Columna política
Mohamed Ben Mizzian, cuando la mano de Alá salvó a Franco
Por E. Delgado
 
 
 
Hubo una ocasión en que el que más tarde sería "Caudillo de España por la Gracia del Dios" de los cristianos, necesitó la ayuda de Alá.

El suceso ocurrió el 3 de Octubre de 1924 y ha sido recuperado ahora del olvido gracias a la labor investigadora de Pepe Marques, que ha encontrado la crónica publicada por el antiguo Telegrama de Melilla el 8 de Octubre de 1924 y firmada por el corresponsal del Telegrama en Tetuán Emilio López López.

Los Ttes. Coroneles Franco y Temprano se hallaban en el poblado bajo de Abada, en trabajos de Inspección y fortificación del puesto al caer la tarde, cuando de improviso un grupo de harkeños irrumpen entre las malezas y protagonizan un violento ataque con el fin de recuperar el puesto. El factor sorpresa es total, Franco y Temprano apenas deciden qué hacer cuando ven frente a ellos a un tirador rifeño que con un Máuser de peine de cinco balas les apunta directamente a la cabeza. En apenas unos segundos serán hombres muertos, dada la extraordinaria habilidad de los tiradores del Rif, de la que tan buena cuenta hubieron de dar los soldados españoles.

No pueden ni siquiera desenfundar sus pistolas, se tiran al suelo y se oye el tronar de un disparo. Sorprendidos ven como el rifeño se desploma muerto ante ellos. Apenas a unos metros de allí, entre las paredes de una casa, Mohamed Ben Mizzian todavía tiene el arma en el hombro, acaba de abatir de un certero disparo al anónimo tirador rifeño que podría haber cambiado el curso de la historia de España. Mizzian no erró su disparo del mismo modo en que el rifeño no hubiera errado los suyos. Temprano sin embargo ya estaba señalado por "la parca" pues moriría el 19 de noviembre
Este suceso unió para siempre a Franco y a Mizzian, en lo que sería un claro ejemplo de vidas paralelas. Franco otorgó a Mizzian la capitanía de la región Militar gallega, más tarde la de Canarias y posteriormente, aun siendo ya Mizzian súbdito del Rey de Marruecos, fue nombrado embajador en Madrid hasta su muerte en 1975.

La forja de un dictador
La Guerra del Rif fue brutal y salvaje, en donde no había atrocidad cometida por los rifeños que no fuese superada inmediatamente por los soldados españoles y viceversa. Arturo Barea lo relata en La Forja de un Rebelde: "La bestialidad es seguramente la cosa más contagiosa que existe. Ellos les cortaban los testículos a los soldados y se los atascaban en la boca. Entonces nosotros les cortábamos las cabezas a los moros y adornábamos el parapeto de la posición por la noche".

Este libro es uno de los muchos olvidados por la historiografía oficial melillense, como los de Ramón J. Sender, el de Carlota O´Neill, los discursos de Indalecio Prieto, las crónicas del gallego Fernández Oxea. En Melilla se siguen prefiriendo y editando las hazañas bélicas, se siguen recompensando con lápidas, monumentos y calles a quienes protagonizaron sucesos y acciones muy lejos de ser admirados y muy poco dignos de ser tenidos en cuenta.

Sólo en esta desmemoria forzada se puede entender la sorpresa protagonizada por quienes hoy descubren episodios terroríficos protagonizados por Mizzian, como si los protagonizados por Millán Astray y sus legionarios anduviesen a la zaga, o los asesinatos callejeros y violaciones llevados a cabo por La Falange, en los primeros meses del Alzamiento.

Realmente eso fue posible, porque sus jefes, "los directores" del Alzamiento, como dice Rosa Mª de Madariaga en Los Moros que trajo Franco: " eran perfectamente conscientes del terror que causaban entre los milicianos y soldados españoles, Franco utilizó las tropas marroquíes no sólo como carne de cañón, sino también como arma psicológica contra el pueblo español… cuantos más fuera los crímenes y salvajadas cometidas por los marroquíes, menos valor tendrían los soldados de La República para afrontarlos".

Sin exculpar a nadie, Rosa María de Madariaga dice que no es posible entender las atrocidades, el pillaje, las vejaciones y las violaciones protagonizadas por "las tropas moras" sin buscar las responsabilidades de quienes las alentaron y permitieron, aparte de sus jefes directos, como el general Yagüe, o Queipo de Llano, enterrado en La Basílica de La Marcarena y cuyo fajín circunda la cintura de La Santa Virgen, imaginamos que por sus virtudes cristianas, y que en sus alocuciones radiofónicas pedía a los republicanos que enviasen sus mujeres al Sur para que conociesen lo que eran hombres de verdad.

