertencia, escrita por Marx, fue publicada en el Oberrhenischer Courier
del 15 de mayo de 1866; instaba a los trabajadores alemanes a que se mantuvieran
fuera de Inglaterra y Escocia para "probar a otros países que ellos,
como sus hermanos en Francia, Bélgica y Suiza, sabían como
defender los intereses comunes de su clase y no se convertirían
en obedientes mercenarios del capital en su lucha contra el trabajo" (Documents
of the First International, pp. 367-68). En 1869, a sugerencia de Andrew
Cameron, delegado del National Labour Union al Congreso International en
Basilea, el Consejo General estableció una Oficina de Trabajo y
emigración para impedir la emigración de trabajadores de
Europa para sustituir a huelguistas de los Estados Unidos. (Véase
Samuel Bernstein, The First International in America, Nueva York, 1965,
pp.33-34).
(8).- En esa época
la Internacional no tenía un periódico verdaderamente oficial
en los Estados Unidos, habiendo expirado, en septiembre de 1870, el Arbeiter-Union,
editado por Adolphe Douai. Existía aún, sin embargo, el semioficial
Bulletin de l'Union Républicaine y el Woodhull & Claflin's Weekly
que, aunque era órgano de la Sección 12 en la ciudad de Nueva
York, estaba en conflicto con los líderes de la Internacional.
(9).- El plebiscito
fue convocado por Napoleón III el 7 de mayo de 1870, para confirmar
ciertos cambios liberales a la constitución ofrecidos por el gobierno,
y para montar un espectáculo de apoyo popular al Imperio. La secciones
de la Internacional abogaron por la abstención del voto.
(10).- En la víspera
del plebiscito, la policía llevó a cabo tres arrestos masivos
de miembros de la Internacional. El juicio, en junio-julio de 1870, concluyó
en condenas de prisión para varios de los líderes de la Internacional.
(11).- Soplón,
espía, informante.
(12).- Marx se refería
frecuentemente a Félix Pyat como ejemplo de vendedor de frases especializado
en invocaciones al terrorismo hasta el momento en que él mismo salió
huyendo. En una carta del 12 de mayo de 1871, Jenny Marx, la hija de Marx
se refería a los "caballeros de la frase tales como Félix
Pyat..." (Hal Draper, comp., Karl Draper, comp., Karl Marx and Friedrich
Engels, Writings on the París Commune, Nueva York y Londres, 1971,
p.223).
(13).- Giuseppe Mazzini
(1805-1872) fue fundador de Joven Italia y del Comité Democrático
Europeo con el objetivo de unificar a Italia. Su programa exigía
la independencia y unidad de Italia bajo la consigna Dios y el Pueblo.
Marx criticaba frecuentemente el carácter burgués del programa
de Mazzini.
(14).- El positivismo
era la filosofía de los seguidores de Auguste Comte, quien tomó
de Saint-Simon una creencia de tipo religioso en la ciencia positiva,
especialmente en la sociología (palabra inventada por Comte).
Los positivistas eran reformistas burgueses y al tiempo que propugnaban
un "completo ajuste de las relaciones del capital y el trabajo", se oponían
a la violencia. Aunque los positivistas condenaron sus "medidas represivas",
tuvieron una posición favorable a la Comuna, y alabaron actos legislativos
de la Comuna tales como la abolición del ejército permanente,
la abrogación de la pena capital y la admisión de extranjeros
en la administración.
(15).- John Stuart
Mill (1806-1873), filósofo inglés y economista clásico
cuyas opiniones se vieron influidas por la crítica socialista.
(16).- El 5 de marzo
de 1852, Marx escribió a Josph Weydemeyer que la "sociedad burguesa
en los Estados Unidos todavía no se ha desarrollado lo suficiente
para hacer la lucha de clase obvia y comprensible". En 1881, sin embargo,
escribió a F.A. Sorge que en los Estados Unidos "la economía
capitalista y el correspondiente esclavizamiento de la clase trabajadora
se han desarrollado más rápida y desvergonzadamente que en
cualquier otro país" (Karl Marx and Frederich Engels, Letters to
Americans, 1848-1895, Nueva York, 1953, pp. 44-129).
New York World, 18 de julio de 1871.
(Tomado de Philips S. Foner (Comp.),
Karl Marx Remembered, Synthesis Publications, San Francisco, 1983.
Traducción de Ana María
Palos).