Presentación

Al pie de la carretera que une Sagunto con Burgos, a apenas diez kilómetros de Teruel, se encuentran los denominados Pozos de Caudé. Los pozos, que formaban parte de una vieja venta hoy desaparecida, fueron, desde los primeros días de agosto de 1936 hasta diciembre de 1937, el triste escenario de numerosas ejecuciones organizadas de una forma sistemática por los sublevados militares del 18 de julio y sus seguidores. Aunque la cifra sigue siendo aún imprecisa, se estima que los Pozos albergan los cuerpos de más de 1000 civiles "desafectos".

A pesar del ignominioso silencio que los vencedores de la GCE impusieron por la fuerza de las armas durante más de cuarenta años y que los artífices de la conocida como transición a la democracia han intentado prorrogar sine die, los descendientes familiares e ideológicos de quienes perdieron la guerra han decidido levantar su voz contra el olvido.

Sorprendentemente, esta iniciativa despierta, en el peor de los casos, una oposición abierta y, en el mejor, perplejidad y desconfianza. ¿Por qué resucitar el recuerdo de un episodio tan doloroso de la historia de España? La respuesta a esta pregunta es evidente para quienes trabajamos en la recuperación de la memoria de los "desaparecidos": para hacer justicia, para dignificar tanto a los que murieron como a los que sobreviven y a todos los que fueron vejados y humillados durante la dictadura. Para contar, en definitiva, la historia no contada, nuestra verdadera memoria histórica.

Pero existe una razón al menos tan poderosa como ésta: cuando la Guerra Civil española se aleje en el tiempo, cuando sus causas, sus avatares, sus consecuencias, estén tan lejos que tal vez sea difícil extraer de ese pasado las lecciones que podrían servirnos para guiar el presente, quedará el ejemplo de los hombres que antepusieron sus valores a su propia vida y a su propio bienestar; que creyeron en la obligación moral de defender a los más débiles, de criticar la explotación del hombre por el hombre, de oponerse al ejercicio despótico del poder; que, en definitiva, murieron en la convicción de que traían "un mundo mejor en sus corazones". ¿Acaso podemos negar que estos valores, este mensaje, seguirán siendo un faro para quienes lo puedan divisar a tal vez cientos de años de distancia?

Dejemos, pues, que el faro se divise.


Asociación Pozos de Caudé.

 


 

 

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