LA IZQUIERDA VASCA DESPUES DE LIZARRA

1.- La hora del cambio ha sonado para todos en Euskadi. Y, al decir todos, hay que señalar en particular a las formaciones políticas y sociales de la izquierda vasca. La creencia de que las nuevas condiciones abiertas con el acuerdo de Lizarra, la tregua de ETA y los resultados de las elecciones autonómicas, sólo obliga a quienes se niegan a reconocer el derecho del pueblo vasco a decidir libremente su futuro nacional, es una falsa creencia. Esos acontecimientos emplazan a moverse el PP y al PSE aunque sólo sea por el hecho de que la suma de sus votos sólo alcanza al 38% del electorado, y porque con esa relación de fuerzas, el atrincheramiento en el inmovilismo puede provocar una nueva y expansiva radicalización política del bloque mayoritario de Lizarra. Sin embargo, el hecho que la mayoría en ese bloque esté hoy en manos de un partido como el PNV que se moverá siempre en la ambivalencia de la presión al Estado y el pacto con sus representantes, convierte a la izquierda abertzale en el factor decisivo para sostener la firmeza de aquél compromiso por la soberanía, así como para ofertar un proyecto nacional que desactive el miedo de los “no abertzales” a las soluciones soberanistas.
El nuevo escenario político se presenta así como una época de mudanzas que emplaza a todas las fuerzas en presencia a una redefinición de sus proyectos respectivos, y en esta época de cambios  que ahora se inicia, la izquierda vasca tiene ante sí la oportunidad histórica de articular alrededor suyo a esa amplia corriente de opinión social que se expresa en claves de soberanía política y de modelos alternativos de sociedad.

2.- El nuevo período abierto en Lizarra se caracteriza por la ruptura del Estatuto de Autonomía como marco de convivencia entre el españolismo moderado del PSE y el nacionalismo vasco moderado del PNV. La nueva dualidad creada entre el centralismo español y el soberanismo vasco tiende a eliminar los matices y las soluciones intermedias. De ahí los desplazamientos políticos y las rupturas larvadas que se aprecian en todos los partidos y sindicatos que hicieron del Estatuto un punto de llegada en el ordenamiento jurídico de la autonomia vasca. La propuesta de ruptura de ese marco ha aproximado entre sí al PP y al PSE en una lectura centralista de la autonomia, pero ha provocado una acentuación de las diferencias con el sector vasquista de la socialdemocracia vasca (Odón Elorza y Egiguren en el PSE, y algunos cuadros significativos en el aparato de CCOO). La apuesta soberanista del PNV deja poco espacio a su vez  a la negociación con aquellos, y provoca en esa medida un doble efecto en el nacionalismo moderado: de una parte, el miedo de sus alas conservadoras a los problemas de gobernabilidad que se derivan de ello, en tanto que reduce de otro el espacio político de Eusko Alkartasuna (EA), un partido creado en la oposición simultánea a las claudicaciones del PNV y al discurso y a los métodos radicales de la izquierda independentista. La tregua de ETA quita así argumentos a EA por un extremo (su crítica del independentismo armado), en tanto que el giro soberanista del PNV se lo quita por el otro (desaparece el argumento de la crítica al entreguismo del PNV).

3.- Esa tendencia al achique de espacios se expresa aún con más intensidad en el campo de la izquierda. La correlación de fuerzas entre las dos opciones político-electorales de la izquierda vasca: IU-EB de un lado y Euskal Herritarrok de otro, es tan desproporcionada en favor de la segunda que no deja lugar a duda sobre el papel nuclear que está llamada a desempeñar en la recomposición unitaria de un movimiento socio-político nuevo que, por la dimensión de las fuerzas ya acumuladas, puede aspirar a la disputa del liderazgo político de la nación vasca.
El retroceso de IU-EB y la expansión de Eusko Herritarrok no son fenómenos coyunturales que puedan invertirse a medio plazo. Ambos responden a circunstancias estructurales, duraderas en el tiempo, y tendentes a consolidarse como fenómenos culturales en la sociedad vasca. Apreciarlas en su justa medida es un ejercicio inevitable a la hora de interrogarse sobre las perspectivas de la izquierda vasca, sobre sus perfiles ideológicos, o sobre el cómo y desde dónde se puede plantear hoy su recomposición general.