Franco es el vértice máximo de todas las responsabilidades, para él los combatientes republicanos no merecían mejor trato que los rebeldes rifeños y desde luego no lo recibieron. Trató a ambos grupos con la misma implacabilidad e inmisericordia. De la Guerra del Rif salió el Franco de La Guerra Civil. "Sin Africa yo no puedo explicarme a mí mismo", decía el propio Franco.

Sorprenderse porque en Beni-Enzar se haya dedicado un Mausoleo-Museo dedicado a la memoria de Mizzian, cuando en Melilla Millán Astray sigue gozando de una calle con su nombre, Francisco Franco sigue siendo considerado el santo salvador de la urbe y recibe y bendice a los turistas que llegan a Melilla en barco, es un ejercicio de desmemoria y desvergüenza.

Otra visión de Franco
En palabras del General Batet cuando fue enviado a Melilla como ayudante del General Picasso : "El comandante Franco del Tercio, tan traído y llevado por su valor, tiene poco de militar, no siente satisfacción de estar con sus soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza para curarse enfermedad voluntaria….explotando vergonzosa y descaradamente una enfermedad que no le impedía estar todo el día en bares y círculos". El general Batet fue fusilado el 18 de febrero de 1937 luego de que Franco en especial Decreto le hubiese degradado y expulsado del Ejército.

Arturo Barea lo retrata así en "La forja de un rebelde": "Yo conozco a muchos que quisieran pegarle un tiro por la espalda a Franco, pero ninguno se atreve, les da miedo que pueda volver la cabeza cuando le están tomando la puntería…..yo he visto a asesinos ponerse lívidos porque Franco los miraba de reojo…yo creo que ese tío no es humano, no tiene nervios, además es un solitario. Yo creo que todos los oficiales le odian porque no hace amistad con ninguno de ellos".

Sin embargo Mohamed Ben Mizzian sí fue su amigo, quizá el único amigo del dictador implacable al que ni siquiera le tembló el pulso cuando firmó la sentencia de muerte de su primo, el oficial La Puente Bahamonde, del que comentó a un periodista americano que: "si tengo que fusilar a media España, la fusilo", y no quedó muy exagerada la afirmación, visto que porcentualmente, la represión franquista superó a la de La Rusia de Stalin, o de una represión que asombró y lo dejaron escrito, a los mismísimos nazis alemanes, reyes del exterminio de masas, que participaron en la Guerra de España.

Mohamed Ben Mizzian, que se consideró siempre melillense, que recibió en 1942 la medalla de oro de Melilla, al año siguiente de haberla recibido El Generalísimo, casado con Fadela Amor, cuyo chalet todavía puede verse en la carretera de Farhana, estudiante de la Escuela del Polígono, quedó unido para siempre a la Historia de España, el día 3 de octubre de 1924, cuando quizá por voluntad de Alá, evitó de un certero disparo la casi segura muerte, del que habría de ser Caudillo por la Gracia de un Dios distinto. Mizzian murió en Madrid, el mismo año que el Generalísimo.
¿Por qué este suceso no aparece citado en ninguna biografía de Franco?
Paul Preston, uno de los mejores biógrafos del Dictador, dice que "Franco se preocupó mucho de reescribir su biografía" y borró pruebas y datos que pudieran desmerecerle. Franco fue comparado en vida con el arcángel San Gabriel, Alejandro Magno, Julio César, Carlomagno, el Cid, Carlos V, Felipe II o Napoleón. La exaltación de la figura de Franco llegó a situarle en el mismísimo Cielo, hasta ese momento sólo reservado a Los Profetas.

Este camino lo abrió Salvador Dalí que al ser preguntado por la figura de Franco declaró: " He llegado a la conclusión de que es un santo" y ya abierta la senda de la exaltación a los altares Luis Carrero Blanco dijo en Las Cortes lo siguiente: " Dios nos ha concedido la inmensa gracia de un Caudillo excepcional, que sólo podemos juzgar como uno de esos dones que La Divina Providencia concede a las naciones cada tres o cuatro siglos".

En este clima de exaltación hagiográfica, de La Divina Providencia y del mismísimo Espíritu Santo, no cabía que al Caudillo de La Santa Cruzada Nacional contra el ateísmo, hubiese necesitado la mano de nadie para salvar su vida. Que se sepa, la única mano que necesitó Franco fue la incorrupta de Santa Teresa, que le acompañó a lo largo de todo su mandato en la Jefatura del Estado.