Honduras: el momento de la verdad en la administración de Obama
James Cockcroft, Rebelión. 5 de julio de 2009

 

El golpe militar actualmente en proceso en Honduras es un duro revés acompañado por varios intentos vanos de aparecer blando y constitucionalista. Detrás del golpe hay varias fuerzas sociales, económicas, y políticas, de las cuales la más importante es el gobierno del presidente Barack Obama. Ningún cambio importante puede ocurrir en Honduras sin la aprobación de Washington. La oligarquía hondureña y las corporaciones trasnacionales (bananeras, farmacéuticas) están defendiendo sus intereses, como siempre, con un golpe militar.

Funcionarios del gobierno estadounidense conocieron antes del ataque los planes golpistas, en los que participaron y siguen participando, sean cuales fueren las diferencias típicas que siempre se encuentran en situaciones tan difíciles, en este caso debido a la fuerza de los movimientos sociales que promueven la democracia y una asamblea constituyente.

A la vez, varios individuos y grupos de la ultraderecha en Estados Unidos siguen promoviendo golpes militares e incidentes como la reciente detención de una vieja pareja estadounidense acusada de pasar secretos del gobierno a Cuba en momentos en que la Corte Suprema del país norteamericano rechazaba el caso de los Cinco Héroes cubanos injustamente encarcelados por conspiración de cometer espionaje. La ultraderecha estadounidense ve a Obama como un socialista en su política doméstica y un traidor en su política externa, por ejemplo acerca de Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Paraguay, El Salvador y, lógicamente, Honduras, por haberse permitido su entrada en la Alternativa Bolivariana para los pueblos de América Latina y el Caribe (Alba). Por eso se ve a personas como Negroponte, Reich, y otros ex funcionarios gubernamentales metiéndose en el golpe hondureño y su defensa. Esta ofensiva ultraderechista en Estados Unidos es paralela a la de Centroamérica y otras partes de lo que llamaría José Martí Nuestra América, donde se oyen muchas voces y una significativa parte de los medios no solamente defendiendo el golpe gorilista en Honduras, sino promoviendo procesos similares en sus países.

Las fuerzas militares estadounidenses están presentes para coordinar u ofrecer su ayuda en todo esto, como se manifestó en abril de 2002 en Venezuela y ahora en Honduras desde su base en Soto Cano, antes usada en la guerra sucia contra los sandinistas nicaragüenses en la década de 1980. El líder de las fuerzas armadas de Honduras, general Romeo Vasques, y el comandante de la aviación de Honduras, general Luis Javier Prince Suazo, son graduados de la Escuela de las Américas, fundada por Estados Unidos para entrenar a miles de soldados latinoamericanos, de los cuales algunos se hicieron dictadores durante las guerras sucias del siglo pasado, que han seguido hasta hoy en países como Colombia, Perú y México, y comienzan a aparecer de nuevo a través de paramilitares en Venezuela y otros países.

La ambigüedad y las contradicciones de las declaraciones del presidente Obama y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, en cuanto a Honduras y su golpe militar ilegal (¿puede un golpe militar ser legal?) reflejan la complejidad de la política estadounidense actual. Pero no debe ser sorpresa, ya que hemos visto las reversas de promesas hechas en la campaña electoral de 2008 representadas por el mantenimiento de tortura de presos o capturados, la suspensión del habeas corpus y la posibilidad de detener sin proceso judicial hasta a ciudadanos estadounidenses; la falta de transparencia, las guerras en Irak, Afganistán y Pakistán, etcétera.

El cadáver conocido como Organización de Estados Americanos (OEA) mostró una señal de posible nueva vida con su voto contra el golpe en Honduras, pero atrás de eso hay un intento de Washington por ocultar su propio papel en el golpe y usar a la OEA como arma en una solución negociada o aun armada, estilo Haití, en 2004, o Santo Domingo, en 1965. La posibilidad de otro escenario como aquéllos y aún más peligroso existe ahora, porque la fuerza militar estadounidense es tanto mayor que cualquier resistencia civil-militar insurreccionista o guerrillera hondureña que se puede imaginar, hasta ahora por lo menos.

Mientras, los gorilas de Honduras consolidan su poder sobre el terreno y los movimientos sociales hondureños resisten pacífica y heroicamente. En el resto de Nuestra América las fuerzas de la derecha, apoyadas económica y militarmente por la administración de Obama, están tratando de derrocar el Alba y a sus gobiernos, sobre todo Venezuela.

Es un deber moral y una necesidad política que los otros gobiernos latinoamericanos y del mundo, comenzando con los más progresistas, remuevan del poder a los golpistas, los lleven a la justicia y restituyan el presidente democráticamente elegido, Manuel Zelaya. Para el gobierno de Barack Obama, es el momento de la verdad.