4.- Si tomamos un poco de perspectiva histórica apreciaremos rápidamente  de que estamos hablando. La construcción de identidades nacionales cada vez más diferenciadas en las tres nacionalidades históricas: Euskadi, Cataluña y Galicia empuja a las sociedades respectivas a organizarse en marcos nacionales independientes de las formas estatales de organización. Se trata de un cambio cultural que ha roto con las viejas tradiciones de las izquierdas políticas y sindicales que identificaban la idea de solidaridad entre los pueblos con la idea de organizaciones unitarias que reproducían miméticamente la forma centralizada de organización del estado. La vieja idea de “un estado-un partido-un sindicato” se ha convertido con el tiempo en el paradigma del centralismo político y en el vehículo de transmisión de la cultura nacional española sobre las nacionalidades. El rechazo de las mayorías sociales a las “formas sucursalistas” de organización es así una manifestación del sentimiento de liberación nacional que hay en ellas. Es por eso que asistimos en todas partes a la adopción de formas nacionales de organización en los partidos políticos, en los sindicatos, en los movimientos sociales, en las ONGs, y hasta en la iglesia católica. No se trata de rupturas de la solidaridad entre los pueblos ni de olvidos de la necesaria colaboración entre ellos contra sus enemigos comunes, sean estos el estado o el sistema capitalista. Se trata, por el contrario, de articular la unidad necesaria sobre la base del respeto a la diferencia y del encuentro entre iguales. El hecho constatable es que esa expansión de la conciencia y de las culturas nacionales, socava las bases sociales de las “organizaciones estatales” y de las corrientes de pensamiento federalistas que aparecen hoy a ellas vinculada, como en el caso de IU-EB.
Estas tendencias culturales no son nuevas en la historia reciente del pueblo vasco, pero el hecho de haber sido refrendadas con mas fuerza después del pacto de Lizarra debiera hacer pensar a quienes en IU-EB o en CCOO se reconocen en el federalismo, sobre el lugar que ellos ocupan en la izquierda vasca, o si para contribuir a su reconstrucción no es necesario ya un cambio de posición en, al menos, dos cuestiones centrales: en  la necesidad de colocar la idea de libertad nacional (independencia política y relaciones confederales entre los pueblos) por delante de la idea de unidad federal, y en trabajar a fondo la unidad política con EH y la unidad sindical con ELA y LAB bajo formas nacionales de organización de la izquierda.
 
5.- El hecho que Euskal Herritarrok se haya afirmado como la opción política mayoritaria de la izquierda vasca no debe tomarse como el final de su recorrido o como el límite de sus perspectivas de futuro. Hace tiempo que la izquierda independentista se configuró como un movimiento socio-político que expresaba y alimentaba a su vez la acción de una extensa red de organizaciones múltiples que han canalizado lo que de alternativo hay en la sociedad vasca, y si ahora, después de la tregua de ETA y de la apertura política subsiguiente a ella, se ha consolidado como punto de referencia para todas las izquierdas vascas, esa circunstancia no debe hacernos perder de vista que EH es todavía una propuesta de trabajo, ilusionante en sí misma, pero insuficientemente articulada como movimiento de convergencia de todas las izquierdas vascas. Puede decirse sin riesgo a equivocarnos que no ha explotado aún todas las potencialidades que posee, y que el “plus” de credibilidad que ha ganado con el pacto de Lizarra, la tregua de ETA y el crecimiento electoral, deberá refrendarlo ahora con la oferta de formas nuevas de acción política y de organización convergente de todo lo que de alternativo hay en la sociedad vasca.
La nueva coyuntura política ofrece una ocasión inmejorable para ello, porque con el acuerdo de Lizarra, la izquierda abertzale puede cerrar la época de la resistencia nacional numantina y abrir otra nueva más acorde con los sentimientos colectivos y con las necesidades de la mayoría social. El período abierto con ese pacto político obliga a sustituir la ideología de afirmación nacional por la política de construcción nacional, y teniendo en cuenta que todos los procesos de construcción nacional implican inevitablemente la movilización ciudadana por cuanto tienen que abrirse paso en disputa con el poder central del estado, la izquierda vasca tiene ante sí la oportunidad histórica de articular alrededor suyo a la mayoría social. El método es suficientemente conocido por todos. Se trata de activar las demandas mayoritarias que hay en la sociedad vasca: el deseo de soberanía política y de unificación territorial, el malestar social contra el paro, la pobreza y las desigualdades sociales, los nuevos valores de las culturas antimilitaristas, feministas y ecológicas, o el impulso social por la recuperación del euskera, para tejer una tupida red de alianzas, de colaboración y de encuentro entre la izquierda política, los sindicatos, las organizaciones sociales y las asociaciones ciudadanas. En el impulso de ese proyecto compartido se puede politizar la acción de los movimientos sociales y la incorporación simultánea de los valores que estos tienen a la acción de los partidos políticos, y con la fuerza añadida de todo aquello que de alternativo existe en la sociedad vasca, se puede aspirar a influir de un modo decisivo en  el proceso de cambio que se percibe en el interior de todas las formaciones políticas.
 La correlación de fuerzas en el interior de la izquierda vasca otorga a la izquierda abertzale un lugar destacado en la construcción de este nuevo proyecto, pero el alcance que pueda llegar a tomar dependerá sin embargo de la implicación en él de las otras izquierdas: de Zutik, de Batzarre, de IU, de los sindicatos ELA-LAB-ESK-STEE..., y de los movimientos sociales alternativos. En la habilitación de formas plurales de unidad orgánica de los primeros (la izquierda política), y en la búsqueda de formas de encuentro, de colaboración mutua, de participación y de alianza, que garanticen a su vez la necesaria independencia de los segundos, está el arte de aprender a construir una  alternativa de izquierda independentista que pueda ofertar un nuevo liderazgo político a la sociedad vasca. Esa es, en todo caso, la asignatura pendiente de la izquierda después de Lizarra.

       J.R. Castaños
 
 

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